AGRADECIMIENTOS

La idea de este libro se la debo a mi hermano Gervasio, que me desvió (yo tenía otra novela en la cabeza) y me puso camino de San Petersburgo. Allá que me fui con mis hijas Sofía y Jimena en busca de OTMA, de modo que gracias también a ellas por acompañarme en ese primer viaje al pasado. Desde entonces, he tenido otros importantes compañeros de viaje en esta aventura que ahora se llama El testigo invisible. La primera, María Florez Estrada, amiga de la infancia y un genio a la hora de conseguir libros imposibles de encontrar. Gracias también a Mercedes Casanovas, sin la que ya no sé dar un paso en esta vida. Lo mismo me ocurre con Ana Rosa Semprún. A medida que el libro iba creciendo, el apoyo, el entusiasmo y los buenos consejos de Ángeles Aguilera y Puri Plaza me ayudaron a meter en cintura una historia que, de vez en cuando, se ponía díscola. Gracias a Estrella Moreno, que supo ver lo que yo no veía. Gracias a Françoise Viel, ma prof, a la que llamo a cada rato para que me salve de las terribles trampas del idioma de Molière. ¡Y qué decir de mi hermana Dolores! No solo me ha salvado de las aún más terribles trampas del idioma de Pushkin y Dostoievski, sino que me ha dado muchas y buenas ideas. Gracias por supuesto a mi sister Marta Robles, que me ha aguantado con santa paciencia no sé cuántas neuras literarias y de toda índole. Lo mismo que a Fernando Marías, quien, además, me regaló el enfoque perfecto para la escena final.

Por último, gracias, como en cada libro, a mi ángel corrector Mariángeles Fernández, sin la que tampoco sé vivir, y como siempre a Visi Ortega, Amantina Tapia y Manuel Peñuelas, que hacen que mi casa y mi vida rueden mientras yo tecleo y tecleo…