8

—¿Y ahora?

Nadie había oído a Barbary entrar nuevamente en la habitación, si bien era evidente que había estado escuchando junto a la puerta abierta durante unos instantes. Carmel se había reanimado con té caliente y un cigarrillo, y estaba echada arriba.

—¿Y ahora? —repitió Thrupp, dejando sitio a Barbary a su lado, en el sofá—. Pues nada, oficialmente, según temo. Si nuestro razonamiento es correcto, y si en verdad tenemos suficiente descaro como para llamar razonamiento a estas absurdas suposiciones, Puella Stretton ha sido asesinada por Drinkwater, tanto como si la hubiese matado a tiros o le hubiese dado bombones envenenados, Pero aparentemente… su crimen quedará impune, ¿no? ¡He aquí a nuestro viejo y estimado amigo, el Crimen Perfecto! Y no podemos adoptar ninguna medida contra esto… oficialmente —sus ojos se encontraron con los míos una vez más, y luego se fijaron sucesivamente en los de Adam y en los de tío Piers—. No hay la menor cosa que pueda invocar contra él. Todo el caso está fundado sobre una serie de conjeturas y suposiciones tan fantásticas, que nunca he visto otras semejantes, y por último no podemos ignorar el hecho de que todo ello puede ser una pura fantasía, sin el menor vestigio de verdad.

—Y sin embargo —dijo Adam— todo concuerda, ¿no? Como usted dice, no conocemos ningún motivo para ese asesinato. Si en verdad ha sido un asesinato. Pero…

—No podemos esperar que Drinkwater se digne a informarnos —dijo Thrupp con voz sombría—. Quizás Andrea Gilchrist lo sepa, pero no tengo autoridad para obligarla a hablar. Se reiría a carcajadas ante la insensatez de semejante pregunta, y lo peor es que tendría la razón y el sentido común de su parte. Sea como fuere, el motivo no me preocupa demasiado. No es difícil adivinar cuál puede ser. No, en verdad estamos… —Thrupp utilizó un término algo grosero e inmediatamente se disculpó, confuso—: Perdonen Su Ilustrísima y Barbary.

El Muy Reverendo Odo rió:

—Creí que había otra cosa —dijo indulgentemente—. Roger, dame una última copa, por favor, y luego propongo que nos vayamos a dormir. Estoy seguro de que el canónigo Flurry no lamentará tener que acostarse. Es cerca de medianoche, y si siguiésemos ventilando este asunto toda la noche no creo que adelantaríamos nada. Una noche de descanso puede traernos alguna inspiración…

Comencé a servir una ronda de bebidas.

—De todos modos, hay uno o dos puntos que quisiera aclarar antes de levantar la sesión —observé, manejando un sifón—. Por ejemplo, ¿cuál es la función de la gata Grimalkin, si es que la tiene?

—No creo que tenga ninguna función —dijo el Arzobispo, apurando su vaso—. Y no carguemos la imaginación con elementos secundarios, Roger. En ausencia de pruebas positivas de que Grimalkin es un espíritu familiar, prefiero considerarla simplemente como un animal doméstico de muy mal genio. A menos que matemos a la gata para establecer si es mortal o no, con sinceridad no veo qué podemos hacer.

—Pero ¿y su incursión contra mis trompetas celestiales? —insistí.

—No sabes con certeza si fue ella quien atacó tus trompetas celestiales. Según lo que nos has dicho, fue simplemente una sugerencia humorística de Carmel. Bien pudo haber sido cualquier otro gato.

—De todos modos, es bastante misterioso ese animal —dije suspirando—. Apareció no sabemos de dónde, en la misma época en que Carmel comenzó a…

—¡Vamos! —tío Piers se puso ahora contra mí, a su vez—. No pienses más en ello, Roger. Todo el país está invadido de condenados gatos vagabundos, echados de sus casas por familias escocesas cuando aumenta el precio del pescado.

—Muy bien —capitulé sonriendo—. Mencionaré otro punto, especial para expertos en la materia. Supongamos que este señor Drinkwater-Boileau-Bevilacqua no es un ser humano, sino un demonio o un espíritu maligno. Como dice Thrupp, no hay medidas oficiales posibles contra él. Pero supongamos que yo decidiese hacer justicia por mi cuenta e intentar poner fin a todos estos sucesos extraños que tienen lugar en nuestra región. Supongamos que fuese a Bollington esta noche con una pistola en el bolsillo y rellenase de plomo al señor Drinkwater. ¿Qué sucedería?

—Una de dos cosas —dijo tío Odo, mirándome por sobre el borde de sus gafas—. O bien matarías a un ser humano, y serías culpable de asesinato premeditado, o bien tus balas no surtirían el menor efecto, salvo quizás provocar al demonio hasta el punto de que te transformase en un sapo o un piojo, o algo semejante. En cualquiera de los dos casos, estarías en una situación difícil. Existe, desde luego, una teoría según la cual es posible provocar la huida del Diablo disparándole con balas de plata maciza, pero abrigo ciertas dudas al respecto, y de cualquier manera, no creo que tengas balas de plata. Por favor, Roger, desecha toda esta idea. Es muy posible que éste sea un caso que requiera un solemne exorcismo, pero Indudablemente no justifica intentar un asesinato.

Ja wohl —dije sonriendo—. Dicho sea de paso, ¿cuál es tu opinión personal acerca de Drinkwater, tío Odo? Luego de oír todo este testimonio, ¿qué piensas tú que es? ¿Carne o espíritu?

Su Ilustrísima separó las manos.

—Antes de intentar una respuesta, resumamos lo que sabemos acerca de él y consideremos las posibilidades, Roger. Si podemos confiar en nuestra evidencia, sin duda parecer tener poderes «sobrenaturales». Luego, si su nombre no es simplemente una coincidencia, lo cual no creo posible, tenemos por lo menos una tercera manifestación de los poderes que ha desplegado en distintos puntos de Europa durante los últimos cinco años. Lo que es más notable, seduce a mujeres jóvenes y las transforma en brujas, o por lo menos hace que vuelen como las brujas. Asimismo, parece ser aficionado a las formas más avanzadas de la magia en su relación con una forma particularmente baja y terrible del gnosticismo, según lo prueba esta «misa» a Arcontes, el Principio del Mal del Dios Supremo. Muy bien, entonces. Yo diría que puede ser: el Diablo en persona, o uno de sus demonios, materializado en una figura humano o algo que se le asemeja; un ser humano «poseído» por el Diablo o uno de sus demonios, es decir, un ser humano en cuyo interior habita un espíritu maligno y, sin estar verdaderamente poseído, puede ser ese ejemplar tan raro, un mago iniciado, absolutamente genuino, que ha alcanzado el más alto grado del conocimiento —el Gnosis— y del poder oculto, y que mediante la constante unión espiritual con las Fuerzas de las Tinieblas ha llegado a adquirir algunas de las facultades que pertenecen normalmente tan sólo al mundo espiritual. Francamente, la tercera posibilidad corresponde a mi opinión personal. La considero la más probable, la más factible, y al mismo tiempo, la menos sensacional.

—En otros términos, ¿estás convencido de que es humano?

—Sí. ¿La razón de ello? Que según veo sus acciones, o aquellas de sus acciones que conocemos, son más característicamente humanas que demoníacas. A pesar de sus extraños poderes, demuestra, en realidad una falibilidad esencialmente humana.

—¿Por ejemplo?

—Bien, consideremos esta terrible «misa». Es muy coherente que un ser humano dedicado a la adoración del Mal ofrezca un sacrificio a Arcontes, el Mal Supremo. Pero ¿es probable que el Diablo, o un demonio, pierda tiempo en lo que es, después de todo, un ritual hecho por los hombres, sumamente imperfecto? Yo lo llamo imperfecto, no solamente porque las herejías gnósticas son en sí errores demostrables de primera magnitud, sino además porque esa lista de nombres en el Oficio de las Colectas evidentemente un fraude en muchos sentidos y el resultado, como ha dicho el canónigo Flurry, de la conjura los deseos no cumplidos y de la malicia. Alguno de los hombres comprendidos en esa lista pueden haber sido gnósticos o magos o adoradores del Mal. No dudo que lo fueron. Pero otros están increíblemente fuera de lugar: Carlomagno, Roger Bacon, Goethe, el papa Borgia y otros. En resumen, esa lista fue confeccionada por un hombre, no por un diablo, pues la inteligencia superior de un diablo le habría permitido evitar semejantes errores.

—Es un argumento muy válido —dije pensativo.

—Luego, supongamos que la teoría de Mr. Thrupp es correcta, y que Drinkwater mató realmente a Mrs. Stretton mientras volaba hacia su casa, de regreso de una reunión de brujas, lo cual es muy posible, dicho sea de paso, pues recordarán ustedes que era la festividad de la aparición de San Miguel, y que las fechas correspondientes de los que fueron los opositores más tenaces del Diablo son elegidas, a menudo, para la profanación. Por grotesco que sea, aparentemente, creo que la idea de Mr. Thrupp puede ser correcta. Pero si lo es, ¿no hay en esta acción una malicia más humana que diabólica? Sabrán ustedes que en toda la literatura sobre hechicería y demonología hay muy pocos casos en los cuales se atibuya al Diablo haber matado a un ser humano. Lo que él codicia no es el cuerpo, sino el alma. La carne viva es para Satanás de mayor utilidad que la muerta. Vivo, el cuerpo puede ser arrastrado más y más bajo hasta el fango del pecado y la corrupción, asegurando con ello la condenación eterna del alma después de la muerte. Muerto, y en especial, muerto prematuramente, como en el caso de esta mujer sana y atrayente, no hay certeza alguna por parte del Diablo de que un ser humano reúna todas las condiciones definitivas para el Infierno. Nuestro Dios es un Dios misericordioso, y el más breve y el más fragmentario Acto de Contrición en el momento de la muerte puede servir para burlar al Diablo y arrebatarle su presa… No sé cómo destacar con suficiente firmeza, Roger, que puedo estar totalmente equivocado en mi interpretación de este caso. Pero por su apariencia, y en ausencia de otras pruebas, yo diría sin vacilar que Drinkwater es humano. Si está técnicamente «poseído» o no, no sabría afirmarlo. Pero en un lenguaje más figurado, es indudable que el Espíritu del Mal se encuentra en él, y yo creo que ello sería enteramente suficiente para explicar la sensación de increíble frío, sufrida por Mr. Thrupp en el momento de estrechar su mano.

—Una cosa más —dije, mientras Su Ilustrísima comenzaba a levantarse de su asiento—. Los autores de obras sobre hechicería afirman con frecuencia que generalmente es posible identificar a una bruja auténtica por ciertas peculiaridades físicas, como la «Marca del Diablo» y… otras cosas —me dirigí a Thrupp—. ¿No oíste mencionar nada anormal relacionado con el cuerpo de Puella Stretton?

—Nada —dijo Thrupp—. Desde luego, estaba terriblemente golpeada y destrozada, pero el médico me aseguró que no había nada fuera de lo común. Cuando la examinó, no habían identificado el cadáver aún, de modo que logré que escribiese una descripción detallada. Las únicas marcas que advirtió eran la cicatriz de una operación de apendicitis y un pequeño lunar debajo del pecho derecho. Es un hombre muy minucioso, creo que no se le habría escapado nada… raro.

Eso era, pues, todo.