120. ISRAEL ZHITLOVSKY

(TEL AVIV-NOVIEMBRE DE 1947)

Selma Goldman había quedado con Israel Zhitlovsky, el hombre que la había llamado por teléfono el día anterior, en el Museo de Arte en Tel Aviv. Nunca se habían visto anteriormente pero Zhitlovsky le explicó su relación con María Gessner hasta su muerte en 1943, cuando aún era un ciudadano alemán llamado Kurt Eckart. Como demostración sacó un carnet nazi y se lo mostró. Le habló de su vinculación con los servicios de inteligencia británicos desde aquel año, también con los soviéticos. Le aseguró que aquello había acabado y que había tomado la decisión de volver a ser solo un judío más. Al cabo de un tiempo reflexionó que sabía muchas cosas y que algunas de ellas tal vez pudieran ser útiles cuando naciera el Estado de Israel. Le dijo que sabía quién era ella, que conocía su relación indirecta con la familia Gessner y por ello había tomado la decisión de entregarle una serie de documentos. Parte de ellos provenían de cuando formaba parte del ministerio de propaganda nazi.

Selma recordaba que María Gessner, la hermana de Eva, había tenido un compañero apellidado Eckart del que se decían muchas cosas. Que si era un bolchevique infiltrado, o por el contrario un alto cargo nazi. Al final resultó que era todo eso y nada al mismo tiempo, y aquel hombre de pronto desapareció sin más del ministerio. Creyeron que se trataba de una purga política ya que esas cosas sucedían de tanto en tanto, por lo que entonces nadie se extrañó. Desde aquel tiempo no volvió a saber nada de él y creyó que como tantos otros habría sido asesinado o muerto en un bombardeo. Lo difícil era sobrevivir.

Allí tenía a un hombre que conocía los entresijos del pensamiento nazi, alguien que había participado de manera directa en aquella historia. Un ruso, polaco, alemán, que de pronto era un judío llamado Israel. Ella le dijo sonriendo: «No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido», y él le devolvió la sonrisa. Aunque era agnóstico había tenido la curiosidad de leer los textos sagrados. Quedaron en que se mantendrían en contacto. Selma quería seguir escribiendo su historia y todo lo que él pudiera contarle o documentarla le vendría muy bien.

Cuando Selma le preguntó por qué había tomado aquella decisión Zhitlovsky se quedó mirando al infinito, como si estuviera repasando toda su vida.

—Mira, Selma. La verdad es que siempre he tenido la sensación de que después de todo mi vida no tenía sentido. Era solo una sensación, nunca he creído en nada, cada día no era más que un regalo de la naturaleza, una nueva oportunidad, nada más. El día que descendí del barco que me trajo aquí desde El Pireo, supe que mi peregrinación sin sentido había acabado. Aquí en Eretz Israel estaba todo por hacer, y yo quería poner mi granito de arena. Ahora las cosas son diferentes para mí. Lo único importante es lo que yo pueda hacer por los demás.