Eché una mirada hacia el gran reloj eléctrico situado sobre el bar, al extremo de la cantina. Eran las 17 y 26.
—Dentro de cuatro minutos debemos entrar en servicio, Frankie —dije—. Es tiempo de ponernos en movimiento.
Nos levantamos lentamente.
—Como usted dice —observó Frankie—, este caso me ha ofrecido una serie de coincidencias embrujadas para mi colección. Me ha dado, además, mucho en que pensar. Como usted también dice, no tiene un final nada claro ni ordenado. Considero, sin embargo, que mi teoría lo explica todo satisfactoriamente. ¿Cómo resulta ésta comparada con la de Thrupp?
—Me parece que Thrupp no tiene una inteligencia tan clara como la suya —dije— porque ha tropezado con una complicación que no he tenido tiempo de mencionarle. Vea usted: hay una sección en el War Office (creo que una subdivisión de MI5) que está encargada de vigilar a las personas que son despedidas del Servicio por si se convierten en «elementos descontentos» que conspiran con los enemigos del Rey y demás. ¿Comprende usted la idea?
—Sí.
—Thrupp es una persona muy concienzuda y por fórmula preguntó al War Office si sabían algo de Sherry MI5 mostró en seguida un dossier con su nombre. Permítame decirle que pese a que Sherry había estado varios años bajo observación intermitente, nunca le descubrieron nada. Desde el punto de vista profesional y político sus antecedentes eran tan puros como la nieve. Pero lo más sorprendente para Thrupp (y puedo asegurarle que se sorprendió tanto que todavía no se ha repuesto de ello) fue la fecha del primer asiento de este legajo. Se sorprendió porque se indicaba que Sherry dejó el Servicio no como él pensaba, ¡sino varios años antes! Y el asiento inicial que, por decirlo así, motiva el dossier dice: «Amigo íntimo del Capitán N. C. Bourdon (ver SS. 1384. I)».
—¡Por Dios! —gritó Francesca—. Pero ¿por qué? No comprendo…
—Paciencia criatura. Bueno, la primera idea de Thrupp fue, naturalmente, que todo el asunto debía datar de aquella tarde cuando le escribí a Philip Grotian para decirle que Bourdon se había alborotado con mi trabajo, y Grotian, siendo un muchacho prudente, habría iniciado un legajo, no sólo sobre Bourdon, sino también sobre Felix Sherry a causa de su intimidad con aquél. Pero (y esto hizo perder quince días a Thrupp) lo más asombroso es que la fecha del primer asiento no corresponde, ni siquiera aproximadamente, con la fecha de mi carta a Grotian. ¡Aquel asiento está fechado casi dos años y medio antes de que yo conociese a Bourdon y a Sherry! Ríase de esto, mi querida Frankie.
Al pasar la puerta de la Oficina, Francesca se detuvo y me miró con los ojos bien abiertos.
—Eso quiere decir…
—Desgraciadamente no significa otra cosa sino que su conjetura es tan buena como la mía —dije— la que a su vez es tan buena como la de Thrupp. Pero ésta no puede publicarse. Comprenda usted; MI5 se negó rotundamente a desprenderse del legajo de Bourdon. Thrupp ni siquiera pudo echarle un vistazo y, al parecer, MI5 está en todos sus derechos. Puede comprender ahora por qué Thrupp se siente mucho menos seguro que usted. Le gustaría saber (y a mí también) cómo explica MI5 la muerte de Bourdon, por ejemplo.
¿Esta revelación sobre el dossier de Bourdon estará relacionada en alguna forma con la interrupción prematura y algo misteriosa de la investigación del Residente acerca de la muerte de Bourdon? ¿Estuve yo acertado en mi vaga sospecha de que Philip Grotian pudo haber pedido u ordenado al Residente que abandonase el asunto? ¿Bourdon había sido «ejecutado», no por mí, por supuesto, sino por algún otro delegado ad hoc? ¿O murió por accidente y Grotian se engañó al creer que yo lo había hecho por mi propia cuenta? ¿O le mató Felix Sherry como usted lo insinúa? Y…
—¿Y cómo se llamaba el maquinista? —imploró Frankie con una risita desconcertante—. Sinceramente, Roger, ¡esto es fantástico!
—Ahora le diré algo mucho más fantástico —dije avanzando mi barba hacia adelante hasta casi tocar la cara de ella—, algo que Thrupp me pidió especialmente que le transmitiera para su colección, junto con sus saludos. Creo que le gustará. Escuche: estamos de acuerdo, ¿no es cierto?, en que cualquiera que sea la verdad sobre la muerte de Bourdon, Clemency fue asesinada por Sherry. Estamos también de acuerdo en que al morir como resultado de aquel accidente de tren, Felix Sherry ha expiado su crimen y ha evitado el trabajo al verdugo. ¡Exacto! Hace un momento usted, chistosamente y muy al caso, preguntó cómo se llamaba el maquinista, sin pensar jamás que podría darle la respuesta verdadera y cabal a esa pregunta absurda. Pero ocurre que puedo hacerlo. Puedo decirle el nombre del conductor del tren de las 7 y 14 de Lewes a Haywards Heath en la mañana en que Felix Sherry sufrió sus heridas mortales. Apareció en la indagatoria.
—¡Por Dios! —gritó Francesca, asombrada—. No irá a decir…
—Su nombre era Pierpoint —asentí—. Tengo entendido que no es pariente del verdugo, pero ¿no le parece raro? Apresurémonos, querida; vamos a llegar tarde.