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Le habían alterado sus perspectivas de futuro después de pasar horas de esfuerzo y soportar la enorme vergüenza de tener un gusano en el vientre. ¡Total para nada!

«¿Por qué Hairstreak ha cancelado la misión?», se preguntó Chalkhill, furioso.

«Puedo ayudarte», le dijo el wyrm wangaramas.

«¿De verdad?», contestó Chalkhill, que había logrado no estar todo el rato pendiente de su parloteo incesante. Pero cuando éste se lo proponía, seguía captando su atención.

«Claro que sí —aseguró el wyrm—. Sólo tengo que sondear el Sistema».

«¿Qué es el Sistema?».

«Los wangarami somos telepáticos entre nosotros, pero no podemos comunicarnos con las demás especies, menos cuando se da una simbiosis como la nuestra —explicó el wyrm—. Siempre he creído que esa característica confirma nuestra superioridad, pero naturalmente es tema de debate filosófico entre los wyrms wangarami sabios, así que…».

«¿Qué es el Sistema?», repitió Chalkhill para interrumpirlo.

«La Red telepática. Todos los wangarami están conectados a ella, de modo que cualquier wyrm, como yo, por ejemplo, tiene acceso a las estructuras de conocimiento, información, creencias y recuerdos de los restantes wyrms».

«¿Sabes lo que saben ellos?», aventuró Chalkhill, inseguro.

«En principio sí».

«Entonces, si otro gusano sabe por casualidad por qué Hairstreak ha anulado la misión, ¿puedes sintonizar con él y enterarte?».

«Tú lo has dicho —confirmó el wyrm wangaramas—. Pero preferiría que no usases esa palabra».

—¿Qué palabra? —preguntó Chalkhill en voz alta, olvidándose de hacerlo mentalmente.

«“Gusano” —respondió el wyrm—. El término correcto es “wyrm”, o mejor aún “wangaramas”».

Chalkhill no veía la diferencia entre «gusano» y «wyrm», pero pensó que le convenía complacer a la criatura.

«Lo siento —dijo, y para enmendar el error, añadió—: ¿Y cómo debo llamarte a ti?».

«Cyril».

Después de que el mensajero le comunicara a Chalkhill el recado de parte de Hairstreak, el fisónomo desapareció para enseñar a algún otro desgraciado y él tuvo ocasión de esfumarse. Se hallaba en los jardines de la Academia de Asesinos y caminaba con aire despreocupado hacia la puerta sin saber con certeza si el mensajero le había dado una noticia buena o mala. Si Hairstreak ya no lo necesitaba, tal vez significaba que era libre de hacer lo que quisiera siempre que esquivase a las autoridades imperiales, lo cual resultaría bastante fácil si se establecía en Yammeth Cretch. Por otro lado, quizá Hairstreak tenía intención de matarlo, en cuyo caso debía marcharse de ese lugar lo antes posible. Se hallaba ante un difícil dilema y le hacía falta más información.

«¿Harías esto por mí… Cyril? —preguntó en tono adulador al gusano—. ¿Vas a conectarte a tu Sistema para averiguar qué trama realmente lord Hairstreak?».

«Claro que sí, Jasper —repuso el wyrm—. Si los datos están ahí, te los conseguiré».

Se produjo un súbito silencio en la mente de Chalkhill, que experimentó un alivio tan inmenso que estuvo a punto de desmayarse. Pero de repente se armó la gorda: decenas, cientos de voces parloteando a todo trapo. El volumen se elevó hasta que creyó que le iba a estallar el cráneo. Se le nubló la vista y se le doblaron las rodillas mientras se apretaba las sienes.

—¿Se encuentra bien? —preguntó una voz del exterior, pero Chalkhill no supo a quién pertenecía.

Las voces interiores cesaron y en el bendito silencio mental sintió que Cyril se agitaba.

«Bueno, la investigación no me ha llevado demasiado tiempo —dijo el wangaramas—. Buenas noticias, Jasper. Lord Hairstreak ya no te necesita para que mates al príncipe Pyrgus en su coronación porque el chico nunca será coronado. Black Hairstreak ha dado un golpe maestro: el príncipe Pyrgus y sus partidarios han marchado al exilio y él gobierna el reino como regente del príncipe Comma. La noticia pronto será de dominio público».

Durante un buen rato Chalkhill no dio crédito a lo que había oído. ¿Hairstreak gobernaba el reino? Eso significaba que habían triunfado los elfos de la noche. Resultaba increíble, maravilloso, la oportunidad de su vida.

«¿Estás seguro?», preguntó.

«Me lo ha dicho un wyrm que se llama Wilhelm y que está en los intestinos de uno de los asesores de relaciones públicas de Hairstreak», aseguró Cyril.

—¿Se encuentra bien? —volvió a preguntar la voz exterior.

Chalkhill parpadeó. Era una joven, una de las sirvientas uniformadas de la Academia. Él le sonrió.

—Mejor que nunca —respondió, encantado—. Mejor que nunca.