—Podríamos aplicarle seda —sugirió Flor de Melocotón.
Pyrgus estaba inclinado sobre el cuerpo de Henry palpándole suavemente un lado del cuello. Parecía aturdido.
—Creo que es demasiado tarde —dijo—. No le encuentro el pulso.
—¿Cómo se puede aplicar la seda? —preguntó Blue.
—Es demasiado tarde —repitió Pyrgus. Miró a Blue y Nymph con los ojos anegados en lágrimas.
—Creo que Pyrgus tiene razón, Blue —observó Nymph.
—Callaos los dos —ordenó la princesa y, dirigiéndose a Flor de Melocotón, volvió a preguntar—: ¿Cómo se puede aplicar la seda?
Flor de Melocotón se humedeció los labios con aire pensativo y explicó:
—La fusionamos con el tejido vivo. A veces la aplico un rato en una zona pequeña del cuerpo para que un vestido caiga bien, pero no hay motivo para no usarla de manera permanente. O también podría cubrirle todo el pecho —añadió como si se le acabase de ocurrir.
—Tejido vivo —subrayó Nymph, y miró con gesto compasivo a Blue.
—¡Hazlo! —ordenó Blue.
Flor de Melocotón contemplaba el cuerpo deshecho de Henry.
—Si sobrevive, parecerá raro…
—¿Por qué?
—La seda de fusión es multicolor y nunca se sabe el tono exacto ni el dibujo que adquirirá hasta que el proceso finaliza. Tendremos que envolverle el torso entero. Afortunadamente no se le ha quemado la cara, pero cuando se quite la camisa, su pecho parecerá un tatuaje con los colores del arco iris. Y fíjate en sus manos: también deberemos hacerle guantes de fusión; la seda se convertirá en su nueva piel. Tendrá unas manos que reflejarán el sol como el aceite, pero no las llevará cubiertas y todo el mundo las verá.
—¡Oh, por todos los dioses! —exclamó Blue, irritada—. Si no lo haces, morirá.
—Si aún no ha muerto —murmuró Nymph contemplando el cuerpo.
—¡Otra palabra más y te mato! —le espetó Blue con furia—. Fue tu mago el que lo hizo. No creas que me voy a olvidar. Ahora cierra la boca y a ver si puedes ayudar.
Nymph no dijo nada. Cuando Blue se dio la vuelta, dos hermanas de la cofradía de la seda se hallaban inclinadas sobre Henry desenredando un rollo de seda tan fina que flotaba hacia él como vilano de cardo.