Y a las ocho y media, aproximadamente, del mismo día, cuando acabábamos de levantarnos de la mesa de la comida y estábamos tomando café en la terraza cubierta, un automóvil polvoriento apareció en el sendero, y poco después salió de él la atlética y maciza persona del Detective-Inspector Jefe Robert Thrupp, del Departamento de Investigación Criminal. Barbary y yo nos apresuramos a recibirle, lo condujimos adentro, luego de tomar su muleta, y lo presentamos a nuestros invitados.
—Lamento llegar tan tarde —se disculpó Thrupp, estrechando manos—. No he podido salir antes. Se trata de un caso extraño, en Rootham. Hasta ahora no he logrado sacar nada en limpio.
—¿Un asesinato? —preguntó tío Piers con evidente expectativa.
—Es posible —repuso Thrupp, encogiéndose de hombros—. Es muy raro, de cualquier manera. Muy raro. Infernalmente raro… con el perdón de su Ilustrísima.
—Estimado Inspector… —murmuró el Muy Reverendo Odo, agitando la mano en un gesto tolerante.
—Se trata de una mujer joven hallada muerta sobre el tejado de un establo —prosiguió Thrupp—. No es del pueblo. No la han identificado, todavía. Completamente desnuda. Ni una prenda, ni sobre ella ni cerca de ella, Todos los huesos del cuerpo rotos. Como si hubiese caído de un rascacielos, sólo que no hay nada cerca de donde pueda haber caído. El establo mismo es la construcción más alta de la aldea. Nadie la oyó caer. Debió ocurrir durante la noche. La encontró un vaquero en las primeras horas de esta mañana. Muy extraño…
—Infernalm… quiero decir, sumamente extraño —murmuró el Muy Reverendo Odo, acariciándose el mentón.