23

—¡No era papá! —exclamó Blue con furia. Pyrgus no dijo nada—. No puede ser papá. ¡Papá ha muerto! ¡Yo lo vi muerto! —No podía quedarse quieta. Recorrió la antecámara privada y volvió sobre sus pasos. Tenía lágrimas en los ojos—. ¡No era papá! ¡No! —Titubeó—. No lo era, ¿verdad, Pyrgus?

—Parecía papá —repuso en tono apagado.

Blue recordaba perfectamente el movimiento ondulante de la capucha al resbalar hacia atrás, los ojos de su padre fijos en ella y los estragos, apenas enmendados, que el arma del Mundo Análogo le había causado en el rostro.

—Podría ser un doble —sugirió Blue, consciente de que le temblaban las manos—, o alguien que se parece a él, o una visión producida por la magia; algo tramado entre Hairstreak y Hamearis. Serían capaces. Hairstreak no se detendría ante nada para…

—No creo que fuese un doble —admitió Pyrgus—, ni una visión.

Blue tampoco lo creía. Y así lo comprendió cuando el hombre que acompañaba al duque de Borgoña se quitó la capucha. Era idéntico: la silueta, la forma de inclinar la cabeza e incluso la curiosa franqueza con que tendía la mano izquierda. Además, una visión o un doble podían dar el pego una o dos horas, tal vez un día, pero Hairstreak sabía que no servirían para llevar a cabo pactos ni cambios en el gobierno del reino. Un monarca falso no soportaría el escrutinio que conlleva su función. Lo que Blue había visto tenía que ser real.

La emoción la embargó como la ola de un maremoto. ¡Su padre vivía! Podría verlo, oír su voz, sentir el contacto de su mano en la mejilla. Caminarían juntos y hablarían… ¡Todo sería como antes!

Pero la ola retrocedió con la misma rapidez con que había surgido. No sería como antes. Su padre se negó a hablarles, a acercarse a ellos, incluso a permanecer en el salón del trono; mostró su rostro, confirmando con expresión impasible el acuerdo con lord Hairstreak, y se retiró. No le parecía normal. Nada era normal. Dulcemente, sin previo aviso, Blue rompió a llorar.

Pyrgus se acercó a ella y le pasó el brazo por los hombros.

—Tranquilízate, Blue. Todo saldrá bien.

Palabras huecas, como sabían ambos.

—¿Crees a Hamearis? —inquirió Blue. Pyrgus la miraba, inexpresivo, y ella parpadeó para liberarse de las lágrimas—. Dijo que no mataron a nuestro padre, que jamás estuvo muerto, sino que entró en coma y cuando Hairstreak lo sacó del éxtasis, él… de alguna manera se despertó. ¿Te lo crees?

—Supongo que es posible —repuso Pyrgus con cautela—. Me refiero a que la gente entra en coma. A veces, lo que quiero decir…

Ella lo agarró por los hombros y lo sacudió.

—¿Lo crees, Pyrgus? ¿Crees que ha sucedido así?

—No —contestó él con gesto abatido.

—Seguramente lo han obligado a regresar —afirmó Blue, enigmática. Sus palabras, apenas un susurro, quedaron suspendidas en la habitación como centinelas de la muerte.

Pyrgus no dijo nada.

Con esfuerzo, Blue dejó de llorar, se secó los ojos con una punta del vestido y negó con la cabeza.

—Nada. Nada. —Por unos segundos creyó que volvería a echarse a llorar, pero se tragó las lágrimas y habló con energía—: Que alguien vaya a buscar al Guardián. —Y añadió—: Y a madame Cardui. Me parece que vamos a necesitar todos los consejos que puedan darnos.

* * *

Aunque madame Cardui se alojaba en palacio, no se hallaba en sus habitaciones, según aseguró el sirviente enviado a buscarla. Por suerte, el guardián Fogarty la localizó y los dos aparecieron juntos. A Blue le pareció que estaban muy satisfechos, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza para averiguar la causa. Así que les contó lo que había sucedido.

—¿Hairstreak puede hacer resucitar a los muertos? —preguntó Fogarty cuando Blue se interrumpió para tomar aliento.

—Lo hacen los nigromantes —respondió Pyrgus, avergonzado, como si estuviera hablando de una obscenidad—. Algunos de ellos… unos pocos. La mayoría de nigromantes sólo son capaces de hablar con los… con los…

—Pero ¿algunos son capaces de hacerlo? —insistió Fogarty—. ¿De verdad? —Su intensidad daba la impresión de que tenía un interés personal en saberlo.

—Si… bueno, si el… si el… si las cosas no han ido demasiado lejos.

—¿Te refieres a que el cuerpo no haya empezado a pudrirse?

—Sí —dijo Pyrgus notando un nudo en la garganta.

—¿Por qué no lo hicisteis enseguida? —preguntó Fogarty.

—¿Yo? —dijo Pyrgus, asombrado.

—Blue y tú, sí.

—¿Resucitar a nuestro padre? —Blue lo observaba, atónita. La pregunta le había sorprendido.

—Le queríais, ¿no? —dijo Fogarty. Los miró alternativamente, desconcertado por sus reacciones—. En ese caso, ¿por qué no se resucita a todo el mundo después de las batallas y situaciones similares?

—Está prohibido, señor Fogarty —respondió Blue.

—¿Prohibido por quién, Dios bendito?

—Por la ley —respondió ella, y tragó saliva. El disgusto se le reflejaba en el rostro—. Y por la Iglesia de la Luz.

—¿Es la única razón? —inquirió el Guardián, ceñudo e incrédulo.

Pyrgus tenía la vista clavada en el suelo. Parecía a punto de vomitar. Blue se estremeció.

—¡Es algo incorrecto, señor Fogarty! —estalló.

Pero el anciano siguió con el tema.

—Supongamos que me muero y me ponéis en éxtasis, ¿podríais resucitarme?

—Está prohibido —repitió Blue.

—¿Por tu religión? Yo soy presbiteriano.

Los segundos pasaban con lentitud. A Fogarty le pareció que Blue iba a llorar, pero la princesa dijo con cierta crispación:

—Guardián, el nigromante os controlaría.

¡Así que era eso! Por eso estaban tan alterados. Fogarty continuó haciendo suposiciones.

—Entonces, ¿se trata de un zombi? —Los chicos creían que su padre había sido arrancado de la muerte para convertirse en una especie de caparazón gobernado por Hairstreak—. A ver si me aclaro —dijo—. Lord Hairstreak ha robado el cadáver de vuestro padre, le ha dado vida y ahora éste es su esclavo y hace todo lo que le manda, ¿no?

—No ha sido él en persona —matizó Blue—, sino un nigromante, alguien que sabe hacerlo, pero que trabaja a las órdenes de Hairstreak. O tal vez… —Volvió a tragar saliva y cerró los ojos unos instantes—. Tal vez fue alguien que… lo llevó a cabo y después vendió a nuestro padre a lord Hairstreak. A veces ocurre; lo he leído en los libros de Historia. Pero no importa cómo sucedió. Lo esencial es que el alma de nuestro padre se encuentra atrapada y debe hacer todo lo que le mande lord Hairstreak. Por eso firmó el pacto. Sólo en esas condiciones lo habría hecho.

—Si se trata de un zombi, la gente sabrá que no actúa por voluntad propia y nadie se tomará el pacto en serio —comentó Fogarty, muy ceñudo.

—¡Ah! —exclamó Pyrgus, pero parecía a punto de romper a llorar y no continuó.

—Por eso lord Hairstreak afirma que papá sólo había entrado en coma —explicó Blue—. Si no hubo muerte, tampoco hubo resurrección. Él dirá que nuestro padre actúa según su propia voluntad.

—¿Sigue aquí? —preguntó Fogarty.

—¿Quién?

—Vuestro padre.

—No, creo que no. Bueno, no lo sé. Vino con el duque Hamearis, pero se marchó después de que éste nos pidiera que respetásemos el pacto.

—¿Y también se ha ido el compañero de Hairstreak, el tal duque?

Blue miró a Pyrgus, que respondió:

—Se fue hace media hora.

—Lástima —se dolió Fogarty—. Podríamos haberlo secuestrado. Necesitamos un poco de influencia ante Hairstreak.

—Me temo que esto ha sobrepasado las soluciones sencillas, Alan —intervino madame Cardui por primera vez. Blue la miró, sorprendida. Nunca había oído que nadie llamase «Alan» al señor Fogarty—. Se trata de un asunto conmovedor, queridos, y de una situación realmente terrible. ¿Cuánto tiempo tardará ese malvado hombrecillo en hacer público el pacto?

El malvado hombrecillo era, evidentemente, lord Hairstreak.

—Quiere que renuncie a ser emperador electo. El pacto se publicará en cuanto yo lo haga —explicó Pyrgus.

—¿Cuánto tiempo puedes entretenerlo? —preguntó Fogarty.

—Tendrá que ser antes de mi coronación.

—Entonces debemos hacer planes sin demora —indicó madame Cardui.

Blue asintió. Deseaba que Henry estuviese con ella. ¿Por qué diablos no los había seguido como había prometido?