La nueva guerrilla hasta Sabaté, «Caraquemada» y «El Piloto».
Tras el fracaso de la invasión del Valle de Arán y del conjunto de la operación pirenaica, el Partido Comunista de España se replantea su estrategia, acordando continuar la penetración guerrillera en grupos reducidos, que se esparcirán por toda España con la finalidad de unirse a las guerrillas existentes o crearán otras nuevas donde no las haya.
Al mismo tiempo, el PCE programa una mejor organización y coordinación orientadas a conseguir un fuerte movimiento guerrillero, reafirmando su estrategia de lograr la insurrección contra el franquismo. Paralelamente, incrementa su actividad política en España enviando cualificados dirigentes y fomenta la UGT como sindicato clandestino. Es de señalar que ésta la controlaban entonces en gran parte los comunistas, no los socialistas.
Pero si los comunistas han sido los protagonistas casi únicos de la operación «Reconquista de España» y seguirán siendo, en el conjunto español, los principales artífices de la organización guerrillera, a partir de esta época hay que contar también con otros, los libertarios, que en algunas regiones españolas alcanzarán gran importancia. Ya el 9 de febrero de 1945, el Comité Nacional de CNT colocó el banderín de enganche de un Regimiento que denominó «Libertad». Aunque el reclutamiento es para el Ejército francés, serviría de base para grupos guerrilleros libertarios.
Durante los años 1945, 1946 y 1947, las guerrillas desarrollarán una fuerte actividad. Hay varios centenares de partidas por todo el territorio español, y no hay semana en la que en Asturias, Levante-Aragón, Andalucía u otro lugar no se produzcan varios choques o acciones guerrilleras. Hay que desestimar por exageradas, sin embargo, algunas estadísticas publicadas por la dirección guerrillera comunista.
Las empresas forestales
Cuando, poco antes de terminar la Guerra Mundial, en Francia son desmovilizados los «batallones de Seguridad» en los que estaban encuadrados los guerrilleros españoles, los comunistas «inventan» un sistema que les permite seguir con sus bases guerrilleras en Francia, a pesar de la ilegalidad que representa el mantenimiento de grupos armados en el país, y más aún siendo extranjeros.
La fórmula consistió en los «chantiers», y su creador fue Juan Antonio Valledor, asturiano. Se trata de explotaciones forestales extendidas a lo largo del Pirineo, algunas de las cuales habían ya existido durante la Guerra Mundial. En ellas, todos o una parte de los que allí residen trabajaban como empleados «legales» en la tala de árboles, elaboración de leña y carbón… mientras, estos mismos trabajadores u otros se forman política y militarmente y se preparan para venir a España como guerrilleros. Hoy, algunos de los que pasaron allí varios años consideran que fueron explotados por el partido comunista, ya que trabajaban intensísimamente y sólo recibían a cambio la comida. Asimismo, fueron creadas algunas escuelas para cuadros políticos y guerrilleros, la más importante de las cuales estaría en Toulouse. Obviamente, en la prensa del interior de España, el nombre con el que se la designará es el de «Escuela de Terrorismo de Toulouse».
Desde los «chantiers» se estableció un verdadero «puente» de transporte de armas, explosivos y propaganda hacia el interior de España. Normalmente los guerrilleros entran a pie en España por los Pirineos, aunque no faltaron los «desembarcos» navales. Lanchas alquiladas por el PCE o cedidas por militantes del PCF, o pescadores comunistas franceses, llevan en diversas ocasiones guerrilleros a España. La ruta marítima más corriente iba desde la zona del Languedoc hasta las cercanías de Barcelona, aunque en algunos casos llegaron hasta las playas del Sur del Delta del Ebro —concretamente a las Casas de Alcanar— desde donde se dirigían al Maestrazgo y se unían a la Agrupación de Levante y Aragón, que sería la más famosa y duradera de las organizaciones guerrilleras. Otros grupos, como el de Ramón Vía, llegaron a las playas malagueñas desde Argelia, y no faltaron varios desembarcos en el norte, entre otros lugares en San Vicente de la Barquera (Santander) y en Asturias.
Los Pirineos serían cruzados centenares de veces por los guías comunistas y libertarios que llevaban grupos de maquis, o propaganda, o retiraban militantes «quemados» y perseguidos por la Policía… Sin embargo, en los primeros meses que siguieron al fracaso de la operación «Reconquista de España» el paso del Pirineo es arduo. Franco había acumulado muchas fuerzas en la zona fronteriza, dificultando el paso, con lo que bastantes guerrilleros tuvieron que volver atrás o fueron capturados. Posteriormente, el paso del Pirineo fue relativamente fácil para los maquis y políticos, siendo una franja de terreno con escasa actividad guerrillera.
El PCE creó en Francia una Comisión político-militar encargada de las guerrillas, de la que sería responsable militar Enrique Líster junto con Juan Modesto Guillote Formarían parte de la Comisión, Antonio Cordón como general jefe de la AFARE (Agrupación de Fuerzas Armadas de la República Española), el «general Luis» como responsable de los antiguos guerrilleros y el responsable militar del PSUC y experto en carros de combate, Ramón Soliva.
Dicha Comisión distribuye el territorio español en zonas de actuación, creándose las agrupaciones guerrilleras de Andalucía, Levante y Aragón, Extremadura, Centro, Extremadura-Córdoba, Galicia, Asturias y León, Santander y Cataluña. Asimismo, orientó parte de su trabajo a mejorar los sistemas de enlace, claves, organización y formación político-militar de los guerrilleros.
A lo largo y ancho de la piel de toro proliferaron cientos de partidas guerrilleras entre los años cuarenta y cinco y principios de los cincuenta. Sin embargo, no puede afirmarse que, en general, lograran el apoyo de la población. Una prueba de ello, primaria si se quiere pero definitoria, es el propio nombre con que se les conoce. La gente les llamó siempre «los maquis», un nombre foráneo precisamente en el país que ha exportado los términos de «guerrilla» y «guerrillero». Si la población no los reconocía como propios, todos sus esfuerzos eran baldíos, porque, como han dicho políticos revolucionarios, «los tanques, los cañones, la intendencia y los servicios de la información de la guerrilla son la población civil». Si ésta no colabora, la lucha del guerrillero está abocada al fracaso. Ciertamente, todos los guerrilleros pueden aportar ejemplos de gente que con ellos colaboró, pero son siempre minorías. Además, los guerrilleros actúan en zonas casi despobladas y sin verdadera incidencia en el conjunto del país, lo que unido a que los medios de comunicación no hablan de ellos o cuando lo hacen se les identifica llanamente con delincuentes comunes, nada tiene de extraño que mucha gente de las ciudades ni siquiera tenga conocimiento de la existencia de los maquis, al menos como luchadores por motivos políticos.
La mayor parte de las partidas de maquis actúan en las sierras, aunque se crean algunos grupos guerrilleros urbanos, que sólo tendrían relativa duración en Barcelona, ya que los restantes fueron muy pronto desarticulados. Entre los centenares de nombres de guerrilleros de estos años que podrían aportarse se citarán algunos de los más famosos: Ángel Fuertes Vidosa «Maestro Agüero» y «Antonio», Severo Eubel de la Paz, Francisco Bas Aguado «Pedro», Basiliso Serrano Valero «el Manco de la Pesquera», Doroteo Ibáñez Alconchel, Cristino García, José Vitini, «El Berrugas», Alfonso Ortiz Calero «Magro», Manuel Castro, Ramón Valledor, Manuel Díaz «Caxigal», Juan Fernández Ayala «Juanín», Antonio Espada, Antonio Bertrán «el Esquinazao», Joaquín Arasanz «Villacampa», Juan Antonio Cuadrado, Teresa Pla «La Pastora», Francisco Corredor «Pepe el Gafas», Francisco Rey Balvis «Moncho», José Muñoz Lozano «Roberto», José Gómez Galloso «López», Benigno Andrade «Foncellas», Gayoso, Seoane, Cecilio Martín Borja «Timochenko», Ramón Vía, Ángel Carrero, Pere Valverde, Manuel Ponte, Numen Mestres, Domingo Tellado Vázquez, y un largo etcétera.
En esta larga etapa será la Guardia Civil la que llevará el peso fundamental de la lucha contra los maquis. Según datos oficiales, la Benemérita tuvo 624 bajas, de las cuales 256 son muertos, frente a números muy reducidos del Ejército, Policía Armada y Cuerpo General de Policía. Siempre según tales datos oficiales, hasta 1952, en que se da por terminada oficialmente la guerrilla —aunque se verá que grupos aislados siguieron—, las bajas de los «bandoleros» fueron 5548, de ellas 2166 muertos y 3382 capturados o presentados. Todas estas cifras, sin embargo, hay que relativizarlas.
La persecución de los maquis adquiriría a menudo los caracteres del gato y el ratón. Gentes de zonas guerrilleras recuerdan que, a veces, estaban los maquis en un pueblo y se marchaban rápidamente al recibir aviso de que llegaba la Guardia Civil o el Ejército. Salían éstos del pueblo y media hora más tarde volvían a presentarse los maquis. Alberto Morales, hoy maestro y entonces un niño que residió en la zona de Benabarre, Pont de Montañana y otros pueblos de los límites de Cataluña y Aragón recuerda que habían llegado a familiarizarse de tal forma que «al igual que los niños juegan ahora a indios y vaqueros o policías y ladrones, nuestro juego era el de maquis y civiles». Francisco Morales, médico y padre del anterior, explica que en una ocasión fue a visitar a un paciente de una gran casa de campo en Monesma (Huesca). Le llevaron a la cocina, lo que le extrañó. Preguntó si pasaba algo y la dueña de la casa le dijo por lo bajo que en unas dependencias de la casa tenían a los maquis y en el comedor a la Guardia Civil.
Cambio de táctica
A pesar de que los comunistas se volcaron en la promoción de las guerrillas, muy pronto se dieron cuenta de la realidad del necesario apoyo popular, y en el Pleno del Comité Central del PCE celebrado el 5 de diciembre de 1945, Carrillo dijo que «España no podemos liberarla sólo con los guerrilleros. Para liberar España hace falta que la clase obrera, las masas campesinas, que todo nuestro pueblo luchen a su vez como luchan los guerrilleros».
Los hechos heroicos se multiplican en la vida durísima de estas partidas guerrilleras de las sierras españolas, pero la realidad evidente es que el Régimen español no cae, que las bases del sistema no se resquebrajan y que la Guerra Fría ayuda a su estabilidad. Por ello, en 1948, el PCE decide el llamado «cambio táctico», consistente en el abandono de la lucha de guerrillas y el olvido de la UGT, para integrarse en las organizaciones de masas, particularmente en los sindicatos verticales. Esta labor de penetración puede considerarse un antecedente de la táctica seguida años más tarde por Comisiones Obreras.
Quien sugirió al PCE el cambio táctico fue Stalin, en una recepción en Moscú a la que asistían altos cargos comunistas, entre ellos «Pasionaria» y Carrillo. Primero Stalin hizo sólo una insinuación en tal sentido, lo que levantó las iras de Dolores Ibárruri, que discutió ardientemente diciendo que ello significaba olvidar la sangre y el heroísmo de los luchadores. El zar soviético dijo que si no habían logrado derribar a Franco en épocas en que la situación era propicia, en aquellos momentos de la Guerra Fría en que el Régimen español gozaba del decidido apoyo americano ya no había posibilidad alguna de éxito por medio de la lucha guerrillera. Y recordó las fórmulas de Lenin de combinar la lucha clandestina con la legal.
De esta forma, el PCE dio órdenes a sus guerrilleros de que fueran desmantelando su organización y dieran por terminada aquella lucha. La mayor parte acatan la decisión, y bastantes emprenden la ruta en dirección hacia Francia. Otros, sin embargo, se niegan a desmilitarizarse y siguieron durante algunos años, aunque las partidas guerrilleras van languideciendo y algunas de ellas dan razón a sus detractores cuando les consideran simples bandoleros. El aislamiento de algunos de estos grupos, la necesidad imperiosa de conseguir alimentos… les hace cada vez más distantes de la población civil y sus métodos llegan a ser sanguinarios en determinados casos.
Hacia 1952, como se dijo antes, la importancia de la guerrilla es tan escasa que, oficialmente, el Régimen de Franco la da por terminada. Ello es cierto si se considera la actividad del maquis como articulada, pero algunos grupos siguen luchando, en especial los libertarios. Y precisamente entre éstos se encuentran algunos de los más famosos guerrilleros de la historia del maquis en España: nombres como los de «Quico». Sabaté, Facerías, Massana, «Caraquemada», «el Cubano», «Jimeno», incontrolados como «La Pastora» y otros durarían hasta entrados los años sesenta. En 1957 moriría Facerías por las balas de un policía armado, en 1960 caería el propio Quico Sabaté en Sant Celoni por los disparos de un somatenista. Teresa Pla «La Pastora», sería detenida en el verano de 1960 y ya había perdido algún tiempo antes a su compañero y jefe de la partida Francisco Serrano Iranzo en un intento de secuestro en Reguers (Tortosa). Ramón Vila Capdevila «Caraquemada», el último guerrillero catalán, moriría en 1963, pero aún tendría un superviviente importante a nivel español: el comunista gallego José Castro Rey «El Piloto», muerto en la primavera de 1964 en Belesar (Lugo), tras haber sido denunciado cuando acababa de regresar de Madrid a donde había ido para estudiar si sería posible relanzar la guerrilla urbana.
Sólo uno de los importantes guerrilleros anarquistas sobreviviría a la lucha: Massana, recientemente fallecido de muerte natural. «La Pastora», que era una «incontrolada» más que afiliada a grupos determinados, sigue hoy viviendo, tras ser condenada a la pena de muerte en febrero de 1961, que le fue luego conmutada.
La historia de muchos guerrilleros tiene un carácter épico, rayando en algunos casos en lo rocambolesco y casi legendario, como el caso de Sabaté. Realizarían las acciones más diversas, se escurrirían una y otra vez de los cercos que les tiende la Guardia Civil, dan muestras de una audacia e inteligencia extraordinarias, lo que da a su vida un carácter que supera lo novelesco. Otra cosa, ciertamente, es que fueran un peligro para el Régimen. La guerrilla sólo fue problema importante para el franquismo entre 1945 y 1947, aparte de la operación narrada en este libro. Los casos anteriores son anécdotas curiosas y sugestivas, pero con nula incidencia en el conjunto de la vida del país.
Globalmente, la acción guerrillera tendría una gran importancia, aunque sólo la operación «Reconquista de España», centro de este libro, tuviera espectacularidad. Tanto los que abandonaron la lucha para regresar a Francia como los que siguieron en España viendo cómo el maquis moría por inanición, son testigos de que, por la combinación de las circunstancias internacionales e internas, el intento de derribar el Régimen de Franco por las armas había sido un fracaso y, quizás, un error histórico.