119. EL LEÓN DE JUDÁ
(TEL AVIV, JUNIO DE 1945)
Ben-Gurión se lo advirtió a todos ellos en una reunión de la Agencia Judía. Crear el Estado de Israel, que un día de finales del siglo pasado Teodor Herzl había soñado, no iba a resultar nada fácil. Las gentes que llegaban haciendo Aliyá Bet, los que entraban con visado, los que en muchos países deseaban ir a la Tierra Prometida, en general lo hacían con una mano atrás y otra delante. Por supuesto los cientos de miles que venían de la Europa devastada, no traían más que hambre y necesidad, y a todos había que atenderlos. Cada uno de ellos con una increíble historia personal y familiar, terribles dramas humanos que los habían marcado a fuego.
Muchos con su número tatuado en el antebrazo, aún aturdidos por lo que habían vivido, sin atreverse a creer que la pesadilla había terminado para siempre. No resultaba fácil poder salir del mismo infierno y querer ser de nuevo un simple ser humano con derechos. Niños que nunca habían tenido oportunidad de serlo, ancianos que solo anhelaban un respiro antes de morir en aquella tierra sagrada para ellos. Hombres y mujeres que solo querían caminar en libertad sin escuchar a cada instante gritos estentóreos en alemán, prohibiéndoles, exigiéndoles, insultándoles, amenazándoles, matándoles. Gentes que habían visto golpear, pisotear, asesinar, ahorcar, torturar brutalmente a los suyos por nada, a los que les resultaría muy difícil, casi imposible, volver a creer alguna vez en la autoridad y el orden. Había que ayudar, alimentar, buscar trabajo y un lugar donde vivir a toda aquella gente, pero sobre todo era necesario hacerles comprender que por primera vez en sus vidas estaban en su verdadero hogar.
Selma seguía pensando en Jacques. Desde niño había sido fuerte y decidido. Intuía que seguía vivo y que sería más fácil que él las encontrara a ellas que ellas a él. No quería hacerse ilusiones, convencerse de que un día aparecería, prefería no pensar mucho en él. Se las hizo con Eduard Hirsch y todo se desmoronó un día.
Esther no había sido capaz de superar el trauma de la muerte de Lewis Auster. Le dijo a su madre que había puesto tanto amor, tantas esperanzas en aquel hombre, que simplemente no aceptaba lo sucedido. No quería empezar de nuevo, ilusionarse, prefería seguir sola, intentar ayudar a los demás, hacer lo que estaba haciendo. Seguía viajando a Nueva York con frecuencia, y cuando iba visitaba a sus suegros, llevándoles algo de amor, que según ella era la medicina que lo curaba todo.
En cuanto a Lowe, que acababa de cumplir treinta y ocho años, se sentía afortunada, no solo por haber encontrado a la que ya consideraba su familia. Si Paul Dukas no la hubiera ayudado a dejar el prostíbulo, su vida se hubiera transformado en un infierno, y, como gran parte de las polacas judías, habría muerto asesinada en cualquiera de los numerosos campos donde los nazis aniquilaron al noventa y cinco por ciento de la población judía de Polonia. A pesar de todo, el pasado no la atormentaba, había conseguido llegar a la Colina de Sión, a la tierra prometida, a Eretz Israel, y su deseo era ayudar a que otros lo consiguieran.
Ellas tres sabían que en Palestina estaba todo por hacer. Que podrían colaborar en construir una nación desde sus cimientos, un país de acogida para millones de judíos que deseaban llegar hasta él. Como estaban haciendo Ben-Gurión, Chaim Weizmann, Golda Meier, Nahum Goldman, y tantos otros, trabajando incansablemente por ello. Era la oportunidad de utilizar sus vidas en una causa que llevaba milenios aguardando. Los hombres y mujeres de la Agencia Judía se reunían con aquellos líderes frecuentemente. Era casi una necesidad espiritual. Ben-Gurión siempre intentaba asistir ya que seguía siendo un hombre apegado a la tierra al que le gustaba estar cerca de los suyos. Una cálida noche después de cenar junto a la hoguera, observando el firmamento, les habló de lo que él sentía asegurándoles que al final conseguirían alcanzar su sueño. Selma que lo conocía desde hacía años lo notó diferente, exaltado, como sus ojos brillaban, emocionado tal vez al comprender que el sueño milenario por fin se estaba haciendo realidad. Todos lo observaban intuyendo que aquella noche iba a ser especial. Tras un largo silencio, Ben-Gurión se levantó y se apoyó en el brocal del pozo que dominaba el patio.
—¿Recordáis el editorial del «Palestine Post» del primero de diciembre de 1947? Yo sí. Esta es la editorial que publicó después de que la ONU aprobara el plan de partición. Permitidme que la recuerde en voz alta: «Puede decirse que esta buena acción se ha llevado a cabo en contra de nadie y a favor de todos. Los pueblos árabes miraron para otro lado, y lo que se les dijo no es la verdad sino la mitad de la verdad. Son como un hombre al que le han advertido que va a llover, que se refugia en una cueva oscura de recelos aunque en el cielo no hay una sola nube. No fue la habilidad política la que advirtió a ese hombre. No es la habilidad política lo que le impide disfrutar de su legado por envidiar el de otro. No es la habilidad política lo que le impide gozar de su propia libertad o de la calidez de la bienaventuranza de su vecino. Accidentes históricos y la compulsión de factores arraigados en largos siglos de tiranía política y social, de la cual el fallo de las Naciones Unidas es un presagio del fin, han hecho que el pueblo judío regrese a una tierra cuyo suelo es el material del que están hechas sus almas, y han puesto al pueblo judío al lado del pueblo árabe. Si han vuelto a esta tierra por codicia, por arrogancia, para perseguir o explotar y esclavizar, sin duda perecerán. Pero nadie puede creer esto realmente, porque el judío es un buen hombre y un buen vecino y sufre hace demasiado tiempo y con demasiado dolor como para provocar dolor y sufrimiento a otros. Bendición de Dios: y que sea también una bendición de los hombres, y una voz nueva entre los pueblos que dice claramente: Shalom, esa buena palabra que es la esperanza de hombres y mujeres comunes, que nace del orgullo en su destino y en los anhelos de un espíritu feliz. Yo no soy judío. ¿De qué sirve que un hombre tenga que ser judío para dar gracias porque el judío es ahora un hombre libre? Se ha realizado una buena acción que todo hombre que ama el derecho gozará; y se ha reparado una vergüenza en la civilización, para la absolución de todos los hombres. Es bueno vivir en un gran día, que es mérito suficiente, en la lenta génesis hacia la perfección humana, toda una vida, y salir a las calles cuando están iluminadas con los ojos brillantes de unas pocas personas, que despliegan su bandera con una canción. Este es mi día: un día para Inglaterra y para toda tierra y raza considerable, este día de reunión de los judíos como pueblo en hermandad justa con todos los pueblos libres: este agregado de un segmento más a la rueda incompleta de la libertad humana. Si hay uno que da y otro que toma en esta beneficencia misericordiosa, el judío es el que da y el otro es el que toma, porque sólo mediante el trabajo de pueblos dependientes en pos de su libertad es posible lograr que la libertad sea total y absoluta, para todos los hombres»[7].
»Sé lo que todos estáis haciendo por lograrlo y os lo agradezco en nombre de Israel. Mirad, Eretz Israel es el lugar donde nació nuestro pueblo. ¡Hace cinco mil setecientos cinco años! ¡Cincuenta y siete siglos! ¡Somos un viejo pueblo que quiere retornar a sus raíces! ¡No somos por tanto extraños a esta tierra! ¡En esos valles y colinas cercanas se formó la identidad judía en todos los aspectos: espiritual, religiosa, política! ¡Somos parte de esta tierra y esta tierra forma parte de nosotros! ¡Aquí se escribió hace milenios el libro de los libros! Os pediré un esfuerzo de imaginación, ya que sin ella no estaríamos aquí. Mirad el impresionante firmamento sobre nosotros, es como si nos protegieran, al menos ya podemos afirmar que hemos ganado este hermoso techo de estrellas. El mismo cielo que vio el rey David. Pero no solo una religión, también una tradición y una cultura. En todas partes nos conocen como el pueblo del libro y es cierto. Tenemos el orgullo de haber aportado al mundo valores culturales universales. Fijaros que nuestro pueblo ha mantenido la fe en el regreso a la tierra prometida, después de haber sido expulsado, diezmado y dispersado. Pero os puedo asegurar que ahora ha llegado por fin nuestro momento. Tengo la certeza de que esa frase tan repetida de «el año que viene en Jerusalén» ya no está muy lejos de la realidad.
»¿Y qué haremos entonces cuando tengamos el estado que nos prometió Herzl? Entonces compañeros, amigos míos, entonces todo cambiará. Creo verlo como lo veis vosotros. El estado de Israel estará abierto a la inmigración judía. ¡Abierto a todos los judíos que quieran establecerse aquí! ¡A los sin patria, a los exiliados, a los expulsados, a los que sufren pogromos, a los que aguardan en esos campos de Europa el sonido de las trompetas de Jericó llamándoles! ¡A los que desde siempre creyeron que las profecías de Teodor Herzl eran algo más que un sueño! Mirad compañeros, yo quisiera un estado basado en la libertad, en la justicia, en la paz, tal y como lo previeron los mismos profetas de Israel. Un estado que fomentará el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes, basado en la libertad, la justicia y la paz.
»Tendréis que creerme si os aseguro que he soñado que de pronto me encontraba aquí, en este mismo Tel Aviv, pero transformado en una nueva ciudad con grandes edificios, tan altos como los de Nueva York, con modernos barrios, grandes polígonos industriales. He soñado que la Universidad Hebrea de Jerusalén sobre el monte Scopus era mucho más extensa, y que de ella salían licenciados que asombraban al mundo, que Israel tenía un lugar entre las naciones, que los judíos eran respetados en todas partes. ¡Así será! Un estado que asegurará la total igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus habitantes, sin consideración de religión, raza o sexo; garantizará la libertad de religión, conciencia, lengua, educación y cultura, protegerá los lugares sagrados de todas las religiones y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas[8]. No debemos conformarnos con menos. Los ciudadanos de Israel merecen su lugar en el mundo. Y os diré que a los que se han quedado en el camino, a esos los recordaremos con dignidad y orgullo. Recordar las palabras del profeta «Y les daré en mi casa y dentro de mis muros un memorial y un nombre que nunca será olvidado»[9].
»Para ello tendremos que seguir desafiando a la autoridad británica, organizaremos una campaña masiva de inmigración ilegal hasta duplicar o triplicar el número de judíos en Eretz Israel, no haremos lo que los británicos exigen a los judíos, sino lo que los judíos nos exigen a nosotros. No, no hemos de ganar sólo por nuestra fuerza física… los árabes nos llevan ventaja en todo lo que se refiere a armas, cañones, tanques, aviones, bombas, número de brigadas… Nosotros debemos tener una ventaja espiritual sobre ellos, ventaja que al ser sumada a nuestra fuerza física, se convierta en factor determinante. Napoleón solía decir que «en la historia hay dos grandes fuerzas: la espada y el espíritu. Y al final el espíritu es la que gana». La catástrofe que ha sobrevenido recientemente al pueblo hebreo, la masacre de millones de judíos en Europa, ha sido otra clara demostración de cuán apremiante es resolver el problema de su carencia de patria mediante la nueva fundación en Eretz Israel de un Estado judío, que abrirá de par en par las puertas de la patria a todos los judíos y conferirá al pueblo hebreo la categoría de miembro de pleno privilegio de la comunidad de naciones[10].
Selma había querido que la acompañase Esther para tener la oportunidad de escuchar a alguien como Ben-Gurión. Se hallaba junto a ella, anhelante, entregada, entusiasmada con aquel hombre que era como el Moisés de los tiempos modernos, en aquel marco incomparable, con el Mediterráneo al fondo y la luna rielando sobre el mar, iluminando la escena. Ben-Gurión se refirió a todos los que lo escuchaban, aunque Esther y Selma se sintieron especialmente señaladas.
—Casi todos vosotros, vosotras, habéis tenido una vida azarosa hasta el momento. Poder luchar contra el mal físicamente os ha curtido. ¡Y de qué manera! Ahora es cuando estáis preparados para la batalla que comienza. La declaración del Estado de Israel no va a ser algo gratuito, que sin más nos dé lo que hemos pedido al cielo todos estos siglos. Tendremos que ganárnoslo. Mirad. Ahí detrás tenemos a Teodor Herzl, a Moisés Montefiore, al barón Rothschild, a Chaim Weizmann, a todos los que apoyan la idea de crear este Estado. Ellos comprendieron antes que otros que habría que volver a luchar, como en los tiempos de Bar Kojba. De ahí surgió el Hoshomer, un movimiento de defensa de los primeros pioneros que luchó en contra del colonialismo. Ese movimiento inspiró la Haganah, una organización secreta que se transformará en las fuerzas armadas del Estado de Israel. ¡El Tzaal! ¡Os aseguro que en la batalla que se cierne sobre Eretz Israel no estaremos solos ni inermes!
»Tenemos la certeza de que los ejércitos de Egipto, Jordania, Irak, Siria, Líbano, y probablemente Arabia Saudita, invadirán el nuevo estado en cuanto declaremos la independencia. ¡Pero no temáis! ¡No nos cogerán por sorpresa! ¡Sabremos responder! También sabemos que morirán muchos judíos a causa de ello. ¡Como si no se hubiera derramado ya demasiada sangre judía! Pero después, que nadie tenga la menor duda, después los judíos habrán recobrado su hogar Eretz Israel.