Hans se ocultaba detrás de un laurel, en el jardín situado justo enfrente del arbusto tras el cual conversaban los otros dos.
A aquella distancia podía distinguir a la perfección la camiseta blanca. Había aparcado el coche a unos cincuenta metros de allí y retrocedido hasta la casa paseando tranquilamente. Tras descubrir aquel magnífico puesto tras el laurel, y una vez comprobado que desde aquella ubicación la visibilidad era magnífica, se dirigió a la casa a la que pertenecía el arbusto y llamó al timbre. Esperó unos instantes y volvió a llamar, y, al no recibir ningún tipo de respuesta, se dirigió, satisfecho, a su nuevo puesto de observación.
Joachim había seguido a las mujeres hasta aquella casa, le había cedido el BMW a Hans y desaparecido sin más. Hans había estado vigilando un tiempo, después había seguido a las mujeres hasta el geriátrico, habiendo llamado previamente al Doctor y recibiendo de éste de nuevo la orden de mantenerse al margen de momento.
Tras la visita al geriátrico, Jane le pareció encontrarse completamente aturdida, su miedo era palpable. Hans había sentido la urgencia de entrar en aquel edificio para ocuparse de la persona que había asustado a Jane hasta ese extremo. Le costó mucho contenerse.
También en aquel preciso instante parecía hallarse muy conmocionada. Allí de pie, sola, asustada e inmóvil, se agachó y recogió un trozo de papel del suelo.
Hans memorizó su expresión, la forma en la que se movía, y también sus reacciones, del modo más exacto posible. Era consciente de que, cuanto más desconcertada se encontrara ella, más se acercaría el momento de su intervención, porque en el pasillo oculto… Hans apartó aquel pensamiento de su mente.