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Franco: «España nunca ha sido fascista o nazi. Es una verdadera democracia».

El fracaso de la operación «Reconquista de España» da nueva fuerza al franquismo, que logra una cohesión de la que antes carecía. Además, Franco se ha dado cuenta de que, al menos mientras siga la Guerra Mundial, no hay peligro de que los aliados ataquen España.

Ante los éxitos aliados, el Régimen español se había distanciado progresivamente de las potencias del Eje, lo que había empezado tímidamente en 1942. El 12 de mayo de 1944, Franco había dicho en Alicante que «para nosotros son dos problemas distintos el de la lucha contra los bolcheviques y el de la pugna en Occidente de las naciones civilizadas». Hacia otoño de 1944, la propia Jefatura del Gobierno, sin contar con la Secretaría General de Falange, a cuyo frente estaba José Luis Arrese, envió comunicaciones a la prensa en el sentido de que adoptara posiciones más próximas a los aliados, y que incluso redujera sus ataques a la URSS.

Sin embargo, la más decisiva expresión del cambio cosmético que el Régimen quería imprimir, fueron las declaraciones que el propio general Franco formuló a primeros de noviembre de 1944, precisamente cuando acabaron los combates en Arán, a A. L. Bradford, director de Servicios Exteriores de la agencia de prensa norteamericana «United Press», la mayor del mundo en aquella época, que fueron distribuidas a todo el mundo y reproducidas total o parcialmente en docenas de periódicos de Estados Unidos y otros países americanos, e incluso en algunos europeos. La prensa española, sobre todo, las reproduciría en su integridad, y durante semanas se estuvieron difundiendo reacciones a dichas declaraciones —lógicamente todas favorables—, en las que Franco decía que «España nunca ha sido fascista o nazi, ni asociada —secretamente o de cualquier otra forma— a las potencias del Eje».

Otras ideas básicas expuestas por el Caudillo son las siguientes:

—«Desmintiendo supuestos compromisos de España con el Eje, en septiembre de 1939 España declaró y practicó la neutralidad; pero mucho más en julio de 1940, cuando los ejércitos alemanes llegaron a la frontera española ocupando Francia y este país quedó totalmente desarmado, España en lugar de aprovecharse de estas circunstancias y atacarla por la espalda… tuvo con el país vecino gestos amistosos, cuando podían ser fácilmente ocupados sus territorios por un ejército extranjero».

—«España no hubiera podido ser aliada de Alemania ni de cualquier otro país que no tuviese por guía los principios de la catolicidad».

—«No existe obstáculo alguno en el Régimen Interior de España para su colaboración con las principales potencias aliadas, pero, recíprocamente, no debe existir intervención alguna del exterior en los asuntos de las demás naciones».

—«La presencia de los voluntarios de la División Azul en el frente ruso nunca implicó idea alguna de agresión contra Rusia, siendo sólo un gesto para expresar la inalterable oposición de España al comunismo. Cuando el Gobierno español conoció que la presencia de estos voluntarios podía afectar sus relaciones con aquellos países aliados con los que sostenía relaciones amistosas, tomó las medidas para obligar a aquellos voluntarios a reintegrarse a la patria».

—«España ha entrado ahora en un período de pacificación interior. Centenares de miles de españoles que se encontraban en el extranjero han regresado ya a su patria, y espero que todos los demás, excepción hecha de los agitadores profesionales, vuelvan también a su país».

—«España no es una imitación de los regímenes fascista o nazi, o de cualquier otro sistema político extranjero, sino que en realidad es ya una democracia, y el Régimen estudia actualmente una forma definitiva de Gobierno para España. La victoria en la Guerra Civil no fue la de un partido, sino la de la inmensa multitud de los españoles, que ahora gobierna libremente el país».

—«Quien conozca a España sabe que la calumnia al suponerla capaz de vivir de la imitación de ninguna potencia extranjera. Perfectamente español es su sistema político presente. Sorprenderá a algunos, pero no a quienes conozcan el mundo hispanoamericano, donde experiencias parecidas han tenido y tienen lugar entre nuestros hermanos de raza, la afirmación de que España es una verdadera democracia. Y sin embargo, ésta es la realidad: democracia orgánica, donde la suma de voluntades individuales se manifiesta por caminos distintos de los ensayados en los tiempos pasados, pero pesando decisivamente en el Poder».

En estos mismos días la prensa española recuerda también las afirmaciones de Churchill en la Cámara de los Comunes en las que el Premier británico respondía a las acusaciones contra Franco diciendo: «Consideré siempre que España rindió entonces (se refiere al desembarco aliado en el norte de África en noviembre de 1942) un servicio a las Naciones Unidas». Churchill recordó en su discurso que en aquel momento había 600 aviones aliados en Gibraltar a la vista y el alcance de las baterías españolas, y terminaba diciendo que «los problemas españoles son asunto de los propios españoles», según la reproducción del discurso que apareció en «The Times».

En la prensa, el signo de la información ha cambiado. Se habla de los éxitos militares anglo-americanos contra los alemanes, aunque se hace hincapié en la resistencia germana frente a los soviéticos.

Ruptura con el Japón

Además de las palabras, el Régimen realizó determinados gestos de distanciamiento del Eje, o de lo que de él quedaba. Primero había retirado la División Azul y cortado el suministro de wolframio a Alemania, y más tarde un gesto menos conocido como el de la ruptura de las relaciones diplomáticas con el Japón a raíz de violencias de tropas niponas contra súbditos españoles en Filipinas.

En el plano interno del país se promulgaría unos meses más tarde el Fuero de los Españoles, recopilación de derechos que sería una de las Leyes Fundamentales del Estado. Esta ley fue aprobada el 30 de junio de 1945 y apareció en el BOE del 14 de julio.

No era el Fuero el primer cambio interno de importancia, puesto que las reformas se habían iniciado bastante antes. En primer lugar destaca la reducción de la represión, especialmente las condenas a muerte y subsiguientes ajusticiamientos. A partir de 1943 bajan en picado las ejecuciones de «rojos» que estaban detenidos. Como es obvio, la propaganda clandestina o del exilio negó tales hechos, pero las estadísticas serias lo demuestran. Obviamente, el franquismo no lo explicó, puesto que hacerlo significaba difundir que antes hubo muchos fusilamientos.

Para el último trimestre de 1944 se preparan unas elecciones sindicales que, a pesar de estar supercontroladas oficialmente, significan una tímida apertura respecto a los nombramientos «a dedo» anteriores. En «Pueblo», órgano del sindicato vertical, se dice que «las elecciones sindicales anunciadas para fecha próxima no deben ser interpretadas como una forzada concesión al ambiente, sino como el resultado de unas premisas que el Régimen puso sobre el orden económico social de la España salida del caos marxista. Nada tienen que ver con unas elecciones políticas a la antigua usanza… Por ello no cabrá en ellas el aparato de falsedad que viciaba el viejo sistema del sufragio. Nadie imagine que unas elecciones sindicales pueden trocarse en símbolo de una transición más o menos pronunciada».

Por abril de 1945 se habla de medidas parecidas a una amnistía, que los comunistas, por medio de sus órganos de propaganda, rechazan de inmediato. Se trata de la supresión de la Ley de Responsabilidades Políticas.

Y como un símbolo más del cambio que Franco intenta presentar ante el mundo victorioso de la Guerra Mundial, por decreto de 11 de septiembre de 1945 se deroga el saludo brazo en alto. En los motivos se alega que «circunstancias derivadas de la gran contienda han hecho que lo que es signo de amistad y cordialidad venga siendo interpretado torcidamente».

San Francisco y Postdamm

La conquista de Berlín por los soviéticos y el posterior fin de la Guerra Mundial en Europa serían de nuevo un torbellino en el seno del franquismo, a pesar de que los ejércitos aliados que habían derrotado a Alemania no tomaban el camino de Madrid.

Altos cargos falangistas, entre ellos el propio José Antonio Girón, se planteaban la creación de un «partido Laborista», la indumentaria falangista que era tan corriente ver en las calles de las ciudades —no sólo la camisa azul, sino sobre todo los uniformes negros de los jerarcas— desaparecieron como por encanto, algunos militares que habían formado parte de la División Azul quitaron de sus guerreras el escudo que les distinguía, y hasta algún director de cárcel intentaba estar a bien con los políticos recluidos en el propio centro penitenciario. Se vio que los camaleones no sólo existían en el campo, sino incluso en altas esferas de la Administración.

Sin embargo, los intentos de Franco de ofrecer ante los aliados un rostro más amable de su Régimen obtienen escaso éxito al terminar la Guerra Mundial, y la presión de aquellos países se incrementa, aunque no ejercen inicialmente acciones muy radicales contra el Gobierno español. En los Parlamentos de algunos países se votan mociones de repulsa al Régimen español, con lo que los respectivos Gobiernos tienen que actuar en consecuencia.

En el mes de junio de 1945 se celebra en San Francisco (California), la conferencia fundacional de las Naciones Unidas. En ella estuvieron presentes los republicanos españoles, pero Franco fue excluido.

Poco después, entre los días 17 de julio y 2 de agosto de 1945, los Tres Grandes (Estados Unidos, URSS y Gran Bretaña) se reúnen en Postdamm (Berlín) para proyectar el futuro de la ONU. A propuesta de la URSS hacen una declaración de principios contra el Régimen español. «Entre otras cosas dicen que “los tres gobiernos… apoyarán la petición de ingreso en la ONU de aquellos países que hayan permanecido neutrales durante la guerra y llenen las condiciones arriba indicadas”[17].

»Los tres gobiernos se sienten obligados, sin embargo, a aclarar que no favorecerán ninguna tentativa de ingreso presentada por el Gobierno español, el cual, habiendo sido fundado con el apoyo de las potencias del Eje y en vista de su origen, naturaleza, historial y asociación íntima con los Estados agresores, no posee las cualidades necesarias para justificar su ingreso».

La reacción del Gobierno español no se hizo esperar, aunque su proyección apenas superaría el estrecho marco de las fronteras españolas. «Ante la insólita alusión a España que se contiene en el comunicado de la conferencia de los “tres” en Postdamm, el Estado español rechaza, por arbitrarios e injustos, aquellos conceptos que le afectan y los considera consecuencia del falso clima creado por las campañas calumniosas de los rojos expatriados y sus afines en el extranjero», dice una nota oficial.

La misma nota añade que el Gobierno español no quiso exteriorizar anteriormente protestas en relación con la conferencia de San Francisco «pero al ser hoy tan injustamente aludida, se ve obligada a declarar que ni mendiga puesto en las conferencias internacionales ni aceptaría el que no estuviese en relación con su Historia, su población, sus servicios a la paz y a la cultura». Tras señalar que hechos similares habían hecho que, durante la Monarquía, España abandonara la Sociedad de Naciones, añade que «España, una vez más, proclama su espíritu pacífico, su buena voluntad hacia todos los pueblos y confía en que, serenadas las pasiones que la guerra y la propaganda exacerbaron, se revisarán los excesos de esta hora, y, desde dentro o desde fuera, seguirá colaborando a la obra de la paz, para lo cual constituye destacada ejecutoria el haber permanecido neutral, libre e independiente en las dos guerras más grandes y terribles que ha registrado la Historia».

El pretendiente don Juan también juega

Pero las tribulaciones de Franco no sólo venían derivadas de las grandes potencias vencedoras en el conflicto mundial, ni de la difícil situación económica por la que atraviesa el país, ni siquiera del movimiento guerrillero. Desde otro frente, el heredero de la Corona, don Juan, también maniobra, en un intento de ocupar el trono.

Muy ligado al tema guerrillero que ocupa el centro de este estudio, don Juan decía en una carta de fecha 23 de noviembre de 1944 al general Kindelán que «no ignoro que ante las maquinaciones de los vencidos en la Guerra Civil y la campaña de prensa mundial que empieza a apuntarse son muchos los elementos conservadores y monarquizantes que, en un instintivo gesto de defensa propia, se han agrupado en torno a los actuales detentadores del poder, no obstante su antipatía hacia ellos, dispuestos a morir matando antes que consentir que pacíficamente vuelvan los extremistas a adueñarse del poder. Pero esta reacción, en cierto modo explicable pero a la larga equivocada y funesta, está abocada a los peores resultados. Un medio único tiene aún España para salvaguardar los intereses fundamentales de la Cruzada, y, al mismo tiempo, contar con el necesario respeto de algunas naciones interesadas en que nuestra Patria no sea, en manos del Frente Popular, una colonia de Rusia, pero igualmente, y aún más, interesadas en exterminar cuanto suponga recuerdo del totalitarismo fascista. Y este remedio único lo constituye la Restauración de la Monarquía».

Don Juan dice en otro lugar de su carta que «en tal estado de cosas y ante el peligro de seguir callados o inactivos los monárquicos españoles, al producirse el derrumbamiento de Franco y su Régimen, sólo se presenta viable ante el mando la vuelta de los republicanos, que por muy moderados que algunos se propugnen ser no constituirán sino la antesala del extremismo anarquista». El pretendiente anuncia que va a escribir a Franco y pedirle que deje el Poder, y pedirá a los monárquicos que rompan todo contacto con él si no lo hace.

En otra carta de fecha 10 de febrero de 1945, vuelve don Juan a expresar su preocupación por la posible ocupación del poder por los republicanos. Entre otras cosas dice:

  1. Franco se ha fortalecido en el interior por la reacción operada últimamente entre las masas de derechas ante el riesgo de la vuelta triunfante de los vencidos de la Guerra Civil. En el momento actual estimo antipatriótica toda actuación conspiratoria o sediciosa que, debilitando el bloque de orden o la unidad del Ejército, pudiera facilitar la vuelta de los rojos.
  2. No obstante el actual fortalecimiento interior, Franco y su Régimen caerán irremisiblemente en plazo no lejano, arrastrados, sobre todo, por el ambiente mundial que prestará su ayuda a los republicanos españoles tanto del exterior como del interior.
  3. Los intereses del Imperio Británico y de Estados Unidos están en pugna con el establecimiento en la Península Ibérica de un régimen extremista obediente a los consejos de Moscú. Esta hostilidad anglosajona no es capaz, sin embargo, de salvar al Régimen de Franco, por estar decididos los ambientes populares (que a la larga se impondrán en los parlamentos) a que desaparezca el régimen fascista que Franco creó a imagen y semejanza de los regímenes italiano y alemán… Este dictador, este régimen, querámoslo o no, está inexorablemente abocado —de cegarse en su voluntad de persistir a todo trance— a ser derribado entre convulsiones gravísimas, en beneficio de los elementos del desorden.

Más adelante dice que «la Monarquía será tanto más viable cuanto más contraria sea al Régimen del general Franco… Si ante la crisis inminente que sobre España se cierne no se contase con la solución monárquica, insolidaria y contraria a la Falange, los herederos forzosos del régimen actual serán los rojos», y termina diciendo que «los Estados anglosajones verán en la Monarquía un régimen que imposibilita que el comunismo se establezca en el Estrecho de Gibraltar y que al mismo tiempo descarta a un régimen fascista y a un gobernante incompatible con la significación de la victoria aliada».

Pero a las cartas privadas seguiría un manifiesto público del heredero de la Corona el día 19 de marzo de 1945, y en términos nada elogiosos para Franco, dice «… requiero solemnemente al general Franco para que reconociendo el fracaso de su concepción totalitaria del Estado, abandone el poder y dé libre paso a la restauración del régimen tradicional de España, único capaz de garantizar la religión, el orden y la libertad».

«Hoy, pasados seis años desde que finalizó la Guerra Civil, el régimen implantado por el general Franco, inspirado desde el principio en los sistemas totalitarios de las potencias del Eje, tan contrario al carácter y a la tradición de nuestro pueblo, es fundamentalmente incompatible con las circunstancias que la guerra presente está creando en el mundo. La política exterior seguida por el Régimen compromete el porvenir de la nación».

Añade que “sólo la Monarquía tradicional puede ser instrumento de paz y de concordia para reconciliar a los españoles”. Y termina citando como acciones primordiales a realizar: aprobación de una Constitución por votación popular, reconocimiento de los derechos y libertades de la persona humana y garantía de las libertades políticas; establecimiento de una Asamblea Legislativa elegida por la nación; reconocimiento de la diversidad regional; amplia amnistía política; una más justa distribución de la riqueza y supresión de injustos contrastes sociales».

Franco y don Juan mantendrán una correspondencia a menudo tensa, pero el Jefe del Estado español no entrará en polémicas públicas con el pretendiente. Sin embargo, aparte de mover los hilos de la alta política, entre los franquistas existe un rechazo claro de don Juan. Y no sólo entre los falangistas, contrarios por principio a la Monarquía, sino también en otros sectores. Por ejemplo, según confirmaron al autor de este libro varios exguardias civiles, entre los miembros de la Benemérita se comentaba, y era creencia generalizada, que en estos años quien promovía y financiaba la actividad de los maquis eran don Juan. Obviamente, no era cierto.

Cierre de la frontera española

La presión internacional sobre el Régimen español alcanzaría su punto culminante en el primer trimestre de 1946, a raíz del fusilamiento por parte de Franco de Cristino García y otros nueve antifranquistas. Hubo protesta de la Asamblea Nacional francesa dado que Cristino García era considerado como héroe nacional de la Resistencia, del que ya se dijo que mandó la Brigada 21 en el departamento del Tarn, y luego una de las divisiones guerrilleras. Había venido a España y formado guerrilla urbana en Madrid. Tras ser detenido y juzgado en consejo de guerra fue condenado a muerte.

Ante tal situación, Francia decreta a finales de febrero de 1946, con efectividad el 1 de marzo, el cierre de la frontera española, mientras en el país vecino se difunde una fuerte campaña antifranquista, que es avivada por los exiliados y la izquierda francesa. La tensión entre Francia y España subió de tono, y ante el peligro que representaba de conflicto internacional, a iniciativa de Gran Bretaña se celebra una reunión de la que sale una declaración conjunta de Inglaterra, Estados Unidos y Francia, en la que se condena al Régimen español, pero al propio tiempo se deja claro que las grandes potencias no intervendrán militarmente en España. Entretanto, en Francia se había formado el Gobierno español en el exilio, el Partido Comunista de España se había retirado de Unión Nacional —lo que significaba la disolución de esta plataforma política— y había ingresado en la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, que resultó también un fracaso.

Vendría luego la expulsión de España de las agencias internacionales y, finalmente, la retirada de embajadores. A la condena de la ONU se respondería con la gran manifestación organizada desde arriba en apoyo al Caudillo en la Plaza de Oriente de Madrid, en la que una ingeniosa pancarta —«si ellos tienen ONU nosotros tenemos DOS»— pasará a los anales.

Muy pronto llegaría la Guerra Fría, que aportaría un poco de calor de los países occidentales hacia el régimen del general Franco, en base a su probado y explícito anticomunismo. Volverían los embajadores y, en 1953, el proceso había cambiado completamente de signo con la firma del Concordato con la Santa Sede y el acuerdo con Estados Unidos. Al mismo tiempo, el país salía de la agobiante miseria económica anterior. El franquismo se había salvado y duraría hasta la muerte del general Franco.

La confidencia de Martínez Barrio

Tiempo después de terminada la Guerra Mundial, los políticos españoles que habían pasado estos primeros años de exilio en México regresaron a Francia. Entretanto, se habían celebrado las conferencias de San Francisco y de Postdamm.

Uno de los políticos que regresó a París fue el presidente de la República en el exilio, Diego Martínez Barrio. A través de una criada española de la casa, que tenía profunda amistad con Mamés Garfias, éste fue presentado al presidente de la República, que deseaba hablar con españoles que hubieran pasado la Guerra Mundial en Francia y conocer la lucha que habían desarrollado contra los alemanes.

«Yo —explica Mames Garfias— le dije durante las entrevistas que con él tuve, que estábamos descontentos de los dirigentes políticos españoles porque se habían marchado a América dejando tirada a la gente que se había exiliado de España. Él lo comprendió. Luego me explicó sus criterios y deseos sobre el futuro de España. Una de las cosas que más me llamó la atención fue la valoración de la actuación de los republicanos españoles en la Conferencia de San Francisco y en otras reuniones con los aliados. Dijo una cosa que ya sabía, que los partidos españoles estaban muy divididos, pero añadió: “El partido que presentaba sus cartas más fuertes era el PCE. Los comunistas querían que cuando se formara un Gobierno de unidad ellos dispusieran de la presidencia de la República o de la Jefatura del Gobierno, así como de las carteras más importantes. Como no había manera de ponerse de acuerdo, los aliados nos dijeron que cuando nosotros nos arregláramos internamente sería cuando ellos nos ayudarían. Mientras tanto, se olvidaban de nosotros”».

Y Mamés Garfias añade: «El señor Martínez Barrio dijo: Si Carrillo y los comunistas, fieles seguidores de Stalin, se hubieran conformado con menos y no hubieran querido ser los prepotentes, quizás hubiéramos acabado con el franquismo».