Brilló una luz tan fuerte que la esfera de luz de Nymph quedó reducida a una repentina insignificancia. Henry se asustó y tanto Pyrgus como Nymph levantaron sus armas, pero Comma alardeó:
—¡Os lo dije!
Se hallaban en una sala de mandos, sin la menor duda, aunque la maquinaria no se parecía a ningún artefacto de los que Henry conocía, pero desde luego se trataba de maquinaria. Gran parte de ésta se componía de una maraña de tubos transparentes que transportaban fluidos y gases de diferentes colores, pero también había armarios de metal reluciente, algunos de ellos provistos de enchufes y palancas, y una gran mesa semicircular que sostenía hileras de luces cegadoras. Sobre la mesa había un plano iluminado del laberinto flanqueado por pantallas que mostraban partes de la construcción. Henry se fijó en que en una de ellas se veía la escalera abierta por la que habían caído cuando él manipuló la antorcha de la pared.
—Tienes razón —le dijo Pyrgus a Comma—. Esto debe de ser un área de servicio.
—Una sala de mandos… —afirmó Blue, casi para sus adentros—. Podemos sabotear el tinglado de Hairstreak.
—Poco aconsejable —comentó Nymph, escueta.
—¿Por qué me contradices cada vez que digo algo? —le espetó Blue.
—No sé si lo hago, pero en este caso no creo que tu plan resulte aconsejable. —Sostuvo la firme mirada de Blue.
—Me parece que hay algo en ese rincón —susurró Henry.
Se produjo un movimiento en las sombras entre dos armarios y a Henry se le ocurrió una idea horrible: ¿Y si, a pesar de las apariencias, esa sala no era un área de servicio y en cambio se trataba de un nivel secreto, que formaba parte del laberinto, diseñado con astucia para que la gente se despistara y bajara la guardia? El panel de mandos podía ser una broma y en los armarios tal vez se escondiese todo tipo de monstruos. Más que nada, más que nada en el mundo, Henry deseó saber cómo utilizar la espada que le habían dado.
Se dieron la vuelta para mirar. Durante un incomodísimo momento Henry se preguntó si no se lo habría imaginado; al fin y al cabo tenía los nervios de punta, pero el movimiento volvió a producirse.
—¡Ahí hay algo! —siseó Blue.
—Sí —admitió Nymph, y dio un paso a la derecha para colocarse entre el rincón oscuro y Pyrgus, que se movió silencioso alrededor de la muchacha.
—¿Qué ocurre? —preguntó Comma. No parecía asustado porque en realidad se había tomado todo lo referente al laberinto como una diversión.
—Probablemente es una araña gigante —murmuró Henry. Era su destino encontrar otra.
Pero la cosa que surgió de la penumbra no era una araña gigante.