«¡Qué divertido!», pensó Brimstone.
Al estar Beleth presente, los demonios hicieron exactamente todo lo que les ordenó para construir el segundo portal.
¡Y vaya portal! Brimstone no había visto jamás nada parecido. Para empezar era muy grande (la mayoría de los portales permitían que la gente pasase de uno en uno o de dos en dos), pero en este caso había un arco abovedado en la nave de la iglesia que dejaría pasar a diez personas al mismo tiempo. Evidentemente, Beleth estaba planeando una invasión a gran escala.
Los demonios trabajaban como… pues como demonios, de modo que se erigieron estrambóticas construcciones de madera en un abrir y cerrar de ojos, pero fueron derribadas con la misma rapidez. Y se pasó a un nuevo diseño, cuyo prototipo debía de haber sido creado por Beleth en Hael y mostrado a su equipo de demonios para que lo realizaran con precisión: ladrillo sobre ladrillo, piedra contra piedra, la base cementada con discos de metal y alambres de cobre como serpientes que rodeaban la construcción.
Tres demonios arrastraron trabajosamente un grueso cable desde el exterior de la iglesia y lo conectaron al nuevo portal. Luego se apresuraron a postrarse a los pies de Beleth.
—Terminado, glorioso señor —dijo uno de ellos.
Beleth accionó un interruptor y una enorme flecha de chispas blancoazuladas chisporroteó a lo largo del cable. Cuando llegó al portal, el tejido metálico resplandeció, se fundió y dejó un titilante campo de fuerza verde entre los pilares.
Filas de demonios con armadura desfilaron hacia él.