19

Una tarde, ocho días después, entré en la cantina llena de gente para tonificarme con un té cargado antes de tomar la guardia nocturna. Al mirar a mi alrededor en busca de un lugar, encontré felizmente a Francesca sola, sentada a una mesa cerca de la ventana, la cabeza inclinada sobre una carta de varios pliegos. Armado con el té y unos bollos, me reuní a ella.

—Acabo de recibir una carta colosal de Clemency Ann, gracias a mi buen amigo Roger —dijo Francesca levantando la vista con una sonrisa amistosa—. Usted sabrá que todavía no puedo reponerme de la coincidencia de que usted la conociese de esta manera. ¡Es fantástico!

—La cosa es que pude haberla conocido muy fácilmente sin llegar a saber que era amiga suya —dije—. Es verdaderamente fantástico que a usted se le ocurriese mencionar su nombre pocas horas antes de que yo la encontrase. De una manera o de otra, este caso ha producido todo un tesoro de joyas para su colección de coincidencias, Frankie. A propósito, ¿Clemency Ann está todavía en Fulkhurst?

—No. Ha regresado a Marydown donde está destacada. Creo que se alegró de poder escapar. Se quedó para el entierro y después levantó el vuelo tan pronto como pudo. Al parecer, cuando llegó el Coronel Orgill, el ambiente en Fulkhurst se puso tenso y nada agradable. Es fácil imaginarlo.

—¡Pobre hombre! ¡Qué regreso al hogar! Sobre todo si quería realmente a Clemency, como creo. Me alegro de que no me haya tocado tener que darle la noticia y no sólo los detalles de su muerte, sino también los del anterior casamiento que Clemency le había ocultado. A no ser que Orgill haya cambiado desde que le conocí, esto debe de haberle destrozado aún más que su muerte.

—Clemency Ann dice que se produjo una escena terrible a su llegada. Estuvo detenido en route y no llegó hasta el lunes, cuando Mr. Thrupp ya había regresado de la ciudad y lo esperaba para contárselo todo. Clemency Ann se retiró y pasó la noche en la posada. No la censuro.

—Yo tampoco. Thrupp dice que su entrevista con Orgill fue una de las peores que recuerda.

Frankie levantó la vista.

—¿Ha visto usted a Mr. Thrupp?

—Pasé la noche en su piso en Bayswater. Me hizo ir para escuchar el final de la historia, o lo que pasa por ser el final.

—¿El caso está terminado, entonces?

Me encogí de hombros.

—Hasta donde es posible que lo esté. No llega a una terminación clara y precisa y tiene puntos escabrosos que tal vez nunca se aclaren. Desde el enfoque criminológico, no es muy edificante. Por otra parte, aun el Subcomisario de Scotland Yard está de acuerdo en que, por lo menos en teoría, la justicia ha quedado satisfecha.

—¿Cómo es eso? —Francesca frunció el ceño mirándome por encima de su taza.

—Bueno, no parece haber la menor duda de que Clemency fue asesinada por Felix Sherry y, puesto que Felix murió a causa de sus heridas en las primeras horas del jueves pasado, el resultado del sumario es el mismo que si hubiese sido llevado ante el juez y enviado a la horca.

—Así que murió. ¿Hizo alguna declaración?

—No, por desgracia. No recobró el conocimiento. Todo cuanto consiguió el estenógrafo policial que cumplía la vigilancia junto al lecho, fue un fuerte resfriado y una sarta de cosas sin sentido dichas en el delirio. Aun cuando hubiesen tenido algún sentido o alcanzaran a ser una confesión, lo que se dice en el delirio evidentemente no vale un comino como prueba. Por lo tanto, no hay ninguna prueba directa.

—Entonces, ¿cómo sabe usted que él mató a Clemency? —preguntó Francesca—. ¿Es pura conjetura basada en la visita que él hizo a Fulkhurst aquella noche?

—¡Oh, no! Eso jamás hubiese satisfecho a la a. C. Afortunadamente se han encontrado varios datos que confirman la prueba. Sherry tenía un cuarto en los suburbios de Pimlico que los muchachos de Scotland Yard descubrieron fácilmente una vez que su identidad quedó establecida. La encargada de la casa se presentó en respuesta a un SOS. por radio. Y en ese cuarto se encontraron dos cartas de Clemency (prudentes en su tono y no muy informativas, pero reveladoras de que Sherry trataba de extorsionarla) y un frasco que contenía una buena cantidad de una droga casera con la que ella fue envenenada. Lo que es más, la encargada puede atestiguar que él ha preparado la sustancia en la llama del gas, en su habitación. Al parecer fue un procedimiento largo de hervor, destilación y demás. Él le dijo que era un antiguo remedio de hierbas para enfermedades crónicas del pecho y como desde que estaba en su casa tenía una tos bastante fea, le creyó aunque no estaba de acuerdo con medicamentos caseros. Tenía los pulmones en un estado desastroso, como se descubrió en la autopsia efectuada en Nutbridge. Y en el cuarto de Sherry, entre sus libros, se halló uno espeluznante llamado The Henbane Mistery, que da una descripción bastante detallada de un asesino que fabrica hioscina del beleño.

Francesca asintió.

—Todo encaja —admitió ella.

—«Encaja» es la palabra exacta que empleó anoche Thrupp —dije—. La prueba es puramente circunstancial, por supuesto, pero, aunque ninguno de estos diversos detalles sería concluyente, por sí solo, el resultado de la fuerza acumulativa es bastante acusador. La ropa que Sherry usó aquella noche, dicho sea de paso, pertenecía a la hija de la encargada que está en alta mar con las ATS. Las tomó sin permiso de su cuarto. No es que importe…

Ofrecí a Frankie un cigarrillo y encendí otro para mí.

—Es todo cuanto sabemos del asesinato en sí —continué—. Naturalmente ignoramos lo que ocurrió aquella noche en High Seneschals y cómo se ingenió Sherry para que Clemency se tomase el té envenenado. Es evidente que ella no debe haber sabido que estaba envenenado y surge el interrogante de si realmente vio a Sherry o si éste simplemente entró a hurtadillas dentro de la casa, encontró en la cocina la bandeja con el té (que la criada siempre dejaba preparada para Clemency) y vertió unas gotas de la sustancia en la tetera, en la taza o en otra parte. Tengo entendido que esa droga es incolora y actúa en pequeña cantidad; por lo tanto es probable que Clemency no lo hubiese notado. Pero todo esto es una simple conjetura. Jamás sabremos exactamente qué ocurrió y en realidad poco importa.

—¿Cuál fue el motivo? —preguntó Frankie—. Quiero decir, si extorsionaba a Clemency, ¿por qué matarla? Aunque no le sacase dinero, es evidente que lo fundamental era delatarla contándole a su marido el asunto Bourdon. No encuentro ninguna otra razón para matarla a no ser… —calló.

—A no ser —continué por ella—, a no ser que Clemency hubiese revelado imprudentemente que tenía algo oculto tan perjudicial para los intereses de él como cualquier cosa que pudiese hacerle a ella. Escuche, Frankie. Cuando Clemency me escribió pidiendo ayuda, empleó aquella curiosa metáfora de «los pollos que vuelven al gallinero», sabiendo que yo entendería lo que quería decir. Y más adelante puso: «Tengo un zorrito manso que podría dañar a los pollos, pero quiero un consejo sobre la mejor manera de utilizarlo»… ¿Ve usted? La deducción es evidente.

—Aun así —objetó Frankie—, debe de haber sido algo desesperadamente perjudicial, para que Sherry se decidiera a matarla. Quiero decir, aun cuando ella supiese algo que si lo revelaba podría arruinar completamente la vida de él (por ejemplo el motivo que lo obligó a renunciar a su puesto), ¿habría llegado él al extremo de asesinarla para cerrarle la boca? Un mutuo complot de silencio ¿no hubiera convenido mucho mejor al caso?

—Eso depende, seguramente, de lo que Clemency sabía de él —dije—. En el momento de su muerte, Sherry tenía un empleo no muy alentador en el Ministerio de Abastecimientos, una situación subordinada que no justificaba que un hombre cometiese un asesinato por no perderla. Por otra parte, Scotland Yard ha descubierto que él no había tenido ningún trabajo fijo hasta que vino la guerra. Llevaba una vida bastante sórdida, con un sueldo casi de hambre y estaba prácticamente arruinado. Thrupp cree que cuando un hombre ha llevado una existencia que destruye el espíritu, que ha vivido al día durante años y años, como parece haberlo hecho Sherry, y luego consigue un trabajo poco importante en el Servicio Civil con un salario mensual y cierta sensación de seguridad, cometería un asesinato antes que arriesgarse a perder el empleo si sale a relucir algún episodio desagradable de su pasado. Thrupp sostiene que si Clemency, en defensa propia, puso en peligro el trabajo de él o su sensación de seguridad, Sherry puede fácilmente haber resuelto quitarla de en medio. Al parecer, el Subcomisario también lo cree posible, y puede que estén en lo cierto.

Frankie me miró a través de sus largas pestañas.

—Pero usted tiene otras ideas, ¿no es así, Roger?

—Tal vez las tenga, pero… —dije vacilante.

—Cuénteme, Roger.

—No, no puedo. No sería correcto con nadie que esté vivo o muerto. De todos modos mi teoría es completamente absurda.

Hubo un pequeño silencio. Luego Frankie murmuró:

—Si Felix Sherry mató a Neville Bourdon y Clemency lo supo…

—¡No lo diga a gritos! —interrumpí con voz ronca—. Mi querida niña, está hablando…

—¡Malo, malo! —dijo sacudiendo un dedo reprobador—. Además, le conozco a usted mejor de lo que se imagina, mi estimado Roger. Sé lo que quiere decir cuando usted se enoja así…

La miré fijamente.

—Usted es demasiado inteligente para ser una simple empleada de la oficina de informes, ¿no es así? ¿Hay algo que no sepa, Frankie?

Ella rió.

—La muerte oficial para una empleada de la oficina de informes es reconocer que no lo sabe todo, amigo mío —dijo provocativa—. Sólo le es permitido al coordinador decir a los clientes que «no lo sabe y poco le interesa». Bien sabe usted que estoy en lo cierto. Hace diez días, si lo recuerda, le di un motivo profundamente psicológico para que Sherry pudiese haber matado a Bourdon, y aunque usted aparentara no tomarme en cuenta, Mr. Thrupp fue lo bastante honesto para admitir la posibilidad. Está bien. Y ahora, si usted fuese igualmente honesto y reconociese que la «figura oscura» que vio aquella noche cuando salió de la Khushdil con el objeto de matar a Bourdon, no era ningún misterio para usted (porque reconoció que era Clemency) y que, a pesar de que nunca ha dicho una palabra de sus sospechas a nadie, usted ha vivido obsesionado desde entonces con el temor horrible de que fuese Clemency quien mató a su propio marido…

—¡Frankie! —grité bruscamente con la frente empapada en sudor. Sus ojos se fijaron con firmeza en los míos quizá durante cinco segundos; luego desvié la mirada.

—¡Pobre Roger! —Yo sentía la compasión en su voz—. Ha de haber sido un infierno. Y, sin embargo, creo que mi teoría es la verdadera y que Clemency, en realidad, no fue más culpable que usted. Clemency era la «figura oscura» que usted vio (de nada vale decir que no con la cabeza, Roger; hace un momento lo leí en sus ojos) y debemos estar preparados a reconocer que ella se había deslizado de la Golden Oriole, por supuesto que un poco antes que usted, quizá con un motivo tan malo como el suyo. Tal vez no; tal vez se proponía simplemente ir a ver a Neville para tratar de llegar a un acuerdo o hacerle una última petición de divorcio. Aunque así fuese, su desesperación debió de ser como para estar dispuesta a matarlo si él no cedía. Pero (del mismo modo que usted) ella nunca tuvo la oportunidad de llegar tan lejos. En vez de matar a Neville, vio a Felix Sherry cuando lo mataba o por lo menos vio a éste en circunstancias que no dejaban ninguna duda. Jamás sabremos los detalles exactos, pero estoy segura de que fue algo así.

—Continúe —gruñí ásperamente.

—Clemency vio a Sherry en una situación acusadora, Roger; pero Sherry no tenía la menor idea de que le habían visto. Estaba oscuro y Clemency consiguió permanecer oculta. Durante todos estos años, Sherry se ha imaginado tontamente que su secreto no corría peligro y así fue, hasta que volvió a encontrar a Clemency (nunca sabremos cómo) y totalmente se le ocurrió extorsionarla. Usted dice que no tenía un cobre y que llevaba una vida bastante miserable. Me imagino que cuando él la encontró y supo que se había vuelto a casar pensó (como usted) que tal vez el marido no estuviese enterado del episodio Bourdon. Quizá la propia Clemency se asustó y le pediría, como viejo amigo, que no la descubriese o quizá él lo supiera por otros medios. No tiene importancia. Sherry estaba sin dinero en tanto que Clemency llevaba una vida holgada y no pudo resistir la tentación de extorsionarla. Pero el simple hecho de que Clemency tuviese un marido rico no significa que ella dispusiese necesariamente de mucho dinero. Es probable que contase con una buena renta pero quizá con ningún capital propio. Además, él pudo haber andado no solamente en busca de dinero, y haber insinuado otras condiciones. Al volver a encontrarla se le debieron de volver a despertar los sentimientos que usted sospechaba que tenía por ella en Ghadarabad, en tiempos pasados, sobre todo si todavía parecía joven y atractiva para su edad. En todo caso ella no podía, o no quería, darle lo que él pedía, y entonces, desesperada, pensó en la única forma posible de mantenerle callado, quiero decir la contraamenaza de contar a la Policía la historia completa de lo que había visto aquella noche en Cachemira. Era un asunto peligroso, Roger, y por esto a ella le interesaba tanto su opinión sobre la mejor manera de manejar el «zorro manso» que podía soltar en medio de los pollos en el gallinero. Tenía poco tiempo, pues sabía que su marido debía regresar a casa en un futuro muy próximo y lo principal era cerrar la boca de Sherry antes de que aquél llegase. Pero no tuvo ninguna respuesta de usted y no tenía a nadie más a quien recurrir. Por eso debió jugar la partida sola.

Frankie suspiró. Yo no dije nada.

—No la jugó muy bien —continuó Frankie—. Lo hizo sin ninguna protección. Anunció su contraamenaza y… bueno, el efecto sobre Felix Sherry fue tan completamente devastador que no vio otra cosa que hacer sino matarla antes de que ella pudiese denunciarle a la Policía como asesino de Bourdon. —Lo que hizo él a su debido tiempo.