Cualquier escritor podrá más o menos explicarle, por lo general exagerando, el mecanismo del flujo y el reflujo creativo. ¿Qué causa el flujo, precisamente cuando uno espera que venga el reflujo con la misma fuerza que ha causado el zig y, en cambio, se produce el zag quiera o no quiera? Estos movimientos son inexplicables, tanto en física como en términos mentales o emocionales. El más feliz, la persona más sana, el hombre más brillante, pueden ser incapaces de crear algo que vaya más allá del suflé de queso, cuando contrariamente algunas obras maestras de la literatura han sido escritas por personas que padecían un gran dolor físico o estaban sumidas en el mayor sufrimiento emocional y mental.
A veces, cuando acabo de escribir un libro, estoy muy cansada y sólo envidio los días en que el hombre se comunicaba nada más que por medio de gritos y gruñidos. Pero puesto que el flujo creativo no para de manar, lo que hago es simplemente cambiar de dirección y componer una canción, sin palabras, desde luego. Normalmente resulta una canción mala y pronto la olvido.
Otras veces, me dejo llevar por el reflujo. Se me ocurren ideas para futuros libros y las anoto en un gran cuaderno de espiral. Sólo unas líneas a veces; en ocasiones, varias páginas.
Un extraño en mi tumba tuvo su origen en una frase. Pero pasé una larga hora frente a mi cuaderno antes de decidirme a apuntarla: «Una mujer sueña que visita un cementerio y ve grabado en el granito de una tumba su nombre, la fecha de su nacimiento y la de su muerte, acaecida cuatro años atrás. Desarrollar el asunto, en broma o en serio».
Y así decidí hacerlo. Era un punto de partida interesante, resucitar un día del pasado, con el evento o eventos que habían traumatizado a una mujer joven. Una mujer convencida de que había sido asesinada, o casi asesinada, en la fecha grabada en la tumba. Escogí un día al azar, el primero que encontré consultando el microfilme del periódico local.
Tomando la misma línea de idea y de trabajo, un escritor como mi marido, Ross Macdonald, habría conseguido un resultado completamente distinto. Pues todo pensamiento creativo puede comenzar a manar en la misma ignorada primavera; pero fluye por diferentes caminos.
Aquí está el mío.
MARGARET MILLAR
Santa Bárbara, California
Junio de 1982