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Blue se despertó con un sobresalto.

¡Había alguien en su habitación! Oía una respiración constante. ¿Cómo se había colado en las narices de los guardias?

Buscó un arma y encontró un cucurucho lunar de emergencia, cuya tenue luz inundó la estancia.

Comma estaba a los pies de la cama.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Blue, enfadada. Siempre andaba merodeando por donde no debía, pero esto era demasiado.

—No podía dormir —explicó él de mal humor—. Quiero hablar contigo, Blue.

—Y a mí qué. Habla conmigo mañana por la mañana, muy tarde. Ahora no, caramba. Déjame en paz y habla con otra persona. Voy a seguir durmiendo. —Se dio la vuelta y se cubrió con las mantas hasta las orejas.

Comma se sentó en la cama.

—Han vuelto a encerrar a mamá.

—Sí, lo sé. Y me alegro. Está…

—A veces la oigo gritar por la noche.

—No, no es posible; lo sueñas.

—Habría hablado con ella si no la hubiesen encerrado y me habría dicho qué debo hacer con Pyrgus.

Había un matiz en el tono de Comma que indujo a Blue a no replicarle. Se incorporó, sorprendió a Comma mirándole el camisón y se envolvió las sábanas en torno al cuello.

—¿Qué le pasa a Pyrgus? —preguntó, ceñuda.

—Mató a nuestro padre —respondió Comma como un zombi.

—No, no lo hizo. Sabes que no es cierto. Fue el demonio que se apoderó del señor Fogarty, sanguijuela. Si tú…

—La segunda vez fue Pyrgus —afirmó Comma con una extraña voz monocorde—. Creyó que yo no lo veía y le cortó la cabeza a nuestro padre.

—¡Basta! —gritó Blue—. ¡Fuera!

—Muy bien, me voy. —Dio un salto y se escabulló, pero se detuvo en la puerta—. Pregúntale al otro hombre. Él también lo vio, y se fue.

Blue se tendió en la cama echando chispas. Por muy mal que fuesen las cosas, siempre se podía contar con que Comma las empeorase de alguna forma.

No pudo volver a dormirse, así que se levantó y se puso una bata. ¿Por qué Comma había dicho eso? ¿Por qué inventaba historias y encima a media noche? Su padre ya estaba muerto cuando llegaron a aquella espantosa sala de operaciones; tenía el estómago abierto y la cabeza… la cabeza…

Realmente no recordaba si ya tenía la cabeza cortada, pero le pareció que sí. Estaba segura de la horrible herida abierta en el estómago. Hairstreak había… había…

Daba igual, Comma era pura maldad o un loco como su madre. ¿Por qué si no se iba a inventar una historia sobre Pyrgus? Además, siempre se hacía un lío con los detalles. Había dicho que le preguntase al otro hombre, pero no había nadie más, pues Nymphalis había matado a todos, excepto a Hairstreak, y éste había huido. Quedaban solamente Comma, Pyrgus y el cuer…

¡Chalkhill! Lo habían abandonado atado a la otra mesa de operaciones; se había quedado lanzando insultos, pidiendo que volviesen, amenazando… ¿amenazando con qué? Blue no se acordaba, pero no tenía nada que ver con Pyrgus ni con su padre. Sólo amenazaba, la típica reacción que tenía la gente como él cuando no encontraba salida a su situación.

Se preguntó qué le habría sucedido a Chalkhill cuando los elfos del bosque demolieron la mansión de Hairstreak.

* * *

El señor Fogarty no demostró sorpresa al ver a Blue a media noche. El Guardián llevaba un extraño gorro y una camisa de dormir y ella pensó que tenía más pinta de mago que los magos del reino.

—Sí —dijo en respuesta a la pregunta de la princesa—. Los elfos del bosque lo encontraron, lo pusieron bajo mi custodia y yo lo envié a Asloght.

—¿La cárcel?

—Tiene que cumplir el resto de la pena. Lord Hairstreak lo soltó gracias a una treta.

Blue nunca había oído el término «soltar», pero supuso que significaba que Hairstreak había liberado a Chalkhill ilegalmente.

—Tengo que verlo.

—¿Ahora?

—Sí. —Suponía que el señor Fogarty diría que era muy tarde.

—Deja que me vista y te llevaré —se ofreció él.