Franco y los comunistas coincidieron. Durante decenios, ambos guardaron un silencio sepulcral sobre uno de los más importantes acontecimientos de la postguerra española: el único gran intento armado para derribar el Régimen franquista, producido en otoño de 1944, cuando las potencias del Eje se desmoronaban ante el empuje de los aliados occidentales y soviéticos.
La «Historia del Partido Comunista de España», versión oficial redactada a finales de los años cincuenta y que constituye una sistemática manipulación de datos históricos, «desconoce» que miles de guerrilleros (maquis) de Unión Nacional —de hecho, una «longa manus» del PCE— habían intentado una «invasión abierta» de España a través del Pirineo, logrando algunos objetivos como la ocupación de buena parte del Valle de Arán, punto central del asalto.
El Régimen de Franco, por su parte, sólo quiso transmitir a sus súbditos datos mínimos y distorsionados sobre los «bandoleros» —no les concedía siquiera el status de «guerrillero» o de adversario político— que habían intentado penetrar en España. Los entonces supercontrolados medios de comunicación social informaron muy poco, muy tarde y muy mal de lo que sucedía en innumerables puntos próximos a la frontera —y a veces un centenar de kilómetros dentro del territorio español—, de forma que el español de a pie que leyera la prensa apenas podía dar importancia a unos hechos aislados que protagonizaban bandoleros que «expulsados de Francia», «movidos por la rapiña» y «para repetir anteriores fechorías», intentaron penetrar en el país y habían sido rechazados por las fuerzas españolas. Tampoco decían, obviamente, que quienes habían entrado eran varios miles, ni que el Gobierno había desplazado a la zona un numerosísimo ejército, ni que los soldados tenían controlada la correspondencia. Y menos aún que en el sector del Valle de Arán varias unidades del Ejército fueron inicialmente desbordadas por los maquis, que capturaron buen número de soldados prisioneros…
Tampoco la opinión internacional dedicó especial atención al tema. El 18 de agosto de 1944 se celebraban en Ulm (Alemania) las exequias fúnebres del probablemente más famoso de los generales de la Segunda Guerra Mundial, Erwin Rommel. Aquella misma noche, los guerrilleros forzaban en masa las puertas del Pirineo español.
Las breves jornadas de combates en los valles pirenaicos coinciden con uno de los períodos de lucha más encarnizada en la Guerra Mundial. En Extremo Oriente, Mac Arthur desembarca en Filipinas, se producen las batallas navales de Leyte —consideradas como las mayores de la Historia y en las que quedó desmantelada la flota japonesa— y los nipones utilizan de forma oficial los primeros «kamikaze». En Europa se produce un sinnúmero de hechos bélicos de la mayor trascendencia: los rusos ponen pie en Prusia Oriental; los americanos conquistan Aquisgrán, la primera ciudad alemana importante que cae en manos aliadas; Tito y el Ejército Soviético liberan Belgrado; los americanos e ingleses lanzan una fuerte ofensiva sobre el norte de Italia; los alemanes evacuan precipitadamente Grecia y gran parte de los Balcanes; Hitler, viendo desbordados sus ejércitos, dicta una proclama para la constitución del «Volksturm». (Ejército del Pueblo) que encuadra a todos los alemanes desde los 16 a los 60 años; Bulgaria se rinde a los soviéticos; y son días de gigantescos y terroríficos bombardeos angloamericanos sobre Alemania.
En el plano diplomático, destacan las conversaciones que entre el 9 y el 20 de octubre celebran Churchill y Stalin en Moscú, con el embajador norteamericano Harriman como observador. En una de las más cínicas reuniones de la Historia Moderna, dos políticos se reparten los Balcanes y, sentados tranquilamente en una mesa, deciden la suerte de millones de personas.
En medio de tal alud de acontecimientos de la máxima importancia, todos ellos pregoneros de que el fin de los regímenes de Alemania y Japón está próximo y que el orden mundial va a cambiar, ¿a quién puede extrañarle que la prensa y la diplomacia internacional dediquen escasa atención a unos miles de guerrilleros que, sigilosamente, se descuelgan sobre los Pirineos e intentan derribar el Régimen de Franco? Solo Francia es una excepción.
Aunque es ya muy amplio cuanto se ha escrito sobre las guerrillas antifranquistas en España, en los libros aparecidos en los últimos años sólo de pasada se menciona es la invasión del maquis, tratándola como una acción más en el marco de la lucha guerrillera.
Y, sin embargo, se trata de uno de los acontecimientos más importantes y enigmáticos de la postguerra española. En el plano militar, sin la menor duda, es el más relevante, porque representa el último gran estadio armado de la Guerra Civil española, desplazado cinco años y medio del momento en que el general Franco firmara el Parte de la Victoria. La guerrilla contra el Régimen español seguiría aún durante muchos años, pero ninguno de sus choques armados puede parangonarse en magnitud a lo sucedido en los valles de Arán, Roncal, Canfranch… en alguno de los cuales intervienen divisiones enteras, se utiliza Artillería y tropas de África y dirigen las operaciones algunos de los más prestigiosos generales del Ejército de Franco, como Moscardó, Yagüe, García Valiño, Monasterio…, mientras en el bando contrario lo hacen los valerosos, aunque ciertamente menos conocidos, jefes de la guerrilla española que ha luchado en Francia contra los alemanes.
Pero si los hechos militares son importantes, lo es aún más el intrincado entramado político en el que se desarrolla la acción. El intento de derribar a Franco no sólo resultaría fallido, sino que la operación sería el detonante de una serie de convulsiones en el Partido Comunista de España, en las que no faltaron las «purgas» y «liquidaciones» tan propias de la era estalinista, destacando entre sus protagonistas Santiago Carrillo.
Por ello el libro no se limita a las escasas semanas que duran los combates, sino que encuadra los hechos militares en la situación política de los años 1943, 1944,1945 y siguientes, cruciales por coincidir con el final de la Guerra Mundial, la tambaleante situación del franquismo y el funambulismo del «Caudillo», las crisis y luchas por el poder en el PCE, los enfrentamientos de los comunistas con los demás exiliados y las presiones de los monárquicos y de las asambleas internacionales sobre Franco.
En la guerrilla antifranquista de la postguerra española hay que distinguir cuatro fases, todas ellas desiguales en duración e importancia. La primera corresponde a los grupos de «huidos» que se refugiaron en los montes españoles cuando terminó la Guerra Civil o incluso antes. Va desde 1939 a 1944. La segunda es la cronológicamente más breve, sólo de unos meses, pero la de mayor magnitud y con objetivos políticos más definidos e inmediatos. Consistió en una ofensiva de los maquis españoles residentes en Francia contra el territorio pirenaico español, como si de un ejército se tratara. La tercera fase es la que, como guerrilla, tendría mayor importancia y va desde 1945 a 1948, en que la presencia de partidas de guerrilleros se extiende a buena parte de los macizos montañosos españoles. La última es la de decadencia de la guerrilla, que va lentamente languideciendo hasta su desaparición en los años 1963 y 1964 con las muertes de «Caraquemada» en Cataluña y «El Piloto» en Galicia.
Este libro se centra, de forma especial en la segunda fase, probablemente la menos conocida hasta ahora y la más intensa.
Honradamente no puedo decir que la decisión de escribir este libro sea fruto de una brillante idea, ni del inicial conocimiento del tema, ni de un intento de atacar o defender a nadie. Ha sido simplemente un «rebote», sin ningún criterio «a priori». Como periodista, estaba realizando un estudio sobre prensa clandestina comunista de los años cuarenta en Cataluña para la Facultad de Ciencias de la Información. Conversando con muchos protagonistas de la época, obtuve amplios datos sobre la guerrilla en Cataluña y decidí escribir un libro sobre el tema. Uno de los capítulos debía referirse a la acción pirenaica de los maquis, pero al recopilar información no sólo comprobé que era muy escasa la bibliografía —en realidad no había ningún estudio monográfico—, sino que, lo que era más importante, se me oponía un muro de silencio por determinados sectores, en especial entre gran parte de los exiliados españoles en Francia. Muchas cartas y cuestionarios pidiendo información no obtenían respuesta a pesar de la insistencia, y al conectar personalmente o por teléfono las negativas a colaborar eran automáticas, en especial entre directivos de la organización que agrupa a muchos de los exguerrilleros españoles. Varios de ellos no se recataron en decirme que «usted investigue cuanto quiera, pero no cuente con nosotros para nada». Otros colgaban el teléfono y en las conversaciones de los más moderados se detectaban claras restricciones mentales. Comprendí que algo importante se quería esconder, y que el miedo, las órdenes de un partido o las ansias de olvidar algo muy desagradable impedían a muchos hablar del tema. Algunos confirmaron que era así: alrededor de este asunto corrió sangre en los años cuarenta, muchos fueron depurados del partido y la dirección del PCE de la postguerra mundial quiso correr un tupido velo. Vi en ello un reto, acentué la investigación y emprendí la aventura de escribir un libro, orillando otros trabajos sobre la guerrilla.
Durante cerca de tres años, viajes a diversos lugares del Pirineo, sur de Francia y buena parte de España permitieron contactar con gran número de protagonistas. Unas doscientas entrevistas, entre ellas con algunas personas que inicialmente se negaban, han permitido recopilar gran parte de lo aquí escrito. Entre ellos hay dirigentes del PCE, jefes de la guerrilla, políticos de la época, generales y coroneles del Ejército de Franco, soldados que lucharon contra los maquis, guardias civiles jubilados, comisarios, guerrilleros, sacerdotes, campesinos, responsables de servicios secretos de capitanías generales, eruditos locales… Y junto a sus explicaciones, entre otras cosas, lograr el acceso a documentos secretos de la Agrupación de Guerrilleros Españoles, leer prensa editada por los españoles en Francia, desempolvar legajos de historiales de las unidades del Ejército y repasar cuanta bibliografía y hemerografía hay sobre el lema.
Busqué siempre fuentes de primera mano, pero una di las labores más intensas fue la de contrastar los datos obtenidos. Me propuse que por cada brigada guerrillera o batallón del Ejército fueran al menos un par las personas que, por separado, hablarán del tema. Y esto se ha conseguido en buena parte de los casos.
Este libro no hubiera podido salir adelante sin la colaboración de estos centenares de personas que aportaron sus datos, a menudo superando miedos y reticencias y siempre dedicando un tiempo que quizá necesitaban para sus quehaceres. Gran parte de ellos salen con sus nombres en las páginas de este libro, con sus frases y vivencias. A todos mi sincero agradecimiento, pero de una forma especial a aquéllos que no son protagonistas inmediatos de los hechos y, por ello, sus nombres no aparecen en el texto, pero me brindaron el acceso a determinados datos. Pienso, entre otros, en campesinos de los valles pirenaicos, militares del Servicio Histórico Militar y responsables de archivos. Y no quiero dejar de elevar un recuerdo para las esposas de muchos exguerrilleros y exprisioneros, algunas de las cuales sufrían cuando sus maridos revivían tales temas en nuestra conversación.
Gracias también a quienes se negaron a colaborar. Sin sus negativas quizá no hubiera sentido la curiosidad de investigar ni puesto a prueba mi tenacidad. Lamento la ausencia de diversas aportaciones, en especial la del que fue responsable de la Agrupación de Guerrilleros Españoles, general Luís Fernández, pese a las reiteradas solicitudes. Asimismo, Santiago Carrillo, tras una conversación inicial se negó luego a comentar algunos PC los aspectos más vidriosos de las depuraciones en el Partido Comunista, de las que es directamente acusado por muchos.
Este libro no es de debate ideológico, sino de narración de hechos. No pretende ser ni una apología de la guerrilla ni un libelo contra ella, error en el que han caído diversos autores en estos años. En ambos bandos hay grandezas y heroísmos, mentiras y asesinatos. Se ha intentado dar datos, describir acontecimientos y aportar opiniones de los protagonistas, no caer en la adjetivación.
Los sucesos aquí narrados corresponden a un período violento todavía reciente de esta España cuya Historia resumió ya Goya en el cuadro de la pelea a garrotazos, y sería fácil —y a corto plazo quizá más «taquillera»— el expediente de lanzar apriorísticamente acusaciones a diestro y siniestro, acompañadas de algún adjetivo ocurrente o ironía mordaz.
Procuré respetar a las personas sin distinción de ideología. Lamento que algunas quedan francamente mal, pero las mayores acusaciones son los hechos mismos y el servicio a la verdad exige exponerlos. A algunos de los protagonistas se les atribuye una negra historia, pero incluso intenté recabar de ellos su versión de los hechos. Cada uno es él y su circunstancia, como dijo Ortega, y en un ambiente de pasiones, odio y violencia la «circunstancia» pesa mucho.
Como profesional de la Información intenté estar en el centro del escenario de los combates y penetrar en las trastiendas en que se fraguaron las decisiones políticas, pero dejando siempre el corazón fuera para captar y exponer los hechos con la máxima objetividad y apartidismo posible. El lector deberá juzgar si lo he conseguido, pero soy consciente de que pocos de los protagonistas se sentirán plenamente satisfechos: ni los maquis, ni la Guardia Civil, ni los franquistas, ni el PCE… Y no es una actitud táctica para «no casarse con nadie», porque el mero hecho de abordar un tema de este tipo es ya comprometerse. Pero como ninguno de los bandos puede alardear de actuación irreprochable, prefiero correr el riesgo de no ser felicitado por nadie que falsear las realidades. Me consideraré satisfecho si he contribuido a clarificar un pedacito muy pequeño de la moderna Historia de España.
D. A.