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La barcaza navegaba por Cheapside, bastante alejada de la orilla del río por miedo a los proyectiles de los grupos antimonárquicos del distrito. Pero por lo que Pyrgus observó, no había indicios subversivos. La ribera era una masa de gente que saludaba con banderitas de la Casa de Iris y las aclamaciones eran tan fuertes que resonaban en los enormes almacenes del otro lado del río.

Pyrgus se preguntó si la idea de Henry daría resultado.

* * *

—¿Cree que mi idea funcionará? —preguntó Henry. Todo había sucedido demasiado rápido y en ese momento necesitaba apoyo.

—No puede ser de otra manera —repuso Fogarty—. Y has de admitir que será interesante, sobre todo cuando Hairstreak descubra lo que pasa.

—¿Sabe si ese hombre sigue vivo?

—Sí. Lo sé. La gente de Cynthia informó que él se hallaba en su sitio de la catedral antes de las primeras luces. Hace falta algo más que una invasión de demonios para acabar con ese pequeño canalla.

—¿Y si intenta causar problemas? —preguntó Henry.

—Déjamelo a mí —gruñó el señor Fogarty.

Flapwazzle se deslizó bajo la puerta en medio de una nube de perfume.

—Nuestro ouklo está aquí —indicó.

—Entonces será mejor que vayamos —indicó Fogarty—. Quedaría mal llegar después de la barcaza real.

—Contempló los bombachos de Henry. —Te convendría viajar de pie.

* * *

—Blue —dijo Comma—, ¿por qué los demonios atacaron la casa del tío Hairstreak?

Blue lo miró con cautela porque nunca se sabía qué le rondaba a Comma por la cabeza. Después de la noche en que había ido a la habitación de la princesa, Comma no había vuelto a mencionar a Pyrgus. Incluso cuando le contaron el plan de Henry, no puso ninguna objeción. Blue supuso que Comma despotricaría, desvariaría, exigiría o amenazaría, pero se limitó a encogerse de hombros en un gesto de asentimiento, como si los planes no tuviesen nada que ver con él. Ni siquiera se mostró interesado por los sobornos de Fogarty, que le ofreció un nuevo título y unos fondos de inversión para gastarlos en lo que quisiera. En ese momento, Blue pensó que Comma quizá se sentía culpable por el papel que había desempeñado ayudando a Hairstreak a convertir al Emperador Púrpura en un monstruo. Sea como fuere, Comma no dijo nada de lo que había hecho Pyrgus y hubo veces en que Blue casi creyó que su hermanastro había olvidado lo sucedido en la sala de operaciones de Hairstreak. Pero en ese instante Comma pensaba en ese día concreto. ¿Sería su pregunta una anticipación de algo más siniestro?

Blue decidió ir al grano.

—Creo que lord Hairstreak molestó al príncipe de los demonios —repuso.

—Estamos casi en la catedral —dijo Comma mirando por el ojo de buey.

* * *

La gran torre de la orilla del río surgió ante la vista indicando el límite exterior de Westgate. Tardarían veinte minutos en llegar al muelle de la catedral, media hora como mucho. Pyrgus suspiró. En su vida se había sentido tan nervioso, aunque sabía que estaba haciendo lo correcto. Cuanto más pensaba en la idea de Henry, más sentido le encontraba. Debería habérsele ocurrido a él semanas antes en vez de… en vez de…

Apartó el pensamiento de su mente con brusquedad y se levantó. Era mejor que se concentrara en prepararse.

El manto de armiño que iba a llevar durante la ceremonia estaba en el armario del camarote; lo descolgó, se lo puso sobre los hombros y contempló su imagen en la puerta de espejos.

Pensó en su padre, que había usado el mismo manto en su coronación, y en su madre, que por desgracia fue reina de los elfos durante un brevísimo tiempo. Luego se dio la vuelta y subió a la dorada cubierta para que sus leales súbditos lo viesen cuando la barcaza entrase lentamente en el muelle de la catedral.