Salen el conde Próspero desnudándose, Claridán, camarero suyo, Riselo y otros criados con una fuente para la golilla[14].


Conde:

Tomad allá, que os prometo

que me ha cansado el jugar.

Claridán:

Cansa el perder.

Conde:

Y el ganar.

Claridán:

Advertimiento discreto.

5Mas dicen que preguntando

a un sabio cómo criarían

a un rey los que le servían,

dijo: jugando y ganando,

porque dicen ques la cosa

10que más la sangre refresca.

Conde:

¡Propia sentencia greguesca[15]!

¿Hallástela en verso o prosa?

Claridán:

En el sueño que me ha dado

esperarte hasta las dos.

15¡Desnúdate, que por Dios

que te ha el perder desvelado!

Conde:

Qué prisa me das…

Claridán:

¿No es hora

de dormir?

Riselo:

Y aun con hablar

tanto lo es de levantar,

20que ya se afeita[16] el[17] aurora.

Conde:

¡Poética traslación!

Claridán:

¡Duerme acaba!

Conde:

Claridán,

los que pierden siempre están

después en conversación,

25que haya quien juegue a los trucos.

Claridán:

Un hombre es cosa notoria,

que se hace macho de noria.

Riselo:

Dromedarios, mamelucos,

no sufrirán la tahona[18]

deste juego.

Conde:

30El ajedrez

es notable.

Claridán:

Desta vez

la noche se va a chacona[19].

¡Acuéstate ya, por Dios!

Conde:

¿Hay cosa como sentados

35al ajedrez dos honrados,

deshonrándose los dos

y diciendo refrancitos?

Riselo:

Es juego de entendimiento

y piérdese el sentimiento.

Conde:

40No hay desatinos escritos

como están diciendo allí.

Riselo:

Cierto que el juego ha de ser

juego y no estudio.

Conde:

Anteayer

jugar unos hombres vi

45con uno que llaman mallo[20].

Riselo:

Para el ejercicio es bueno.

Conde:

Tanto ejercicio condeno.

¿Callas Claridán?

Claridán:

Ya callo

por ver si dejas de hablar

y te acuestas.

Conde:

50La pelota

es galán.

Riselo:

Ver una sota

los pies arriba asomar

es juego menos dañoso.

Conde:

Si dura una noche o dos

55es muy dañoso, por Dios,

y a la salud peligroso.

Claridán:

En fin, ya vueseñoría

determina no acostarse.

Riselo:

Querrá de noche esquitarse

60de lo que pierde de día.

Conde:

¿Qué se hizo Florianica[21],

la de la calle del Pez[22]?

Claridán:

(Él no duerme desta vez).

Conde:

¿Está pobre?

Riselo:

No está rica.

Conde:

65Sospecho que se enamora.

Riselo:

Mal la tratan los deseos

destos hombres con manteos[23]

que andan en la corte ahora.

Conde:

¿No hablas ya, Claridán?

Claridán:

70Estoy durmiendo, Señor,

que se va la noche en flor.

Conde:

¿En pie duermes?

Claridán:

Soy truhán

que como en pie y duermo en pie.

Conde:

Ahora bien, dejadme aquí.

Claridán:

¿Iremos a dormir?

Conde:

75¡Sí!

Claridán:

Dios buenos días te dé.

(Queda solo el conde)

Conde:

Cuidados de Claridán

me han puesto en nuevo cuidado.

¡Notable prisa me ha dado!

80Cosa que fuese galán

de mi sujeto amoroso…

¡Que celos no lo dijera!

Un loco mi amor tuviera

si no estuviera celoso.

85Vive Dios que puede ser

que me haya dado esta prisa

por verla, que no me avisa

sin causa amor. Sin temer,

temo, luego no es sin causa.

90¿Qué perderé por sabello?

Ahora bien, yo quiero vello,

pues temor de amor se causa.

¡Hola![24] ¡Teodoro! ¡Teodoro!

(Sale Teodoro, secretario)

Teodoro:

¡Señor! ¡Señor!

Conde:

Entra acá.

95¿Quién en mi cámara está?

Teodoro:

Nadie, que Fabio y Lidoro

se fueron con Claridán

a sus posadas ahora.

Conde:

Yo he de ver cierta señora.

100Dame un vestido galán.

Digo herreruelo[25] y ropilla,

que así en valona[26] me iré.

Teodoro:

¿Qué acero?

Conde:

El que me quité.

Y aquel broquel de Sevilla.

Teodoro:

105Voy, y no con poca pena.

Más, que ha de ser por mi mal.

(Sale)

Conde:

¿Hase visto prisa igual?

Mas la prevención es buena.

Yo sabré si Claridán

110sirve lo que sirvo yo.

Desde ayer celos me dio.

(Vuelve Teodoro)

Teodoro:

Aquí espada y capa están,

ropilla y sombrero.

Conde:

Muestra.

Teodoro:

¿Quiere vuestra señoría

mi compañía?

Conde:

115Sería

dar de mis flaquezas muestra,

y no ha de entender mi dueño[27]

que doy del secreto parte.

(Vístese)

Teodoro:

Bien quisiera acompañarte.

Conde:

120No pierdas, Teodoro, el sueño,

que seguramente voy.

Teodoro:

Dios te guíe y con bien vuelva.

Conde:

A esto es bien que me resuelva.

(Vase el conde)

Teodoro:

Celoso del conde estoy

125porque ha más de quince días

que mira lo que yo adoro

y los asaltos del oro

son temerarias porfías.

No tengo por hombre cuerdo

130quien del oro no se guarda;

no hay petardo, no hay bombarda,

ni de instrumento me acuerdo,

que más brevemente rompa

la puerta a la voluntad,

135ni la casta honestidad

más fácilmente corrompa.

Pero, ¿qué puedo perder

en ir a ver si va allá?

Pues no me conocerá

140aunque me echase de ver.

Ahora bien, estos son celos;

no los quiero dar lugar,

que de no los remediar

vienen a parar en duelos.

(Éntrase. Salen Claridán, de noche, y Martes, lacayo)

Claridán:

145Recorre, Martes, la calle.

Mira si hay algún rumor.

Martes:

Sólo en la calle, Señor,

suena el rumor de tu talle.

Medroso sin causa estás.

150Llega y habla descuidado,

que va Martes a tu lado,

de Marte una letra más.

Déjame en aquesta esquina.

Verás que tiemblan de mí

155cuantos pasan por aquí.

Claridán:

A esa otra parte camina,

porque si en esquina estás,

como cédula has de ser

que te han de querer ver.

Martes:

160Parte y no me enseñes más,

que nadie llega de noche

a le her[28] ni a buscar nada.

Claridán:

Si está Violante acostada…

Martes:

Tarde se apeó del coche.

165Mas no temas que se duerma

mujer con amor.

Claridán:

Yo llego.

Martes:

Y yo de miedo me anego,

que es aquesta calle yerma

y, en habiendo cuchilladas,

170no hay barbero ni varal;

que en todo este lienzo igual

están las puertas cerradas,

y es gran cosa en las pendencias

la horquilla de las bacías[29].

Claridán:

175¿Estáis solas, celosías?

(Violante en lo alto)

Violante:

Cuando hay celos en ausencias

no se duerme tan despacio.

Claridán:

Bien sabéis vos la disculpa

que reserva de la culpa

180a los hombres de palacio.

No se quería acostar

el conde. ¿Qué había de hacer?

Violante:

No hay en amor que temer,

sino sólo el disculpar;

185que parece que las culpas

a que ya el amor condena

dan a veces menos pena

que el pasar por las disculpas.

Mañana iremos mi hermana

190y yo a tomar el acero[30].

Claridán:

Y yo en esta noche espero

esa dichosa mañana.

¿Está acostada? ¿Qué hace?

Violante:

De cansada se acostó.

(Entra el conde)

Conde:

195Nunca el temor engañó,

que de amor celoso nace.

¡En la reja está, por Dios!

Martes:

Un hombre viene embozado.

Muy ancho viene y cuadrado.

200Uno dije, mas son dos.

¿Qué digo dos? Tres parecen.

Yo me escurro por aquí.

Conde:

Claridán habla. ¡Ay de mí!

Mis celos se lo merecen.

205Pero bien pudiera ser

que no hablase con Luciana.

¿Cómo sabré si es su hermana

por no darme a conocer?

Pero fingiré un engaño…

210¡Ay! ¡Que me han muerto!

Claridán:

Señora:

Martes, mi lacayo ahora,

y valiente, por su daño

se ha quejado. Voy allá,

que me guardaba la calle.

Violante:

215No os pongáis por remedialle,

si en tanto peligro está,

adonde os cueste la vida.

Llena quedo de temor.

(Entra el conde por otra parte)

Conde:

Las invenciones de amor

220con que sus celos olvida.

Ahora bien quiero llegar.

¡Ah de la reja!

Violante:

¿Quién es?

Conde:

Claridán, que por los pies

nunca pretendo alcanzar

225lo que no puede la espada.

Bien podéis, Luciana, hablarme.

Violante:

Bueno… Venís a engañarme,

el alma y la voz trocada.

Que ni vos sois Claridán,

ni yo Luciana.

Conde:

230(¡Los cielos

han sosegado mis celos,

que es de Violante galán!)

Violante:

Caballero, no os conozco,

y así, os cierro la ventana.

Conde:

235Cerrad, pues no sois Luciana;

que en la voz os desconozco.

(Sale Claridán)

Claridán:

¿Tan presto ocupó el lugar

otro galán? ¡Es esgrima!

Al gran agravio le anima,

240que aún no me dejó asentar.

Huyó Martes, que hasta el lunes

alcanzarle no podré.

Vuelvo al puesto que dejé

y hallo los pastos comunes,

245pues que me impiden el paso.

¡Ah, caballero!

Conde:

¿Qué quiere?

Claridán:

Que la que espera no espere,

si espera en tal casa acaso.

Conde:

Aquí esperaba un criado

250que me pareció infiel,

y ya estoy mejor con él

porque estoy asegurado.

Que dejándome acostar

pensé que a servir venía

255la dama a quien yo servía,

pero púdeme engañar.

No es de quien yo pensé amante;

mi maquinación fue vana,

porque yo sirvo a Luciana

260y Claridán a Violante.

Claridán:

¡Es el conde, mi Señor!

Conde:

El mismo.

Claridán:

Señor…

Conde:

Detente,

pues ya sabes claramente

qué estado tiene mi amor.

265Violante te quiere a ti;

dile que ablande a Luciana,

que Luciana por su hermana

hará lo que ella por ti,

y no seré mal amigo

270para venir a tu lado,

porque de Luciana amado

vendré de noche contigo.

Harto he dicho, Claridán.

A buenas noches.

Claridán:

Señor,

iré contigo.

Conde:

275El favor

que en esas rejas te dan

no le has de perder por mí.

Yo sé lo que es.

Claridán:

Señor…

Conde:

Tente.

Goza la ocasión presente.

280Quédate. Quédate aquí.

(Vase el conde)

Claridán:

Obligado me ha dejado,

aunque puesto en confusión.

Mas cuando amores no son

la misma pena y cuidado,

285él quiere bien a Luciana

y ya sabe mi deseo.

(Sale Teodoro)

Teodoro:

El conde es este que veo.

No fue mi esperanza vana.

A la puerta está. ¿Qué haré?

290Cierta fue mi desventura.

Hay inconstante hermosura

donde no hay verdad ni fe.

Claridán:

¿Quién va?

Teodoro:

Quien acaso pasa.

Claridán:

Pues pase si pasa acaso.

Teodoro:

295Supuesto que acaso paso,

hay cosas en esta casa

que me pueden detener.

Claridán:

Pues no se detenga en ella

porque sabré defendella.

Teodoro:

300Y yo la sabré ofender.

Claridán:

¡Es Teodoro!

Teodoro:

¡Es Claridán!

Claridán:

Claridán soy.

Teodoro:

Yo Teodoro.

Claridán:

Si ha de guardarse el decoro

a un dueño amante y galán,

305bien puedo yo defenderte

que no llegues a esta casa.

Teodoro:

Sospechando lo que pasa

he venido a ver mi muerte.

Claridán:

El conde se va de aquí,

310y me contó que a Luciana

adora, y que yo y su hermana

se lo digamos así.

Me pidió con humildad

que le obliga a acompañarme.

315Yo no supe disculparme,

puesto que[31] nuestra amistad

me daba voces, Teodoro.

Que el conde es Señor en fin.

Teodoro:

El conde será mi fin.

320Muero y a Luciana adoro.

Claridán:

Si con él te descompones,

Teodoro, tú solo pierdes.

Y ruégote que te acuerdes

sólo destas dos razones:

325Luciana te quiere a ti

para marido y su igual;

si al conde tratase mal

ha de llover sobre ti.

Si estas mujeres, tú y yo

330le engañamos, y Luciana

le trae de hoy a mañana,

¿qué amante no se cansó?

Ya sabes que los señores

sufren dilaciones mal,

335pues viendo que es inmortal

el fin de aquestos amores

ha de mudar de opinión.

Tú, pues, firme en la estacada

gozarás sin perder nada

340el premio de tu afición.

Teodoro:

Bien dices. No quiero ser

necio en no admitir consejo.

Mi honor en tus manos dejo.

Claridán:

Ya comienza a amanecer,

345pero yo sé que saldrán

mañana a tomar su acero.

Allí hablarás.

Teodoro:

¡Qué más fiero

que el de celos, Claridán!

Claridán:

Ven. Mudaremos vestido.

350Y fía que si mujer

llega a querer, no hay poder

para contrastar su olvido.

Que si en las que no son tales

suele mostrar su valor,

355qué efetos hará el amor

en mujeres principales.

(Vanse y sale Florencio viejo)

Florencio:

¿Tiene dueño esta casa? ¡Hola, criados!

¡Lope, Laurencio, Inés! ¡Ah gente! ¡Hola!

Por fuerza ha de salir el sol primero.

(Sale Lope, lacayo, vistiéndose)

Lope:

360¡Dios me deje llegar a tus setenta!

¿Todos los viejos sois madrugadores?

Debe de ser que como poco os queda

no debéis de querer pasarlo en sueños,

fuera de que es imagen de la muerte

365y no queréis temerla de esa suerte.

Florencio:

Engáñaste, ignorante, que los gallos

madrugan mucho más y son más mozos.

Y lo mismo las aves y animales,

a quien enseña la naturaleza

370que el hombre duerme más de lo que es justo

porque es vicioso, y no porque es robusto.

Lope:

La humedad de que abundan los muchachos

del sueño es causa, y no tenerla un viejo

es por la sequedad.

Florencio:

Gentil filósofo,

375mira que han de ir al campo esas doncellas.

Inés, señor, podrá decirte de ellas.

(Sale Inés)

Inés:

Por cierto que madrugas los vecinos

con las voces que das.

Florencio:

Inés, despierta

a Violante y Luciana que es muy tarde.

Inés:

Vistiéndose están ya.

Florencio:

380Qué buen acero.

El sol entrado ya, llamarlas quiero.

Lope:

Sea vuesa merced bien levantada.

Inés:

Vuesa merced mal levantado sea,

que parece en la cara testimonio.

Lope:

¿Hase dormido bien?

Inés:

385Bastantemente.

Lope:

Por acá no dejó cierto accidente.

Inés:

¿Falta salud?

Lope:

Amor es el que sobra;

que aun hasta en el dormir sus deudas cobra.

¿Soñó vuesa merced?

Inés:

Soñé.

Lope:

¿Qué sueño?

Inés:

390Jardines, aguas, flores, fuentes, ríos.

Lope:

En agua pocas veces son los míos.

Yo soñé toros.

Inés:

Mal agüero…

Lope:

¡Y cómo

y mal! Que por las casas me seguían

y en los zaquizamíes[32] se subían.

395¿Sabe vuesa merced lo que interpreta?

Inés:

Vuesa merced no es hombre de ganado

vacuno, ni ovejuno, ni obligado.

Advierta que señala hacia la frente[33].

Lope:

De ahí le voy, señora Inés.

Inés:

400¡Detente,

que salen nuestros amos!

(Salen Violante, Luciana y Florencio viejo)

Luciana:

No te espantes

que de la cama no salgamos antes;

que tomamos por fuerza aqueste acero.

Florencio:

Parte, Lope, por él.

Lope:

Parto ligero.

Florencio:

405Si os ha de hacer provecho el ejercicio,

que algunos en Madrid toman por vicio,

¿para qué rehusáis el ir al campo?

Violante:

Ninguna vez en él la planta estampo

que no venga cansada para un año.

(Lope con dos vasillos dorados en una salva[34])

Lope:

410Aquí están las dos pócimas. ¡Mal año

para quien tal bebiera aun si esto fuera

acero de Alaejos[35] o de Coca[36].

Pudiera un hombre perfilar la boca,

pero récipe[37]: gazmios[38] y colondrios

415para los intestinos hipocondrios[39].

Bébalo el boticario, que a él se debe.

Que él solamente sabe lo que bebe.

(Toma cada una un vaso)

Inés:

Allí te llama cierto forastero.

Florencio:

Luego vuelvo.

Luciana:

Pues ya se fue mi padre,

420toma estos vasos, Lope, y en la calle

arroja su licor.

Lope:

Qué bien has hecho.

Para el fuego de amor que hay en mi pecho

no es esta la templanza y medicina.

Inés:

Yo le engañé por que de aquí se fuese,

425de lástima de veros con las pócimas.

Violante:

Daca[40] los mantos, presto, que ya creo

que nos aguarda amor con más deseo.

(Vuelve Florencio)

Florencio:

No hallé nadie en la sala.

Inés:

Debió de irse.

Florencio:

¿Tomastes el acero?

Luciana:

Solamente

430pudiera la salud ponernos ánimo.

¡Qué cosa tan amarga!

Florencio:

Advierte, hija,

que la salud que el cuerpo regocija

se ha de cobrar por medios que dan pena.

Esto, el doctor por vuestro bien ordena.

435Vaya. Lope e Inés, que os acompañen.

Violante:

Guarde el cielo tu vida.

(Vanse)

Florencio:

Hasta que vea

vuestro remedio, que es lo que desea

mi corazón que tiernamente os ama,

a cuidados de padre bien os llama.

440Solicitud del alma el que os conoce,

pues de quietud no puede ser que goce

en tanto que no llega su remedio,

ni si apretáis la vida puesta en medio.

(Salen Emiliano, viejo, y don Pedro, su hijo)

Emiliano:

Muchos años gocéis, Florencio amigo,

445los ángeles que ahora vi, tan bellos

como dos soles, ir al campo, y digo

que os tuve envidia, y con razón, por ellos.

Florencio:

Emiliano, a solas hoy conmigo

solicito trate el remedio de ellos,

450que os juro que me ponen en cuidado

de su edad triste y de la mía cansado.

Emiliano:

Si tuviera dos hijos yo os quitara

todo el cuidado. La mitad que puedo

os ofrezco en don Pedro.

Florencio:

Y yo estimara

455mi buena dicha a que obligado quedo.

Emiliano:

Aunque fuera razón que os visitara

por las obligaciones en que excedo

a los demás amigos, este día

propio interés es la visita mía.

¿Conocéis a mi hijo?

Florencio:

460No le he visto,

que yo me acuerde.

Emiliano:

Llega, Pedro, y besa

las manos a Florencio.

Don Pedro:

Si hoy conquisto

con vuestro justo amor tan alta empresa,

de todas las estrellas soy bien quisto[41].

Emiliano:

465Es mozo que valor y honor profesa.

Florencio:

Es vuestro hijo, que con esto siento

lo más de su valor y entendimiento.

Don Pedro:

Soy vuestro servidor, que de este nombre

mi padre, yo y mi casa nos honramos.

Emiliano:

470Es Pedro muy cortés y gentilhombre.

Ejemplo allá de su quietud sacamos.

Cuerdo en las paces y en las armas, hombre.

Pero si con Violante le casamos

a quien inclinación notable muestra,

475mucho se ha de aumentar la amistad nuestra.

Florencio:

Yo, puesto que[42] soy padre, Emiliano,

y he de ganar en cambio semejante,

no puedo dar el sí, palabra y mano

hasta saber el gusto de Violante.

480Yo pienso que estará seguro y llano,

por lo menos en viéndole delante;

que las doncellas son de buen contento

y en don Pedro hay valor y entendimiento.

Ellas han ido al campo esta mañana

485a tomar el acero provechoso,

que anda quebrada de color Luciana.

Aguardar ocasión será forzoso.

Emiliano:

Tanto don Pedro en merecerla gana,

que esperara mil siglos codicioso;

490cuanto y más a que venga del acero.

Don Pedro:

Más ha de un año que este bien espero.

Emiliano:

¿Pensáis que es Pedro como algunos mozos

del uso deste tiempo sin consejos,

que apenas tienen los primeros bozos[43]

495y ya de enfermedad parecen viejos?

No es robador de los ajenos gozos,

ni de sí le enamoran sus espejos;

no es fábula y chacota de las damas,

ni historiador de las ajenas famas;

500no presume saber lo que no sabe,

ni está en las partes públicas inquieto;

sello en el alma y en la boca llave

le ha puesto un proceder cuerdo y discreto;

con los amigos es blando y suave;

505publica el bien y tiene el mal secreto;

huye de necios y venera sabios.

Florencio:

Basta que sepa reprimir los labios.

Emiliano:

Estudió; su poquito latín sabe.

Florencio:

Bien hacéis en loar lo que habéis hecho.

Don Pedro:

510Soy desigual a pretensión tan grave,

mas supla el alma lo que falta al pecho.

Emiliano:

El amor bien permite que le alabe,

y más cuando pretendo su provecho.

Florencio:

Vamos a entretenernos entretanto.

Don Pedro:

515Justo es. (Mi amor socorro, cielo santo).

(Éntrense, y salgan Claridán, Teodoro y Martes)

Claridán:

Entretanto que esperamos

preguntadle cómo huyó.

Teodoro:

No me atrevo.

Claridán:

¿Por qué no?

Mientras, en el campo estamos.

Teodoro:

520Martes, dice Claridán

que no sois Marte en la espada

y que en tomar la posada

sois más cierto que galán,

pues dejándoos en la esquina

525temblando en casa os halló.

Martes:

Eso me merezco yo

por no haber sido gallina,

que si no fuera por mí

le hubieran hecho pedazos

530a puros pistoletazos.

Teodoro:

¡Válgame Dios! ¿Cómo así?

Martes:

Diez hombres contra él venían.

Los once eran montanteros[44],

y los trece rodeleros[45],

535sin cuatro o seis que traían

ricas pistolas francesas.

Salgo al paso y en el puente,

como el romano valiente[46],

a puras puntas espesas

540los detengo y hago huir.

Sígolos, derribo, mato,

y como es justo el recato

y temer hombre el morir

a manos de la justicia,

545en casa quise esconderme

y escondido defenderme

de la escribanil[47] codicia.

Teodoro:

¡Pues cómo! ¿Nadie os hirió

con tanta espada y pistola?

Martes:

550Luego fue una herida sola.

Teodoro:

Pues, ¿quién tan presto os curó?

Martes:

Hay lindos ensalmadores[48]

que, con sólo hablar en griego,

zurcen como paño luego

555los desgarrones mayores.

¿No los has visto ensalmar?

Teodoro:

¿Y vienen de Grecia?

Martes:

No,

que acá lo aprenden. Y yo

lo quiero ahora estudiar.

560Sabré que se llama el pan

«panarra» y «vinore» el vino

Claridán:

¡Dejad ese desatino!

Teodoro:

¡Por vida de Claridán

que huelgo deste borracho!

Claridán:

565Violante y Luciana vienen.

Teodoro:

¡Nuevo olor las flores tienen!

Martes:

No dijera más un macho.

Teodoro:

¡Calla bestia!

Martes:

Callaré.

(Violante, Luciana, Lope e Inés)

Violante:

Ellos son, Luciana.

Luciana:

Ya.

570Sé que Teodoro aquí está

porque al llegar me turbé.

Claridán:

Convidar con lo que es prado

a las que son primaveras

no será justo. En riveras

575que habéis honrado y pisado,

vuestra es el agua, y las flores

y las sombras vuestras son.

Martes:

(Extremada introducción

para un libro de pastores).

Violante:

580Los campos mejor serán

para los mayos y abriles,

que en vuestros talles gentiles

entrambos meses están.

Tomad, si queréis, asientos,

585que a fe que estamos cansadas.

Teodoro:

Con el silencio me agradas.

¿No te da el verme contento?

Luciana:

Amor lo sabe, Teodoro,

pero suspensa en mirarte,

590no he dado a la lengua parte;

sólo en los ojos te adoro.

Teodoro:

¡Árboles, dadme licencia

que en vuestra corteza escriba,

por que crezca y por que viva

595esta palabra en mi ausencia!

¿Cuándo en sus bosques Medoro[49],

no con tan dichosa estrella,

puso por su amada bella:

«sólo en los ojos te adoro»?

Luciana:

600Dejad la daga, que ya

son esas muchas finezas;

ni escribáis en las cortezas

la que en las almas está.

Pagar amor es amor.

Claridán:

605¿Qué dices de esto, Violante?

Violante:

Que es pintor un tibio amante

que en lejos pone el favor.

Claridán:

También yo me suspendí.

Lope:

Y ella cómo calla. Hermana

610de Inés se ha vuelto semana,

que tiene el Martes aquí.

No puede esperar buen pago

de este amor una mujer,

pues que se deja querer

615de un Martes, que es hombre aciago.

Y si en tal día casarse

es negocio tan cruel[50],

de quien se casa con él,

¿qué dicha puede esperarse?

Inés:

620Seó[51] Lope tráteme bien,

que aunque no tomo el acero,

tengo aceros[52] con que espero

matarle a puro desdén.

¿De qué sabe el muy lacayo

625que de Martes soy devota?

Lope:

¡De eso poco se alborota!

Inés:

En viendo celos desmayo.

Martes:

¿Llámame vuesa merced?

Inés:

No señor.

Martes:

No sé que oí

de Martes. Soylo, y así

630vine a que me hagáis merced.

Lope:

Vuesa merced se retire

que esto corre por mi cuenta.

Martes:

Si de eso Inés se contenta

ni aun quiera amor que la mire.

Inés:

635Señores, el pretender

sea pleito de señores,

porque mientras son mayores

más juntos suelen comer.

Estén en conversación.

640Las mujeres son jardín:

todos las ven pero, en fin,

goza el fruto de quien son.

Martes:

¡Bien dicho!

Lope:

(Para él será

bien dicho).

Teodoro:

¡Ay, bella Luciana,

645cómo mi esperanza vana

se va declarando ya!

Pues, ¿sabéis lo que ha pasado

y lo que el conde os adora?

¡Mas con el Señor, señora,

650competirá su criado!

¡Por fuerza me ha de rendir

o el conde me ha de matar!

Y aunque es poco aventurar

vida que osa de servir,

655debo sentir el perderos.

Luciana:

No podrá el conde ni el mundo,

que amor que en el alma fundo

tiene inmortales aceros.

¿Qué cosa, amando mujer,

660le ha sido dificultosa?

Teodoro:

No podrá un alma celosa

vivir, sufrir y querer.

Martes:

Señor, advierte que viene

el conde.

Claridán:

¡El conde!

Teodoro:

Verdad.

Suyo es el coche.

Violante:

665Esperad,

que menos peligro tiene

pues mil disculpas habrá.

Y si os ha visto el huir

le dará bien que sentir,

670pues ama y celoso está.

Teodoro:

¡Nunca tuve más ventura!

Martes:

Él se apea.

(Entra el conde)

Teodoro:

Ya me matan

celos.

Conde:

Un lienzo retratan

de Flandes brava pintura:

675aquí hay árboles, galanes,

damas, flores, prado ameno,

montes lejos, fuentes… ¡bueno!

Claridán:

Cuando a las selvas te allanes

sus flores te dan alfombras.

Conde:

Bellas damas…

Luciana:

680Gran Señor…

Teodoro:

Y si da el amor calor,

árboles ofrecen sombras.

Conde:

Teodoro, ¿tú estás acá?

Teodoro:

A Claridán acompaño

685porque no le venga daño

si alguno celoso está.

Conde:

¿Cómo os va de acero?

Luciana:

Bien.

Conde:

Parece que el pecho armáis

después que acero tomáis.

690¿Sólo es de amor el desdén?

Luciana:

Nunca señor me he preciado

de cruel ni desdeñosa,

aunque no he sido piadosa.

Conde:

Yo sé que me habéis mirado

695con deseos de crueldad.

Luciana:

Fuera yo muy descortés;

que estimar amor no es

contrario a la honestidad,

y amor de vueseñoría

700no merece ingratitud.

Teodoro:

(¡Qué temeraria inquietud

amor en mi pecho cría!)

Conde:

Si fuese verdad, señora,

serviros con esta vida

es poco.

Luciana:

705De ser querida

no puede pesarme ahora,

sino de verme tan falta

como al fin, pobre mujer,

para poder merecer

710una esperanza tan alta.

Teodoro:

Yo he de perder el juicio

si aquesto pasa adelante.

¡Ataja, por Dios, Violante,

de amor el primero indicio

715o verásme hacer locuras!

[…][53]

Violante:

Estamos, Señor, de modo

y aquí, tan poco seguras

de los que nos pueden ver,

720que pues allá habrá lugar

para que podáis hablar,

con vos me quiero atrever

y pediros que licencia

nos deis de que nos entremos

725en esta huerta, que hacemos

de casa también ausencia

y sin esto, Claridán

un almuerzo nos previno,

que nos topó en el camino

730y quiso andar tan galán.

Perdone vueseñoría

si este es grande atrevimiento.

Conde:

No lo haber sabido siento

y me he corrido[54] a fe mía.

735No me hubieras avisado,

Claridán, por que mandara

que a estas damas regalara

quien tiene allá mi cuidado.

Ahora bien, id en buenhora

740y vosotros a servillas,

que yo por estas orillas

que esmalta de flores flora

quiero a la villa volverme.

Luciana:

Prospere tu vida el cielo.

(Entranse. Queda solo el conde)

Conde:

745Acerca el coche, Riselo.

Antes pretendo esconderme,

pues estos árboles son

tan propios para ocultarme

que para desengañarme

750es esta grande ocasión.

A Teodoro vi impaciente;

sí, quiere a Luciana bien,

que dos celosos tan bien

conócense fácilmente.

755Estos, en fin, son criados

y, entre ellos, a la amistad

guardan más firme lealtad

que a la que están obligados.

Yo adoro en esta mujer.

760Si ella se inclina a Teodoro

necio seré si la adoro,

pudiendo no la querer.

Árboles, no como Eneas[55],

os pido que me ocultéis,

765pues que celos no daréis

a vuestras verdes oreas[56].

Sólo quiero averiguar.

Celos, prestadme favor,

pues tantos bienes de amor

770sabéis cubrir y callar.

(Escóndase y salgan Teodoro y Luciana teniéndole de la capa)

Luciana:

¡Hiciera por dicha un loco

a mi honor tanto desprecio!

Vuelve, Teodoro, a sentarte.

Vuelve por Dios al almuerzo.

775Ea, que muy necio estás.

Teodoro:

Confieso que estoy muy necio,

pues voy huyendo de ti

y vivir sin ti no puedo.

Mas, ¡ay, Luciana! ¿Qué haré?

780¿Con quién tomaré consejo

que me defienda de mí,

cuando yo propio me ofendo?

Luciana:

Vuelve, no seas cansado.

Come, no seas grosero.

785Mira que se hace tarde

y que es ya fuerza volvernos.

Teodoro:

¿Que coma dices, Luciana?

¡Antes comeré veneno!

¡Antes perderé la vida

y mil vidas!

Conde:

790¡Bueno es esto!

¿Cuándo quien se puso a oír,

sus sospechas oyó menos?

Luciana:

Mira que estás enojado

sin causa.

Teodoro:

Yo lo confieso,

795mas no puedo más conmigo,

que con los celos me has muerto

del conde, señor al fin,

rico, gallardo y mi dueño.

Luciana:

¡Oh, mal fuego queme al conde!

Conde:

800No es malo que sea mal fuego,

porque si buen fuego fuera

abrasárame más presto.

Luciana:

¿Qué querías tú que hiciese

con un señor y, tras esto,

805señor tuyo? ¿Era mejor

que a tanto comedimiento

respondiera descortés?

Pues con los hombres del pueblo

y aun con la gente más vil

810no se sufriera hacer eso.

Yo, Teodoro, soy quien soy,

y si te escucho y te quiero

es porque tengo esperanza

del tratado casamiento.

815Pero el conde no pretende

con ese fin, y yo tengo

muchos fines que mirar,

que es muy principal Florencio

y no le seré yo ingrata,

820pues el amor que le debo

bastaba aun no siendo padre,

cuanto más, padre y tan bueno.

Conde:

¡Buena va mi pretensión!

¡Bien asegurado quedo!

825¡Estos son buenos criados!

Teodoro:

¿Ves cuanto me estás diciendo?

Pues no es posible templarse

la cólera de mis celos.

Luciana:

Pues, ¿que te haré yo, Teodoro?

Teodoro:

830Darme, pues me ves muriendo,

palabra de aborrecer

al conde con juramento.

Di que jamás le darás,

Luciana, puerta en tu pecho;

835que rasgarás sus papeles,

que no escucharás sus ruegos,

que de sus ricos presentes

harás burla y menosprecio.

Dime que tiene mal talle,

840mal proporcionado cuerpo

y si quisieras hacer

comparación de algún feo,

sea con el conde.

Luciana:

¡Basta!

Conde:

Eso será si yo quiero,

845que con tan bajos partidos

no podré hacer el asiento.

Ved lo que pasa en el mundo

estando amor de por medio.

¡Bien solicita mi causa

850Teodoro! ¡Muy bien ha hecho

oficio de buen criado!

En obligación le quedo…

Luciana:

Digo, Teodoro, que juro…

Teodoro:

¡Di por tus ojos!

Luciana:

… por ellos,

855de a Próspero, tu Señor,

aborrecer por extremo;

de no admitir papel suyo

y de no escuchar sus ruegos;

de despreciar sus regalos,

860comparar con él los feos

y de decir mal de su talle.

¿Vendrás a almorzar con esto?

Teodoro:

Vendré a servirte animoso

y de esa fe satisfecho,

865por la cual juro de amarte

mil años después de muerto,

ser tu esposo y con fervor

mientras puedo merecerlo,

los pensamientos más castos,

870los deseos más honestos

de no mirar hermosura

si no fuera con desprecio,

ni a gusto ajeno ninguno

levantar el pensamiento.

875Si viere una frente hermosa

con cabello rubio o negro,

diré: todo aquesto es sombra

de tu frente y tus cabellos.

Si viere unos verdes ojos,

880negros, rasgados o enteros,

azules, zarcos o garzos,

diré luego: todos estos

son esclavos de Luciana,

que son sus ojos más bellos,

885su boca y labios de rosa.

Diré…

Luciana:

¡Detente! Que creo

que sin almuerzo nos vamos.

Teodoro:

Perdona si soy molesto,

que corre postas amor

890cuando corre sobre celos.

(Éntrense los dos)

Conde:

¡Pues yo juro, no a los ojos,

tan ingratos y soberbios,

de la más necia mujer,

sino a los del amor ciego,

895no de procurar venganza

con declarados intentos,

que no está bien a mi honor

por ser mis criados estos,

sino de buscar cautelas

900con tan sutiles enredos,

disimulando el agravio

que todos cuatro me han hecho,

que me vengan a las manos!

Y será, por dicha, a tiempo

905que, pidiéndome piedad,

no hallen piedad en mi pecho.

Que yo matara a Teodoro

por cosa cierta lo tengo

si me dejara vencer

910de tan bajo pensamiento.

Y al traidor de Claridán

pusiera en tan fuerte aprieto

que aprendieran los que sirven

a guardar lealtad al dueño.

915Mas viendo que esto es amor

y considerando luego

que se han criado en mi casa,

quiero, a fuerza del ingenio,

ser traidor al que es traidor,

920lisonjero al lisonjero,

desleal al desleal.

Tal causa, tales efetos.

No me engañarán los cuatro

por mucho que sepan desto,

925porque engañar al que avisa,

¿cómo es posible si es cuerdo?

(Fin del primero acto)