—¿DÓNDE ejercita Cromarty a sus caballerizas? —Dillon estaba de pie al lado de Pris en la biblioteca, ocultándola de la calle mientras estudiaban el enorme plano.
—Por aquí. —Pris señaló un área de matorrales con la punta de la sombrilla, luego la desplazó al noroeste—. Están alojados en esta granja de aquí.
—Eso es Old Rigby Place. —Observando las zonas limítrofes con la granja, y más abajo donde las caballerizas se ejercitaban, Dillon hizo un esquema mental de las zonas que no salían en el mapa.
Pris lo miró fijamente a la cara.
—Has vivido aquí toda tu vida, ¿verdad?
—Nací y crecí aquí. Y aquí he pasado toda mi niñez y juventud.
—Conoces todas las casas abandonadas, las cabañas…, cualquier lugar en el que Rus pudiera haberse escondido. —La excitación subyacía en su voz.
Dillon la miró.
—Conozco algunos lugares donde podría estar refugiándose. —Girándose, comenzó a guiarla hacia la puerta, luego se detuvo—. ¿Tu cochero se llama Patrick?
—Sí, pero es algo más que un cochero.
Dillon miró a su alrededor.
—Espérame aquí… Le avisaré para que traiga tu carruaje. No tiene sentido que te pasees por la calle Mayor. Ve y mira algunos libros mientras tanto.
Levantó la mano de Pris de su manga y estaba a punto de soltarla cuando ella le agarró la mano con fuerza. Dillon miró a esos ojos verdes que tenían una expresión implacable.
—Ni se te ocurra pensar que vas a buscar a Rus sin mí.
Ella habló en voz baja, pero su tono sonó acerado.
Él suspiró.
—Está bien. —Reajustó sus planes—. Iré a avisar al cochero, luego traeré mi caballo. Métete en el carruaje y espérame aquí hasta que pueda reunirme contigo. Te acompañaré a Carisbrook Place. Después de que te cambies, daremos un agradable paseo por el Heath.
Ella evaluó el plan de Dillon, luego asintió con la cabeza.
—Dile a Patrick que lo estaré esperando.
Un agradable paseo por el Heath.
La realidad fue algo diferente. A lomos de su caballo, Priscilla Dalling se conducía con la misma imprudencia de la que hacía gala en otros aspectos de su vida; afortunadamente para la tranquilidad de espíritu de Dillon, él ya sabía que era una buena amazona.
Para Salomón, su castrado negro, criado y entrenado por Cynster, la alegre yegua de Pris no era rival.
Enfilando hacia el noroeste, la siguió velozmente a través del Heath, observando si aparecían otros jinetes en la pradera mientras reflexionaba sobre Pris y Rus Dalling.
Mientras la acompañaba en el carruaje a Carisbrook House, Dillon la había animado a contarle más cosas de su hermano y, por ende, de su familia y ella misma.
Con veinticuatro años, su gemelo y ella eran los hermanos mayores. No le había comentado nada de por qué su hermano había venido a Newmarket, pero había percibido su vacilación al mencionar a su padre. Sospechaba que algo no iba bien entre ellos. Aun así, pensar que Rus Dalling tenía que trabajar para ganarse el sustento resultaba incomprensible dadas las frecuentes e inconscientes menciones de Pris sobre niñeras, institutrices, profesores y lacayos.
Como hijo único, había sentido una punzada de envidia ante las numerosas travesuras infantiles que le había descrito; Pris siempre lo había compartido todo con su gemelo, siempre había tenido junto a sí a alguien que pensaba y reaccionaba igual que ella.
Hasta ahora.
Dillon no se había sorprendido cuando ella finalmente se había quedado en silencio; luego, cuando estaban llegando a Carisbrook en el carruaje, lo miró y preguntó:
—Crees que Rus es inocente, ¿no?
Mirándola a los ojos, comprendió no sólo por qué se lo había preguntado sino lo que su respuesta significaría para ella. De improviso se encontró agradecido por su pasado.
—Sé lo que es verse involucrado en una trama como esta. Sea inocente o no, como fue mi caso, llega un momento en que esas organizaciones amenazan con destruirte. Tu hermano ha tenido el sentido común y el valor necesario de intentar resolverlo por sí mismo, y sólo por eso tiene toda mi admiración.
En el caso de Dillon, este había necesitado la ayuda de Flick y Demonio para liberarse. En ese momento, parecía lo más apropiado que fuera él quien ayudara a Russell Dalling.
Al llegar a la casa descubrieron que lady Fowles y Adelaide habían ido a visitar a lady Morton. Dillon recorrió la salita de un extremo a otro mientras Pris se cambiaba el hipnótico vestido blanco y negro por su traje de montar. Este estaba confeccionado con terciopelo de un vívido color esmeralda, que contrastaba con el blanco impoluto de una blusa con un tentador fruncido que hacía que la vista se desviase al profundo valle entre sus senos. Si bien dicho valle estaba decorosamente cubierto por el grueso terciopelo, eso no supuso ningún problema para su ávida imaginación.
Tras salir de la casa, se habían dirigido hacia los campos que rodeaban Swaffam Prior.
Al acercarse al pueblo, Dillon tomó la delantera, rodeó las viviendas y condujo a Pris a un granero alejado del centro de la villa. Se apearon y entraron, pero allí no había nadie.
Fue el primero de los muchos edificios abandonados que examinaron, todos potenciales refugios. Registraron cada granero, cada cabaña, cada casita abandonada o en ruinas. Rastrearon la zona que rodeaba la granja Rigby. Deteniéndose en una loma cercana, Pris señaló a Harkness que examinaba un caballo negro. Apareció un carruaje y Cromarty bajó de él. Su señoría se detuvo a observar el caballo, luego entró en la casa.
Tirando de las riendas de Salomón, Dillon tranquilizó a su inquieto castrado.
—Conozco a Cromarty. Me lo he encontrado en varias cafeterías y en el club. A Harkness —endureció su tono— aún no tengo el placer de conocerlo.
—No te pierdes gran cosa. —Pris azuzó a su yegua—. Es un bruto y un matón.
Pronunciadas con ese suave y marcado acento irlandés, las palabras perdieron fuerza. Dillon estudió a Harkness un momento más antes de seguir a Pris colina abajo.
Continuaron buscando durante todo el día. Rodearon el Heath trazando un amplio arco, y se desviaron hacia los bosques limítrofes para comprobar las cabañas de leñadores y las casas de campo abandonadas.
Pris había tenido la previsión de llevar sándwiches, queso y manzanas; se detuvieron a degustar la improvisada comida en una zona desde la cual se podrían observar los entrenamientos de las caballerizas de Cromarty bajo la dirección de Harkness, pero no se entretuvieron demasiado.
Al ver que las cabañas próximas a la granja donde se había instalado Cromarty estaban vacías, Dillon esperó que Pris se mostrara descorazonada. Pero ella permaneció impasible, todavía ansiosa por continuar buscando. Mientras la guiaba al norte de la propiedad de Demonio, alejándose de la zona de búsqueda, ella captó su mirada desconcertada, y arqueó una ceja.
Dillon vaciló, luego le dijo:
—Si nuestra teoría de que tu hermano se esconde lo suficientemente cerca para espiar a los caballos de Cromarty es cierta, estamos en uno de los últimos lugares donde podría ocultarse.
—Lo sé. —La anticipación resonaba en su voz. Lo consideró durante un momento, luego miró hacia delante—. Todos esos lugares en los que hemos buscado… Sé que Rus jamás estuvo allí. No me preguntes cómo lo sé, simplemente lo sé. Sin embargo, a pesar de que no nos hemos cruzado en su camino, sé…, siento que él está cerca, en alguna parte. —Volvió a mirarlo a los ojos—. Sé que suena extraño…, pero es lo que siento.
Dillon le sostuvo la mirada un instante, luego volvió la vista hacia Salomón mientras lo ponía al paso.
—Conozco a unas hermanas gemelas. Han vivido siempre juntas hasta hace poco. Ahora se han casado, una vive en Lincolnshire y la otra en Derbyshire. Sus maridos son muy amigos míos, y sé que no son hombres fantasiosos, pero los dos juran que cuando la gemela de su esposa dio a luz, su mujer lo supo. No a la hora ni al día siguiente, sino en el mismo momento del alumbramiento, a pesar de estar separadas. —Miró a Pris—. No comprendo cómo puede ser eso posible, pero acepto que pasó tal y como me lo contaron Luc y Martin. —Sonrió—. Si me dices que sientes que tu hermano está cerca, no tengo motivos para no creerlo.
Pris le devolvió la sonrisa. Luego vislumbraron una casa en ruinas entre los árboles.
—¿Es ahí a donde vamos?
Dillon asintió con la cabeza. Puso su caballo al trote, mientras Pris, entusiasmada, azuzaba a la yegua.
Pris sintió crecer su expectación, un sentimiento alegre y familiar que llenaba sus sentidos, era algo distante, pero… sabía que estaban mucho más cerca de Rus, o, al menos, cerca de donde él había estado hacía poco.
Dillon señaló con la mano la parte posterior de la casa. Se detuvieron allí y descabalgaron. Pris estudió la edificación o lo que quedaba de ella. El techo se había derrumbado sobre un lado en la parte delantera. En las paredes faltaban tablones y piedras, algunas se habían desintegrado completamente.
Atando las riendas a un árbol caído, Dillon miró la casa.
—Me escondí aquí hace unos once años. A pesar de su apariencia, la parte que da a la chimenea está seca y la mitad de la habitación es habitable. —Arqueó las cejas y cogió a Pris de la mano—. O lo era.
Ella permitió que la guiara aunque se quedó un poco rezagada.
Era probable que hubiera ratones cerca.
Cuando se agacharon bajo unos tablones caídos, uno de esos ratones salió de repente, haciendo que Pris diera un respingo y apretara la mano de Dillon. Él la miró por encima del hombro; la sonrisa masculina era muy amplia cuando volvió la cabeza hacia delante, pero al menos tuvo la prudencia de mantener la boca cerrada.
Tuvieron que trepar por los escombros. Pris soltó la mano de Dillon, y se levantó las faldas, caminando con precaución por un pasillo lleno de cascotes. Después Dillon la condujo a la habitación principal y Pris se dio cuenta de que él tenía razón. La zona de la chimenea estaba limpia. Había una vieja mesa ante el hogar y un taburete desvencijado.
—La mesa está limpia. No tiene polvo.
Dillon la miró y luego gruñó.
—Llegan muchos vagabundos a Newmarket, algunos buscan trabajo, otros dan una vuelta antes de seguir su camino. —Examinó el resto de la casa—. Aquí ha estado alguien, pero no sé si es tu hermano… —Le dirigió una mirada inquisitiva.
Ella observó la habitación, dejando que sus sentidos afloraran…
Cuando vio los leños apilados al lado del hogar, su corazón dio un brinco. La primera hilera estaba en un sentido, la siguiente estaba en el sentido contrario, la tercera hilera —a la que faltaban tres troncos— se había colocado en el mismo sentido que la primera.
—Rus ha estado aquí.
Dillon la miró. Ella señaló la leña apilada.
—Siempre apila la leña de esa manera. Y este lugar está demasiado limpio para ser una ruina abandonada.
—¿Rus es ordenado?
—Más que yo. Y a mí no me gusta que haya desorden a mi alrededor.
Dillon continuó con su búsqueda visual.
—No veo ninguna señal de que nadie haya pernoctado aquí.
—No. —Ella tampoco veía objetos personales—. No puedo imaginarme a Rus abandonando las caballerizas de Cromarty sin su equipaje. Dejó su caballo en Irlanda, así que no tiene montura, ¿dónde podría haber guardado sus alforjas? Si se encuentra fuera vigilando, no ha podido cargar con ellas… —Pris se interrumpió cuando se le ocurrió una idea.
Dillon le leyó el pensamiento.
—No he oído nada de que hayan robado un caballo, y en el pueblo esas cosas se saben de inmediato.
Pasando sobre las vigas caídas, Dillon miró con atención las zonas menos despejadas de la casa, pero ella podía ver el polvo acumulado desde donde estaba.
Pris se sentía decepcionada, pero no descorazonada.
—Rus ha estado aquí hace poco, pero se marchó. Yo no… —arrugó la nariz— no lo siento lo suficientemente cerca para poder pensar que sigue por aquí.
Dillon la miró y asintió con la cabeza, luego le indicó que saliera. Se abrieron paso al exterior, bajo el brillante sol de la tarde.
Cuando llegaron hasta donde estaban los caballos, Pris se detuvo y se giró hacia él.
—Ese no es el último lugar donde podría estar… No puede ser.
Dillon la estudió, vio la esperanza brillando e iluminando esos ojos color verde esmeralda. Esa casa era el último lugar probable, pero…
—Hay otro lugar más, pero está demasiado hacia el este y no es fácil de encontrar. Los itinerantes rara vez dan con él. —Dillon vaciló un instante, luego le preguntó—: ¿Estás segura de que tu hermano está cerca?
Pris asintió con la cabeza y la pluma de su sombrero de montar osciló de arriba abajo sobre su oreja. Esa imagen lo hizo sonreír. De pie al lado de la yegua, mirándolo con impaciencia, ella le hizo un gesto apremiante para que la subiera a la yegua. Con una amplia sonrisa, Dillon la agarró por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo para besarla. A conciencia.
Cuando finalmente levantó la cabeza, la miró a la cara; Pris parpadeó y luego abrió los ojos.
—Será el último lugar…, nuestra última oportunidad. Es muy improbable que esté allí, pero vamos a comprobarlo.
Dillon retrocedió, la subió a la silla de montar y le sostuvo el estribo. Cuando subió a la grupa de Salomón, ella ya había hecho girar a la yegua y se dirigía hacia el este, bajo los árboles, hacia los campos que había más allá.
Pris había tomado la dirección correcta y él no tardó en alcanzarla. Pero una vez que llegaron al límite de las tierras de Demonio, a los prados donde las yeguas de cría llevaban una vida consentida, ella se rezagó y dejó que él se adelantara. Dillon cambió el rumbo en un cruce de caminos y la guio al final de un denso bosque que lindaba con las tierras de los Caxton.
Algunos árboles eran muy antiguos; sus gruesos troncos y sus copas tupidas bordeaban el camino, impidiendo el paso de la luz del sol. Incluso ahora, a media tarde de un día soleado, el aire bajo las ramas era fresco y algo húmedo. El camino se estrechó hasta adentrarse en el cauce rocoso de un río. Tras guiar a Salomón a la otra orilla, Dillon volvió la cabeza y vio cómo Pris conducía a su elegante yegua entre las rocas.
No había llovido recientemente y el manto de hojas que cubría la orilla no estaba resbaladizo. La yegua emprendía la empinada subida de una manera segura… Dándose cuenta de la dirección que habían tomado esos inesperados pensamientos, Dillon se volvió hacia delante antes de que Pris levantara la vista y viera reflejada en su cara su actitud protectora. Dillon sabía que ella no lo aprobaría, pero su preocupación por Pris parecía incurable.
Una pequeña curva más adelante, el camino conducía a un claro frente a su objetivo: un viejo refugio de leñadores en lo más profundo del bosque. Deteniendo el caballo a unos pocos metros de la puerta de la casa, Dillon observó la edificación. Muy pocas personas sabían de su existencia. Los leñadores venían cada año a talar parte del bosque, a recoger ramas caídas y reducirlas a carbón, que vendían en su mayor parte a la hacienda de Dillon.
Era demasiado pronto para que los leñadores hubieran llegado, pero al examinar la tierra ante la puerta, Dillon vio la prueba evidente de que por allí habían pasado caballos.
Pris, que lo había seguido hasta el claro, detuvo la yegua a su lado.
—Aquí ha estado más de un caballo, y recientemente.
La preocupación teñía su voz. Dillon levantó la vista, pero no salía humo por la chimenea.
—Estamos en tierras Caxton. Esta cabaña es nuestra, y como has podido observar, está muy bien escondida.
Apeándose del caballo, guio a Salomón al poste de anillas para atar las riendas. Tras asegurar las riendas del castrado, miró a Pris, pero ella no había esperado a que la ayudara a desmontar; ya conducía la yegua hacia el poste. Mientras Pris ataba las riendas de la yegua, Dillon se acercó al lado de la cabaña y comprobó el estado del pequeño cobertizo.
Cuando se dio la vuelta, vio que Pris lo observaba, y negó con la cabeza.
—No hay ningún caballo, ni siquiera hay signos de que haya habido alguno desde hace mucho tiempo.
Pris lo esperó al lado de la puerta de la cabaña. Cuando se reunió con ella, descorrió el cerrojo y empujó la puerta. Los goznes chirriaron.
Dillon se detuvo en el umbral, consciente de que Pris se esforzaba en mirar por encima de su hombro. La única luz directa procedía de la puerta abierta, ya que las ventanas estaban cerradas. Las motas de polvo danzaban en el aire bajo la luz que iluminaba la estancia. El interior, aunque rudimentario era sólido, y, para su propósito, incluso confortable.
Pris contuvo el aliento. Dillon la miró, luego siguió la dirección de su mirada hasta la leña apilada al lado de la chimenea y colocada con el mismo orden minucioso de la casa en ruinas.
—El sello de tu hermano.
Moviéndose por la estancia, Dillon echó un vistazo alrededor; Pris lo imitó. Como en la casa en ruinas, prevalecía una cierta limpieza a pesar del polvo; los viejos sillones estaban alineados y los taburetes debajo de la mesa. No había huellas de cenizas en el hogar, ninguna señal evidente de que allí estuviera viviendo alguien, pero el suelo había sido barrido recientemente. La marca de Rus Dalling estaba en todo el lugar.
—Rus ha estado aquí hace poco. —Pris lo miró.
—¿Después que en la casa en ruinas?
Ella asintió con la cabeza.
—Ahora mismo no está aquí, pero tengo la misma sensación que cuando entro en su habitación ya sea en mi casa o en cualquier otro sitio donde nos alojemos.
Dillon echó un vistazo.
—Busquemos. No puede llevar las alforjas consigo, es probable que estén aquí.
Buscaron por todas partes —bajo el estrecho camastro, en los rincones, en los estantes— y no encontraron nada. Luego Dillon recordó la pequeña despensa construida al fondo de la cabaña. No tenía una puerta propiamente dicha, sino unas tablas alineadas en la pared; cerrando los dedos en la abertura que servía de agarradera, la abrió.
Pris intentó abrirse paso a su lado. Había unos rudimentarios estantes en las paredes. Apenas había luz, sólo la que se filtraba entre los muros y el tejado, y la que entraba por la puerta. Sintiendo la mirada irritada de Pris, Dillon se movió en el estrecho espacio para dejarla pasar, sintiendo en la espalda los cantos de los estantes mientras ella se agachaba y, a pesar del miedo a los ratones, miraba con atención los estantes inferiores.
—¡Ajá! —Triunfante, se puso de pie y, por cortesía del estrecho espacio, se apretó contra él.
Lo hizo sin la más leve vacilación, como si no se hubiera dado cuenta de que sus pechos quedaban aplastados contra el torso de Dillon y sus muslos contra los de él.
Él tomó aliento y se apretó contra la pared mientras ella forcejeaba para levantar un par de alforjas, sin que faltara mucho para que le hiciera daño de verdad en cierta zona delicada.
Los ojos le chispearon cuando exclamó:
—¡Son las de Rus!
—Bien. —La voz de Dillon sonó tensa; intentó mantener la expresión neutra y no hacer una mueca mientras la empujaba hacia la puerta—. Sácalas fuera.
Pris se detuvo en el umbral y lo miró por encima del hombro.
—Hay también una maleta.
Él agitó la mano, indicándole que saliera.
—Yo la cogeré.
En cuanto ella desapareció, Dillon intentó recobrar el aliento antes de inclinarse y sacar la maleta de su escondite.
Al volver a la habitación principal, vio a Pris inclinada sobre la cama, rebuscando en las alforjas.
—No me cabe duda de que son de Rus, no es sólo su ropa, son sus bridas favoritas, y el látigo que le regalé en su último cumpleaños.
«Su último cumpleaños…», el que ella habría compartido. Mientras Dillon dejaba la maleta en la cama, ella lo miró.
—Esa es la maleta que le envié cuando nos escribió diciendo que se había unido a la cuadrilla de Cromarty.
Cuando terminó de mirar en las alforjas, abrió la maleta y sacó el contenido.
—Más ropa, un libro que le envié con la maleta; te apuesto lo que quieras a que ni siquiera lo ha abierto, y… —Enderezándose, miró las alforjas y luego la maleta—. Creo que estas son todas sus cosas. Tiene que estar instalado aquí.
Pris levantó la mirada hacia él. Dillon asintió con la cabeza.
—Debe de estar por ahí, ya sea en el pueblo o en el Heath. Si no tiene caballo, irá a pie, así que llegar a donde quiera que vaya le llevará más tiempo.
—¿Qué hacemos? ¿Esperamos a que vuelva?
Dillon lo pensó y luego negó con la cabeza.
—No creo que vuelva hasta tarde. —Vaciló y luego la miró a los ojos—. Las huellas de ahí afuera indican que los caballos estuvieron aquí hace poco… Y si alguien le está buscando, no se arriesgará a volver hasta estar seguro de que no hay nadie por la zona.
Pris resopló y le estudió la cara.
—Vale… Le dejaremos una nota…
—No, nada de notas. —Cuando ella frunció el ceño dispuesta a discutir, él la interrumpió—. No sabemos quién más podría venir por aquí y encontrar la nota. Y «Pris» no es precisamente difícil de rastrear; por lo que yo sé, tú eres la única Priscilla de Newmarket. No… Volveremos a poner las alforjas en su sitio tal y como las encontramos, luego regresaré por la noche y veré si tu hermano ha regresado. Reconocerle, después de todo, no será un problema.
Pris entrecerró los ojos sin apartar la vista de él.
—No sé para qué te molestas, sabes que también vendré esta noche.
Dillon le sostuvo la mirada, luego suspiró y recogió la maleta.
—Tenía que intentarlo.
Devolvieron la maleta y las alforjas a la despensa; por sugerencia de Dillon, Pris las arregló de manera que Rus no se diera cuenta de que alguien las había sacado de su sitio.
—Con un poco de suerte no descubrirá que ha tenido visita.
—No creo que se le pase por alto las huellas de cascos de ahí fuera.
—A pesar de eso —Dillon mantuvo la puerta abierta para que ella pasara, luego la siguió afuera—, mejor no darle motivos para huir. No si queremos que esté aquí la próxima vez que vengamos.
Dillon cerró la puerta, luego la subió a la silla de montar. Se montó en Salomón, hizo girar al caballo y lo guio hacia el Heath por un camino diferente; era el mismo camino que él había tomado cuando la había encontrado huyendo de Harkness tres días antes.
Cabalgaron bajo los rayos oblicuos del sol, bordeando el pueblo por el este. Cuando llegaron con mucho estrépito al patio de los establos de Carisbrook House, ya habían dado la vuelta a Newmarket.
Patrick salió del establo. Pris lo saludó alegremente con la mano; levantándose sobre los estribos, se deslizó al suelo. Su sonrisa era radiante cuando le entregó las riendas de la yegua.
—¡Hemos encontrado a Rus! O al menos hemos encontrado dónde se esconde.
—Bueno, bueno, ¡qué alivio! —Patrick le dirigió a Pris una amplia sonrisa, luego saludó a Dillon con la cabeza—. Señor Caxton.
Pris se dio la vuelta. Protegiéndose los ojos del sol poniente, miró a Dillon.
—¿Dónde nos reuniremos? ¿En la cabaña?
—No.
La palabra fue llana y rotunda. Cuando Pris arqueó las cejas y apretó los labios, Dillon se bajó del caballo.
—Te recogeré aquí. —Miró a Patrick, luego a ella—. No quiero que te dediques a montar sola por la noche, y mucho menos por el Heath; sin duda te vestirías como un muchacho y montarías a horcajadas. —La taladró con la mirada—. No hace falta decirte con quién podrías encontrarte o con quién te confundirían.
Pris entrecerró los ojos, lo miró fijamente, y abrió la boca.
—Sí. El señor Caxton tiene razón —la atajó Patrick—. Montar sola por la noche no es nada seguro, y tu tía sería la primera en decírtelo.
Ella miró a Patrick y luego a Dillon de nuevo con la suficiente rapidez como para captar el leve gesto de cabeza que Dillon le hizo a Patrick, un gesto típicamente masculino. Dillon había ido a buscar a Patrick y al carruaje esa mañana; habían tenido tiempo de hablar y conocerse.
Esbozando una sonrisa tensa, Pris estiró la mano, arrancó las riendas de los dedos de Dillon y se las dio a Patrick.
—En ese caso, será mejor que entres y hables con la tía Eugenia. Irte a casa para luego tener que regresar esta noche será una pérdida de tiempo, y seguro que ella insistirá, como yo, en que cenes con nosotras. Especialmente cuando me estás ayudando a buscar a Rus, su sobrino favorito.
Entrelazó su brazo con el de Dillon, pero este no se movió.
—Mi familia me estará esperando…
—Estoy segura de que Patrick enviará a un mozo con un mensaje. —Clavó la vista en Patrick, que bajó la vista para ocultar su sonrisa.
—Sí, puedo encargarme. —Miró a Dillon—. Si me dice a dónde y a quién enviarlo, señor, mandaré a un chico de inmediato.
Dillon sabía reconocer una trampa cuando se cerraba de golpe sobre él. Suspiró para sus adentros y bajó la mirada hacia Pris, que seguía colgada de su brazo.
—Supongo que a tu tía le encantará oír que hemos localizado a tu hermano.
Ella sonrió y lo condujo a la casa.
—Estará encantada, y también lo estará Adelaide. —Mientras lo arrastraba hacia su destino, lo informó con despreocupación—: Estoy segura de que las dos te lo agradecerán.
Y lo hicieron. Repetidas veces además, pero para alivio de Dillon, tanto lady Fowles como Adelaide se contuvieron para no acrecentar las expectativas de Pris. Aunque se sintieron enormemente aliviadas de escuchar que Pris y él estaban a un paso de encontrar a Rus, también se interesaron por la estafa que había descubierto Rus y estaban deseosas de oír los detalles.
Dillon se relajó, más cómodo en la compañía de esas damas de lo que hubiera esperado. Por encima de la mesa del comedor, Pris lo miró, le hizo muecas con la cara y casi consiguió que se atragantara.
Él se lo hizo pagar con creces, contándole a lady Fowles lo que tenían planeado hacer esa noche —nada de carruajes, sólo un paseo a caballo en la noche—, y apartó las piernas con rapidez antes de que Pris le diera una patada por debajo de la mesa. Ella lo intentó, fracasó y se ruborizó, pero lady Fowles lo consideró y luego le dio su bendición. Encontrar a Rus estaba por encima de la conveniencia.
Abandonaron la casa a las nueve en punto con Pris otra vez vestida de muchacho. Las botas hicieron crujir la grava mientras atravesaban el patio de los establos. Patrick guio los caballos, descansados y frescos, hasta ellos, luego sostuvo las riendas de la yegua mientras Pris se subía a la silla.
—Tened cuidado —les dijo Patrick, cuando giraron las monturas hacia el sur. Dillon se despidió y luego apretó los talones contra los flancos de Salomón, para adelantar a la yegua de Pris.
En cuanto la alcanzó, Dillon enfiló hacia el pueblo. A esa hora no había razón alguna para que, vestida como estaba, no atravesaran el pueblo en vez de tomar por la ruta más larga. No obstante, Dillon la condujo por las calles más tranquilas, volviendo a tomar el camino hacia el sur a las afueras de la villa, donde las casas cedían terreno de nuevo a los campos y a los pastos. Dejaron el Heath a su derecha mientras cabalgaban a medio galope en dirección a Hillgate End.
Dillon guio a Pris por el camino de entrada, recorriendo la amplia avenida de robles hasta el camino de herradura que atravesaba el jardín. La casa estaba tranquila; yacía dormida bajo la luz de la luna. Él miró su hogar mientras los caballos subían la última loma, la fachada suavizada por las sombras se veía sólida y estaba enmarcada por las tupidas copas de los árboles.
Pris también la miraba. Por encima del viento, ella le gritó:
—Parece tan inglesa.
Dillon sonrió ampliamente y asintió con la cabeza. Lo era. Era la quintaesencia de la casa solariega inglesa, fiel reflejo de sus dueños, ingleses hasta la médula.
El bosque quedaba más allá del jardín. Pris contuvo su impaciencia y dejó que él fuera delante; les llevó unos buenos veinte minutos de lenta y cuidadosa cabalgada —evitando en la oscuridad los hoyos de los estrechos caminos del bosque— llegar al refugio de leñadores.
Entraron al paso en el claro.
No había ninguna luz tras los estrechos ventanucos.
Antes de que Dillon pudiera parpadear, Pris se bajó de la silla de montar, y condujo a la yegua al poste para atar las riendas. Apeándose, le siseó que esperara, pero ella no le hizo caso. Alejándose del poste, Pris se dirigió directamente a la cabaña, descorrió el cerrojo y abrió la puerta.
Dillon maldijo y tras anudar las riendas de Salomón, salió corriendo tras ella.
Casi la atropelló; ella se había detenido en el umbral de la puerta. Cogiéndola por los hombros, impidió que perdiera el equilibrio. Pris no dijo nada, sólo siguió mirando fijamente a su alrededor.
En la estancia principal de la cabaña, no había ni rastro de vida humana. Todo estaba exactamente igual que esa tarde.
Dillon estudió los taburetes de la mesa.
—El taburete de la izquierda ha sido movido. Alguien ha estado aquí.
—Rus. —Pris permanecía inmóvil bajo sus manos—. Ha estado aquí…, pero ya no.
Durante un largo momento, permaneció totalmente inmóvil, luego se apartó de él y salió del refugio. Se detuvo en medio del claro. Desde la puerta, Dillon escudriñó la oscura cortina de árboles para detectar cualquier amenaza.
Sonó el canto bajo y lúgubre de un pájaro, parecido al ulular de un búho. Dillon miró a Pris; ella repitió el evocador sonido durante largo rato.
Luego esperó. La atención de Pris, que inicialmente se había centrado en el semicírculo de árboles frente a la cabaña, se desplazó al área de la derecha.
Sobre ellos cayó un silencio casi palpable. Ninguno se movió. Luego hubo una respuesta, la misma nota lúgubre se repetía en una serie de sonidos más intensos y cortos.
La reacción de Pris fue instantánea. Abrió la boca. Dillon se tragó una maldición y se dirigió hacia ella, pero antes de que pudiera advertida de que no levantara la voz, se oyó otra voz, un susurro que sonaba amplificado en el silencio de la noche.
—¿Pris?
Dillon se quedó paralizado. Delante de Pris, a unos seis metros del límite del bosque, observó que una sombra se columpiaba entre las ramas, y se dejaba caer contra el tronco de un enorme roble, luego caminó lentamente hacia ellos.
Rus Dalling apareció bajo la luz de la luna, mirando con los ojos abiertos de par en par a su hermana gemela.
—Maldita sea, Pris, ¿qué diablos estás haciendo aquí?
Con esas primeras palabras, Dillon supo que Rus Dalling y él se llevarían bien, al menos en lo que a Pris concernía. Ella, claro está, no hizo caso de la desaprobación implícita en las palabras de su hermano; con un agudo chillido, se arrojó a sus brazos.
Dillon maldijo entre dientes; escuchó los sonidos que lanzaron las criaturas de la noche en respuesta al grito, mientras Rus Dalling hacía callar a Pris con severidad. Que él estuviera escondido, y dispuesto a pasar la noche en un árbol, le decía mucho a Dillon. No estaban seguros en aquel claro, a simple vista.
Echándole una mirada a la cabaña, Dillon vio a los dos caballos atados al poste, y se dio cuenta de que alguien que anduviera por los alrededores los vería. Girándose, se reunió con los dos hermanos.
—No podemos quedamos aquí fuera. —Captó la mirada oscura de Rus Dalling—. Entremos en la cabaña, allí podremos darnos todas las explicaciones que procedan.
—No. Hay hombres buscándome…
—Lo sé. Pero si pasan por aquí, verán a los caballos allí atados. El mío, el negro, es bien conocido en el pueblo, y Harkness lo reconocerá.
Rus Dalling había estado estudiándolo bajo la luz débil y escurridiza.
—Tú eres Caxton.
Dillon asintió con la cabeza.
—Estás en mis tierras, y esa cabaña es mía. —Agarrando a Pris de la mano, tiró de ella; Rus, bastante confundido, no tuvo más remedio que seguirlos—. Si viene alguien, verá mi caballo, y la yegua. A esta hora, en una cabaña de mi propiedad, ¿qué creéis que pensarán?
El rostro de Rus Dalling reflejó su asombro.
—Pensarán que es una cita.
—Exacto. —Dillon ignoró la incipiente sospecha en la voz del otro hombre; tendrían que esperar un momento más apropiado para aclarar ese asunto—. No se acercarán. Además, Salomón se altera enseguida. Dará la alarma.
Dillon condujo a Pris y a su gemelo a la cabaña y se detuvo en la puerta.
—Esperad mientras cierro las contraventanas, luego encended una lámpara.
Rus se apresuró a coger una lámpara mientras Dillon recorría la fachada de la cabaña para cerrar las contraventanas. Regresó a paso vivo a la puerta mientras la yesca prendía; cerró la puerta en el mismo instante en que encendía la mecha.
La lámpara apenas derramaba la misma luz que una vela, la suficiente para iluminar sus caras cuando se reunieron alrededor de la mesa llena de muescas. Mirando a Rus Dalling, Dillon recordó la descripción de Barnaby —una desaliñada versión masculina de Pris, un cruce entre Pris y Dillon— y se dijo que no se había equivocado. Rus era algo más alto que Pris y un poco más bajo que Dillon. Los tres tenían una constitución similar, con las lógicas diferencias debidas a la edad y el sexo. Lo mismo se podría decir de sus rostros, y de todo lo demás. Eran morenos y apuestos; a primera vista, sólo el color de los ojos y el pelo distinguía a Rus y Pris de Dillon.
En esas dos características, los gemelos eran idénticos. En otras había ligeras diferencias, como en sus rasgos, y en sus movimientos y reacciones. Aunque eran muy similares en apariencia, sospechaba que en el carácter y la personalidad había, como en el caso de Amanda y Amelia, significativas diferencias. No eran la misma persona.
En ese momento, Rus estaba despeinado y parecía agotado, con la sombra de la barba cubriéndole las mejillas. Estaba pálido y tenía una mirada furtiva. Sus ropas eran de buena calidad pero estaban maltrechas.
Pris, aún sonriente, lo abrazaba con efusividad, susurrándole alegremente que Eugenia y Adelaide estaban allí también, que se lo había contado todo a Dillon, y que este los ayudaría. Que se iba a poner verde de envidia cuando viera los caballos de Dillon, que ni Harkness ni Cromarty la habían visto por Newmarket, pero que ofrecían una recompensa a quien diera alguna información sobre él… Todo salía de sus labios en un batiburrillo incomprensible. Dillon no se sintió sorprendido cuando, por encima de la mesa, Rus Dalling lo miró a los ojos con una expresión atónita en la cara.
Arrastrando uno de los sillones al lado de la mesa, Dillon agarró a Pris por los hombros —que, sorprendida, soltó a su hermano— y la sentó a la fuerza.
Ofendida, lo fulminó con la mirada. Dillon la apuntó con un dedo.
—Quédate ahí.
Sacando un taburete de debajo de la mesa, lo empujó hacia Rus, luego se dejó caer en el otro.
—En primer lugar, ¿qué ha ocurrido aquí? —Miró a Rus a los ojos—. ¿Por qué estabas en el árbol?
Rus miró a Pris; en sus ojos asomaba la impaciencia, pero sus labias permanecieron sellados. Devolvió la mirada a Dillon.
—Harkness. Me ha estado buscando desde que dejé las caballerizas de Cromarty. —Esbozó una mueca, y miró a Pris—. De hecho, dejé Cromarty porque sabía que iba a por mí.
—Descubriste algo que no deberías haber descubierto… Es lo que supusimos —dijo Pris—. ¿Estabas en el árbol porque Harkness te siguió hasta aquí?
Rus miró a Dillon.
—He estado utilizando todos los refugios que pude encontrar, sin alejarme demasiado para poder vigilar los entrenamientos de la yeguada. Quería encontrar pruebas…
Dillon lo interrumpió levantando una mano.
—Ya llegaremos a eso. La seguridad es lo primero. —Con los ojos, le indicó a Pris que no abriera la boca—. ¿Te encontró aquí Harkness?
—No… Al menos, no me vio. Uno de sus mozos y él me han estado buscando desde que me fui, así que he estado moviéndome de un lado para otro. Al final encontré este lugar y pensé que estaba a salvo, pero ayer por la noche se acercaron a caballo. Por fortuna, había salido fuera a buscar leña. Los vi llegar y me escondí. Estuvieron vigilando la cabaña durante algún tiempo, luego entraron y rebuscaron en el interior. Me acerqué furtivamente y escuché lo que decían. No encontraron mis cosas, así que no sabían quién había estado usando este lugar. Salieron y se escondieron entre los árboles, donde esperaron varias horas. —Rus tuvo un escalofrío—. Estaba casi amaneciendo cuando se alejaron a caballo. Aun así, no me atreví a entrar hasta que supe que habían regresado con la caballeriza. Ahora que no estoy, Harkness tiene que supervisar todos los entrenamientos.
Dillon miró a Pris.
—Fue Pris quien condujo a Harkness hasta aquí. Estuvo espiando los entrenamientos de los caballos vestida tal como está ahora. Harkness la vio y pensó que eras tú, así que le disparó y luego la persiguió. Es un milagro que haya escapado.
Rus miró a Pris horrorizado, luego maldijo en voz alta durante un buen rato. Dillon lo comprendía. Pris parecía aburrida.
—¡Por todos los demonios! —dijo Rus—. ¿Cómo te libraste?
—Por mí —replicó Dillon sucintamente—. Pasaba por allí y detuve a Pris, entonces Harkness me reconoció y decidió que no valía la pena perseguirla si iba a tener que vérselas conmigo.
Rus bufó.
—Conocerte en esas sospechosas circunstancias debió de suponer una pesadilla para él. —Volvió a mirar a su hermana—. Pero, por todos los santos, ¿qué demonios estabas haciendo ahí fuera?
Pris alzó la nariz.
—Pues estaba buscándote. —Rus clavó la vista en ella, que le sostuvo la mirada sin inmutarse—. ¿Qué creías que estaba haciendo?
Buena pregunta; habiendo mostrado cada uno su postura, Dillon puso punto y final a la discusión.
—No podemos quedamos aquí. No es un buen lugar para hablar de todo este asunto. Lo más seguro es poner distancia entre tú y Harkness lo antes posible. Y conozco un lugar a donde puedes ir. —Se puso de pie.
Levantándose con más lentitud, Rus paseó la mirada de él a Pris.
—¿Dónde?
—No. —Dillon captó la mirada de Pris mientras esta se ponía en pie—. Lo dicho, cuanto menos hablemos aquí, mejor. Recoge tus cosas y vámonos.
Pris se giró y empujó a su hermano hacia la despensa.
—Tiene razón. Es un poco testarudo y un tirano, pero en esto sabe lo que se hace.
Rus le dirigió a Dillon una mirada suspicaz, pero tal como Dillon había esperado, aceptó la argumentación de Pris —ya que no su autoridad— y ambos fueron a por su equipaje. Dillon cogió la maleta de la mano de Pris.
—Apaga la lámpara. —Mientras abría la puerta y salía se dirigió a Rus por encima del hombro—: Monta en la yegua. Yo llevaré a Pris y la maleta en mi caballo.
Era la única opción que tenía; la yegua no podía llevar a dos personas, y él era demasiado pesado para ella. Después de sopesar a Dillon con la mirada, Rus asintió conforme. Pris salió y cerró la puerta.
Miró a la yegua y a su hermano. Rus captó su mirada y le señaló a Dillon con la cabeza.
—Ve con Caxton. Os seguiré.
Pris vaciló, hizo sus propias valoraciones y luego miró a Dillon. Dillon se subió a la silla, luego soltó un estribo para dejárselo a ella. Se inclinó hacia Pris, que se agarró a su brazo, colocó la bota en el estribo y se impulsó hacia arriba. Se acomodó detrás de él, rodeándole la cintura con los brazos. Tirando de las riendas, Dillon esperó a que Rus ajustara los estribos y se subiera a la yegua, luego hizo girar a Salomón hacia el oeste.
—Por aquí. No nos pierdas de vista.
Pris se pegó a la cálida espalda de Dillon mientras cabalgaban bajo los árboles. Luego se dio cuenta de hacia dónde se dirigían. Ella miró a su alrededor, luego se inclinó hacia él y susurró:
—Dillon…
—¡Shhh!
Pris apretó los labios y esperó, pero él continuó el camino que llevaba al oeste, el mismo camino que habían recorrido esa tarde en dirección opuesta, el que conducía a la casa en ruinas. Pasó un minuto y ella ya no pudo soportarlo más. Le clavó un dedo en el hombro.
—¡Vamos en dirección contraria!
Las palabras de Pris apenas fueron un susurro; Dillon le respondió con un suspiro.
—No, no lo hacemos. —Tras un momento añadió—: Espera y verás.
«Esperar». Algo en lo que ella no era particularmente buena, como él bien sabía. Pris se retorció en la grupa.
—Quédate quieta.
Ella contuvo un suspiro.
Llegaron al cauce rocoso. Dillon condujo a su enorme castrado negro hacia la orilla, y lo hizo seguir la corriente.
—Ah. —Pris se inclinó hacia delante hasta que sus labios rozaron la oreja de Dillon.
Él la miró brevemente por encima del hombro.
—Exacto.
Aliviada al ver que, contrariamente a lo que ella había pensado, Dillon llevaba a Rus a su propia casa, se volvió para mirar a su gemelo que seguía con la yegua el rastro del garañón negro. Captó la mirada de Rus y le dirigió una tranquilizadora sonrisa, luego volvió a mirar hacia delante, apretando los brazos en torno a Dillon cuando hizo salir a Salomón del cauce y cogió un camino, esta vez en dirección este.
Media hora más tarde, entraron con rapidez y estrépito en el patio de los establos de la casa de Dillon. Aparecieron el jefe de cuadras y un mozo para ocuparse de los caballos.
—Os necesitaremos a los dos dentro de unas horas —anunció Dillon.
El mozo de cuadras asintió y se llevó los caballos al establo.
—Vamos. —Sujetando la maleta con una mano y la mano de Pris con la otra, Dillon enfiló hacia su casa.
Rus, con las alforjas sobre el hombro, caminó junto a su hermana mientras atravesaban un amplio espacio de césped. Pris sintió su mirada en la mano que Dillon agarraba de manera inflexible, luego vio cómo su hermano volvía a mirar fijamente a su amante.
—Eres el responsable del registro, ¿no?
Dillon lo miró brevemente.
—Entre otras cosas, sí.
Rus suspiró.
—Llevo un tiempo intentando descubrir todo sobre ese condenado registro…
—Lo sé. Y yo, mientras tanto, he intentado averiguar quién diantres eras, y para qué querías verlo.
Pris observó cómo Rus, sin apartar la mirada de la cara de Dillon, hacía una mueca.
—Eras uno de los de la otra noche, ¿no? Detrás del Jockey Club. El que me puso la trampa. ¿El otro es amigo tuyo?
Dillon curvó los labios y asintió con la cabeza.
—Podrás disculparte cuando lo conozcas. Lo cierto es que lo impresionaste bastante con tu estilo pugilístico. Si quieres ganarte su amistad, ofrécete a enseñarle.
—Lo haré. —Rus frunció el ceño—. Pero ¿por qué no acudiste en su ayuda? ¿Había alguien más intentando ver el registro?
—Lo había —dijo Dillon.
—¿Quién? —preguntó Rus mientras alcanzaban la casa.
Dillon se detuvo ante la puerta y miró a Rus a los ojos.
—Adivínalo.
Luego miró a Pris.