Henry miró alrededor con angustia.
—Bueno, ¿y dónde está? —quiso saber Blue.
—Por aquí, en alguna parte —respondió Henry. Estaban en Nutgrove Street, caramba, así que la comisaría de policía tenía que estar en esa calle.
—Henry —susurró Blue—, debo encontrar al señor Fogarty para llevarlo al reino.
—Sí, ya lo sé.
Lo que no sabía era qué iban a hacer cuando encontrasen la comisaría de Nutgrove. Blue parecía dispuesta a entrar y exigir que lo soltasen.
—Probemos por aquí —sugirió Henry.
—Ya hemos ido por ahí —observó Blue, aunque lo siguió.
—Blue, ¿qué ha ocurrido?
—Aún no lo sé bien, pero pasa algo. —La voz de Blue se dulcificó—. El cadáver de mi padre ha desaparecido y creo que se ha tramado un complot para matar a Pyrgus. Por eso mi hermano me ha enviado para que localice al señor Fogarty; lo necesitamos. —Titubeó un instante, y añadió—: Sería estupendo que tú también vinieses.
Henry sintió un creciente acaloramiento en la nuca.
—Haré lo que pueda —murmuró, aunque se preguntó qué significaba haber dicho eso. Confundido, miró a su alrededor y descubrió por fin la comisaría en una calle lateral—. ¡Oh, ahí está! —exclamó, muy alegre, pero de inmediato lo asaltó un pensamiento: «¿Y qué vamos a hacer ahora?».
—Henry, ¿en qué consiste exactamente una comisaría de policía?
El chico comprendió que era imposible que Blue supiera lo que era.
—Es una especie de… como una jefatura de la policía. No me refiero al cuartel general, que sería Scotland Yard o algo parecido, sino al cuartel de un distrito.
—¿Y todos los policías viven ahí?
—No, no lo creo. Se trata de una oficina a la que van a trabajar.
—¿Vuestra policía es como la del reino? —inquirió Blue—. ¿Te azotan si haces algo malo y te cortan la mano si te sorprenden robando (a menos que seas noble, claro)?
—No, creo que no hacen esas cosas —respondió Henry sin estar muy seguro.
—¿Por qué no? Es una estupidez no hacerlas, ¿verdad? —comentó Blue, y se encaminó hacia la calle lateral.
Henry se dio cuenta de que se había quedado solo, corrió detrás de Blue y la sujetó por el codo.
—¿Qué vas a hacer? —le preguntó—. No puedes entrar con toda la cara y ordenarles que suelten al señor Fogarty. —Se fijó en la expresión de Blue y se abstuvo de añadir: «Aquí no eres la princesa real».
—No pensaba entrar por la cara —repuso Blue fríamente. Al ver la expresión de Henry, se apiadó de él y le dedicó una sonrisita—. No pasa nada, Henry. He traído unos cucuruchos.
—¿Cucuruchos? —Henry pensó en helados, pero intuyó que no se trataba de eso.
—Cucuruchos de hechizos —explicó Blue.
Henry se quedó boquiabierto.
—No irás a… ¿No irás a…?
—¿Utilizar magia? —concluyó Blue—. Sí, eso mismo.
—No puedes.
—¿Por qué no?
«¿Por qué no? ¿Por qué no?». Henry buscó un motivo, pero no se le ocurrió ninguno, salvo que usar magia en una comisaría debía de ser ilegal, o lo sería si la policía creyese en ella. La magia resultaba estupenda en el reino, donde todo el mundo la practicaba, pero aquí… emplearla con cualquiera, o precisamente con la poli… era algo que no se podía…
—¿Qué tipo de magia? —preguntó Henry en voz baja.