78. LA CONFERENCIA SECRETA
(BERLÍN, 5 DE NOVIEMBRE DE 1937)
El 5 de noviembre, Adolf Hitler citó en la cancillería al mariscal de campo von Blomberg, ministro de la guerra, al coronel general von Fritsch, comandante en jefe del ejército, al almirante H.C. Raeder, comandante en jefe de la Marina, al general Goering, comandante de Luftwaffe, al barón von Neurath, ministro de Asuntos Exteriores, al coronel Hossbach, y a Joachim Gessner, en aquel momento ocupando el discreto cargo de subsecretario de relaciones exteriores del partido, supeditado a Heinrich Himmler. Ninguno de ellos sabía cuál era el motivo de la citación, ni que hacían allí Hossbach y Gessner, que no formaban parte del gobierno ni de la cúpula del ejército.
Hitler entró en la sala, saludó en silencio con la mano levantada y se dirigió al estrado. Sin más preámbulos fue directo al fondo de la cuestión.
—Oficiales jefes, camaradas: Deseo exponerles las ideas básicas para el desarrollo de la posición alemana en el campo de los asuntos internacionales. Pero antes quiero hacerles una advertencia. Deben saber que este es también mi testamento político y mi última voluntad como Führer para proteger los intereses a largo plazo de la política alemana. Permítanme que les explique de donde provienen estas ideas. Cuando hace muchos años leí «El mundo como voluntad y representación», de Schopenhauer, lo que más me inspiró fue la frase «la verdadera esencia del hombre se encuentra en la práctica de la voluntad a la que considera el verdadero motor del hombre». Luego Nietzsche llevó esas ideas a su cénit. Pues bien, ahora yo las quiero llevar a la práctica, tal y como están expuestas en «Mi lucha», el libro en el que expongo mi doctrina nacionalsocialista que surge de la síntesis de estos elementos, y que constituye más que una ideología. En realidad es una verdadera religión secular en la que me propongo crear un nuevo hombre alemán. ¡No les quepa duda de que la raza es el fundamento de la historia del mundo, de la organización de los estados y de las grandes civilizaciones que surgirán impulsadas por la raza superior, la raza aria germana, que creará la nueva civilización a costa de las razas inferiores!
»El principal objetivo de nuestra política no es otro que asegurar y preservar la comunidad racial, para aumentar la población del Reich y poder competir en condiciones de igualdad con las grandes potencias. El problema es por tanto el espacio. La comunidad alemana está constituida actualmente por más de ochenta y cinco millones de personas. Constituye un núcleo racial contenido en los estrechos límites del país y del espacio habitable disponible en Europa. La densidad de Alemania es muy superior a la media, por lo cual tiene derecho a un mayor espacio vital, que hasta ahora la historia no nos ha concedido. Estas condiciones políticas constituyen un gravísimo peligro para la preservación de la raza alemana. El «lebensraum» será el objetivo central de nuestra futura política. ¡Pero un espacio vital para una determinada comunidad racial! Permítanme que se lo aclare.
»Si nos referimos a materias primas, somos autárquicos parcialmente. En cuanto a carbón lo somos. En hierro también. Pero no en minerales esenciales, como el cobre, el cromo, el zinc y algunos otros. Ahora bien, en cuanto a las necesidades de alimentación, Alemania no será capaz de alimentar a un número tan grande de personas, y por tanto ello nos impediría crecer en un futuro a corto plazo. Como es natural, si utilizamos nuestras reservas de divisas en alimentos, no podremos desarrollar una verdadera industria, incluyendo por supuesto la bélica. Eso quiere decir que la única solución será la adquisición de nuevo espacio habitable. Ese «espacio vital» del que hablábamos. Ahora bien, debemos ser conscientes de que no nos resultará fácil. Alemania deberá vigilar a nuestros mayores enemigos, dos grandes potencias antagonistas, Gran Bretaña y Francia, inspiradas por el odio, para quienes en estos últimos años nos hemos convertido en una incómoda piedra en sus zapatos. Si suponemos que asegurar la situación alimentaria de Alemania es la principal preocupación, el espacio necesario para lograr dicha meta solo puede ser encontrado en Europa, y no en la explotación de colonias. No pretendemos adquirir población, sino ganar espacio agrícola. Áreas productoras de materias primas en la inmediata proximidad al Reich podrían ser adquiridas, mejor que aquellas ubicadas en lugares lejanos.
»Se preguntarán: ¿Entonces cuándo podría ser el momento adecuado para llevar a cabo esa expansión? He reflexionado que las mejores fechas serían entre 1943-1945. Después probablemente todo cambiaría a peor para nosotros. He calculado que para entonces el equipamiento del ejército, de la marina, y de la Luftwaffe, como también la formación del cuerpo de oficiales, habrá sido prácticamente completada. El equipamiento y el armamento serán modernos, pero, de esperarse más, se correría el riesgo de que se volvieran obsoletos. En cuanto al secreto de las armas especiales, que no voy a pormenorizar ahora, pero que todos ustedes conocen, no podrá ser mantenido para siempre. En cualquier caso y siempre ¡Alemania estará por encima de todos!
Al escuchar la alusión al «Deutsche über alles», los presentes aplaudieron al Führer, que alzó los brazos pidiendo calma.
—¡Gracias, camaradas! Quiero aprovechar el momento para aclarar algo que sé que les preocupa. El Reichsführer, camarada Hermann Goering, se lo va a exponer. Le cedo la palabra.
—¡Gracias, mi Führer! ¡Es solo un instante, camaradas! Queremos que sepan que Alemania no va a mantener sus tropas indefinidamente en España. Desde nuestro punto de vista la victoria de Franco no es deseable, por el contrario estamos muy interesados en la continuación de la guerra y así mantener la tensión en el Mediterráneo. ¡Tenemos que tener muy claro que Franco podrá ser nuestro aliado ideológico, pero entre nosotros es alguien intratable con el que jamás podremos llegar a ninguna parte! ¡Hemos hecho lo que teníamos que hacer y ahora nuestros hombres deberán volver a casa! Por el momento absténganse de hacer comentarios sobre lo aquí expuesto.
Tras abandonar la reunión el coronel Hossbach caminó por el pasillo siguiendo a Joachim Gessner. Ambos se conocían de referencias pero no habían hablado nunca directamente.
—Me alegro de haber coincidido con usted, Gessner, en una conferencia tan esencial para nuestro futuro. ¡El Führer tiene las ideas muy claras! ¿Le parece si tomamos un café?
—¡Encantado, coronel Hossbach! Es muy cierta su apreciación. Estaba pensando lo mismo. Si le parece podemos ir a esa cafetería nueva de aquí cerca.
Caminaron departiendo como si no hubieran estado escuchando al canciller hablar de invadir el Este.
—La verdad, se habla mucho de lo mal que está Alemania económicamente. Sin embargo aquí tiene usted la realidad. Esta magnífica avenida repleta de gente con ganas de comprar y divertirse. El país recobrando la dignidad. ¡Por cierto, se ven menos judíos por la calle! ¡El Führer los ha atemorizado! ¡Ja, ja, ja! ¡Y menos comunistas! ¡Siempre van asociados! Bueno, Gessner, dígame lo que le ha parecido la conferencia.
Joachim pertenecía al cuerpo diplomático, y tampoco quería tener problemas.
—Coronel Hossbach. ¡La providencia nos ha bendecido con el Führer que necesitaba Alemania! ¡El espacio vital! ¡Iremos a por él a cualquier precio, y entonces tendremos un Reich por mil años!
Hossbach sacó del bolsillo una libreta de apuntes y se la mostró.
—¡Aquí está la conferencia! ¡No se alarme! El Führer me pidió que la tomara, ya que él quería una copia exacta de lo que ha dicho, pero no deseaba taquígrafos ni secretarios dando vueltas por allí. Tampoco deseaba interpretaciones de sus palabras. Lo que sí puedo asegurarle es que el hecho de que estuviera usted allí significa mucho para su futuro. Y en este caso tengo muy claro lo que le estoy diciendo. Le felicito por ello. Bueno, pues ya está usted metido hasta el cuello. ¡Lo único que puedo decirle es que a partir de ahora vienen momentos apasionantes! ¡Amigo mío, vamos a hacer historia, se lo garantizo!