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Tithonus tosió discretamente.

—¿Qué ocurre, Guardián? —preguntó el emperador.

—Señor, ¿qué portal vamos a utilizar? —El emperador lo miró sin decir nada, así que Tithonus continuó—: Podríamos utilizar el de la Casa de Iris, que supongo que es el que vos habíais pensado…

—En efecto —asintió el emperador.

—Pero también tendríamos la posibilidad de utilizar el portal del señor Fogarty con su consentimiento y colaboración, naturalmente; tal vez nos ofrezca alguna indicación sobre el lugar al que fue a parar el príncipe heredero.

La cara del emperador se iluminó por primera vez desde hacía una hora.

—¡Muy bien pensado, Tithonus! Ahora que lo dices parece obvio, pero no se me había ocurrido. —El emperador se volvió hacia Fogarty, que se encontraba junto a la puerta con la escopeta apuntando hacia el techo—. Señor Fogarty, ¿nos permitiría utilizar el portal que usted ha construido?

—¿Y por qué no? —dijo encogiéndose de hombros.

* * *

Blue creía que había resuelto la cuestión, pero no estaba segura. Si se hallaba en lo cierto, el mecanismo que ella había hecho funcionar tendría que restituir la escalera. Si estaba equivocada, seguiría siendo una ilusión óptica. Encontró otra gorra de Brimstone, la lanzó a la escalera, y allí se quedó. Parecía que había restablecido la visión, pero sólo había una forma de averiguarlo: respiró profundamente, cerró los ojos y se decidió a pisar la escalera.

Lanzó un profundo resoplido, pues la escalera resultó ser sólida y real, y ella no se cayó.

Blue abrió los ojos y miró hacia abajo sin dudar ni un segundo. La casa de Brimstone resultaba demasiado peligrosa para volver a visitarla. Si quería saber adonde conducía la escalera, tenía que hacerlo en aquel momento.

La escalera descendía los tres pisos del edificio, pero no terminaba al nivel del suelo. Si los cálculos de Blue no fallaban, continuaba hasta unos seis metros más abajo. Al llegar al final, se encontró en un pasadizo largo y recto, en el que las esferas luminosas se encendieron automáticamente al detectar su presencia. Blue tenía un buen sentido de la orientación y, según sus deducciones, el pasadizo se extendía bajo Seething Lane hacia la fábrica de pegamento de Brimstone; probablemente era allí donde desembocaba. ¿Quién sabría qué trasiegos había desde la fábrica hasta la casa de Brimstone, y viceversa? Por aquel pasadizo podían haber conducido al propio Pyrgus.

¿Debía seguirlo? Blue creía que no. Aunque Brimstone guardara información sobre Pyrgus en la fábrica, debía dejar las averiguaciones para otro día. Aún tenía que encontrar el desván y buscar allí. La joven se encaminó otra vez hacia la escalera. A los pocos minutos, estaba ante lo que le pareció la puerta del desván secreto de Brimstone.

Blue abrió la puerta.

* * *

Un pasillo largo y alfombrado se extendía en línea recta, iluminado por maravillosas arañas de cristal.

—No conduce a la capilla —murmuró el Emperador Púrpura—, pero sí al palacio, evidentemente.

—Creo que nos encontramos en el ala este, en algún lugar próximo a los aposentos de vuestra hija, Señor —indicó Tithonus echando un vistazo.

—Sí, tal vez tengas razón. Si nosotros nos hallamos aquí, Pyrgus tiene que haber llegado a casa sano y salvo.

—Siempre que ese individuo, Fogarty, nos haya dicho la verdad —precisó Tithonus en un tono de voz que apenas era un susurro.

—Mi instinto me dice que confíe en él. De momento. —Susurró a su vez el emperador, y alzando la voz, dijo—: ¿Hemos llegado todos bien?

—Tal como estaba previsto, Majestad —respondió el ingeniero jefe Peacock con energía.

—Señor Fogarty, ¿es éste el mismo lugar que vio usted cuando atravesó el portal la otra vez?

Fogarty sorbió por la nariz.

—Creo que sí —respondió.

—Quizá mi hijo se haya marchado a otra parte, pero al menos ha regresado a su mundo. —El Emperador Púrpura se envolvió en su capa. Los acontecimientos le infundían ánimo, pero seguía existiendo la posibilidad de que Pyrgus hubiese manipulado el portal de forma equivocada y se hubiese trasladado a kilómetros de allí. El chico tenía tendencia a meterse en líos—. Señor Fogarty, me gustaría que acompañase al ingeniero jefe de portales, Peacock. Él se encargará de instalarlo a usted cómodamente. Comprendo que es tarde y debe de sentirse cansado, pero por la mañana espero que ayude a nuestros ingenieros.

—Haré lo que pueda —respondió Fogarty con sequedad. Luego sacó un control del bolsillo y desactivó el portal.

—Tithonus, acompáñame —ordenó el emperador, y ambos se dirigieron hacia la escalera dando enérgicas zancadas.

Apatura se encontraba cerca de los aposentos privados cuando le salió al paso un preocupado sirviente, y le dio la noticia de que su hija también había desaparecido.

* * *

El desván olía a sangre. Había tiras de pellejo de animal clavadas en el suelo formando un tosco y repugnante círculo, y en el extremo más alejado de la habitación se hallaban unas extrañas piezas, pertenecientes a un equipo de energía. Blue nunca había visto una cosa igual, pero tenía pinta de ser una máquina de atrapar relámpagos. Algunas piezas estaban desperdigadas y, seguramente, rotas. También vio un decorativo quemador de incienso lleno de ceniza, varios cuencos, un triángulo dibujado en el suelo, al otro lado del círculo, y un manojo de asa fétida en un rincón. Carteles con símbolos mágicos decoraban las paredes. Aquel lugar apestaba a magia de la peor especie. ¿Sería una trampa?

Aunque estaba nerviosa e impaciente, Blue reflexionó un momento. Tras meditarlo profundamente, llegó a la conclusión de que era poco probable que hubiese trampas. Aquel lugar parecía que era donde Brimstone realizaba sus trabajos diabólicos. Se hallaba muy bien protegido frente a posibles intrusos, y Blue dio por sentado que el viejo y asqueroso brujo no querría hechizos de protección ni de ilusiones ópticas que perturbaran su magia. Cuando había demasiados hechizos en un mismo lugar, se producían resonancias especiales que podían derribar una casa entera. El desván era, con toda probabilidad, el único lugar de la casa que Brimstone podía mantener totalmente exento de magia hasta que invocaba a sus demonios. Eso, si Blue no se equivocaba. Y la única forma de saberlo a ciencia cierta era entrar.

Así que Blue entró.

Le palpitaba el corazón, pero no sucedió nada. No podía descartar, por supuesto, la existencia de alguna visión en aquel lugar, aunque le daba la impresión de que no había ninguna. Resultaba todo demasiado caótico, como si a Brimstone le hubiese salido mal un horrendo ritual. Blue decidió investigar.

Había sólo un armario, cerrado con un simple encantamiento protector, que la chica abrió fácilmente con su detector de hechizos, lo cual era otra prueba de que Brimstone creía que el desván se encontraba a salvo de los intrusos. El armario estaba lleno de artilugios mágicos: varitas de fuego, cálices para recoger sangre, discos pentagonales, talismanes, hojas de mandrágora, dagas del aire y cosas por el estilo. Un homúnculo en miniatura, cuyos ojos ciegos buscaban la luz, se deslizó hacia Blue, pero a la joven le llamaron más la atención los libros. Había dos escondidos al fondo del armario, y uno parecía un diario.

Blue empujó el homúnculo hacia un lado y tomó los libros. El más pequeño tenía tapas negras, y cuando lo abrió descubrió la conocida y rebuscada letra de Brimstone en todas las páginas. ¡Su diario mágico! ¡Había encontrado el diario mágico del brujo! Tendría detalles sobre los demonios a los que había invocado y los actos de nigromancia que había realizado. Blue volvió una página y fue como si el nombre escrito en ella resaltase:

Pyrgus

¡Allí estaba! ¡Allí estaba! El corazón le latía desaforadamente mientras buscaba dónde sentarse con luz suficiente para leer. Entonces sus oídos percibieron un sonido tan penetrante que casi le produjo una sensación dolorosa. Al principio, pensó que se había equivocado y que Brimstone también había puesto hechizos protectores en el desván. Pero luego se dio cuenta de que el sonido procedía de abajo y captó el mensaje: era el silbido de aviso de Kitterick: alguien se aproximaba.

Holly Blue se puso los dos libros bajo el brazo y escapó.