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Alguien había roto los goznes de la puerta del antiguo alojamiento de Brimstone en Seething Lañe. Él apartó de una patada los escasos restos chamuscados que quedaban mientras subía la escalera, y tomó nota de la necesidad de volver a colocar una puerta lo antes posible. Las medidas de seguridad mágicas que tenía instaladas mantendrían al margen a los intrusos, naturalmente, pero una puerta rota era una invitación descarada para los ladrones.

Examinó la sala de estar desde el primer descansillo y comprobó que los hechizos de ilusión óptica estaban intactos, pero la habitación parecía tal albergue de vagabundos que no atraería a un posible ladrón. Subió otro piso y su duende guardián lo recibió en la biblioteca farfullando y haciendo cabriolas. Brimstone lo silenció con un gesto y se dedicó a hacer una inspección completa de las habitaciones.

Hasta que estuvo seguro de que las trampas y los dispositivos seguían en perfecto estado, no faltaba nada, y todo se encontraba donde debía, no entró en el vestidor de su dormitorio y cerró la puerta tras de sí.

Una esfera luminosa detectó su presencia y arrojó una suave luz sobre los controles de la escalera oculta. Brimstone apretó un botón, tiró de una palanca y el falso panel trasero del vestidor se deslizó. Entonces subió la escalera hasta su desván secreto.

Los restos de su última operación permanecían aún esparcidos: el círculo reseco de tripas y piel de cabra, la máquina rota de atrapar relámpagos, el carbón apagado y el brasero volcado.

Se abrió paso entre la basura y abrió el armario de pared que contenía su equipo mágico.

La ampolla seguía allí, tal como Beleth había prometido. Brimstone observó cómo se agitaba el reluciente limo verde y pensó que aquel cristal tenía historia. Se trataba de una sustancia casi única, más valiosa que el oro, que aunque no le servía de nada a un demonio, resultaba de lo más efectiva cuando la utilizaba un elfo. Y los efectos secundarios eran absolutamente maravillosos.

Apenas podía apartar las manos de ella, pero sabía que necesitaba prepararse. Beleth había dejado que se librase una vez, pero un segundo fracaso pondría en peligro su vida y su alma con seguridad. Sólo tardó unos minutos en encontrar los otros objetos que Beleth le había dejado. Se sentía curiosamente emocionado, como un niño a punto de irse de vacaciones.

Retiró el corcho de la ampolla con el pulgar y bebió el agitado limo.

Durante un momento Brimstone lanzó destellos verdes y después desapareció.