Últimos restos de la guerrilla y «operaciones de limpieza».
«Encontramos el cuerpo mutilado de un maqui, muerto varios días antes. Estaba comido por los perros cimarrones y otras alimañas del campo. En sus ropas se le encontró un diario, en el que había ido anotando las incidencias por las que habían pasado en aquellas semanas que llevaban en España. En la redacción se delataba un tema casi exclusivo: el hambre que pasaban. Este guerrillero, con los demás de su grupo, había ido a una masía en busca de comida, pero allí se encontraron con la Guardia Civil que los recibió a tiros. Resultó herido y, en su huida, se cayó en un barranco y allí murió. Se dio la paradoja de que su obsesión era él conseguir comida y acabó él siendo pasto de los animales».
Quien esto narra es un general retirado del Ejército de Franco, entonces comandante en las unidades que participaron en la represión del maquis que entró en España. Es un ejemplo de la tragedia de muchos guerrilleros que quedaron aislados lejos de la frontera, cuando se había retirado el grueso de la guerrilla que había entrado por el Valle de Arán y otras unidades grandes. Perdidos por montes nevados, hambrientos y acosados por las patrullas que rastrean ininterrumpidamente el terreno, muchas de estas partidas guerrilleras vivirían un calvario. Un paisano de La Pobla de Roda (Huesca), José Rami, que conoció a unos grupos que permanecieron en esta época en la zona del Alto Ribagorza, no se cansa de repetir «qué triste era la vida de aquella pobre gente». Alberto Morales, entonces un niño, hijo de un médico que atendía varios pueblos situados en el límite de Cataluña y Aragón, recuerda que habló en varias ocasiones con los maquis. «El jefe de la partida que por allí operaba era médico de profesión, como mi padre, y por ello me habló en varias ocasiones. Me decía, lamentándose, que cuando yo fuera mayor no siguiera una vida desarraigada y huidiza como la que tenían que llevar ellos. También me decía que se acordaba mucho de su familia».
La actuación de las tropas de Franco es dura, ya que se les imponen operaciones de rastreo en zonas nevadas o muy frías, abruptas y a menudo con espesa vegetación, pero la peor parte corresponde ya a los maquis. Antonio López Camacho, capitán guerrillero, hace una confesión: «Llevábamos meses deambulando de un lugar a otro y, al final, éramos más gángsters que guerrilleros, íbamos a las casas en busca de comida y si no nos la daban amenazábamos con las armas».
Dispersión
En el capítulo anterior se explicaron algunos de los hechos sucedidos a los grupos que habían entrado en España, muchos de los cuales fueron perseguidos durante meses, mientras sólo unos pocos lograron pasar hacia el interior del país. Se dio la circunstancia de que el núcleo central de la guerrilla pudo replegarse con pocas pérdidas, mientras que los que participaban en acciones secundarias serían quienes sufrieran el zarpazo derivado del fracaso de la operación.
Entre estas últimas unidades se encontraban parte de las cuatro brigadas que habían actuado en las comarcas vecinas al Valle de Arán, desparramadas por los valles y montañas situados al sur del túnel de Viella y del Puerto de la Bonaigua. Al retirarse el grueso de la guerrilla habían quedado descolgadas, y, lo que era más grave, con una gran acumulación de fuerzas del Ejército a sus espaldas, lo que prácticamente imposibilitaba su retorno a Francia por las mismas rutas por las que habían entrado. Entonces muchos intentan regresar dando un rodeo y cruzando los Pirineos aragoneses. Aunque éstos están también muy vigilados, no se produce la masiva concentración de tropas del Pirineo catalán. Ésta es la causa de que una parte muy importante de lo que pueden considerarse «operaciones de limpieza» del Ejército, Guardia Civil y Policía Armada tenga lugar en el extremo nororiental de Aragón, porque en él se concentran tanto guerrilleros que habían pasado por Cataluña como por Aragón.
A pesar de que la gran invasión guerrillera ha fracasado, a la zona pirenaica siguen llegando tropas, como el caso del Regimiento Alcántara 133, desdoblado del 33, que guarneció la zona que va del túnel de Viella a Pont de Suert y Bohí. Era una de las unidades formadas básicamente por exsoldados republicanos de la Guerra Civil, como explica José María Pérez Molinos, militante del PSUC durante la contienda y en 1944 soldado encuadrado en dicho regimiento.
En esta última fase de la invasión guerrillera una característica básica es que caen muchos maquis prisioneros, menudean los heridos y hay pocos muertos. Abundan los guerrilleros que se entregan, en muchos casos sin lucha, simplemente cuando se ven acorralados o tienen problemas que les parecen insuperables. «Hacía falta una ilusión de combate de la que muchos carecían —dice el capitán guerrillero Antonio Campos—. Muchos habían venido a España sólo por disciplina y los que no estaban muy concienciados se desmoralizaron al ver que lo que se les había presentado como un paseo triunfal era cualquier cosa menos esto». Antonio de la Cuadra, paisano de la comarca del Ribagorzana, que habló en varias ocasiones con los maquis dice que «al final daba compasión verles. Los campesinos no les hacían caso, pasaban penalidades y te dabas cuenta de que venían engañados desde Francia, pensando que encontrarían otro panorama». En tal situación, muchos guerrilleros se quitaban el gorro e insignias, dejaban escondidas las armas e iban a los pueblos o masías en busca de comida. Bastantes ya no volvían con sus compañeros, ya fuera porque los detenían cuando las fuerzas de orden público les pedían la documentación, ya porque se entregaban espontáneamente una vez desconectados de sus oficiales. Son muchos los guerrilleros que cuentan cómo se quedaron en una paridera o en el monte a la espera de sus compañeros que habían ido a buscar comida. Ya no retornaron, pero semanas más tarde se encontraron todos de nuevo en la cárcel. La presentación espontánea de algún guerrillero a la Guardia Civil o la Policía Armada se había producido desde el primer momento, pero no en la proporción de la etapa final. Junto a la caída de la moral de la guerrilla se produce una euforia en el Ejército y FOP gubernamentales, que se saben ya ganadores de la contienda.
Durante todo el mes de noviembre y primeros de diciembre se van produciendo, en la provincia de Lérida, detenciones de grupos aislados, casi siempre poco numerosos, y en algunos casos formados por uno o dos guerrilleros solamente, pero el día 27 de octubre, en Toralla, fue apresada la plana mayor de una brigada y el 1 de noviembre ocurre lo propio en Pobla de Segur.
También en Pobla de Segur caen varios enlaces el día 13 de noviembre, a los que seguirían dos días más tarde un grupo de once guerrilleros en Bellmunt. En Les Borges Blanques fue detenida el día 16 la guerrillera «Ramona» y otro maqui, que habían participado en la captura de oficiales de la que se habló.
En los informes de la Guardia Civil de estas semanas figuran detenciones en poblaciones como Os de Balaguer, Balaguer, Pont de Suert, Viu de Llevata, Alpicat, Ivars d’Urgell, Almacelles, zonas rurales de la cuenca del Noguera-Ribagorzana y otras. Entre los días 5 y 7 de diciembre fueron detenidos en diversas partes de la provincia de Lérida un total de 18 guerrilleros.
También por la provincia de Barcelona se encuentran varios grupos de guerrilleros, de algunos de los cuales ya se habló. Pero quizás el hecho más dramático y lamentable tendría lugar hacia las 8 de la mañana del día 7 de diciembre de 1944 en la denominada casa Borrell, una masía semiderruida del término municipal de Sant Mateu de Bages. Lo narran testigos presenciales, paisanos de dicho término municipal que acompañaron a la Guardia Civil. «Al mando de un sargento llegaron fuerzas de la Guardia Civil acompañadas de algunos paisanos de Suria. Pidieron se les indicara el camino para poder llegar a la casa Borrell, en la que sabían que estaban los maquis. Se les acompañó para indicarles el camino. Había un maqui de guardia, pero no se dio cuenta de que llegaban sus enemigos hasta que estuvieron muy cerca, con lo que marchó corriendo sin poder avisar a sus compañeros. Se rodeó la casa y bloquearon las dos puertas de salida. El sargento que mandaba la Guardia Civil forzó una puerta y entró dentro intentando disparar pero se le encasquilló el naranjero y volvió a salir corriendo. Los sorprendidos maquis se aprestaron a la defensa y se produjo un ligero tiroteo, pero cuando vieron que no tenían salida se rindieron. Eran nueve maquis. El sargento de la Guardia Civil entró en la casa y miró si quedaba alguno. Acto seguido salió y los puso a los nueve junto a la pared y con su propio naranjero, él solo, los mató a los nueve. Acto seguido fue pegando tiros de gracia a la cabeza de cada uno de los maquis muertos o moribundos. Y aún luego les tocaba el pulso para comprobar si estaban muertos. Y decía que él mataba con más facilidad a un hombre que a una mosca. Nos quedamos estupefactos. Nosotros teníamos el criterio de que los maquis eran unos bandoleros, pero pensábamos que los detendrían y los llevarían a la cárcel, en modo alguno que se habría producido una matanza como aquélla». Gente del pueblo dice que aquellos maquis hacía algunas semanas que estaban por allí, que no habían hecho daño a nadie y que iban a las casas de campo en busca de comida, pero la pagaban en pesetas religiosamente, incluso a precio de estraperlo, por propia voluntad, no porque los payeses se lo pidieran.
Algunas unidades del Régimen de Franco no hacían prisioneros. Tampoco muchos maquis se querían dejar coger, y algunos se suicidaron antes de ser capturados, como confirman paisanos y guardias civiles de diversas zonas.
Por tierras de Aragón
Pero si importantes eran las operaciones de limpieza en las comarcas catalanas, tanto o más lo son en Aragón, en especial en la provincia de Huesca. En ésta quedan numerosos restos de las brigadas que han pasado por esta zona, más otros que han entrado por la frontera franco-leridana.
Es digno de mención que parte de la persecución es realizada por los moros del Tabor de Regulares, que ha pasado de tierras catalanas a aragonesas.
La Guardia Civil de Monzón, en colaboración con la de otros pueblos vecinos y falangistas armados, consiguió el 11 de noviembre dar muerte a cuatro guerrilleros y capturar a otros dos heridos graves en una caseta de Esplus. Entre los muertos se encontraban un capitán y un teniente guerrilleros y entre los heridos un soldado que días antes había caído prisionero de los maquis y se había unido a ellos. En las proximidades del lugar los guardias detuvieron a otro guerrillero herido.
El 16 de noviembre se produciría en la zona de Blecua una larga persecución de un grupo muy numeroso de maquis, que la Guardia Civil cifra entre 100 y 150 y que se dispersaron en los tiroteos, pero dejaron abandonados municiones, macutos, cartuchos de dinamita, propaganda e impedimenta, aunque ninguno de ellos resultó muerto o capturado. Por el contrario, resultó muerto por los maquis un vecino de Blecua que colaboraba con la Guardia Civil como práctico del terreno. En los días posteriores seguiría la persecución, logrando los guerrilleros internarse en la Sierra de Alcubierre. Por otra parte, la Guardia Civil de Broto, en colaboración con la de Yebra de Basa, capturó cuatro guerrilleros y dio muerte a otro.
Sin embargo, una de las actuaciones más comentadas de la Guardia Civil en la provincia de Huesca en estas semanas la constituyó la producida el 21 de noviembre en San Julián de Basa, y que narra el teniente coronel de la Guardia Civil Aguado Sánchez. «Al regresar a su base, la Guardia Civil recibe la confidencia de que en San Julián de Basa se encuentra un grupo constituido por 26 maquis. El cabo de la Guardia Civil, sólo dispone de cinco guardias y dos falangistas. Con ellos se dirige a San Julián. Los maquis tienen establecido un servicio de observación a la entrada de la aldea. Los guardias son prontamente divisados. Empieza el tiroteo. Son las dos de la tarde. El cabo considera oportuno dar un rodeo. Dispone así una emboscada ocupando el punto por donde habían de pasar, una vez se dispusieran a abandonar la aldea. Para las cuatro de la tarde sólo quedaba aguardar el paso de la partida. Cuando los maquis están a unos 100 metros comienza el fuego. Los maquis se defienden tenazmente durante más de una hora. La superioridad numérica de éstos obliga a que el resultado de la refriega se incline a su favor. Pronto se hará de noche. El cabo de la Guardia Civil comprueba que a sus hombres les quedan pocas municiones. La situación, debida a los escasos hombres que manda, se le muestra muy crítica. Pero tiene una feliz ocurrencia: comienza en voz alta a dar voces de mando a hipotéticas unidades de asalto que tan sólo existen en su imaginación.
»Las órdenes de avance son conminatorias. Tienen toda la intensidad y convicción suficientes para que los maquis, presos del pánico, se crean cercados por enemigo muy superior y acepten la rendición. Luego arrojan las armas. Fueron recogidos dos muertos y cinco heridos, de éstos dos con graduación de teniente. Entre los quince prisioneros había uno con graduación de capitán, dos con la de teniente y dos con la de sargento. Por parte de la fuerza represora no hubo bajas. Al día siguiente se hicieron reconocimientos por las inmediaciones para localizar los que habían logrado escapar. Pudo saberse que en la aldea de Fanlillo dos maquis heridos habíanse presentado para ser curados».
Como antes se dijo, el Tabor de Regulares, que había pasado a la provincia de Huesca perseguía también a los guerrilleros, logrando detener a bastantes de ellos. Ahora es un guerrillero de la Tercera Brigada quien narra su detención. Se trata del teniente Felipe Molero: «Nosotros dejamos las tierras leridanas y pasamos a Aragón. Estuvimos cerca de Graus, y finalmente los moros nos detuvieron en un barranco de Cuatrecols, de noche, cuando íbamos a comer cerca de una casa de campo. Quien nos capturó fue la compañía de Ametralladoras del Tabor de Regulares, que mandaba el capitán Contreras. Quiero rendir un homenaje a este capitán, porque nos salvó la vida. En el momento de la captura, los moros se abalanzaron sobre nosotros, quitándonos la manta, botas, relojes…, y el capitán del Ejército, con un palo que encontró por allí, empezó a golpear a los moros y les ordenó que respetaran a los prisioneros. Nos llevaron con ellos tres días atados mientras seguían la persecución de otros grupos, hasta que nos depositaron en Peralta de la Sal, y de allí a Binéfar, Lérida y Zaragoza. Cuando nos encontramos con otras unidades del Ejército todos se maravillaban de que los prisioneros siguiéramos con vida, ya que pocos de los que caían en manos de los moros lo contaban. Pero la respuesta siempre era que como aquella unidad la mandaba el capitán Contreras, no dejaba que se hiciera daño alguno a los prisioneros».
Provincia de Zaragoza
Más al Sur, en la provincia de Zaragoza, también se producen casi a diario enfrentamientos entre maquis y fuerzas gubernamentales, en especial con unidades de la Guardia Civil. Pero ahí son mucho más atomizados los grupos guerrilleros, que a veces constan sólo de dos hombres. Pequeñas partidas logran salvar el Ebro internándose en diversas partes de la Cordillera Ibérica y siguen hasta el Maestrazgo y otras zonas de Levante, llegando a veces hasta Andalucía. Algunos de ellos colaboran con partidas guerrilleras locales o llegadas de Francia meses antes y permanecerían luchando en la zona durante varios años. El más famoso de esta zona sería el del «Maestro Agüero». (Ángel Fuertes Vidosa), que causará bastantes bajas a la Guardia Civil, aunque también es cierto que ésta atribuye a los guerrilleros de Agüero acciones que en realidad fueron realizadas por partidas de maquis que iban de paso hacia el sur.
Entre los combates de la provincia de Zaragoza en estas semanas de noviembre y diciembre de 1944 destaca el producido el 7 de noviembre en Castejón de Valdejasa, en que mueren dos maquis y el cabo que manda la patrulla de la Benemérita. En los partes de la Guardia Civil aparecen en estas semanas los nombres de pueblos como El Frago, Uncastillo, Longas, Biel, Undués-Pintano, Luna, Murillo de Gallego, Leciñena, Villafranca de Ebro, Zuera, Ores, y muchos otros, incluso algunos próximos a Zaragoza, en los que se producen detenciones, persecuciones o acciones del maquis. Estas últimas, sin embargo, son casi siempre de signo muy menor, limitadas a exigencia de comida.
También en el seno de algunos grupos guerrilleros hay enfrentamientos, ya que existen discrepancias sobre cómo actuar. Se dieron casos de algún guerrillero muerto por sus propios compañeros cuando se enfrentaban por querer regresar a Francia unos y seguir adelante otros. Sin embargo, en la mayor parte de los casos las discrepancias se resolvieron democráticamente y los que quisieron seguir lo hicieron y quienes deseaban volver a Francia dieron media vuelta. Por ejemplo, el capitán guerrillero Pedro Vicente narra lo ocurrido en un batallón de la Brigada 21: «Por medio de unos campesinos y maestros nos enteramos de que se había producido la retirada del Valle de Arán y nos planteamos democráticamente la solución a adoptar. Algunos queríamos penetrar y convertirnos en partidas guerrilleras, pero la mayoría quiso regresar a Francia y dijeron que si nosotros, los jefes de la unidad, les habíamos embarcado en la aventura, también nosotros debíamos devolverlos a Francia. Nos subdividimos en tres grupos de una veintena y logramos regresar, no sin mantener algunos tiroteos con las Fuerzas de Orden Público y fracasar en dos intentos de cruzar la frontera. Al tercero, guiados por un campesino al que dimos todo el dinero que nos quedaba, logramos pasar».
Algunos de los grupos guerrilleros llegados de Francia se quedaron también por la parte del Alto Aragón, al menos durante el invierno 1944-45. Sin embargo, la población civil intuye claramente que los maquis no tienen futuro cuando los ven huir intentando evitar la omnipresencia del Ejército y las Fuerzas de Orden Público.
Rescate de unidades
Desde Francia, la Agrupación de Guerrilleros españoles poco puede hacer para salvar a los guerrilleros que deambulan sin rumbo fijo por tierras españolas intentando escapar de la persecución. Además, las organizaciones del PCE y Unión Nacional han cambiado de planes de penetración en España dando fin a entradas masivas.
Sin embargo, se produjeron algunos intentos de «rescatar» alguna de las unidades guerrilleras del territorio español. En varios casos se enviaron enlaces para avisarles y ordenarles la retirada, y en alguna ocasión aislada fue un grupo guerrillero el que acudió para rescatar a aquéllos. Éste es el que describe Juan Cánovas, que formaba parte de unidades denominadas «compañías de paso de frontera», cuyo objetivo no era tanto el de realizar acciones militares directas contra el territorio español como el de apoyar a otras unidades, rescatar grupos que se habían perdido, conducir prisioneros a Francia…
«Mi compañía, en la que estábamos unos 30 hombres, tenía su base en Oloron. Fue encargada de ir a recoger fuerzas de una brigada que habían quedado detenidas a orillas del río Gallego. Esta unidad se creía cercada por las tropas de Franco aunque en realidad no lo estaba, y carecía de guías para volver a cruzar los Pirineos. En esta situación de aislamiento el miedo hace estragos y no se movían de allí. Cuando nosotros llegamos para recogerles llevaban una semana en el mismo lugar, habiendo comido sólo manzanas silvestres», explica Cánovas.
Cuando esta compañía de paso de frontera entraba en España, sostuvo un combate con fuerzas de la Policía Armada, a las que hizo un prisionero. Lo llevaron a Francia y se lo quedó como ayudante el jefe de la división guerrillera, José Vitini Flores.
Ciertamente, no todos los guerrilleros debieron huir de forma tan apresurada. Una de las escasas excepciones pudo ser la partida que operó en la zona de Vilas de Turbón (Huesca). Cuando decidieron marchar fueron a despedirse del alcalde franquista del pueblo, con quien habían convivido cordialmente en aquellas semanas.