—¿A qué crees que estás jugando? —susurró Blue, furiosa.
Pyrgus y ella se hallaban solos en una pequeña y aislada antecámara de la Gran Mansión. La reina les había asegurado que su intimidad estaba garantizada.
—No podemos atacar a lord Hairstreak —dijo Pyrgus—. Él es… es… —Movió la cabeza con desánimo.
—¿Es qué? —inquirió Blue—. ¡Vamos, Pyrgus, reacciona!
—¡Ahora trabaja con nuestro padre! —Pyrgus parecía a punto de llorar.
—¡No trabaja con nuestro padre! —repuso Blue—. Padre está bajo su influencia, que no es lo mismo. Tenemos una gran oportunidad, ¿no lo ves? Si los elfos del bosque nos ayudan, acabaremos con lord Hairstreak de una vez por todas. ¿Te has fijado en lo que hacen esas puntas de flecha? Cuando saquemos a Hairstreak de en medio, recuperaremos a papá. Podremos cuidarlo para que se cure y darle el mejor tratamiento médico. Y tal vez ocupe el trono de nuevo. Comma se retirará, sabes que lo hará, y si no lo hace, lo obligaremos o lo obligará papá. Nuestro padre volverá a ser el Emperador Púrpura, como antes. Todo será como antes, pero mejor, porque no habrá que preocuparse de Hairstreak.
Pyrgus ofrecía un aspecto sumamente apocado.
—No será como antes —dijo el príncipe en voz baja—. No puede ser como antes, ya no, jamás.
—¡Pyrgus, sí! Haremos planes. Apelaremos a todo el ejército del bosque si hace falta. Nosotros…
—Blue, papá no está enfermo, sino muerto. No se trata de cuidarlo ni de prestarle atención médica… —Pyrgus agitó una mano en un gesto de impotencia—. ¡Está muerto! Por eso Hairstreak lo controla. Hagamos lo que hagamos, dará igual; seguirá muerto.
—Todo va a salir bien, Pyrgus —insistió Blue al cabo de un momento—. Apartaremos a papá de Hairstreak, ése es el primer paso; y lo traeremos aquí, al bosque. Lo esconderemos y le daremos el tiempo que necesite para recuperar la normalidad. La reina Cleopatra nos ayudará. —Se levantó y sus ojos lanzaron un destello acerado—. Es hora de que volvamos con los demás.