La primera «oleada» de invasión
Si todas las fuerzas en presencia en el Pirineo tienen como objetivo, además de la penetración hacia el interior de España, evitar la concentración de las fuerzas enemigas en el Valle de Arán, esta misión de hostigamiento y dispersión coordinada sería especialmente importante para aquellas unidades infiltradas en las comarcas vecinas al citado valle.
En el Plan de Operaciones se prevé que sean cuatro las brigadas que realicen tal cometido periférico: las que llevan los números 3, 21, 468 y 402. Las dos últimas se habían formado en base a fusionar diversas unidades guerrilleras que habían luchado en Francia contra los alemanes, en tanto que las dos primeras, con numeración más modesta, estaban constituidas mayoritariamente por los veteranos de las brigadas que, con los mismos números, habían conseguido algunos de los mayores éxitos contra los nazis. Esto llega al extremo de que algunos las califican de «brigadas de élite».
La Tercera Brigada, que en Francia estuvo mandada inicialmente por José Oria, a quien sucedió José Mateo y luego Pascual Jimeno «comandante Royo», tenía en su historial numerosos combates contra los alemanes, expropiación de ropas y material a la Gendarmería, destrucción de locomotoras y vías de comunicación, y preparación de bases para la recepción de ayudas aliadas. Esta brigada fue la que recibió la Comisión Interaliada. Sin embargo, su más importante acción había sido la liberación de Foix, capital del departamento del Ariége, capturando numerosas fuerzas alemanas y el edificio de la Gestapo, y ahorcando en la plaza principal al jefe de ésta.
La Brigada 21 la mandaba al entrar en España y en los meses anteriores el comandante Gabriel Pérez, que había sustituido a Cristino García, herido en el asalto a la cárcel de Nimes, donde habían liberado a los penados, gran parte de los cuales eran presos políticos. Era jefe de Estado Mayor Laureano Linares. Junto a otras muchas acciones heroicas, esta brigada fue la base de la famosa —aunque luego magnificada respecto a la realidad—, batalla de la Madeleine, en el departamento del Gard (capital Nimes), de resultas de la cual cayeron prisioneros centenares de alemanes. Es importante retener el nombre de su primer jefe, Cristino García, porque su fusilamiento por Franco traería importantes consecuencias de carácter internacional de las que se hablará en el capítulo 18.º.
Cuando López Tovar termina el proyecto y es aprobado por el mando el Plan de Operaciones de la «Reconquista de España», las brigadas 3, 468 y 21, así como parte de la 402, se encuentran ya en España. Algunas de las primeras infiltraciones por tierras leridanas, antes explicadas, corresponden en parte a ellas, particularmente a la Brigada tercera, que jalona la zona norte de la provincia de Lérida junto con otros grupos menores. Eran, salvando la inexactitud del término, la primera oleada invasora. Sin embargo, a estas brigadas se les había impuesto en el Plan de Operaciones uno de los objetivos más utópicos, ya que debían conquistar territorios de una amplitud absolutamente desproporcionada para sus exiguos elementos. La Tercera tenía por misión «la ocupación y liberación del subsector que tiene como centro el pueblo de Tremp, limitando al Este por el río Segre y al Oeste por el río Ribagorzana», mientras la 204 debería hacer lo propio más al norte, liberando el subsector que tiene como centro Sort, con límites entre los ríos Segre y Flamisell. Similares acciones corresponderían a las Brigadas 21 y 468 en el extremo nororiental de Aragón y noroccidental de Cataluña. La 21 debía «ocupar» la zona comprendida entre los ríos Isábena y Cinca, en el subsector que tiene por centro la población de Campo, mientras que el pueblo central del área asignada a la brigada 468 sería Benabarre, y sus límites serían el Cinca por el Oeste y el Ribagorzana por Levante.
En la orden de operaciones se establece que «estas unidades tienen en conjunto la misión de facilitar (impidiendo a toda costa el acceso de refuerzos enemigos, haciendo sabotajes y hostigando continuamente su retaguardia) una operación combinada que se ha de llevar a cabo por el resto de las Brigadas de la División teniendo como primer objetivo establecer una cabeza de puente en la parte Norte de los Pirineos». Es decir, matiza aspectos anteriores de la propia Orden de Operaciones en la que se habla de «ocupación» del territorio.
Teniendo en cuenta que se trataba de brigadas que se encontraban ya en España, que abarcaban amplias zonas y que en muchos casos se habían atomizado y dispersado en pequeños grupos muchos de los cuales sólo pretendían penetrar hacia el interior de España, era difícil que las acciones de las partidas guerrilleras se inscribieran en el territorio asignado por el mando, pero la prescripción del Plan de Operaciones es tácticamente correcta. La principal carretera que conducía al Valle de Arán, la que proveniente de Lérida va de Tremp a Viella, quedaba controlada en su mayor parte por los guerrilleros de las Brigadas 3 y 402, los cuales podían también hostigar la carretera Pobla de Segur-Pont de Suert. Además, la primera de las carreteras citadas debía ser cortada en los días siguientes, según el Plan de Operaciones, por la Brigada 471 a la altura de Esterri l’Aneu y aún más adelante por la 526.
En el Plan de Operaciones la Brigada 21 tenía asignado casi totalmente territorio aragonés, pero la realidad es que una parte de sus unidades estaban en Cataluña, en el entorno de la carretera Pont de Suert-Viella, y fueron quienes bloquearon el acceso Sur del túnel de Viella, entonces en construcción y con uso muy limitado. Por su parte, la Brigada 468 debía también dificultar la llegada de efectivos del Ejército a la zona del Valle de Arán siguiendo la carretera de Lérida a Pont de Suert en el sector de Benabarre, así como proteger el flanco derecho de la ofensiva reteniendo o retrasando la marcha de las fuerzas gubernamentales que pudieran llegar desde Aragón.
Cuando los guerrilleros han cruzado la frontera llevan sobre sus hombros no menos de cuarenta kilos de peso. Además de la metralleta y munición, cargan cuantas provisiones les son posibles, especialmente conservas, embutidos, pescado seco salado, chocolate, galletas, margarina…, y, no podían faltar, cantidades importantes de propaganda. Los víveres permitían una autonomía máxima de unos ocho días y luego debían autoabastecerse sobre el terreno. Con toda aquella impedimenta, los maquis emprendían su singladura hacia España, escalando las altas cumbres y los pasos pirenaicos. Era octubre y el mal tiempo —coincidió además con un invierno prematuro— hacía difícil cruzar los ventisqueros en los que la nieve se acumulaba. Sin embargo, la ilusión ayudaba a superar los obstáculos.
Decepción en la Brigada 21
El primer batallón de la Brigada 21 entraría en España el 9 de octubre, en tanto que los otros cuatro batallones lo harían el día del Pilar. «Cuando entramos los del segundo grupo, el primer batallón había sufrido bajas importantes en enfrentamientos con la Guardia Civil», explica el capitán Pedro Vicente Gómez, jefe de operaciones de la unidad, a quien unos paisanos explicaron lo ocurrido.
«Llegamos a un pueblo —sigue diciendo Pedro Vicente—, y un agricultor me hizo un guiño. Le seguimos hasta su casa otro guerrillero y yo y encontramos a uno de los nuestros que estaba escondido; resultó ser el capitán Martínez, jefe del primer batallón. Tenía alojada una bala en el cuerpo, cerca del cuello, y estaba cubierto de vendajes. Le propusimos llevarlo con nosotros o buscar a un médico, pero él prefirió quedarse. Ni nosotros ni su familia supimos más de él. Seguramente debió morir a causa de las heridas. Entregamos todo el dinero que llevábamos a la familia que lo cobijaba y les dimos a conocer la identidad del herido, del que sabían que era un maqui, pero no un oficial».
Otra parte de la brigada dirigiría sus pasos hacia el «hospital» de Viella, situado junto a la boca Sur del túnel en construcción. En esta zona pirenaica se aludía a «hospital» refiriéndose a antiguos refugios de montaña, no a centros de internamiento médico. Los guerrilleros sufrirían allí su primera gran decepción. Joaquín Arasanz, agregado como comisario a la brigada, explica que «residían en este hospital varios centenares de prisioneros republicanos que trabajaban en régimen forzoso en la construcción del túnel de Viella. El objetivo de la brigada era liberarlos para que se unieran a nosotros.
»Nos dirigimos hacia allí cruzando el propio Valle de Arán y descolgándonos por el Puerto de Viella, cargados extraordinariamente, ya que algunos guerrilleros llevaban incluso dos metralletas y munición suplementaria con el fin de dar armas a los que se nos unieran. En primer lugar se acercó la patrulla de observación, la cual capturó a algunos de los guardianes del hospital, mientras los demás estábamos algo alejados. Cuando nos comunicaron que los centinelas estaban ya desarmados bajamos hacia el refugio cantando el himno guerrillero, que resonó por las montañas.
»Esperábamos ser recibidos con entusiasmo, pero lo que ocurrió fue que los trabajadores republicanos prisioneros salieron corriendo a toda prisa. No nos esperó ni uno, y sólo pudimos conversar con algunos empleados de oficinas. Aquella importante recluta de adictos a la República que pensábamos conseguir quedó en nada», añade Arasanz. Era la primera gran decepción de los maquis de la brigada, que sólo tuvieron el consuelo de poder llenar de víveres sus mochilas en el economato del hospital.
Durante un corto período, los guerrilleros controlaron la boca Sur del túnel de Viella en construcción, hecho que volvería a repetirse días más tarde.
Las fuerzas de la Brigada 21 siguieron adelante al día siguiente, encontrando una caravana de camiones militares en las cercanías de Bono. Las fuerzas gubernamentales se parapetaron tras las piedras, resultando copadas ante la inesperada llegada al lugar de un grupo de guerrilleros de la Tercera Brigada, por lo que los soldados quedaron entre dos fuegos. Sin embargo, como explica Arasanz, los maquis dispararon a propósito por encima de los soldados para evitar herirles, al tiempo que proponían negociar con los oficiales del Ejército. Tal iniciativa, propuesta a voz en grito desde las posiciones guerrilleras, fue inicialmente aceptada por los militares, que luego se volverían atrás y recibirían con una ráfaga a los guerrilleros que salían de sus parapetos para parlamentar, hiriendo a dos de ellos.
El hecho citado sitúa ante una de las paradojas de esta primera invasión guerrillera: los maquis intentan evitar los enfrentamientos con los soldados y, sobre todo, herirles o darles muerte.
Las fuerzas de la 21.ª Brigada, a las que se había unido la citada partida de la Tercera Brigada, entraron en Senet. Allí sus avanzadillas habían capturado a un capitán del Ejército y varios soldados, pero desde el cuartelillo de la Guardia Civil lanzaron un contraataque contra la guerrilla que derivó en un combate muy fuerte, consiguiendo los de la Benemérita liberar al oficial y los soldados. El grupo guerrillero siguió su marcha hacia Vilaller, en dirección a Pont de Suert, pero luego giró hacia el Oeste internándose en Aragón y llegando a ocupar trece pueblos del Valle de la Fuera, el mayor de los cuales era Tierrantona, realizando diversos mítines en la zona situada entre Ainsa, Graus y Campo. Se preparó la instalación del puesto de mando en Pallaruelo.
Cuando estaban en la zona, el gobernador civil de Huesca convocó en Tierrantona una reunión de los ayuntamientos de la comarca, a la misma hora en que los guerrilleros estaban en Formigales, a sólo tres kilómetros de allí, donde tenían retenidos a varios miembros del consistorio. Los ediles dijeron a los guerrilleros que se hacía tarde y debían marchar para reunirse con el gobernador. Arasanz, comisario, redactó un pequeño oficio dirigido al gobernador en el que le agradecía la amabilidad que había tenido de convocar a todos los ayuntamientos de la zona, ya que ello facilitaría a los maquis el poder dirigirse directamente a todos ellos. Cuando el gobernador recibió la nota disolvió de inmediato la reunión. Arasanz comenta que fue una lástima que los guerrilleros no hubieran sabido con anterioridad la celebración del acto, porque hubieran acudido allí.
En la brigada iba una sola mujer, Pilar Vázquez, madrileña, que quedó aislada en el pueblo de Morillo-Monclús (Huesca). Ocupado el pueblo por los guerrilleros, una familia alojó a la muchacha en su casa, mientras los hombres dormían, como era habitual, en los pajares. De madrugada llegaron tropas al pueblo y los guerrilleros evacuaron a toda prisa, pero Pilar quedó allí. Al darse cuenta de la situación escondió su metralleta, munición e indumentaria en un almacén de trigo vistiéndose con ropas de mujer. Durante unas horas se comportó como una campesina hija de la familia que la alojaba y conversó con los soldados. Cuando le fue posible se escapó, conectando de nuevo con su partida a través del párroco de Tierrantona.
La suerte de los diversos batallones de la Brigada 21 fue muy variable. Tres de los batallones pudieron salir de España con escasísimas bajas, mientras otros cayeron prisioneros en su mayor parte. Pedro Vicente explica que uno de los batallones no cumplió las normas de cambiar de posición de forma continuada y fueron capturados la mayoría de sus miembros.
No disparar contra los soldados
El autor de este libro confiesa que, a pesar de haberlo oído muchas veces de boca de exguerrilleros, no acababa de creer que los maquis de esta primera época no querían disparar contra los soldados, e incluso pensaba que se trataría de casos aislados agrandados por la propaganda. Sin embargo, el número de testimonios en tal sentido, incluidos los de soldados y paisanos, no deja lugar a dudas.
Bonaventura Bordas, soldado del quinto batallón, «Barcelona» recuerda que un maqui prisionero les relató de forma pormenorizada los lugares en que el propio Bordas, el capitán de su compañía y otros habían estado en el Santuario de Gombreny (Gerona), e incluso los temas de que habían conversado estando allí. Para saber tales pormenores, el maqui tuvo que estar muy cerca de la patrulla de soldados y no quiso dispararles.
Caries Gelabert, soldado del batallón «Navarra» número uno, cuenta cómo maquis prisioneros les explicaron los puntos por los que Gelabert y otros soldados habían pasado de patrulla y Vidal Sales, soldado de la División 43, describe disparos realizados por los maquis muy cerca de las tropas, que evidenciaban que no querían dar en el blanco. En Vilaller (Lérida), un mulo del Ejército que portaba suministros volcó. Cuando los soldados intentaban enderezar la carga, salieron del bosque dos hombres que les ayudaron. Terminada la tarea, los «campesinos» dijeron a los soldados que explicaran a su capitán que los maquis les habían ayudado a cargar el mulo, según explica José Ribas, paisano y exjefe local de Falange de Pobla de Roda.
En esta última población se celebraba el 8 de diciembre de 1944, con motivo de la Fiesta de la Inmaculada, Patrona de la Infantería, la misa de campaña a la que asistían varios batallones. Desde unas montañas cercanas a la explanada en la que la tropa seguía en formación la ceremonia religiosa, un grupo de maquis observó el desarrollo de todo el acto. Si hubieran deseado matar soldados podían ocasionar una masacre con facilidad.
Los ejemplos podían multiplicarse. Los guerrilleros gritaban a los soldados que no dispararan y ellos tampoco lo harían, les llamaban «hermanos» e «hijos del pueblo», les invitaban a parlamentar e incluso hacían lo propio con los oficiales. Decían que «el Ejército es el pueblo y nosotros no luchamos contra el pueblo». También los ejemplos de intentos de los guerrilleros de parlamentar con los oficiales son numerosos, y fueron bastantes los maquis que por este motivo cayeron prisioneros, cuando intentaban convencer a sus oponentes para que se unieran a ellos.
El intento de atraer pacíficamente a los militares es aún más acusado en el caso de los prisioneros. Los jefes o responsables políticos del maquis dialogaban largamente con los soldados prisioneros, les explicaban sus objetivos y el programa de Unión Nacional, les invitaban sin coacciones a unirse a ellos y les entregaban gran cantidad de propaganda. Vidal Sales, soldado que cayó prisionero de la guerrilla, cuenta que el jefe de la partida, Pedro Cruz Laborda, «coronel Marcelino», les decía: «Tened por cierto que nuestra lucha, unida a las fuerzas populares del interior de España, obligará a las potencias vencedoras a volver sus ojos hacia nosotros. ¡Van a ayudarnos! ¿Cómo va a ser España una excepción cuando el fascismo mundial se está derrumbando para siempre?».
Al igual que los maquis evitaban herir a los soldados, mientras usaban de mayor saña con los guardias civiles y policías armados, bastantes guerrilleros cuentan que muchos soldados tampoco les disparaban a ellos e incluso guardaban en los bolsillos los percutores de los fusiles. Pedro Vicente, capitán guerrillero de la 21.ª Brigada, asegura con pesar que en un tiroteo dieron muerte a un soldado que no les disparaba a ellos, puesto que tenía guardado el percutor en el bolsillo, como comprobaron al recoger el cadáver. El autor de este libro confiesa que ha preguntado sobre el tema a muchos soldados que participaron en estos combates y no ha encontrado a ninguno que actuara así ni que tuviera conocimiento de que compañeros suyos hicieran lo propio. No es imposible que se produjera algún caso, pero sin duda sería muy extraordinario y los interesados lo guardarían en secreto. Como comentaba un antiguo soldado, «nosotros no éramos voluntarios ni nos hacía gracia alguna luchar contra los maquis, que nada nos habían hecho, pero otra cosa es dejar de disparar cuando estás en el fragor de una batalla y tus oficiales te ordenan atacar o hacer fuego».
Los guerrilleros no siempre mantuvieron tal actitud respecto a las tropas, sobre todo después de que, pasadas las primeras semanas de enfrentamientos, comprobaron el escaso eco de sus llamadas.
Incólumes las centrales eléctricas
La Tercera Brigada jalonaría buena parte del área pirenaica y prepirenaica leridana en las semanas previas a la invasión, ya que la unidad actuaría de forma bastante atomizada.
El primer grupo de guerrilleros de la brigada, integrada por 18 hombres, entra en España a través de Andorra el 18 de septiembre de 1944, al mando del capitán Serrano, siguiéndole dos días más tarde otro grupo idéntico en número que manda Manuel Moreno «comandante Quico». Ambos grupos se encuentran en los bosques cercanos a Ponts y allí esperan varios días a que se les unan otros grupos. Más tarde entró el resto de la brigada utilizando los pasos de Andorra, Port Vell y puerto de Salau. Fue una de las primeras brigadas que entró masivamente en España, manteniendo frecuentes enfrentamientos con la Guardia Civil y el Ejército y extendiendo su presencia hasta territorio aragonés, siendo sus actuaciones casi siempre pequeñas pero muy diversificadas. Miembros de la unidad cuentan hechos como la detención de coches y autobuses interurbanos en los que rompían los salvoconductos de los viajeros como símbolo de que llegaba la libertad de movimientos, tiroteos diversos, mítines en pueblos, acciones para conseguir comida, y otras. Fue una de las brigadas que hizo «gastar más botas» a los guardias civiles y al Ejército en su persecución porque la estancia de gran parte de sus miembros en territorio español duró varios meses. El «comandante Quico», por ejemplo, fue capturado el 24 de diciembre en la zona del Montseny, tras un largo peregrinar de más de tres meses por territorio de las provincias de Lérida y Barcelona.
Hecho destacable es que el jefe de la brigada, Pascual Jimeno «comandante Royo» cayó también prisionero. Estuvo en la cárcel de Sant Elíes, en Barcelona, de donde salió en libertad, siendo asesinado más tarde por guerrilleros en la estación de Valencia. Según el PCE y la guerrilla, el «comandante Royo» había aceptado ponerse al servicio de la Policía para entregar a grupos de guerrilleros. Cuando fue muerto, siempre según la misma versión, pretendía unirse a los guerrilleros de Levante y Aragón para delatarlos.
Uno de los fenómenos más significativos y sorprendentes para sus adversarios de la actuación de las partidas guerrilleras fuera del Valle de Arán fue el respeto a las numerosas centrales hidroeléctricas que estaban a su alcance. Destacaban entre ellas las de Camarassa y Tremp, de grandes dimensiones, por cuyos alrededores deambularon largamente los guerrilleros, en especial los de la Tercera Brigada. Aunque entre los maquis abundaban los expertos en voladuras, en esta primera ofensiva son escasas las destrucciones provocadas por ellos. Tal actuación es lógica si se tiene en cuenta que los guerrilleros pretendían atraerse a la población, no soliviantarla. Además, creían que la caída del régimen era inminente, por lo cual les interesaba que el nuevo Gobierno se encontrara con un país lo menos arrasado posible.
El Ejército colocaría vigilancia en las presas hidroeléctricas, produciéndose algunas curiosas anécdotas en la de Camarassa. Un grupo de guerrilleros de la Tercera Brigada mandados por el teniente Felipe Molero iba a cruzar el río Noguera Pallaresa por la presa. Era de madrugada y no se dieron cuenta de que en el centro de aquélla había un soldado de guardia y, al parecer, tampoco éste advirtió que venían los maquis. Cuando estaban muy cerca unos y otro se dieron cuenta de la situación y todos quedaron perplejos, pero a nadie le salió ni una palabra, ni un grito, ni un disparo. Los guerrilleros continuaron andando en silencio y pasaron junto al centinela sin intercambiarse más que atónitas miradas. Y no pasó nada.
Algo parecido le ocurriría al grupo del «comandante Quico» que pasó también por un puente de la zona. Se les dio el alto, a lo que respondieron que eran los maquis. Los soldados se apartaron y les dejaron pasar sin combate.
Hechos como los narrados no son absolutamente aislados. La realidad es que maquis, tropas y Fuerzas de Orden Público eluden muchas veces los choques. Humanamente es lógico que nadie quiera jugarse la piel y, por ejemplo, son muchos los paisanos que cuentan cómo patrullas de la Guardia Civil les pedían información sobre el camino emprendido por los guerrilleros, y cuando se les indicaba seguían una ruta distinta. Y no faltaban los tiroteos a tan largas distancias que hacer blanco era muy difícil. Empero, la saña era mayor entre la Benemérita y los maquis que entre éstos y los soldados.
Los guerrilleros intentaban «cazar» a los oficiales. Es un interesante ejemplo de ello una comunicación interna de la Brigada 410 en la que se dice que «debe dispararse sobre los oficiales de Franco, porque está comprobado que cuando dejan de amenazar a los soldados, éstos se rinden o dispersan, dejando de ser un peligro para los guerrilleros». No es extraño, pues, que en las marchas o descubiertas los oficiales del Ejército vayan mezclados con la tropa y que incluso intenten disimular sus divisas.
Para acabar este repaso a las brigadas que estaban actuando fuera del Valle de Arán en las primeras semanas de octubre, diremos que la Brigada 468, que había cruzado la frontera por el Puerto de Benasque, llegó a las proximidades de Benabarre y Campo, consiguiendo puntos de apoyo estables en las zonas de Graus y Salinas, contribuyendo a la diversión de las tropas gubernamentales de la División 151.
En la diáspora guerrillera que se va produciendo entre las unidades que actúan fuera del Valle de Arán, grupos de unas y otras se encuentran deambulando por los montes y forman nuevas partidas. Una de las más importantes sería una nueva brigada, sin nombre ni número, formada por guerrilleros de las Brigadas 3, 5 y 15, que mandaría el «comandante Quico», que se formaría en las cercanías de Ponts. Incluso a esta zona catalana llegaron maquis que habían entrado en España por la frontera aragonesa o navarra, al igual que otras siguieron el camino inverso en el largo zigzagueo de marchas y persecuciones.
Degradaciones
Si las Brigadas 3, 21 y 468 desarrollarían de forma relativamente satisfactoria su misión, no ocurriría así con la 402, que había entrado por el puerto de Tabescán y la mayor parte de cuyos oficiales fueron degradados.
En una orden del jefe del Estado Mayor de la División 204, «Alvaro», de fecha 23 de octubre se lee:
«En el día de hoy han sido destituidos de su cargo y degradados los jefes y oficiales de la 402 Brigada que a continuación se citan por no haber sabido llevar a cabo la misión que les había sido encomendada, ocasionando con ello un gran perjuicio al Plan General de Operaciones».
Los oficiales degradados son reseñados en la lista de 33 nombres que sigue:
Sebastián Poveda | Julián González | Miguel Redondo |
Manuel Almeneda | Pablo Gudiez | Miguel Gaural |
Juan Covo | León García | Pedro Sauma |
Juan Mora | Vicente Pellicer | Bonifacio Bilbao |
Domingo Moreno | Arturo Quintana | Luis Guzmán |
José Rodríguez | Cristóbal Martínez | Antonio García |
Manuel Gordillo | Consuelo Carriedo | Ángel Fuertes |
Justo Catalán | Francisco Pérez | Eusebio Canto |
Tomás Jurado | Enrique Vázquez | Antonio Roldan |
Ángel Pascual | Juan Gálvez | Francisco García |
Miguel Pirestola | Ramón Fernández | Antonio Moreno |
Mujeres guerrilleras
Además de la eficacia militar, el problema de los suministros obligó a las brigadas a subdividirse. Como explica Pedro Vicente «cuando una brigada o varios batallones íbamos a un pueblo éramos como una plaga de langosta. Lo limpiábamos todo». Es lógico, si se tiene en cuenta que los pueblos a los que iban los guerrilleros eran pequeños y sin guarnición militar, y en ellos solía haber una sola tienda, que a menudo era a la vez estanco y bar. También las marchas nocturnas por terreno accidentado contribuían a que individuos aislados o pequeños grupos se perdieran si se retrasaban. Por fin, la dispersión producida al chocar con las tropas de Franco contribuía al fraccionamiento, aunque también agudizaría el ingenio de algunos, como en un caso que cuentan los vecinos de Isabarre (Lérida). En un tiroteo, un maqui quedó aislado de sus compañeros y era perseguido por la Guardia Civil. Encontró unos payeses que estaban sembrando trigo y arrancó el capazo de las manos de uno de ellos y se puso a sembrar. Pasaron cerca de allí los guardias y nada le dijeron, con lo que superado el peligro el guerrillero regresó al monte.
Los maquis solían dormir en pajares o cuadras, pocas veces en las casas. Algunas de estas primeras partidas entraron en España llevando bastante dinero de curso legal y querían pagar los alimentos que se les daban, lo que no siempre era aceptado por los paisanos. Esto llevó a interpretaciones erróneas de algunos guerrilleros en el sentido de que la gente les daba ayudas de forma voluntaria e incluso entusiasta. En verdad, eran muy pocos los casos. Más realista, Felipe Molero, de la Tercera Brigada, reconoce que «la mayor parte de los campesinos no es que nos dieran ayuda con satisfacción. A la gente le impone que hombres armados les pidan comida y lo que quieren es que te largues lo antes posible».
La Guardia Civil había ordenado a los campesinos que cuando una partida guerrillera fuera a su casa acudieran de inmediato a dar parte. Algunos así lo hacían, pero eran muchos más los que, normalmente por miedo, no lo denunciaban. Aunque es algo posterior a las fechas que aquí se tratan, es significativo lo ocurrido en el Alto Aragón, que narra el exguardia civil Manuel Delgado: «Se habían creado las partidas antiguerrilleras, formadas por guardias civiles que, vestidos y armados como los maquis, se hacían pasar por guerrilleros e iban a las casas a comer y llevarse cosas. Como es lógico, en el cuartelillo sabíamos los lugares a los que aquellos falsos guerrilleros habían ido. En una ocasión, la patrulla-partida antiguerrillera estuvo dos semanas seguidas yendo a diario a alguna de las casas de campo de la zona y ni un solo campesino acudió a denunciar que habían ido los maquis».
Como se dijo anteriormente, pasada la sorpresa inicial, la gente no solía temer a los guerrilleros en estos primeros tiempos, y es curioso constatar que la actuación de la población civil frente a la guerrilla no siempre guarda relación con la filiación política de los paisanos. En Erdau (Huesca) tuvo lugar un combate en el que murió un guerrillero y un soldado —éste porque cayó y se desnucó—, y quien había ido a buscar a las tropas fue un comunista que había estado encarcelado tras la Guerra Civil. Como anécdota, este combate sorprendería en medio del «fregado» a tres músicos que iban a tocar a las fiestas de un pueblo vecino.
En la guerrilla que entra en España a finales de 1944 apenas hay mujeres. El grupo que en esta época tiene probablemente mayor participación femenina era un batallón de la Quinta Brigada, en el que cuatro chicas venían para actuar como enlaces en el interior de España.
La mayor parte de las brigadas que entran en esta primera época están formadas solamente por hombres, y algunas no tienen más que una o dos mujeres. Así, en la Brigada 21 estaba sólo Pilar Vázquez; en el cerco de Viella —en el sector de Vilach del que se hablará en el próximo capítulo— se distinguió una mujer que resultó herida y que se comportó como uno de los más enérgicos luchadores; en el entorno del valle una conocida como «Ramona» sería la preocupación principal de unos oficiales prisioneros. En la 402 había la oficial Consuelo Carriedo. Cuando los hombres de la Quinta Brigada abandonaban su armamento para poder huir, las mujeres de la unidad serían las únicas que intentaban salvar hasta los explosivos… Si el total de mujeres podía contarse con los dedos de las manos, su valentía y, en algunos casos, su agresividad, dejaba cortos a sus compañeros. Eran, nunca mejor dicho, «de armas tomar».