Combates desde el Bidasoa al cabo de Creus, con dureza especial en el Roncal
A lo largo de todo el Pirineo, desde el Bidasoa al cabo de Creus, apenas hubo valles por los que los guerrilleros no intentaran pasar hacia España en los meses de septiembre a noviembre de 1944.
Quizá por dedicarse sustancialmente a lo que ocurrió en el interior de España —con varios años de lucha—, la mayor parte de historiadores del maquis en nuestro país dedican escasas referencias a las acciones pirenaicas, incluida la gran operación del Valle de Arán. Sólo un sector de esta gran cadena montañosa, el Roncal, se escapa del olvido general, hasta el punto de que algunos llegaron a creer que la acción pirenaica principal del maquis se produjo en esta zona. Se ha escrito que los maquis pretendían conquistar un amplio territorio a caballo de Aragón, Navarra, Guipúzcoa e incluso la Rioja, y que querían llegar al Ebro para establecer allí una línea defensiva usando esta barrera natural. Incluso se ha llegado a decir que la operación del Valle de Arán se montó precipitadamente al fracasar la de Navarra cuando en realidad se preparaba desde bastante antes.
Todo ello es erróneo. Por muchos valles del Pirineo penetraron guerrilleros, pero sólo en Aran se pretende ocupar un territorio y establecer una cabeza de puente o zona liberada. En el resto penetran partidas —que en muchos casos son brigadas completas que oscilan entre 200 y 400 hombres— con el objetivo de llegar al interior de España. Algunos, ciertamente, quieren llegar al Ebro, pero otros piensan en Sierra Morena, o el Maestrazgo, Albarracín y Asturias, Madrid y Cantabria… Los hay que ni siquiera se plantean un lugar concreto, sino sólo «el interior», hasta donde se pueda. El mando guerrillero cometió errores de bulto, pero no llegó al extremo de pretender conquistar regiones enteras con un millar de hombres.
En los planes del Estado Mayor de la Agrupación de Guerrilleros españoles, en Montrejeau, se establece que, en paralelo a la operación central en el Valle de Arán, que realizará la División 204, por todo el resto del Pirineo crucen la frontera otras muchas brigadas de otras divisiones guerrilleras para conseguir, de una parte, la dispersión de las fuerzas de Franco, y de otra, penetrar hacia todos los rincones de España para crear núcleos de resistencia o enlazar con los grupos guerrilleros locales para ayudar a la insurrección nacional. Un ejemplo del intento de crear tales guerrillas lo constituye el hecho frecuente de que toda la partida está formada por maquis oriundos de la misma región española (andaluces, catalanes, extremeños…). Esto sorprende a veces a los guardias civiles o soldados que les hacen prisioneros, pero no es fruto de la casualidad. Está previsto por el mando guerrillero que se dirijan a su tierra de origen para crear o colaborar con la guerrilla. Allí pueden mezclarse con los paisanos sin llamar la atención porque conocen el idioma o variante dialectal, las costumbres, y en algunos casos el territorio o personas que les puedan apoyar.
El hecho mismo de que las entradas guerrilleras sean sucesivas, pocas veces simultáneas, y que las partidas grandes se vayan subdividiendo en pequeños grupos y no se afinquen en el terreno son muestras de que no se desea ocupar un territorio sino penetrar hacia el interior y mantener en jaque al adversario. Las propias brigadas que entran por Navarra y Aragón desconocen que es parte fundamental de su misión la atracción de tropas enemigas para evitar que éstas se concentren en Aran. Creen que es objetivo de todas las unidades penetrar hacia el interior.
Precisado que desde el punto de vista político-militar de la guerrilla la acción del Roncal no se diferencia sustancialmente de la de otras zonas, sí reúne algunas características importantes que justifican su atención. En primer lugar, es en la zona Navarra donde tienen lugar algunas de las primeras penetraciones de brigadas completas, los combates en la zona son de los más encarnizados —en muchos casos más que en Aran— y donde el dispositivo antiguerrillero del franquismo es más eficaz por lograr la colaboración organizada, en muchos casos entusiasta, de la población civil. Y junto a todo ello, lo que atrajo mayor atención, incluso de los historiadores, fue que el Régimen y la prensa franquista de la época, siempre parca en informaciones internas conflictivas, dieron relativa difusión a los choques producidos en esta región y apenas dijeron nada de otras partes.
Las penetraciones guerrilleras por la frontera Navarra no superaron en estas semanas de octubre y primeros de noviembre el millar de hombres, cifra similar a la que entra por los valles relativamente próximos de Canfranch y Hecho, en territorio aragonés. Si a ellos se unen los que pisaron tierra española por la frontera gerundense, Guipúzcoa y el resto de Aragón, la cifra total de los que entran dispersos por el Pirineo en este período es algo más de 3000 hombres, distribuidos en unas 11 brigadas. Sumándolos a los 3500-4000 que participan en la operación principal del Valle de Arán y su entorno, resulta un total de cerca de 7000 guerrilleros que penetraron en España, aunque una parte de ellos apenas estuvo un día o dos en territorio español.
Sólo en casos excepcionales los guerrilleros que entran por un sector de la frontera lo hacen luego por otro. Entre quienes esto sucede están los grupos de jalonamiento e información, que realizaron infiltraciones iniciales y luego fueron enviados a otros puntos, pero no pasó en las unidades mayores. El mando guerrillero intentó que algunas brigadas que retrocedieron muy pronto volvieran a entrar, pero casi todos los afectados se negaron tras su amarga experiencia anterior. Muchos de los que participaron en este conjunto de operaciones volverían a cruzar la frontera unos meses o años más tarde, pero los objetivos eran ya distintos.
El Roncal
La Brigada 54 penetró por Roncesvalles la noche del 3 al 4 de octubre, siendo la primera unidad importante que cruzó la frontera por tierras navarras. El mismo día 4 mantiene un tiroteo con destacamentos de la Policía Armada en el Portillo de Lasa, muriendo el guardia civil que guiaba a los policías y dos de éstos, y siendo capturados por la guerrilla un sargento y un número de la Policía Armada.
La brigada fue subdividiéndose y una parte de ella regresó a Francia, dejando en libertad al sargento y llevando con ellos al número.
Otro de los grupos en que se había subdividido la unidad mantiene un combate en las cercanías de Vidangoz con fuerzas del Ejército y Policía, resultando muertos un teniente, dos cabos y dos soldados, así como, según fuentes oficiales, seis maquis. En el historial del Regimiento de la Victoria n.º 128 (desdoblado), mandado por el coronel Eusebio Valle de la Real, se lee que «mantuvo un fuerte combate en unas bordas al norte de Asagarbia, en el que se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. La unidad del Ejército tuvo que retirarse, resultando muerto el teniente Ramón Benito Alonso y cinco soldados. Reforzadas las unidades del Ejército con dos compañías de la Policía Armada mantienen un nuevo combate con los maquis, a los que obligan a retirarse después de sufrir fuertes bajas».
En el Portillo de Olíate tiene lugar otro combate el día 27 de octubre, en el que participa el mismo regimiento. Según datos de la Guardia Civil que cita Aguado Sánchez, en este combate resultaron muertos dos soldados y cinco guerrilleros, cayendo prisioneros una treintena de maquis, aunque en el historial del regimiento citado no aparecen cifras.
Entretanto por toda la zona Navarra menudean los combates y se había producido ya la entrada en España de la Brigada 153 por la zona del Roncal, y en las semanas sucesivas lo harán otras como las B, X, 520, 522,127, 10, 35, 27 y 227, por las zonas navarras, guipuzcoanas y aragonesas, en tanto que cruzarían la frontera gerundense las brigadas 1 y 5.
Un guerrillero de la brigada 153, E. J. B., hoy residente en Burdeos, le explicó a Vidal Sales que «después de un acoso implacable por la Guardia Civil y el Ejército, el grupo de 30 que íbamos llegamos a un pueblecito (el guerrillero no recuerda el nombre, pero se trata de Aburrea Alta) hambrientos y con dos de los nuestros malheridos, y reconozco que no nos andábamos por las ramas. La lucha era a muerte. Al llegar al pueblecito recibimos una confidencia: estábamos a punto de ser cercados. Fácil es deducir nuestro talante en aquellos momentos. Estábamos dispuestos a todo antes que caer en manos de ellos. Procediendo enérgicamente exigimos al alcalde del lugar que nos llevara al cuartel de la Guardia Civil. Después del feroz acoso de que estábamos siendo objeto no queríamos irnos de allí sin dejar constancia efectiva de nuestro paso. El alcalde, muerto de pánico, nos llevó al cuartel, que encontramos herméticamente cerrado. Nosotros sabíamos que habían dejado un retén y armas… Llama tú y date a conocer, se le ordenó, pero como adviertas de alguna manera nuestra presencia eres hombre muerto. Y así diciendo le apuntaron con las armas. El alcalde obedeció sin rechistar. Yo me encontraba a escasos metros de allí cubriéndoles y al abrirse la puerta oí una ráfaga». De resultas de estos disparos de los maquis resultó un guardia civil muerto y otros tres heridos.
Los guerrilleros intentaron repetir esta acción en Olagüe, pero esta vez no lo consiguieron. Son muestras de la saña con que se luchaba.
Superado el momento inicial, mejora el despliegue del Ejército de Franco ordenado por el capitán general de la VI Región Militar, Juan Yagüe, y bastantes grupos guerrilleros van cayendo prisioneros. Cerca de Lecumberri se entregan 17, en Lesaca mueren en un tiroteo un guardia civil y un policía armado, y según el historial del Regimiento 107 desdoblado «San Marcial», el día 22 de octubre las tropas capturaron a 12 «bandoleros» en la zona del Baztán. Nuevos combates se producen en la sierra de Illón.
Otra de las características de la acción del maquis por la zona Navarra es la extraordinaria capacidad de dispersión mostrada por los guerrilleros. Los grupos mayores van subdividiéndose, llegando a estar formados en muchos casos sólo por tres hombres. Esto hace muy difícil su persecución a las fuerzas de Franco. Sin embargo, sería también un fuerte handicap para los propios guerrilleros, que desconocedores del terreno, sin guías, hambrientos, aislados y sin datos sobre las fuerzas enemigas en presencia y el resultado de los combates en otros lugares, y sintiéndose acosados por las tropas, la Guardia Civil y la Policía Armada, optan por regresar a Francia. Como la mayor parte de estos pequeños grupos están desorientados, no ven otra manera de hacerlo que desandar lo andado y volver por los mismos lugares por los que habían entrado en España. Pero se encuentran con que sus adversarios han reforzado los pasos fronterizos, lo que obliga a algunos guerrilleros a resistir sobre el terreno o internarse en zonas agrestes, aún más desconocidas para ellos.
En la primera semana de penetraciones por la zona Navarra los guerrilleros habían tenido entre 20 y 30 muertos, y unos cincuenta habían caído prisioneros. Las cifras serían aún mayores posteriormente, siendo capturados la mayor parte cuando intentaban regresar a Francia.
Las fuerzas de Franco habían sufrido un número de muertos similar, aunque no de prisioneros. El anarquista Miguel Sanz Clemente «Chispita», que formaba parte de las unidades que penetraron por el Roncal dice que la Guardia Civil luchó con mucha firmeza contra ellos y que debían ser excombatientes de la Guerra Civil, porque se notaba que eran luchadores expertos. Y añade: «Los guardias tiraban a matar. De poco nos sirvieron las octavillas que les lanzamos tratándolos de hijos del pueblo y de hermanos».
Enric Carreras, de la 522 Brigada, cuenta que la noche anterior a su entrada en España «llegaron al territorio francés unos guerrilleros de otra unidad que se retiraban del Roncal diciendo que la zona fronteriza española estaba llena de tropas y penetrar era ir hacia la prisión o la muerte. Se comunicó tal hecho a algunos mandos, pero se les ocultó a los guerrilleros que iban a entrar en España para evitar la desmoralización».
Si los maquis luchan con encono contra la Guardia Civil, tienden a evitar los combates con los soldados, al igual que en otras partes del Pirineo, como se explicó con anterioridad. Ello no es óbice para que los guerrilleros tiren a matar contra los soldados cuando se ven acosados.
El grupo en que iba «Chispita» sostuvo diversos combates en la zona pirenaica, logrando sobrepasar la «zona impermeabilizada» y llegando a la sierra de Santo Domingo, pasando por Navascués y Urriés. En Sierra Carbonera contactaron con el grupo guerrillero que dirigía «Maestro Agüero» y a finales de noviembre llegaron al Maestrazgo. En su larga marcha de casi dos meses por la cordillera Ibérica sufrieron diversas persecuciones por la Guardia Civil pero «Chispita» dice que las fuerzas que les perseguían en el interior de España lo hacían con mucho menor encono que las del Pirineo.
Hacia el Maestrazgo
Al igual que el grupo anterior, también la Brigada 522 tenía como objetivo el Maestrazgo. Cruzó la frontera por el Roncal el día 19 de octubre, el mismo que tenía lugar la ofensiva en el Valle de Arán. Manda dicha brigada el comandante «Quintín», cuyo verdadero nombre era, al parecer, Couto Barba, el responsable político Josep Teixidor «Madera» y el jefe del Estado Mayor «Viriato». La brigada la formaban 200 hombres, pretendía pasar sin plantear combates, y el punto de concentración previsto al entrar en España era la población de Sádaba. Sin embargo, según cuenta uno de los miembros de la unidad, Enric Carreras, el quinto día de entrar en España se produjo un combate que dispersó la brigada en varios grupos. En núcleos menores siguieron adentrándose hacia el interior de España, cayendo prisioneros buena parte de ellos.
Aunque los guerrilleros encuentran en algún momento gente que les ayuda, son muchos los que acuden de inmediato a denunciarlos a las autoridades. Carreras cuenta que, tras la dispersión de la brigada, formaba parte de un grupo de 15 guerrilleros, pero desconocían que detrás de ellos iba otro grupo de 21, entre los cuales estaba el jefe de la brigada. A aquellos lugares por los que pasaba el primer grupo acudía de inmediato la Guardia Civil y quien recibía los golpes era la partida que iba detrás. Otro de los participantes en los combates de esta zona dice que «nosotros no pretendíamos cometer atropellos ni forzar a la población, sino, por el contrario, lograr su ayuda. Sin embargo, queríamos evitar que nos denunciaran. Recuerdo que el grupo en que yo iba encontramos a un pastor con su rebaño. No le causamos ningún daño, pero le retuvimos con nosotros durante muchas horas para evitar que nos denunciara».
Sería precisamente en Navarra donde de una forma patente se vio que la mayoría de la población —recordando siempre que las zonas a las que llegan los guerrilleros están poco pobladas— no se sentía comprometida en la lucha de los guerrilleros. Más aún, era hostil a ellos y en algunos lugares salieron los paisanos a ayudar al Ejército y a la Guardia Civil con escopetas de caza y hasta con furchas. Ricardo de la Cierva dice que en un pueblecito navarro el alcalde mandó colgar a toda una partida de maquis en la plaza del pueblo menos al más joven, al que desorejó y lo envió hacia Francia para que avisara a sus compañeros de la suerte que podían correr.
Muy significativos son los datos de la organización de la lucha contra los maquis transcritos a continuación, y que muestran la primera y más importante organización civil que colabora con la Benemérita y el Ejército. La explica en su libro Memorias de la Conspiración el delegado regional de Requetés de Navarra, Antonio Lizarza:
«Inmediatamente, Yagüe se percató del gran peligro y dio orden de crear una Jefatura Regional de Partidas a fin de organizar un maquis blanco que colaborara con el Ejército en la contención de los rojos, y si no podía evitarse su invasión, que constituyese la resistencia armada en los núcleos montañosos de Navarra.
»El Ejército, por un lado, facilitaría el armamento correspondiente de estas guerrillas… Un alto militar… querría fuese yo quien organizara las guerrillas, tomando como base los antiguos jefes de requetés y los excombatientes de los pueblos.
»Se dividió la provincia (Navarra) en cuatro zonas: Zona Norte, correspondiente, a grosso modo, a la parte septentrional de la Merindad de Pamplona, es decir, a la antigua Sormerindad de Larrause, que tenía por límite sur la tierra de Araloz; Zona de Navascués; Zona de Estella y Zona Sur (comprendiendo ésta las merindades de Olite y Tudela)… El problema más difícil era organizar las dos primeras zonas, la de Pamplona y la de Navascués. Por un lado eran las que primeramente sufrían la embestida; por otra parte, el carácter más frío de sus habitantes, cierta influencia del nacionalismo, el cansancio de la guerra del 36, eran causas que hacían temer una fría acogida a nuestros proyectos…
»Zona Norte: En ella se organizaron cinco partidas con misiones concretas cada una. Refugio para todos sería el macizo montañoso señalado por el triángulo Leiza-Articutza-Veíate… Quedó, pues, lista una fuerza de 918 guerrilleros en la merindad de Pamplona, 476 correspondientes a la Zona Norte de la Merindad y 442 a la Sur.
»Zona de Navascués: Se organizaron cuatro partidas: la primera con 266 hombres…, tenía por objeto la vigilancia de los pasos pirenaicos de Salazar y Roncal. La segunda, 68 hombres; Aoiz, 52, y Urroz, 16, para vigilar sus pasos fronterizos. La tercera partida, de 182 hombres, en los valles de Esteribaz. Se encargarían de controlar las salidas correspondientes de su zona. La cuarta partida, de 164 hombres, para controlar la comunicación de Pamplona a Jaca. Sumaban 680 hombres y tenían como refugio los montes de Roncal, Abodí, la sierra de Navascués, Alaiz, Izco y Ceyra.
»Zona de Estella: El cometido de todas sus unidades era actuar sobre la comunicación de Pamplona con Logroño y Vitoria sobre la orilla del Ebro y sobre el nudo de comunicaciones de Logroño.
»Zona Sur: Dos partidas de 200 hombres cada una… La misión de estas dos partidas era interceptar o dificultar la comunicación de Pamplona con Zaragoza…
Lizarza dice más adelante:
»Toda esta organización quedó rápidamente ultimada. Un gran secreto la rodeó y muy pocos extraños supieron de ella. Nos encontramos con Un magnífico espíritu de aquéllos nunca bien ponderados y admirados jefes de requetés. En octubre de 1944, comenzaron las incursiones de los maquis. Fueron fácilmente liquidadas o rechazadas…».
El hostil recibimiento sufrido por los guerrilleros hizo creer a más de uno de ellos que la existencia de guerrillas locales era un bulo, una más de las informaciones erróneas recibidas en Francia. No era del todo cierto, puesto que las guerrillas internas del país existían, pero tenían una fuerza muchísimo menor que la que se les había anunciado.
Ataques por la zona aragonesa
Diversas brigadas irían también penetrando de forma sucesiva por tierras aragonesas, con misiones similares a las que lo hacen por Navarra.
La Brigada B cruza la frontera el día 16 de octubre por el paso de la Vieja, en las proximidades de Canfranch, y poco después de pisar tierra española mantiene su primer tiroteo, haciendo prisioneros a dos policías armados, que trasladan a Francia. Mandaba la brigada al entrar en España el comandante José Cortés, natural de Hecho, siendo el responsable político David Marsillach, de Tárrega, y los batallones habían adoptado los pomposos nombres de «Libertad», «República», «Fraternidad»…
Llegaron a las proximidades de Hecho, a un lugar que los guerrilleros denominaron el «barranco de las patatas» porque en él encontraron una plantación y se hartaron de tubérculos. La brigada fue subdividiéndose y uno de los grupos cruzó el río Aragón, pasó entre Jaca y Santa Celia de Jaca y llegó a Peña de Santo Domingo, conectando allí con José Barcos Barcos, un enlace del interior del país. Los miembros de este grupo marcharon a Cinco Villas y ocuparon durante todo el día el pueblo de El Frago. En una noche cruzaron con toda rapidez el llano de Cinco Villas llegando a Sierra Luna, y de allí al vedado de Zuera. Una parte de la brigada, en la que iba el teniente Josep Ribas, relator de estos hechos, fue cercada y sometida a bombardeo durante la noche, pero logró escabullirse y llegar a la Sierra de Alcubierre pasando por Almudévar.
A raíz de las persecuciones y tiroteos, la dispersión de la brigada aumenta y los grupos cada vez más reducidos van cayendo a menudo prisioneros.
Ribas dice que «nos refugiamos cerca de Robres y luego en Peleñino, donde intentamos subir a un tren de ganado en marcha, sin conseguirlo. Siguiendo la vía férrea llegamos a Sariñena, cuya estación estaba llena de moros. Era de noche, y escondiéndonos por detrás de los trenes logramos seguir adelante, instalándonos en una caseta abandonada de peones camineros de El Tormillo, en la que permanecimos varios días, siendo finalmente detenidos los cuatro últimos guerrilleros que seguíamos juntos en las cercanías de La Masadera».
Ribas se enteró más tarde, en la cárcel, de que la Brigada B había tenido un total de 7 muertos en estas semanas de persecución y combates, ente ellas la del jefe político David Marsillach.
Algunos pequeños grupos de la brigada lograron avanzar mucho más, en unos casos tomando contacto con las unidades guerrilleras de Levante y Aragón y en otros llegando a Madrid.
Brigada X
La Brigada X, formada por 400 hombres, entró en Aragón el 29 de octubre de 1944 por el Puerto de Urdiceto y el Valle de Pineta, en zonas más próximas a Cataluña que las brigadas anteriores. Aparte del objetivo de penetración hacia el interior de España, algunas unidades de esta brigada tenían el de conseguir cierto asentamiento en la zona altoaragonesa para cooperar con las unidades que operan en el Valle de Arán. «Nuestro objetivo —explica Eugenio Vila—, jefe del primer batallón de la brigada, era distribuir por la zona los tres batallones de que constaba la brigada, pero manteniendo contacto, captar gente para incrementar nuestra fuerza e ir avanzando en dirección a Lérida». Se da la curiosa circunstancia de que cuando esta brigada entra en España, el núcleo principal del Valle de Arán ya se ha retirado, lo que muestra un desfase en las órdenes y su aplicación.
Antoni Martínez Serra, sargento ayudante del capitán del segundo batallón, Bernardino Taratiel, explica que «el primer pueblo al que llegó la brigada fue Espuña, en el que detuvimos a un hombre que, amparado en las sombras de la noche y cojeando, intentaba huir. Resultó ser el párroco, que al saber que habían llegado los maquis saltó por la ventana trasera de su casa lastimándose un pie». Los propios guerrilleros le curaron y pudo permanecer en el pueblo.
Tras subdividirse los batallones de la brigada, el primero quedó en la misma zona. Su capitán, Vila, explica que «combates y bajas tuvimos muy pocos. Sólo un muerto o dos y cuatro o cinco heridos, ya que evitábamos los choques y sólo nos defendíamos, pero los problemas mayores eran los de conseguir comida. Las fuerzas de Franco habían colocado unidades en los pueblos y patrullas en las casas de campo, con lo que nos resultaba extremadamente penoso obtener alimentos. Cuando vimos la situación y la imposibilidad de enfrentarnos frontalmente al Ejército celebramos una reunión y la mayoría del batallón decidió regresar a Francia. Algunos nos quedamos. Uno de los heridos era un hermano mío y cuando íbamos a una casa a conseguir una acémila para transportarlo nos detuvieron».
Por su parte, el segundo batallón llegó a Vara, cerca de la Sierra de Guara, y entraron en el pueblo por la noche, como era normal en la práctica guerrillera. Sabían que por allí había soldados y llamaron a la puerta de una casa. «Alguien se asomó por una ventana y preguntó quién llamaba, a lo que respondimos que éramos gente de paz, explica el sargento Martínez Serra. Bajó y abrió la puerta y le preguntamos dónde estaban los soldados. Se quedó perplejo y sólo se le ocurrió exclamar “¡Jodo!” y cerró la puerta a toda prisa».
A partir de aquí, nuevos tiroteos con soldados que estaban cerca de allí —resultando un guerrillero herido— y huida de los maquis, que capturaron a un paisano a quien obligaron a hacer de guía, pero en cuanto lo dejaron libre fue en busca de las tropas, provocándose nuevos enfrentamientos que dispersaron el batallón en varios grupos. Uno de éstos capturó a un soldado y con él se fueron tres guerrilleros a parlamentar con el jefe de las tropas que les perseguía. Resultó ser un pelotón, avanzadilla de una compañía al mando de un sargento. «Uno de los guerrilleros, por nombre Alhambra, hizo un pequeño mitin a los soldados y les pidió que se unieran a los guerrilleros», explica Martínez Serra, uno de los tres componentes de la embajada guerrillera. El sargento que mandaba el pelotón, confuso ante aquellas insólitas negociaciones, dijo que el pasarse o no a los guerrilleros no dependía de él, sino del capitán que mandaba la compañía, y que él sólo obedecía órdenes. Los tres guerrilleros se fueron en busca del capitán, a quien repitieron la proposición. También éste dijo que él obedecía órdenes y no tomaba decisiones de este estilo, con lo que los guerrilleros, a la vista de que no sacaban nada en claro, se despidieron para volver con los suyos. Sin embargo, el capitán de las tropas les dijo que no podía dejarles marchar y les detenía, «aunque haría constar en el informe que se habían entregado». El resto de la partida cayó prisionera en sucesivos encuentros con el Ejército.
Algunos de los miembros de esta numerosa brigada lograron penetrar hacia el interior de España. Entre ellos hubo dos que llegaron a Madrid. Eran Domingo Martínez Malmierca y Félix Plaza Posada, que más tarde participaron en el asalto de un centro de Falange en Cuatro Caminos (Madrid), dando muerte a unos muchachos falangistas. A su vez, ellos fueron detenidos poco tiempo después y ejecutados.
Control en el Ebro
Además de la concentración de tropas en las proximidades de la frontera y de la fuerte vigilancia en las comarcas próximas, la Guardia Civil incrementó sensiblemente el control en los puentes y pasos de barcas del Ebro. Eran finales de otoño, cuando el río lleva un caudal importante y el agua está bastante fría, por lo que no puede ser vadeado fácilmente. Algunos grupos de guerrilleros que habían superado la barrera pirenaica fueron detenidos en las proximidades de este río cuando intentaban pasar o estaban a la espera de intentarlo.
Para cruzar a la orilla sur del Ebro, algunos guerrilleros ingeniaron las más diversas estratagemas. Un grupo secuestró un camión de madera en Hoz de Barbastro (Huesca) y con él los guerrilleros pasaron escondidos bajo el toldo por Pina de Ebro (Zaragoza) y lograron llegar hasta Madrid. En otro lugar, un guerrillero vio una barca en la orilla derecha del río. Lo cruzó nadando y regresó con ella en busca de sus compañeros. Hubo partidas que consiguieron que algún barquero les transportara, mientras en Caspe, unos responsables de las barcas pidieron a los maquis que no cruzaran por allí por miedo a las represalias. Hubo incluso grupos que intentaron construir balsas.
Con el fin de atraer hacia ellas el mayor porcentaje de tropas enemigas posibles, algunas de las partidas guerrilleras que penetraron por Aragón recibieron autorización de sus mandos para la voladura de alguna centralita eléctrica u obra importante. Josep Ribas, de la Brigada B, explica que se les dijo que «debíamos armar el mayor ruido posible, incluso volando el puente de Piedra de Zaragoza si falta hacía».
Cuatro meses perseguidos
Como grupo especial entró también en España la Brigada 570, siguiendo las huellas de la antes citada Brigada X. La mandaba el comandante Martínez, siendo Sevilla el comisario político y Mancebo el jefe de Estado Mayor. Como responsable de la sexta sección estaba el capitán Antonio López «Padilla Sáiz».
Tras dejar atrás el pueblo de Espuña se dirigieron a la Sierra de Guara, para llegar a la cual tuvieron que sacrificar dos de los mulos porque ya no les quedaban provisiones. En los primeros combates entre la citada sierra y la de Poset resultó muerto un teniente guerrillero llamado «Domingo». Al surgir los habituales problemas de abastecimientos, en una reunión de oficiales se acordó subdividirse en pequeños grupos, como prescribían las órdenes recibidas, y algunos de los maquis, entre ellos varios jefes, regresaron a Francia.
El jefe de la sexta sección, Antonio López, se quedó con 16 hombres, que en un largo peregrinar zigzagueante pasaron por Fraga, cruzaron el Segre, y llegaron a Porresne, Candasnos, Penalva y Caspe. «En Penalva tomamos el pueblo y dijimos que en las afueras había toda una división de guerrilleros. De este pueblo nos llevamos cuatro mulos», explica el capitán Antonio López.
«En una reunión decidimos regresar a Francia e iniciamos la marcha atrás pasando por la Sierra de Alcubierre, Binéfar, de nuevo las proximidades de Lérida —donde incluso se nos disparó con Artillería—, Belianes y Coll de Nargó, donde fuimos detenidos a las 3 de la madrugada de un día de febrero de 1945 por fuerzas de la 42.a División», termina diciendo Antonio López.
Las explicaciones anteriores dejan clara la forma en que se desarrollan las infiltraciones y combates por la zona aragonesa. El resto de las unidades pasan peripecias similares: brigadas que entran completas, fraccionamiento, largas persecuciones, hambre en cantidad, grupos que regresan a Francia, muchas detenciones y pequeñas partidas que logran penetrar hacia el interior del país.
Frente a las unidades guerrilleras que actuaban por la frontera aragonesa estaban cuatro divisiones del Ejército, además de las fuerzas de la Guardia Civil y Policía Armada. En los historiales de las divisiones se comprueba el gran número de servicios que tales fuerzas tienen que realizar, pero también que la cifra de combates de importancia y con bajas es sensiblemente menor que en Navarra y Cataluña.
En la parte de frontera más próxima a Navarra estaban las Divisiones 51 y 151. En sus historiales aparecen muchas veces los nombres de Arañones, Hecho, Jaca, Urdués, Aragües, Santa Cilia, Canfranch y otros muchos como puntos de operaciones.
En el sector central de la frontera franco-aragonesa se encuentra la División 52, que actúa en zonas como las de Santa María de la Peña, Broto, Ena, Fiscal, Pueyo de Jaca, Portazgo de Tramacastilla, Sabiñáñigo, Biescas, Sierra Gallardón y otros. Por fin, en la zona más próxima a Cataluña está la División 152, que ocupa los valles del Alto Cinca y Cinqueta, Esera, Isábena y Noguera Ribagorzana, teniendo su cuartel general en Graus. De esta División se habló al referirse a la ofensiva del Valle de Arán y en sus acciones aparecen pueblos como Graus, Barbastro, Benabarre, Roda, Pobla de Roda, Beranuy, Puente de Montañana…
Pasos por el Bidasoa
También por el Bidasoa intentaron colarse grupos guerrilleros que se dirigían de forma especial hacia Cantabria, Asturias, Galicia y zona centro de España.
A mediados de octubre, la Brigada 127 recibió orden de penetrar en España por esta zona. «Los diversos batallones entramos por separado, con el propósito de concentrarnos en el interior, en un lugar de la provincia de Navarra. Tras pasar por las proximidades de Campoo fuimos localizados por las tropas a pocos kilómetros de la frontera y no pudimos reunir a los batallones», dice el guerrillero Marcelino Iglesias. Mariano Béjar, de la misma unidad, explica que «los puentes estaban vigilados y no era posible cruzar los ríos más que por el cauce», y añade que mientras penetraban en España eran hostigados continuamente por las fuerzas de Franco.
«En el batallón —explica Iglesias— tuvimos un muerto y algunos heridos leves. Sin embargo, a pesar de las pocas bajas llegó un momento en que se decidió reunir a todo el batallón para debatir, democráticamente, lo que debía hacerse. Se expuso que no se encontraban puntos de apoyo, ni comida, íbamos sin guías y no teníamos respaldo de la población con la que, por otra parte, prácticamente no habíamos podido contactar. Una mayoría decidió el regreso a Francia».
Unos diez guerrilleros siguieron adelante, entre ellos los dos protagonistas que aportan los anteriores datos, pero pocos días más tarde caían prisioneros en la provincia de Vizcaya cuando se dirigían a Asturias. Al llegar a la cárcel encontraron otros muchos compañeros de su brigada.
A mediados de octubre, entre Hendaya y Saint Jean-de-Pied-de-Port penetraron guerrilleros de las Brigadas 10.a, 27.a y 35.a. Esta última se retiró en seguida, mientras las otras dos resistieron sobre el terreno más de una semana manteniendo diversos combates. La Brigada 10.a mandada por Victoriano Vicuña «Oria» sufrió 21 muertos, cinco de los cuales se ahogaron en el Bidasoa.
Invasión improvisada por Gerona
Al igual que por el resto del Pirineo, también por la frontera gerundense penetraron en España unidades del maquis con el fin de conectar con las guerrillas del interior y dispersar las fuerzas de Franco. Una particularidad de esta zona es que no sólo entraron brigadas con proyectos de invasión planificados sino que también otras pequeñas unidades reestructuradas a toda prisa fueron enviadas por el mando guerrillero.
La unidad más importante que penetra por esta zona es la Brigada Primera, que manda el comandante Juan Cámara «Paco», natural de San Sebastián. Esta unidad había realizado ya diversas incursiones por territorio español en los dos meses anteriores y uno de sus batallones fue el que detuvo un camión de soldados en Campdevánol el 24 de septiembre.
Cuando recibe la orden de entrar nuevamente en España, una veintena de sus miembros se negaron a pasar la frontera. Actitudes similares a ésta se produjeron en varias de las brigadas, e incluso lo hizo así algún alto cargo que alegó enfermedad, como el comandante Francisco Mohedano, siendo sustituido en el mando por Ramón Labisbal, según manifiesta Manuel Moreno, «comandante Quico».
Un grupo de unos 150 hombres constituían el grueso de la Brigada Primera al entrar en España, y el resto lo formaban batallones aislados de unos 50 hombres cada uno. El grupo mayor estuvo deambulando durante un mes por territorio español por las zonas Ripoll-La Molina sin intentar avanzar hacia el sur y sólo mantuvo tiroteos aislados y con escasas consecuencias. «Cuando el tiempo empeoró regresamos a Francia», según cuenta uno de sus componentes, Pedro García Gómez «Soley».
El instructor de la brigada, Cándido Juárez, que entró con uno de los batallones, dice que «nosotros cruzamos la frontera el 23 de octubre y teníamos que contactar con la guerrilla antifranquista que nos dijeron que existía en el interior, pero no encontramos ni guerrilla ni nada que se le pareciera. Encontré finalmente a uno con quien yo tenía que contactar, pero en la cárcel Modelo, donde uno y otro fuimos a parar después de ser detenidos».
Juárez sigue diciendo que «estuvimos un par de meses por las montañas. La gente no nos esperaba e incluso nos evitaba y, a menudo, nos denunciaba. Tuvimos varios combates con la Guardia Civil, pero no éramos nosotros quienes les sorprendíamos a ellos como es normal en la guerrilla, sino que los sorprendidos éramos nosotros. En una ocasión nos rodearon a toda la unidad en una vaguada, y aunque pudimos salir eludiendo el fuego del Ejército perdimos toda la impedimenta y nos dispersamos. Hasta el jefe del Estado Mayor, un tal Dedé, hijo de emigrantes españoles y militar del Ejército francés, regresó a Francia. De todo el grupo de 50 que habíamos pasado sólo nos quedamos siete, y el día de Nochebuena de 1944 nos detuvieron en Aiguafreda (Barcelona).
»La realidad es que también yo creía que debíamos regresar a Francia al ver que la misión era un fracaso, pero adopté el criterio contrario por ser instructor, ya que hubiera contribuido a la desmoralización», termina diciendo Juárez.
Además de la Brigada Primera, en estos días penetraron por Gerona de forma precipitada algunos grupos más pequeños que habían luchado antes en la zona leridana, como explica el capitán guerrillero Antonio Campos. «Habíamos formado parte de grupos de jalonamiento para preparar la invasión del Valle de Arán. Cuando regresamos a Francia, concretamente a la población de L’Hospitalet, nos ordenaron penetrar de nuevo, pero esta vez por la parte de Gerona a fin de dispersar al Ejército franquista. Se trataba de una acción nada planificada. Pasamos por Ribes de Fresser, donde sufrimos ya un tiroteo, Sant Joan de les Abadesses y posteriormente por Campdevánol donde murió un destacado guerrillero, Camilo Font. De allí a Castellfullit de la Roca, donde nos capturaron el 26 de noviembre, cuando se cumplía poco más de un mes de nuestra segunda entrada en territorio español».
Al igual que el grupo en que va Campos, otros viven andanzas similares y no pocos acaban en las cárceles de Franco. Pueblos como Camprodón, Sant Quirze de Besora, Sant Joan de les Abadesses, Castellfullit de la Roca, San Esteve de Bas, Susqueda, y otros son puntos de paso de guerrilleros en estas semanas. Algunos llegarían a Barcelona, pero son los menos, porque la mayor parte regresarían a Francia o no lograrían pasar más al sur del macizo del Montseny, cayendo prisioneros.
En las informaciones franquistas se hacen también referencias a los enfrentamientos en este sector, pero se trata de combates atomizados, de menor importancia que los del Roncal o Aran. El día 17 de octubre se produjeron sendos combates entre dos grupos guerrilleros y fuerzas del Batallón 226 y del regimiento 102 en el Coll d’Ares, de resultas de los cuales caen prisioneros tres guerrilleros. En Planoles, fuerzas de la Policía Armada y de la Guardia Civil chocan con un grupo guerrillero al que obligan a repasar la frontera, no sin que antes caigan prisioneros algunos de los guerrilleros, entre ellos el jefe de la partida.
Durante el mes de noviembre se producen algunos choques, pero los maquis intentan eludir los encuentros, y las bajas que se producen en la zona son muy escasas. El día 5 de diciembre, en la Collada de Tosses un grupo de maquis en retirada choca con fuerzas del Ejército, resultando muertos dos soldados y heridos otros dos.
La Quinta Brigada
La Quinta Brigada sería una de las últimas en cruzar la frontera, pues entró en España cuando ya se había producido la retirada en el Valle de Arán. Su propósito es también la penetración: de forma especial quieren llegar a Barcelona.
Sus batallones entraron por separado. El capitán José Díaz, manda uno de ellos, que se dirigió hacia la sierra del Cadí una vez lo dejaron los guías que lo acompañaron por los pasos pirenaicos. Roser Giménez, una de las cuatro mujeres que forman parte del batallón —probablemente se trata de la unidad que pasa con mayor porcentaje de féminas— explica que «nos perdimos por las cumbres y no encontrábamos el camino para bajar hacia el llano. Dormíamos sobre la nieve y llevábamos ya dos días sin comer cuando, finalmente, encontramos una vaguada para bajar y en ella dos masías deshabitadas y llenas de patatas, que comimos crudas con fruición. Nos rodearon tropas del Ejército y detuvieron a los de una de las casas. Los restantes nos hicimos fuertes en la otra masía y se produjo un tiroteo con las tropas, de resultas del cual el capitán Díaz sufrió un tiro en el cuello cuando miraba por una ventana. María Camarasa y yo, las dos mujeres que estábamos en esta casa, le atendimos con el botiquín de urgencia.
»Salimos por la parte posterior de la casa. A pesar de la lluvia de balas que nos dirigían las tropas logramos escapar, aunque el grupo se dispersó y muchos guerrilleros perdieron el armamento. Quedamos cinco, entre ellos las dos mujeres y el capitán. Nos dirigimos hacia la frontera francesa, a la que tardamos en llegar siete días, de los cuales estuvimos cinco sin comer nada. El retorno fue muy lento porque en varias ocasiones tuvimos que pegarnos al terreno por encontrar tropas de patrulla o maniobras.
»Al llegar a Francia los compañeros quisieron resarcirnos de nuestra desnutrición y nos llevaron a un restaurante. El festín nos sentó mal y nuestro estado físico fue aún peor», termina diciendo Roser Giménez.
Otro miembro de esta brigada, Pedro Ruendes, dirigió una carta a Eduardo Pons Prades, en la que le explica con expresivas frases los desastres sufridos por las brigadas guerrilleras que regresaban destrozadas a Francia. Dice así: «Un día regresó el jefe de la Quinta Brigada, la mía, con un balazo en el cuello y habiendo perdido por allá a su comisario en una emboscada. Poco después volvió maltrecho otro grupo y uno de los guerrilleros dijo: “Detrás de cada árbol y de cada matorral hay un fusil que te espera. Filtrarse es poco menos que imposible”. Uno de sus interlocutores, que no había entrado en España, interpeló al declarante: “¿y los puntos de apoyo?”. El otro le miró con ojos conmiserativos y por fin respondió, irónico: ¿puntos de apoyo? ¡Puntas de p…!».