Capítulo 8

Cuando advirtió que Jane abandonaba el hospital sin que nadie la acompañara, pensó en informar al Doctor sobre aquella circunstancia claramente imprevista, pero tras una breve reflexión decidió que no lo haría. Sabía, no obstante, que debía vigilarla, pues por primera vez desde que todo aquello diera comienzo no podía anticipar cuál sería el siguiente movimiento de la mujer.

La siguió, por tanto, a una distancia que estimó más que prudente. Aguardó oculto tras un pequeño muro hasta que la vio salir de una tiendecita. Ella se giró en su dirección un par de veces, pero Hans se encontraba demasiado lejos como para que pudiera creerle peligroso.

Cuando Jane se dirigió a la cabina telefónica, decidió que había llegado el momento de realizar su llamada también él y avisar al Doctor. Hans le explicó la nueva situación, pero la serenidad habitual del Doctor no pareció afectada.

—¿Puedes acercarte lo suficiente como para oír lo que dice? —quiso saber el Doctor.

—No, me descubriría.

—¿Dónde se encuentra tu coche?

—Delante del hospital.

—Permanece cerca de ella. Voy a enviar a Joachim con otro vehículo para que vaya a recogerte. Si tienes que moverte de donde estás, llámale a él.

La conversación había terminado.

Hans guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón y aumentó la distancia entre Jane y él con el fin de eliminar toda posible sospecha.

Ella, sin embargo, no se quedó junto al teléfono después de colgar, tal como él había supuesto, sino que retrocedió sobre sus pasos, avanzando directamente hacia él. Hans se detuvo para observar con estudiado aburrimiento su entorno más inmediato. Sólo cuando faltaban pocos segundos para que ella se situara a su altura, se atrevió a mirarla directamente a la cara.

Con solamente alargar un brazo podría tocar a Jane. Aquel pensamiento hizo que se estremeciera violentamente. Ella no pareció advertir nada fuera de lo común. A juzgar por la expresión de su rostro, se encontraba sumida en sus propios pensamientos, algo que a Hans no le sorprendía en absoluto.

Cruzó la calle y se mantuvo detrás de ella, aunque a cierta distancia, hasta comprobar que alcanzaba el cruce donde sólo pocas horas antes había subido a un Golf de color rojo. Barrió las proximidades con su mirada y descubrió al hombre de la camiseta blanca que, apenas a unos metros de distancia, se apoyaba indolentemente en una señal de Prohibido Aparcar. Jane, a su vez, con la espalda descansando contra una pared, parecía estar aguardando algo. Hans marcó el número de Joachim y le comunicó su nueva localización. El hombre se encontraba a sólo unos minutos de distancia.

Cuando el vehículo de color rojo frenó justo delante de Jane y sonó fuertemente el claxon, Hans intentó cruzar rápidamente al otro lado buscando un hueco entre los escasos vehículos que circulaban por aquella calle. Se encontraba justo en mitad de la calzada cuando el coche en el que se había refugiado Jane pasó velozmente a su lado, dejándolo atrás.

Sólo unos segundos después se detuvo ante él el BMW gris de Joachim y Hans subió al vehículo sin llegar a pronunciar palabra.

Había tenido a Jane muy, muy cerca, casi rozándolo. Hans se preguntaba cuándo le ordenaría el Doctor que pusiera fin a la pequeña excursión de Jane Doe.