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Henry fue directo hacia la parte de atrás. Aunque el señor Fogarty estuviese vivo, no abriría la puerta principal. Nadie había cortado el césped ni había cuidado los parterres de flores, así que todo seguía igual. Examinó las budleyas en busca de un portal, pues sabía que el señor Fogarty iba a abrir uno, pero no encontró nada.

Investigó a través de la ventana de la cocina y del cristal de la puerta de atrás. Parecía como si no hubiese nadie en la vivienda.

Llamó con energía a la puerta, y luego golpeó en la ventana. El eco le devolvió el ruido, pero no le abrió nadie. Sonaba a casa vacía.

Henry rebuscó en el bolsillo y sacó una llave, que colgaba de una cuerda. «¿A que no sabías nada de esto, mamá?». Abrió la puerta de atrás y entró en la casa.

—¡Soy yo, señor Fogarty! —gritó Henry en tono tranquilizador—. Soy Henry.

El chico esperó. En una ocasión había utilizado la llave, y el anciano se había asustado tanto que le había salido al encuentro con un cuchillo de cocina.

Pero no apareció nadie, ni el señor Fogarty ni Pyrgus.

—¡Hola…! —exclamó Henry—. ¡Hola…! —Salió de la cocina y fue a la desordenada salita—. ¿Señor Fogarty? Soy Henry, señor Fogarty.

La habitación olía a cerrado y no había nadie en ella.

Tardó diez minutos en recorrer todas las habitaciones de la casa. El único ser vivo que encontró fue el moho que cubría una hamburguesa a medio comer, junto a la chirriante cama del señor Fogarty.

Cuando volvió a la cocina, Henry reparó en algo que le había pasado desapercibido: encima de la mesa había un sobre marrón apoyado en un salero vacío, con una palabra escrita con bolígrafo negro.

Henry

Henry recogió el sobre, que contenía una sola hoja de papel, arrancada de un cuaderno pautado. En la hoja vio tres palabras, escritas con la esmerada caligrafía del señor Fogarty:

Dpsub dm dftqfe

6851

Henry contempló las palabras, asombrado. La letra del señor Fogarty se leía muy bien, y no tenía problemas de ortografía, pero lo que había escrito no tenía sentido. No parecía un idioma extranjero; desde luego, no era francés, porque Henry lo estudiaba en el colegio, aunque podría ser un idioma raro, de un país del Este, como el serbocroata. Aunque, según tenía entendido Henry, el señor Fogarty no hablaba serbocroata ni ningún otro idioma que no fuera el suyo. De todas formas, ¿los idiomas como el serbocroata no tenían un alfabeto diferente?

¡Estaba en clave! De pronto, Henry comprendió que era un mensaje en clave. ¡Pues claro que sí! El señor Fogarty nunca le había escrito una nota, pero si le escribiese una lo haría en clave. Sobre todo si se trataba de algo importante, quizá algo relacionado con Pyrgus y con el portal. Fogarty no dejaría notitas que otros pudiesen leer; era muy desconfiado. A Henry lo embargó una repentina emoción.

Pero la emoción desapareció enseguida. ¿Cómo iba a descifrar la clave?

Se le ocurrieron un montón de ideas absurdas: a lo mejor el señor Fogarty tenía un libro de claves… Podía ser algo que se remontase a su época de atracador de bancos… O que hubiese pistas ocultas en la casa… Los números podían ser una pista… Y tal vez… Quizá…

Quizá debiera parar de ir de acá para allá sin saber qué hacer y concentrarse en el mensaje. No podía ser muy difícil. El señor Fogarty sabía que él no era un fenómeno, y habría puesto algo facilito. Sería una especie de charada. En principio, prescindiría de los números para centrarse en las letras. La primera palabra era «Dpsub». Muy bien, una palabra con cuatro consonantes; pero no existían palabras con tantas consonantes. Así que algunas consonantes tenían que ser vocales. Era una palabra corta, de cinco letras, como Henry. Si significaba Henry, la «D» sería la «H». ¿Había más «d» en el mensaje? Sí, había otras en la segunda y tercera palabras. Le estaba saliendo muy bien.

La frase completa sería:

Henry / h— / h ——

Henry contempló el mensaje hasta que se cansó. Tenía tres palabras, la primera era Henry, la segunda y la tercera se referían a algo que empezaba con «h». Podía ser algo así como…, parecido a…

De pronto, sin saber cómo, el chico lo entendió. La primera palabra no era «Henry». Había que desplazar las letras del alfabeto, y la forma más fácil de hacerlo era desplazarlas una a una: «a» equivaldría a «b», «b» a «c», «c» a «d», y así sucesivamente.

El mensaje en clave del señor Fogarty era un sencillo desplazamiento de letras una a una. Para descifrarlo, sólo había que desplazar la letra correspondiente en sentido inverso: la «D» era la «C», la «p» era la «o», la «s» era la «r», la «u» era la «t» y la «b» era la «a». Henry encontró un bolígrafo en el bolsillo de la chaqueta y anotó la trasposición de letras debajo del mensaje original:

Dpsub dm dftqfe

6851

Corta el césped

6851

Contempló el mensaje lleno de confusión. Había descifrado la clave. Sabía que la había descifrado porque todo encajaba perfectamente. Pero el mensaje resultaba absurdo: «¿Corta el césped?». ¿Por qué el señor Fogarty le había dejado el recado en clave?

¡El cortacésped! ¡El señor Fogarty siempre le decía que no tocase el cortacésped! Pero allí le ordenaba cortar el césped. Tenía que ser algo relacionado con el cortacésped que estaba en el cobertizo.

Henry estrujó el papel, lo guardó en el bolsillo y corrió hacia el cobertizo, que se encontraba totalmente desordenado, como siempre, pues Henry no había vuelto a limpiar la casa del señor Fogarty desde que Hodge había capturado a Pyrgus en forma de mariposa. Las telarañas y el polvo cubrían la colección más completa que Henry había visto de cacharros, piezas de máquinas, herramientas de jardinería y macetas. A la izquierda, vio una vieja bolsa de recolectar tomates, de la que brotaban los restos marchitos de las plantas del año anterior, como si fueran arañas. El cortacésped estaba en la otra esquina del cobertizo.

Henry se dirigió hacia él. Cuando llegó, le latía el corazón con fuerza. El señor Fogarty había tramado algo, y parecía claro que había querido dejarle un mensaje. El chico retiró con cuidado el plástico que envolvía el cortacésped, convencido de que encontraría otro envoltorio, pero no había ninguno. Separó el cajón del césped y miró dentro, pero no vio nada porque el cobertizo estaba muy oscuro. Metió la mano en el cajón y rebuscó hasta que se dio por vencido y lo llevó fuera. Cuando salió a la luz, observó que realmente no había nada allí dentro.

Decidió entonces sacar el cortacésped del cobertizo para verlo un poco mejor, y encontró un hueco debajo de la máquina, en el suelo de hormigón.

El hueco estaba tapado con una delgada lámina de madera contrachapada, pero, al arrastrar el cortacésped, la lámina se trabó con una pieza suelta y se movió un poquito. Henry no se habría fijado en el hueco si no hubiera estado tan atento. Pero como buscaba pistas, reparó en la oscura grieta enseguida. Así que apartó el cortacésped y levantó la madera.

El hueco no estaba allí por casualidad. Era un rectángulo de noventa centímetros de largo por sesenta de ancho, y noventa centímetros de profundidad, con los bordes pulidos y rectos, construido cuando se había echado el revestimiento de hormigón. Dentro había una caja fuerte con una cerradura de combinación.

Corta el césped

6851

A Henry le latía el corazón con tanta fuerza que temblaba de arriba abajo. ¡Aquéllos eran los números de… la combinación de la cerradura! Los dedos casi no le obedecían cuando marcó la combinación para abrir la tapa.

Pero la tapa no se movió.

Henry lo intentó de nuevo, con mucho cuidado para marcar los números correctamente. 6… 8… 5… 1… Estaba seguro de que lo había hecho bien, no obstante la caja fuerte seguía cerrada.

¿Qué sucedía? Los números tenían que ser la combinación, no podía ser de otra forma. Frunció el entrecejo. El mensaje no era: «Corta el césped 6851», sino «Dpsub dm dftqfe 6851». Sin embargo, para entenderlo había que trasladar las letras. ¡Así que, seguramente, también había que trasladar los números!

Henry probó con la nueva combinación. 5… 7… 4… ¿Qué había antes del uno? El cero, por supuesto. Marcó el cero al final y la caja fuerte se abrió sin ninguna dificultad. Contenía un cubo de aluminio pulido con dos botones cóncavos de plástico en la parte superior. Junto a él encontró otra hoja de papel. Henry la recogió: había siete palabras, pero no estaban en ninguna clave absurda. El segundo mensaje del señor Fogarty decía simplemente: SIGUE ADELANTE. VEN TAN PRONTO COMO PUEDAS.

Henry agarró el cubo con recelo.