Capítulo 12

LA reacción de Rus al comprender que había sido Pris quien había atraído la atención de Dillon para que pudiera escapar de la trampa que le habían tendido, provocó que ambos hermanos se enzarzaran en una discusión acalorada sotto voce, que continuaron a voz en grito en el estudio de Dillon. Este los dejó solos y aprovechó para ordenar que trajeran una bandeja con pan, carne fría y cerveza para Rus, y un té para Pris. Luego, mandó acondicionar una habitación para Rus y advirtió a los sirvientes que nadie, fuera de su casa, debía conocer la existencia de su invitado.

Al regresar al estudio y cerrar la puerta, cortó de raíz la discusión.

—¡Basta! —Miró a Pris a los ojos, luego les señaló los dos sillones que había a cada lado de la chimenea—. Sentaos, y vamos a empezar desde el principio.

Esperó hasta que los dos hermanos, aún enojados y lanzándose miradas furiosas, accedieron; luego acercó la silla del escritorio y se dejó caer en ella. Miró a Rus.

—¿Qué fue lo que ocurrió que hizo despertar tus sospechas?

Sentándose bruscamente en el sillón, la mirada de Rus se volvió distante.

—Cromarty tenía dos caballos en los establos que no eran suyos. No formaban parte de la yeguada. Pertenecían a otra persona, pero estaban con los de Cromarty. Al parecer esos eran los caballos por los cuales Paddy O’Loughlin, el hombre que ocupaba mi puesto antes que yo, tuvo un desacuerdo y se marchó.

Pris miró a Dillon. Él sacudió la cabeza; no quería que distrajera a Rus con las noticias de que Paddy había desaparecido.

—Así que —continuó Rus—, me advirtieron que no dijera nada, pero esos caballos no estaban siendo entrenados de la manera adecuada. Los sacaban a correr de vez en cuando, pero no los ejercitaban. —Rus lo miró—. No sé por qué.

—Me hago una idea, pero continúa.

Rus arqueó las cejas.

—Poco después, en medio de los preparativos para venir a Newmarket, oí cómo Harkness hablaba con el mozo de cuadra, Crom, un zoquete desalmado que lleva trabajando con Harkness toda la vida. Yo había entrado en el cuarto de arreos para coger una brida, y como sabía dónde estaba no encendí ninguna lámpara. Harkness y Crom entraron en los establos para hablar en privado. No sabían que yo estaba allí.

—¿Es esa la conversación que mencionaste en la carta de Pris?

—Sí. No escuché lo suficiente para saber qué estaba ocurriendo realmente, pero como mencionaron un «registro» y veníamos a Newmarket, pensé que podría resolverlo una vez que estuviéramos aquí.

Un golpe en la puerta anunció a Jacobs con la bandeja. Dillon empujó una mesa auxiliar al espacio que había entre los sillones. Jacobs depositó la bandeja en ella y Pris cogió la tetera. Dillon se lo agradeció con una inclinación de cabeza y Jacobs se retiró.

Dillon esperó a que Rus recuperara fuerzas con un poco de pan y carne fría, y un sorbo de cerveza antes de apremiarlo.

—¿Y qué ocurrió después?

Rus se limpió la boca dándose toquecitos con una servilleta y se recostó en el sillón.

—Pues esos dos caballos hicieron el viaje hasta Inglaterra con el resto de la yeguada, luego desaparecieron con Crom una vez que atracamos en Liverpool. Nunca supe a dónde fueron. Como Cromarty no viajaba con nosotros, me pregunté si sabría algo de todo esto. Es el dueño y entiende de caballos, pero no pasa mucho tiempo con ellos, y tampoco se dedica a entrenarlos. Supuse que desconocía lo que estaba ocurriendo.

Rus tomó un sorbo de cerveza y prosiguió:

—Aparte de todo eso, teníamos un enorme bayo castrado, Furia Veloz, un corredor realmente bueno. Cromarty lo había incluido en las carreras de las últimas dos temporadas, y había mejorado bastante. Lo hicimos correr en la primera carrera de la temporada, y ganó de calle. Naturalmente, participó en las carreras siguientes, la última hace tres semanas. Una semana antes de eso, noté a Furia Veloz muy raro.

Rus miró a Dillon.

—No sé cómo explicarlo…, pero no me parecía él. Era exactamente igual a…, bueno, a él mismo, pero yo hubiera jurado que ese caballo no era Furia Veloz. —Hizo una mueca—. Sé que parece un disparate, pero sencillamente, no parecía el mismo caballo. Los mozos de cuadras también tenían sus dudas, ya que el caballo no reaccionaba como era habitual, pero también era cierto que nadie pasaba demasiado tiempo con él, excepto yo, Crom y Harkness, y estos últimos no decían nada.

—¿Mencionaste tus sospechas? —preguntó Dillon. Rus negó con la cabeza.

—No dije nada, y ellos se comportaban como si Furia Veloz fuera el mismo de siempre. La sorpresa vino cuando al día siguiente, era él… quiero decir que Furia Veloz estaba de regreso. —Rus tomó un largo trago de cerveza—. Era difícil de entender. Pero luego, dos días más tarde, volvió el impostor. Y luego llegó la carrera, y fue el otro caballo el que corrió como Furia Veloz, y no ganó. Quedó en quinto lugar. —Suspiró—. Fue cuando caí en la cuenta, o, al menos supuse lo que había pasado. Pensé en contárselo todo a los jueces de la carrera. A la mañana siguiente fui a ver al impostor, y heme allí observando ¡al verdadero Furia Veloz otra vez! Luego, Harkness decidió que Furia Veloz debía descansar y lo enviaron de regreso a Irlanda.

»Entonces, estuve seguro de que mis sospechas eran fundadas, pero no tenía pruebas. Tanto Furia Veloz como el impostor habían desaparecido del mapa y, si decía algo, sería la palabra de Harkness, o lo que es más importante aún, la palabra de Cromarty, contra la mía, y lo cierto es que los favoritos pierden de vez en cuando. Los buenos corredores también tienen sus días malos. No había nada que pudiera aportar como prueba.

Pris frunció el ceño.

—¿Por qué estaban todo el tiempo cambiando los caballos?

—Porque el impostor no debía de estar en buenas condiciones físicas como para pasar la inspección previa a la carrera. —Dillon la miró—. Si un caballo no ha sido preparado hasta cierto nivel, los jueces pueden impedir que corra, puesto que es como si se le dejara perder la carrera, algo que por otra parte afecta a las apuestas. Además tendrían que poner en marcha una investigación sobre qué preparación ha tenido el animal, y eso es lo último que necesita alguien que esté planeando una sustitución. Así que se aseguran de que el caballo sustituto esté razonablemente preparado, y como no pueden arriesgarse a que los dos caballos se vean a la vez, cambian al sustituto cada dos o tres semanas antes de las carreras.

Pris clavó los ojos en él y luego miró a Rus.

—¿Es por lo que decidiste intentar ver el registro?

Rus negó con la cabeza.

—No. Fue por otra cosa que ocurrió inmediatamente después. Cromarty tiene una potranca de unos dos años de edad que podría definirse como un relámpago con patas. Es invencible en un sprint. He estado trabajando con ella desde que empecé con Cromarty, es muy joven y necesita bastante preparación. Se llama Impetuosa Belle, y en su primera carrera dejó a los demás participantes casi clavados en el sitio. En la segunda carrera mejoró incluso más. Luego, la semana después de que Furia Veloz fuera enviado a Irlanda, entré en el establo una mañana y, Impetuosa Belle no estaba.

Rus captó la mirada de Dillon.

—No sé cómo lo están haciendo, pero a simple vista nadie diría que no se trataba del mismo caballo. Físicamente, esa potranca era igual que Belle, pero yo sabía que no era ella.

Dillon frunció el ceño.

—¿Quién monta a Belle en los entrenamientos al galope?

—Crom…, el hombre de Harkness.

—¿No hay nadie que pueda corroborar tu impresión?

Rus negó con la cabeza.

—Pero con Belle no necesito la opinión de nadie. Tengo una prueba. —Miró a Pris fijamente—. Belle odia las manzanas rojas, ni siquiera las toca, pero por supuesto la mayoría de los caballos las adoran. Puse a prueba a la impostora de Belle, y se zampó una manzana roja de la palma de mi mano. Y esa fue mi perdición, Harkness me vio hacerlo. No sabía lo de Belle y las manzanas rojas, pero debió de fijarse en lo que yo hice y decidió ir a contárselo a Crom. Son de la misma calaña esos dos, y sabía que en cuanto Crom se enterara descubriría lo que eso significaba.

—Y Harkness sabría que tú lo sabías —dijo Pris—. ¿Qué hiciste luego?

Rus inspiró hondo.

—Cometí un error todavía mayor. Fui a visitar a Cromarty, al que tenía por todo un caballero. Tenía la seguridad de que él no estaba involucrado en el asunto, que eran Harkness y Crom los únicos que andaban detrás de lo que estaba ocurriendo. Sabía que sólo disponía del tiempo que tardara Harkness en reunirse con Crom y preguntarle por la manzana. Cromarty estaba en su estudio, así que entré y le conté todo lo que había descubierto y todo lo que sospechaba.

»Se escandalizó. Pareció consternado y sorprendido. —Rus esbozó una mueca—. Ahora comprendo que era porque yo lo había descubierto, pero en ese momento, su reacción me pareció fruto del agravio. Me dijo que lo dejara todo en sus manos, que se ocuparía del problema de inmediato. Estuve de acuerdo y me fui. Oí cómo ordenaba que llamaran a Harkness.

Rus hizo una pausa y continuó:

—Cuanto llegué al patio de los establos, algo me chirriaba. Había algo que no cuadraba, ¿no debería Cromarty haber negado los hechos? Había estado allí, mirándome con los ojos como platos mientras yo hacía todas esas declaraciones. Y en ningún momento protestó. En ningún momento cuestionó ni uno solo de los detalles. —Apretó los labios—. No volví a mi cuarto. Me escondí en el patio hasta que vi entrar a Harkness, luego rodeé la casa y me puse a escuchar bajo la ventana del estudio de Cromarty.

Rus resopló.

—Oí cómo Cromarty le decía a Harkness que yo había descubierto el ardid, y luego discutieron cómo deshacerse de mí para que no abriera la boca. No esperé a oír más. Me apresuré a recoger mis cosas y hui precipitadamente en medio de la noche.

—¿Adónde fuiste? —preguntó Pris.

Rus sonrió ampliamente.

—Pasé la primera noche en la iglesia de Swaffam Prior. Supuse que sería el último lugar en el que Harkness y Crom mirarían. Después me movía por las noches o durante las horas de los entrenamientos. Sabía que tenía que buscar pruebas, pruebas irrefutables de lo que estaba ocurriendo. —Centró su mirada en Dillon—. Hasta que haya reunido pruebas suficientes para que las autoridades puedan arrestar a Cromarty, Harkness y Crom, es demasiado peligroso dejarme ver.

Dillon sostuvo la mirada de Rus y dio gracias a que él, a diferencia de su hermana, supiera lo peligrosa que era la situación en la que estaban envueltos. Buena prueba de ello era el miedo que ensombrecía esos ojos verdes. Rus había esquivado la muerte por minutos, y lo sabía. Las carreras de purasangres eran conocidas por ser un deporte de reyes y al igual que los reyes que las habían establecido, la hípica tenía su lado oscuro.

Recostándose en su asiento, Dillon asintió.

—¿Así que qué tenemos? Tú has sido testigo de una sustitución, la de Furia Veloz, pero no tenemos pruebas.

Rus asintió.

—Sin embargo, sabes que está en marcha otra sustitución. Una en la que está involucrada Impetuosa Belle. Creo que harán el intercambio en el Derby de octubre.

—Cierto. Para entonces, la potranca habrá corrido tres carreras y las habrá ganado todas. Partirá de favorita, sin duda.

—Pero esta vez, tenemos una prueba. Tú conoces la manera de distinguir a Belle de su doble.

—Pero… —interrumpió Rus— necesitamos tener a los dos caballos para demostrar la sustitución. Con sólo señalar a un caballo, ya sea Belle o el otro, no probaremos nada. Y no tenemos los dos caballos. He intentado localizar dónde ocultan Harkness y Crom a los dobles o a los campeones cuando los han sustituido. Conozco el camino que suelen tomar, pero como no tengo caballo, no he podido seguirlos.

Dillon inclinó la cabeza.

—Eso es algo que podemos investigar.

Tras un momento, Dillon levantó la cabeza y pescó a Rus mirándolo con el ceño fruncido; arqueó las cejas.

—Pareces dispuesto a creerme. A tomarme en serio. —Rus miró a Pris y luego otra vez a Dillon—. ¿Por qué? Es una historia asombrosa, y podría estar mintiéndote.

Dillon sonrió.

—Dejando a un lado que tu hermana me obligara a rescatarte, parte de lo que me has contado lo habíamos investigado unos amigos y yo por nuestra cuenta. —Brevemente, les describió los rumores sobre las carreras de primavera y cómo le habían encargado investigarlos. Les contó lo poco que Barnaby había averiguado y cómo, irónicamente, los esfuerzos de Rus por acceder al registro les habían obligado a redoblar sus esfuerzos.

Lo que les acababa de revelar: las probables sustituciones, la muerte en sospechosas circunstancias de Collier, su misterioso socio, los rumores que circulaban sobre algunas carreras de Newmarket unas semanas antes, consiguieron que Rus se enderezara.

—Tuvo que ser lo de Furia Veloz.

—Pronto tendremos confirmación desde Londres. —Dillon miró a Rus—. ¿Sabes si Cromarty tiene un socio?

Rus negó con la cabeza.

—Lleva muchísimos años en este negocio. Jamás he oído rumores de que esté apurado. —Hizo una mueca—. Por supuesto, un hombre como Cromarty no iría pregonando tal cosa por ahí. Así que quién sabe.

—Eso es lo que pienso yo también. Es una posibilidad.

Tras un momento, Rus miró a Dillon.

—En el registro ese, ¿hay alguna información que se pueda usar como prueba? ¿Algo que ayude a desenmascarados?

Pris bufó.

—Está lleno de información, pero como prueba ya es otra cosa. —Su mirada se cruzó con la de Dillon y rezó para no sonrojarse.

Dillon curvó los labios, pero luego miró a Rus.

—Si hubiera algún rasgo que diferenciara a los dobles y a los campeones de verdad, sí, el registro ayudaría, ya que principalmente es una lista de las características que se utilizan para verificar la identidad de los caballos. Podría pedir a los jueces que hicieran un chequeo completo de los caballos antes de las carreras. Sin embargo, si los caballos son tan iguales como tú dices, eso no nos serviría de mucho.

Rus asintió.

—¿Podemos buscar en el registro a los dobles? Son purasangres, y de los buenos. Los dobles son de la misma edad que Furia Veloz e Impetuosa Belle. Pienso que quienquiera que sea el dueño podría darnos explicaciones.

—Suponiendo que no sea el propio Cromarty —consideró Dillon—, no es ilegal poseer dos caballos parecidos. Sin embargo, si él posee a los campeones y a sus dobles, nos daría razones suficientes para prestarles toda nuestra atención a sus corredores.

Acercándose a su escritorio, cogió una hoja de papel. Escogió una pluma y la mojó en el tintero; apoyando la hoja en el reposabrazos de la silla, empezó a escribir.

Estirando el cuello, Pris leyó Furia Veloz e Impetuosa Belle.

—Cuéntame todo lo que sepas sobre estos caballos. —Dillon miró a Rus—. Pondré a mis ayudantes a buscarlos en el registro mañana por la mañana, y ya veremos qué aparece.

Rus le dio una descripción general, luego un listado más detallado sobre las características de los caballos. Pris se reclinó en la silla, perdida en sus propios pensamientos. Cuando Dillon y Rus acabaron, preguntó:

—¿Cómo descubriremos dónde ocultan a Belle y a su sustituta?

Tanto Dillon como Rus la miraron, luego intercambiaron una mirada.

Dillon se recostó en su asiento y la miró.

—Nada de «vamos». Nosotros no vamos a hacer nada. Somos demasiado reconocibles.

Pris frunció el ceño y él continuó:

—Lo último que necesitamos es que Cromarty y Harkness sepan que los vigilamos. Saben que Rus ha adivinado lo suficiente como para levantar sospechas y ya me han visto contigo. —Dillon la señaló con la cabeza—. Han dado por hecho que tú eras Rus y que has hablado conmigo, pero han pasado tres días y yo no he tomado ninguna medida, con lo que pensarán que no me has convencido de nada. Con un poco de suerte, volverán a recuperar la confianza, lo suficiente como para seguir adelante con la sustitución de Belle. No obstante, si algo los pone sobre aviso, no lo harán, y entonces ni las autoridades ni yo podremos atraparlos.

Dillon hizo una pausa reflexiva, luego la miró a ella.

—Admito que no sé cuál es la mejor manera de manejar esta situación, en especial cuando cabe la posibilidad de que exista un socio en la sombra. Quiero desenmascararlo también a él, no sólo a Cromarty. Si la muerte de Collier demuestra algo es que, ante el primer indicio de problemas, este hombre se limitará a borrar todas sus huellas y, sencillamente, hará las sustituciones en alguna otra caballeriza la temporada que viene.

Miró a Rus.

—No quiero actuar de manera impulsiva y enseñarle las cartas al villano antes de que estemos listos para actuar, antes de que lo hayamos identificado. Y no estamos en situación de hacer nada… Necesitamos más información, luego planearemos qué hacer.

Rus asintió conforme. Dillon miró a Pris.

—Tenemos que averiguar quién es el propietario de los dobles, y pondremos a alguien sobre la pista de Crom para saber dónde ocultan los caballos. Uno de mis mozos…

—Patrick —se adelantó Pris—. Está en Carisbrook House, muy cerca de la granja Rigby, está al tanto de todo y será muy precavido.

Dillon asintió con la cabeza.

—Buena idea.

Rus tenía el ceño fruncido.

—¿Patrick está aquí? —Luego hizo una mueca—. Supongo que estará si está Eugenia. —Sacudió la cabeza—. Todavía me cuesta creer que hayáis venido en pos de mí.

Pris lo miró con una fingida mirada de reproche.

—No puedo creer que hayas llegado a pensar que no lo haríamos.

—Sí, bueno. —Dillon miró el reloj de la repisa de la chimenea—. Es tarde… y tienes que volver a la casa de lady Fowles. —Miró a Rus mientras se levantaba—. Te presentaré a Jacobs, él te mostrará tu habitación. Aparte de nuestro personal, que ha estado toda la vida con nosotros, está mi padre; él ya conoce la parte oficial de todo esto.

—Fue el responsable del Registro Genealógico antes que Dillon —añadió Pris que se levantó después de que su hermano se pusiera en pie.

Dillon se dirigió a la puerta, luego se detuvo y se dio la vuelta.

La estudió por un momento, luego miró a Rus.

—Sin duda, lady Fowles, la señorita Blake y la señorita Dalling querrán venir a visitarte. Por fortuna, nuestros recientes encuentros sociales servirán como excusa. No sorprenderá a nadie ver que el carruaje de tu tía se dirige a Hillgate End o que la atractiva lady Fowles toma el té con mi padre. —La miró y sonrió—. La tapadera perfecta.

Pris vio el brillo fugaz de sus ojos, mitad diversión, mitad… satisfacción masculina. Deseó poder leer lo que le pasaba por la mente.

—Vendremos mañana por la mañana. —Poniéndose de puntillas, besó la áspera mejilla de Rus, luego lo abrazó—. También vendrá Patrick, puedes contarle lo de Crom y cuál es el camino que toma cuando va a ver a los caballos ocultos.

Rus le devolvió el beso y le palmeó el hombro. Luego miró a Dillon y le tendió la mano.

—Gracias. Puede que sea tu deber investigar este asunto, pero estoy en deuda contigo.

Dillon percibió la mirada que intercambiaron Rus y Pris y con una sonrisa en los labios estrechó la mano de Rus.

—No te preocupes… Cuando lleguemos al final de todo esto, quizá sea yo quien esté en deuda contigo.

Era una declaración muy ambigua; por la mirada de Rus, quedó claro que sí había captado el doble significado. Tras dejar a Rus en manos de Jacobs, Dillon condujo a Pris a la puerta; sintió la mirada de Rus en su espalda mientras guiaba a Pris por el pasillo para dirigirse a los establos y acompañarla luego a Carisbrook House en un largo paseo a través de los campos iluminados por la luna.

Incluso antes de abandonar el patio, fue evidente el alivio de Pris, que durante la conversación se había quedado en un segundo plano, y que ahora amenazaba con desbordarse. Dillon la observó montar y luego se giró. Mientras montaba a Salomón, la miró de reojo, y vio cómo la yegua hacía vertiginosas cabriolas, pateaba y saltaba ante la excitación de su dueña.

—¡Pris!

Ella le dirigió una sonrisa radiante…, una sonrisa salvaje, temeraria e imprudente.

—Venga. ¡Vamos a cabalgar!

Un ligero apretón en los flancos de la yegua bastó para emprender la carrera; apretando la mandíbula, Dillon lanzó a Salomón detrás de ella. La alcanzó antes de que ella dejara el camino de entrada. Pris se rio y se ajustó a su paso. El sonido de los cascos en la grava era un insistente tamborileo, un redoble al que ambos respondían.

Cabalgaron a galope tendido por la campiña que se extendía, oscura y desierta, ante ellos. Con un grito de alegría, Pris hizo girar a su montura y la impulsó hacia delante.

Peligrosa, imprudente y salvaje.

Apretando los dientes mentalmente, Dillon le tomó la delantera. No era tan tonto, y entendía demasiado bien la pasión temeraria que corría por las venas de Pris como para intentar dirigirla o contenerla. En vez de eso usó la fuerza y el poderío de Salomón, y sus conocimientos de cada centímetro, de cada acre de tierra circundante, para mantenerse delante de esa endemoniada yegua a la que Pris transmitía su alegría.

Encontrar a su hermano, saber que estaba a salvo —tocarle y verle— había liberado todas las emociones contenidas de Pris; por fin podía dejar atrás el estrés y los nervios, todas sus preocupaciones. Pris acababa de liberarse y lo demostraba con total despreocupación y alegría.

Y con insensatez también; de eso no cabía duda. Reía sin parar y el sonido cristalino resonó en la noche y pareció derramarse como polvo de hadas sobre ellos. Con todos los sentidos agudizados, Dillon escogió la ruta en la oscuridad, guiándola por un camino que sólo veía en su mente.

Sobre los campos, a través de las dehesas, saltando por encima de las cercas bajas, corrieron a gran velocidad a través de la noche. Si alguien los hubiera visto en ese momento habría jurado que estaban locos; Dillon sabía que, si bien aún conservaban la cordura, ambos estaban fuera de control.

O al menos lo estaba ella, pues él se esforzaba por mantener el control, y no dejarse contagiar por esa pasión salvaje y temeraria. Tener que concentrarse ayudaba; la seguridad de que cualquier error por su parte podría acabar con ella tirada y herida en el suelo era un buen acicate.

Entonces Carisbrook House apareció delante de ellos, una enorme sombra oscura en medio de la noche. La yegua resoplaba, pero no estaba cansada, lo mismo que su amazona. Estaba a punto de cambiar el rumbo hacia el patio de los establos de la casa cuando Pris le lanzó un reto; soltando las riendas, se agarró a las crines de la yegua y se lanzó hacia delante a toda velocidad, sacando dos cuerpos de ventaja a Salomón… en la dirección equivocada.

Dillon maldijo entre dientes y salió tras ella. Azuzando a Salomón, acortó la distancia entre ellos, y se abrió camino entre los arbustos que delineaban el camino mientras se acercaban a los árboles de delante.

Tuvieron que cambiar de rumbo varias veces para rodear los árboles, algo que los hizo ir más despacio y que él agradeció. Pero entonces la yegua alcanzó un camino y se impulsó hacia delante de nuevo y Dillon supo a dónde se dirigía… a dónde lo conducía Pris.

Y maldijo para sus adentros; aquella no era una buena idea. Pero esa parte de él, esa parte que sólo ella conseguía despertar de su letargo, aplaudía la acción.

Pris apretó los talones y tiró de las riendas para detenerse al lado del cenador. Rápidamente se bajó de la silla y ató las riendas al pasamano de las escaleras. Sin dejar de reír subió los escalones a toda velocidad.

Dillon la alcanzó mientras ella daba vueltas sobre sí misma en el centro del cenador. Pris lo tomó de las manos y lo hizo girar con ella. Cuando se detuvo, lo miró con una sonrisa más gloriosa, más radiante que el sol.

—¡Lo encontramos!

Y se arrojó en sus brazos.

Le tomó la cara entre sus manos y le cubrió los labios con los suyos.

Él la atrapó, tambaleándose ligeramente. En cuanto recuperó el equilibrio la empujó, hasta que la espalda de Pris chocó contra el pilar central y luego la devoró.

Tomó todo lo que ella le ofrecía mientras se apretaba contra él, todo aquello que lo tentaba y lo desafiaba a aceptar.

Dillon no sólo tomó el control de ese beso, sino el control de los dos. Se alimentaron el uno al otro, hambrientos y ansiosos hasta que se fueron consumiendo por un ardiente deseo. Una urgente necesidad de conquistar y rendirse, de tomar y poseer, de, simplemente, tener.

La boca de Pris era suya, su lengua era de ella. Sus respiraciones se volvieron jadeantes y desesperadas. El fuego explotó entre ellos y los atravesó. La pasión creció como una ola gigantesca que los barrió a los dos.

Era una auténtica locura, una que los arrebató. Salvaje, imprudente y peligrosa.

Los conquistó, los consumió, los arrastró. Estaba en cada aliento, cada jadeo, cada caricia desesperada.

Dillon abrió la camisa que Pris llevaba bajo la chaqueta, encontró las cintas de la camisola y tiró de ellas bruscamente hasta que tomó su pecho con la mano y casi gimió. Cuando él dobló sus dedos, ella sí que gimió. Dillon le amasó los pechos de manera posesiva y ella expresó su ansia mientras sus manos se deslizaban por la cintura de él, sacándole la camisa de la cinturilla para luego recorrer con avidez el amplio torso masculino.

Las ropas volaron. Las botas de Pris cayeron sobre el suelo con un golpe sordo mientras él le quitaba los pantalones. La chaqueta y la camisa de Dillon desaparecieron, por lo que él supo, bajo las ávidas manos femeninas.

Calientes, codiciosas, urgentes. Necesitadas, ávidas y ansiosas.

El calor se extendía bajo cada centímetro de su piel. Cuando Pris abrió la pretina de los pantalones y metió la mano dentro, envolviéndolo con los dedos, él pensó durante un instante que podría morirse.

La desesperación era cada vez más grande. La necesidad era incluso mayor.

Igual que la de ella.

Pris tenía la lengua en la boca de Dillon, tanteando e implorando incluso mientras sus dedos seguían explorándolo.

Dillon tenía una mano en su trasero desnudo, agarrándolo, poseyéndolo. Su otra mano seguía en su seno hinchado, acariciando casi ociosamente el pezón arrugado.

Ella lo apretó con más fuerza, luego Dillon sintió que le clavaba ligeramente las uñas.

No podía respirar. Soltándole el pecho, bajó las dos manos, la agarró por los muslos y la alzó.

Con un grito ahogado, Pris se aferró a sus hombros, pero incluso antes de que Dillon la inmovilizase contra el pilar, ella ya le había rodeado las caderas con las piernas desnudas. Antes de que él la apretara contra su cuerpo, ella ya lo había atraído al suyo.

Y luego él entró profundamente en ella.

Se retiró y empujó otra vez, más hondo, más duro.

Pris interrumpió el beso, luchando por respirar; echando la cabeza hacia atrás, se removió, buscando una postura mejor y apretó las piernas para que Dillon no se apartara de ella, urgiéndole a continuar con un ritmo constante, profundo y enérgico. Uno que los impulsaba a los dos. Uno que los llevaba al olvido.

Dillon se agarró al pilar por encima de la cabeza de Pris y la embistió con más fuerza, enterrándose profundamente en ella.

Ella contuvo el aliento con un gemido. Tomó la cabeza de Dillon entre las manos, y levantando su cara a la de ella, inclinó la cabeza y lo besó.

Y se dejaron llevar.

Se perdieron en la tempestad, en la turbulenta necesidad que los atrapó y absorbió. En el hambre y el fuego que rugía en sus venas y que hizo arder cada célula de su piel, hasta que consumió los últimos jirones de cordura, los últimos rastros de reserva e inhibición.

Hasta que sólo fueron eso.

Esa necesidad, esa ansia, esa salvaje, imprudente y temeraria desesperación. Ese poder primitivo que los atravesaba a los dos y los hacía estallar en pedazos, ofreciendo sus almas a algún poder superior cuando el éxtasis los inundó y los arrojó debilitados a un mar de infinito placer.

A un mar que los unió y los calmó.

Al final, mucho tiempo después, cansados y saciados, se aferraron el uno al otro en la oscuridad de la noche, en las frías sombras del cenador del lago.