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Contemplaron el cuerpo.

—No podemos dejarlo aquí —dijo Pyrgus.

—Sí, claro que podemos —afirmó Nymph, convencida—. Ochlodes nació en el bosque y era un soldado. Los soldados abatidos en el bosque quieren que los dejen donde han caído. Creen que los árboles les cuidan el cuerpo y de esa forma su alma se convierte en parte del propio bosque.

—Aquí abajo no hay árboles —indicó Henry. Se sentía mal. Ochlodes había muerto por su culpa.

—Pero era la creencia de Ochlodes —aseguró Nymph lanzándole una mirada fulminante.

—No parece que tengamos otra opción —opinó Blue.

Pyrgus se apartó de su hermana y se dio la vuelta para escrutar los alrededores.

—¿Éste es el segundo nivel? ¿Sabe alguien cómo hemos llegado aquí? ¿O acaso hemos caído en una trampa?

—Creo que yo… —Henry tenía la boca reseca y tragó saliva.

Blue se acercó a Pyrgus y siguió la mirada de su hermano.

—Esto no es el segundo nivel ni ningún otro. Al menos no creo que lo sea —afirmó la princesa.

—Se trata de un túnel de servicio —explicó Comma. Todos se volvieron para mirarlo—. Bueno, eso parece —añadió a la defensiva—. Fijaos en las tuberías de calefacción que van por las paredes. Apuesto a que si seguimos el pasillo, encontraremos la maquinaria que hace funcionar algunas partes del laberinto. El tío Hairstreak lo haría así; resulta más barato que utilizar hechizos continuamente.

—¿Qué opinas? —le preguntó Blue a Pyrgus en voz baja.

—¿Por qué no hay luz? —inquirió el príncipe—. Nadie tendría un túnel de servicio sin luz; resulta absurdo.

—Y yo qué sé —murmuró Comma—. Tal vez ésta no sea la zona principal, sino sólo un pasadizo de comunicación que no requiere iluminación.

—¿Y tú qué piensas, Nymph? —inquirió Pyrgus.

—¿Sabe alguien cómo llegamos hasta aquí? —preguntó Nymph a su vez.

—Lo hice yo —soltó Henry.

—Henry —dijo Blue—. Yo no…

Pero a Henry le angustiaba la necesidad de confesar.

—Lo hice yo —repitió—. Una de las antorchas… moví una palanca… Cuando bajábamos por la escalera, me fijé en que las antorchas eran falsas. Jugueteé con una de ellas y resultó ser una palanca; tiré de ella, la escalera se abrió, nos caímos todos y maté a Ochlodes. —Finalizó la explicación al borde de las lágrimas.

Asombrado, vio que nadie le echaba la culpa.

—¿Una palanca? —se interesó Pyrgus—. Henry asintió; veía a Blue con el rabillo del ojo, pero la chica no parecía disgustada por lo que él había hecho. —Éste tiene que ser un túnel de servicio; los ingenieros sabían que existía la palanca, pero no la usarían sin una escalera de mano o un hechizo suspensorio portátil.

—Y una luz —añadió Comma.

—Pero yo he mata… —Henry se tragó el resto. Estaba aprendiendo que la vida y la muerte se consideraban de forma muy distinta en el reino de los elfos que en su mundo. Ochlodes era sólo otra pizca de culpa que añadir a su lista particular (pensó un instante en Flapwazzle y se estremeció).

—Muy bien —dijo Pyrgus—, comprobaremos si Comma tiene razón y este pasillo conduce a la zona de máquinas. Pero tened cuidado. Aún no lo sabemos seguro y tal vez queden trampas, así que mantened los ojos abiertos. Si se trata realmente de un túnel de servicio, hemos sobrevivido al laberinto y se lo debemos agradecer a Henry.

El chico estaba perplejo: había matado a Ochlodes, pero Pyrgus decía que los había salvado a todos. En medio de la vorágine de sus emociones se dio cuenta de que no pensaba como la gente del reino; carecía del valor y la fortaleza y…

—Si es un túnel de servicio, habrá una salida —dijo Comma con una sonrisa triunfal.

Avanzaron en grupo por el pasillo. Sin más discusiones, dejaron el cuerpo de Ochlodes donde yacía.