99. WANNSEE
(WANNSEE, BERLÍN-20 DE ENERO DE 1942)
La casa de Constanze von Sperling se hallaba junto al Gross Wannsee, el gran lago de Wannsee en el distrito de Zehlendorf, una exclusiva zona residencial a las afueras de Berlín, entre bosques, arroyos y lagos, apenas a media hora del mismo centro de Berlín. Una privilegiada zona con playas de arena, y amarraderos privados con yates. Una lujosa mansión heredada de sus padres.
Junto a la Casa von Sperling se encontraba la Villa Marlier, construida por un amigo de su padre, Ernst Marlier, que la vendió a los pocos años, a un tal Minoux. Sabía que acababa de adquirirla una fundación del NSDAP, lo que había preocupado a los residentes, ya que tener como vecinos a los nazis, aunque bajo el nombre de «Fundación Nordhav», no les hacía ninguna gracia. De hecho sabían que habían transformado la villa en una especie de hotel para los huéspedes del partido en Berlín. Todos los días llegaban y salían automóviles de las SS o de la cancillería, trayendo y llevando a los visitantes, a los que resultaba casi imposible ver, salvo desde una de las habitaciones de la planta alta de la Casa von Sperling, prácticamente cerrada todo el año. Aquella situación le había molestado, no le gustaba nada tener como vecinos a los nazis, le había hecho ir lo menos posible. Prefería su otra vida en Elmen, allí podía llevar una vida tranquila y relajada, visitar un par de veces por semana Travemünde, pasear sin rumbo por la finca, ayudar a María en la cocina a preparar algún suculento plato cuando Angélica o algunos amigos venían a comer. «Il dolce far niente» que el Führer se había encargado de destruir en Alemania, con tanta ambición y tanta conquista. También con lo que estaba sucediendo en todo el país. Entre la Gestapo y las SS se encargaban de que nadie durmiera tranquilo. Detenciones arbitrarias, desapariciones, deportaciones a los campos de concentración. Tanta gente sufriendo como la comunidad judía. Era curioso. A ella nunca le habían resultado simpáticos los judíos, sin embargo desde lo que presenció en Travemünde se sentía solidaria con ellos. Angélica había mostrado una valentía y un carácter que nunca hubiera imaginado cuando se enfrentó a la misma cúpula para decirles en su cara lo que pensaba de todo ello. Eso las había acercado aún más si cabía.
A principios de enero se encontraba en Berlín terminando los trámites del divorcio con Joachim. A través de sus abogados respectivos, Constanze von Sperling y Joachim Gessner llegaron a un acuerdo para separarse. Alegaron diferencias irreconciliables y que el matrimonio no se había llegado a consumar. Fue un alivio para ambos. Para Constanze porque no soportaba aquella situación, y como le dijo su amiga Angélica: «era mejor estar sola que mal acompañada».
En cuanto a Joachim, el divorcio fue como la reparación que le debía al partido después del mal trago que había hecho pasar a los hombres más importantes del Reich tras el Führer. Cuando se lo comunicó a Himmler, el Reichsführer le felicitó, comentándole que ya que se había divorciado, podía decirle lo que pensaba. Aquella no era la mujer que un hombre como él se merecía.
La mañana de aquel 20 de enero en Wannsee amaneció fría y neblinosa. A Constanze le molestaba la garganta y decidió quedarse en casa con María Stadler, que la había acompañado desde Elmen, y con el matrimonio Wagner, encargados permanentes de la casa y el jardín. María le comentó que había un gran movimiento de personas en la Villa Marlier, como si estuvieran preparando algún acontecimiento. Había podido ver una furgoneta trayendo a unos cocineros y camareros. También habían colocado guardias en la puerta principal. Poco después llegó alguien. María le dijo que aquel hombre se llamaba Reinhard Heydrich, y que ella lo había visto en fotos en la prensa.
María Stadler, una solterona que simpatizaba con los nacionalsocialistas, al igual que sus padres, era además una mujer curiosa. Aquel día no tenía otra cosa que hacer que atender a su ama que había vuelto a acostarse con algo de fiebre. Estuvo pendiente de quien entraba y salía en la casa de al lado, ya que le parecía muy extraño todo aquel ajetreo y quizás irían personajes importantes.
En su interior no podía comprender lo sucedido entre su señora y el señor Gessner. Un partido excelente, un personaje situado en la cúspide del partido, un hombre atractivo, un aristócrata de sangre prusiana que lo tenía todo, y al que veía como un ser inalcanzable, una especie de príncipe azul por el que ella habría dado la vida. Lo sucedido el día de la boda en Elmen había avergonzado a su familia, e incluso les había hecho pensar si no deberían abandonar el servicio de la baronesa von Sperling a pesar de los años que llevaban en aquella casa. Lo cierto es que su padre lo estaba pensando todavía. Aquello había sido una desgracia. ¡Insultar de aquella manera a los hombres más importantes del país! Después del terrible escándalo, cuando llegaba a Elmen Angélica von Schönhausen, los Stadler hacían lo imposible por quitarse de en medio y no tener que sufrir su presencia, eso sí, sin que se notara la situación. En Elmen había un par de doncellas más, y ellas eran las encargadas de servir el té, o la mesa, mientras ellos intentaban no aparecer.
María Stadler no tenía ningún deseo de marcharse, tal y como su padre estaba pensando. Servir en la casa de alguien como la baronesa von Sperling tenía grandes ventajas, además de ser un trabajo seguro y relajado que le gustaba, en el que llevaba toda la vida. Casi todos los que llegaban como invitados eran gentes de calidad, muchos salían en la prensa, las revistas o en los noticiarios que se proyectaban en todos los cines de Alemania antes de las películas, y a los que en Elmen o en Wannsee podía ver de cerca. Lo que más le preocupaba era que si se marchaban a Hamburgo, como su padre había comentado, ella tendría que abandonar a Renate, su compañera en Travemünde, aunque eso era algo que llevaba con la mayor discreción, ya que el gobierno nazi no entendía algunas cosas.
A media mañana, sin avisar, se presentó Joachim Gessner, comentando que formaba parte de los que iban a reunirse aquella tarde en la Villa Marlier, y que ya que estaba allí había traído una maleta con ropa y objetos personales de Constanze que había encontrado en su casa. También le devolvía un reloj de pulsera, cartas, fotografías, y varios recuerdos. Lo recibió María Stadler en el mismo vestíbulo, ya que Constanze se negó a bajar a hablar con él.
Cuando María subió la maleta y la caja con las otras cosas, le dijo que el señor Gessner insistía en verla, a lo que ella volvió a negarse, aunque aprovechando que Joachim estaba allí, y que deseaba terminar de una vez por todas el asunto, le indicó a María que le entregara la maleta que ella también había preparado, conteniendo todo lo que Joachim le había ido regalando a lo largo de los últimos años, incluyendo el anillo de compromiso. Quería demostrarle a su vez que aquella relación había muerto definitivamente.
Cuando Joachim vio a María bajar la escalera llevando la pesada maleta pensó que, definitivamente, tendría que buscarse una mujer afecta al régimen, alguien que se mantuviera en su lugar, tal y como el padrino de boda, Himmler, había sugerido.
Joachim Gessner era el encargado de coordinar y recibir a los que iban a asistir a la reunión. Repasó la lista que le había proporcionado el propio Himmler. Aunque no iba a participar como ponente, Joachim estaba advertido de lo que iba a tratar la conferencia. Himmler le había dicho que debería levantar acta y al acabar debería informarle directamente. Los participantes habían sido designados por el propio Führer, con el asesoramiento de Himmler, Goebbels y Goering. Según el Führer era allí donde el Reich se jugaba su destino, más que en los propios campos de batalla.
A última hora de la mañana comenzaron a llegar. El primero en hacerlo fue Reinhard Heydrich, jefe de la Gestapo y responsable de la conferencia. Inmediatamente llegaron los restantes, uno tras otro, como si llegaran de una reunión previa. Heinrich Müller, general de división de las SS, Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS, y jefe de Oficina de Reasentamiento judío, Wilhelm Stuckart del Ministerio del Interior, Erich Neumann, de la Oficina de Planificación, Roland Freisler, ministro de Justicia, Josef Bühler, representante del gobierno, Martin Luther, de Relaciones exteriores, Gerhard Klopfer de la cancillería, Friedrich Kritzinger, secretario de estado de la cancillería, Otto Hofmann, de la Oficina Principal de Raza y Colonización, Rudolf Lange, comandante de las SD, Karl E. Schongarth, comandante de las SD. Los últimos en entrar fueron Alfred Meyer y Georg Leibbrandt, delegados de los Territorios Ocupados del Este.
Heydrich los iba recibiendo en el vestíbulo haciendo de anfitrión. Unos ayudantes de las SS les conducían a la sala y les mostraban el lugar donde deberían colocarse. Joachim Gessner y dos secretarios taquígrafos ocuparían una mesa contigua. Habría una pausa para descansar en la que se servirían canapés, bocadillos y bebidas. Al final se distribuirían los resúmenes tomados taquigráficamente.
Heydrich fue el primero en hablar para presentar el tema.
—Estimados camaradas. Esta reunión que tendría que haber tenido lugar a mediados de diciembre pasado no debe demorarse más. Procederé a realizar una síntesis, aunque cada uno de ustedes recibió un memorándum con acuse de recibo para centrar el asunto. Les haré una advertencia. Todo lo que aquí se hable será considerado alto secreto. El director Gessner será el encargado de levantar acta. Los taquígrafos pertenecen al SD. Nada de lo que se hable, ninguno de los resúmenes, incluido el memorándum final deberá mencionarse, copiarse o mostrarse a nadie ajeno a los aquí presentes. Aclarado lo anterior paso directamente a la situación, pero antes deseo agradecer la entrega y voluntad del teniente coronel Eichmann, jefe de la oficina de Asuntos Judíos y Evacuación, que ha realizado una extraordinaria y minuciosa labor preparatoria.
»Y ahora escúchenme con atención. Es voluntad del Führer que se proceda a la aniquilación total a nivel mundial de la raza judía. Me dirán ustedes que qué ocurrirá entonces con los judíos de América del Sur, y sobre todo con la importante e influyente comunidad judía de los Estados Unidos. Tiempo al tiempo. No todos los americanos desean convivir con los judíos. Los americanos aún no saben lo que les aguarda. No detallaré los progresos que estamos haciendo en armas de destrucción masiva. Sería motivo de otra conferencia. Hemos sido autorizados a planificar la llamada «Solución final», según el documento en el que el Mariscal del Reich, expresando la voluntad del Führer, nos ordena llevarla a cabo sin más dilaciones.
»Intentaré centrar el problema y darles la solución que hemos previsto. En esta primera etapa todos los judíos de Europa, incluyendo los de los países como España, Inglaterra, Portugal, y otros, aún no dominados por el Reich, deben ser localizados y fichados, con su profesión, sexo, edad, capacidades, situación económica, y otros. Todos y cada uno de ellos. Les avanzaré que en Europa calculamos alrededor de once millones de judíos. Si observan en el cuadro se harán una clara percepción. De hecho ya se está llevando a cabo el censo integral de judíos europeos. La consideración de judíos la tienen de acuerdo a las leyes del Reich. De momento ese es el marco en el que nos moveremos. Distinto será lo que luego se decida. En un principio debemos terminar de eliminar a los judíos, en adelante «untermensch», infrahumanos, de la vida del Reich. De todas las vidas del Reich. Social, profesional o laboral, económica, cultural. Simplemente no hay ni habrá sitio para ellos en el futuro Reich, ni en ningún país de Europa. Es solo cuestión de tiempo que toda Europa y Rusia estén en nuestras manos. Así lo ha expresado el Führer, y así será.
»La idea es actuar por etapas. La primera será la deportación de los judíos de Alemania, Austria, Bohemia, Holanda, Bélgica, Francia, e Italia, al este. Se deberá planificar y sistematizar las operaciones e infraestructuras necesarias para su eliminación y procesamiento integral. Evaluar los costes y, por qué no decirlo, los beneficios. En principio cualquier bien perteneciente a cualquier judío pertenece por principio al Reich, que lo enajenará, incorporará, o utilizará en beneficio de los ciudadanos del Reich. Con esos fondos se costearán las infraestructuras que ya se están utilizando o levantando en los lugares elegidos. Les agradecería que vieran en la pantalla donde existen campos como Auschwitz, Birkenau, Theresienstadt, otros… y los nuevos emplazamientos. Todo ello deberá tener lugar antes de 1950. Les tranquilizaré si les adelanto que la idea, pactada con nuestro colaborador al-Husseini, de que se formará la pinza entre los Afrika Korps y los ejércitos que deberán atravesar Turquía y Siria, donde se encontraran con nuestros aliados de la Francia de Vichy, para limpiar Palestina. En esa etapa todos los infrahumanos de Oriente Próximo serán deportados al Este. Sin dejar uno solo. Nos lo han puesto más fácil, no será preciso agruparlos, lo han hecho ellos solos. Las comunidades judías del norte de África, incluyendo la importante comunidad de Abisinia, y otras aisladas, tendrán el mismo destino. Asimismo las comunidades judías de Bielorrusia, Ucrania, Rusia, Irak, Persia, etc., donde quieran que se encuentren, por escondidos y remotos lugares donde haya un solo judío, serán buscados y aniquilados. Añadiré que toda la vida cultural de los judíos desaparecerá con esta solución. Se demolerán todas las sinagogas, se quemarán todos sus libros, se destruirán sus objetos de culto, incluidos los artísticos, todos los cuadros pintados por judíos deberán ser destruidos. No deberá quedar memoria de ellos. Será lo mejor para el Reich y para el mundo.
»Tras esta necesaria aclaración, prosigamos. Debemos centrarnos por tanto en la «Solución final». Les adelanto que la logística de una operación de esta envergadura no tiene precedentes. Aunque aliados como Franco o Mussolini puedan mostrarse en principio reticentes, nos consta que al final no podrán oponerse. Sabemos que alguno de ustedes se muestra inquieto por llevarla a cabo lo antes posible. Como nuestro querido amigo aquí presente, el doctor Josef Bühler, secretario de estado del Gobierno General, es decir la Polonia ocupada, que desea acabar cuanto antes. Mi apreciado Bühler, un poco de paciencia, estamos en ello, pero sin método y sin orden no se consigue nada en la vida.
»Ahora pasaré a explicar la sistemática del procesamiento. La verdad, no resultará fácil. El gas Zyklon B, patentado por I.G. Farben, es decir ácido cianhídrico, también conocido como prúsico, ha sido experimentado en Auschwitz-Birkenau, Majdanek y Mauthausen. Hace casi dos años lo utilizamos en procesar gitanos en Buchenwald, con gran éxito. Posteriormente lo hemos experimentado en Auschwitz I, en infrahumanos y comisarios bolcheviques. Creemos que dará un gran rendimiento, aunque es cierto que el rendimiento real lo dará la sincronización de llegadas en los trenes hasta el momento del procesamiento final. Se deberá realizar un ajuste de los horarios y las cargas en los lugares de origen. En otro caso, no habremos conseguido nada. Bien, si observan la pantalla podrán comprobar en el cuadro como apenas en dos o tres minutos se podría exterminar a entre doscientos y trescientos subhumanos. La operación total, en el supuesto de que entren en las cámaras preparados, es decir desnudos, hasta el total procesamiento e incineración en los hornos, tarda tres horas y veinticinco minutos por remesa; podrán ver los detalles de todo ello en el documento C. Ajustaremos a cuatro horas. Suponiendo cuatro cámaras a pleno rendimiento, tendríamos una media de mil sujetos cada cuatro horas. Seis mil diarios. ¡Eso en un solo campo! Comprenderán que las ventajas son enormes comparadas con tener que exterminarlos por fusilamiento. ¡Lo de Babi Yar es algo que no debe repetirse! Traumatiza a los ejecutores y no es algo fácil de organizar. En cualquier caso estaremos atentos a los avances de la ciencia, para optimizar rendimientos. Podrán ver el cuadro D. Las posibilidades de aprovechamiento económico de sustancias como el cabello, huesos, grasas, etc. No les agobiaré con cifras, pero merecería la pena que las estudiaran. Resumiendo, estamos en el camino adecuado, pero debemos mejorar la organización y el rendimiento.
»Ahora haremos una pausa de treinta minutos. Se servirán unos excelentes bocadillos y canapés, también hay un magnifico servicio de cocina para los que quieran algo más formal. Les agradeceríamos que no ingieran bebidas alcohólicas, eso lo haremos al final cuando brindemos por el éxito de la operación. De momento hay té, café, infusiones, limonada. Gracias por su comprensión y hasta dentro de unos minutos.
Joachim Gessner se quedó unos minutos más ultimando sus notas. Quería ser exhaustivo y objetivo. La reunión estaba trascurriendo como se había programado. Decidió salir al jardín a comprobar que todo estaba controlado y a tomar el aire. No tenía ganas de comer ningún bocadillo. Era bastante selecto para lo que comía. Lo que le molestaba era que no hubiesen contado con él. Creía tener mucho que aportar. Tendría que haber sido nombrado como mínimo gauleiter, tal y como le había contado a Constanze. Estaba preparando una sutil y dura venganza. La amiga de Constanze, Angélica von Schönhausen, era la culpable de todo lo sucedido. Aquella mujer había insultado al Führer, a Goering, a Goebbels, a Himmler, y por tanto al Reich. Debía pagar por ello. Pero no quería que fuese algo sin más, una detención, un proceso, una condena. Difícilmente la habrían condenado a una pena muy dura. No solo era una mujer, sino una aristócrata de estirpe prusiana, emparentada con militares de rango y con historia. No. Debería ser algo diferente. Y él sabía cuál sería la mejor venganza, para que alcanzara de lleno a Constanze von Sperling. Mientras observaba la mansión de los von Sperling no pudo evitar escupir en el césped.
Volvieron a entrar. Tomaron la palabra sucesivamente Eichmann, Stuckart, Neumann, Freisler, Bühler. Todos querían participar, hacerse ver. Él allí no tenía ni voz ni voto, y eso le dolía. Había entregado su vida al partido, y veía como muchos inferiores a él progresaban y le adelantaban. Llegó a pensar si sabrían algo de aquella enrevesada historia de la abuela judía. Sintió un escalofrío. No era el mejor momento para recordarla.
Al acabar se impusieron las tesis de Heydrich y de Eichmann. Había que aniquilar a toda la judeidad sin perder un minuto. Comenzar a moverse en España y Portugal. Contar a los judíos de Gran Bretaña por medio de simpatizantes nacionalsocialistas británicos, como Mosley y Spencer-Leese, y luego aguardar a que cayera la fruta madura. Preparar las infraestructuras necesarias incluyendo la creación de tres nuevos campos dotados con cámaras de gas: Treblinka, Belzec y Sobibor. Tal y como había observado con agudeza Eichmann, sería importante no dejar ningún rastro, «convertirlos en humo», hacerlos desaparecer de una vez por todas. Después de todo, no era más que seguir el mandato del Führer en «Mein Kampf».