«La revolución wangarama —anunció el wyrm Cyril en la mente de Jasper Chalkhill— es potencialmente el acontecimiento político más importante del reino en los últimos cinco siglos; por lo tanto…».
«¿No podemos ir al grano?», preguntó Chalkhill, impaciente. Le parecía un gesto de cortesía compartir la mente con un gusano, pero aquella criatura no dejaba de darle la tabarra.
«Sí, tal vez sea mejor puesto que el tiempo apremia. Si coincidimos en que el reino está hecho un desastre (y tras echar un vistazo a tus pensamientos, veo que coincidimos), la revolución wangarama es la manera de arreglarlo».
«Aún no me has explicado en qué consiste, Cyril».
«A eso iba, ¡qué impaciente! Sin duda habrás oído hablar del famosísimo teórico político wangarama Munchen… —Chalkhill estaba a punto de llamar al timbre de la clínica, harto—. ¡Espera! ¡Espera! —chilló el gusano—. Tengo que contártelo para que entiendas nuestro ofrecimiento. Seré rápido, te lo prometo. Los wangarami hemos sido la especie superior del planeta a lo largo de casi tres millones de años y los filósofos wangarami se han esforzado por la revolución durante generaciones y han creado, estudiado y desechado una teoría tras… ¡No toques el timbre! El hecho es que un filósofo wangarama contemporáneo…».
«Oye —dijo Chalkhill—, estoy seguro de que todo eso es muy interesante, pero ahora tengo cosas mejores que hacer, como ocuparme del resto de mi vida, lo cual no incluye ninguna aportación de esa cuestión tuya. Así que, si me disculpas, me haré la operación y culminaré nuestro pequeño divorcio. Procuraré que no te hagan daño, por supuesto, y como al parecer has vivido perfectamente sin mí en el pasado, imagino que tú…».
«¡Te convertiremos en Emperador Púrpura!», gritó Cyril.