69. «DER STÜRMER»

(BERLÍN-MARZO Y ABRIL DE 1935)

Joachim Gessner estaba ascendiendo en el partido con enorme rapidez, ya era uno de los hombres de confianza de Goebbels. Ambos tenían mucho en común. Entre otras cosas, un acendrado odio racial hacia los judíos. Aquel era el motivo por el que Goebbels le había invitado a asistir a la reunión en Berlín para coordinar las actuaciones antisemitas en todo el Reich. También asistirían Julius Streicher, gauleiter de Franconia y editor del diario «Der Stürmer», Wilhelm Kube, gauleiter de Brandeburgo, un fervoroso cristiano que era aún más fervoroso antijudío, Josef Grohé, gauleiter de Krummacher, y Jacob Sprenger, gauleiter de Hesse. Cada uno de ellos iría acompañado de alguno de sus hombres de confianza, que posteriormente tendrían que ejecutar lo que allí se decidiera.

Goebbels hacía de anfitrión. Su responsabilidad en aquel encuentro era reavivar la actividad contra los judíos y sentar las bases de la política interior en el Reich.

—Queridos camaradas. Así como nuestra política exterior de los últimos años nos ha situado de nuevo en el escenario internacional, en una posición inmejorable, gracias a la clarividencia del Führer, sin embargo hemos podido detectar como los judíos siguen entre nosotros, interfiriendo. El Führer me ha encomendado que llevemos a cabo una serie de acciones para terminar de una vez por todas con esta situación. Para ello les he citado aquí. Debemos aportar ideas prácticas con este fin.

Streicher levantó la mano.

—Si me permite, camarada. Yo estoy llevando una doble presión. La administrativa y la difusión, a través de «Der Stürmer». En cuanto a la primera, echamos de menos una legislación más clara y directa. En cuanto a la segunda, estamos superando los cuatrocientos mil ejemplares. ¡A la gente le gusta lo que decimos! ¡Saben que no nos callamos! ¡Y aún tenemos muchas cosas que decir sobre esa plaga!

—Sí, querido camarada Streicher. Conocemos la importancia de su periódico. ¡Debe seguir machacando! —Goebbels dio un puñetazo en la mesa—. Pero ahora necesitamos concretar una política que nos permita cambiar las cosas para siempre. ¡Deben quedar fuera de la ley y el estado dentro en cualquier caso! Apreciados camaradas. No debemos olvidar que el año que viene se celebrarán aquí las olimpiadas de verano. Durante esos días tendremos que aparentar otra cosa. No debemos dar lugar a que los Estados Unidos o Gran Bretaña no participaran. No sería bueno para nosotros. Pero mientras debemos preparar y aprobar una legislación muy clara que vaya restando grados de libertad a los judíos. Yo les propondría unas leyes raciales que los acorralaran. Como por ejemplo: ¿Quién es judío? ¿Quién actúa como tal y debe considerarse judío? ¿Qué relaciones están permitidas entre los judíos y los que no lo son? ¿Qué trabajo pueden o no llevar a cabo los judíos dentro del Reich? ¿Cuáles son las relaciones laborales de los judíos en Alemania? ¡Muchos puntos que aclarar como verán!

—¡Querrá usted decir, señor Goebbels, mientras haya judíos en el Reich! —Streicher no quería dejar pasar la vez—. ¡Yo lo que propondría sería eliminarlos a todos! ¿Qué se hace con una plaga? Tengo un plan. ¡Lo comenté con el Führer y coincidimos en todo! ¡Ahí se acabarían las preocupaciones! Cuando preguntaran ¿quién es judío en el Reich? Tendrían que contestar: ¡Nadie es judío! ¡Ya no quedan judíos!

En aquel momento Joachim Gessner levantó la mano. Goebbels le había animado a participar antes de la reunión.

—Gracias ministro, apreciados camaradas. Con su permiso me permitiré acudir a Maquiavelo. Creo que debemos ser más sutiles que ellos. Los judíos acuden a sus contactos en todo el mundo. Aquí, dentro del Reich, aún mantienen un gran soporte. La gente tiene ahora una preocupación fundamental: la economía. El boicoteo a los comercios y almacenes judíos se puede volver contra nosotros. Si llevamos a cabo exhibiciones de violencia antijudía mucha gente no entenderá que estamos luchando por su futuro. Creo sinceramente que lo que tengamos que hacer para librarnos de ellos deberá ampararse en la discreción. Si la gente ve como se saquean las propiedades judías, temerán que en el futuro se actúe lo mismo en contra de las suyas. Si se quema una sinagoga, los curas creerán que luego se quemarán sus iglesias. En nuestro país la gente prefiere el orden al desorden, el silencio al griterío, la paz a la violencia. ¡Pues bien hagámoslo como le gusta a la mayoría! Actuemos en los despachos, legislemos adecuadamente, ya que en caso contrario no obtendremos los resultados que pretendemos.

Goebbels estaba bastante de acuerdo con él.

—¡Muy acertado su criterio, Gessner! En este asunto coincide usted con el ministro del interior, Frick y también Schacht. Mire, haremos una cosa. Usted será mi hombre en este asunto. ¡Confío plenamente en usted! Frick desea legislar en este tema, y Schacht, que en el fondo es un conservador, quiere hacerlo tal y como usted ha dicho. ¡Qué gran coincidencia! ¡Usted será mi delegado en la comisión que se va a crear para la nueva legislación racial! ¡Se trasladará usted a Núremberg, ya que allí será donde se preparará esta legislación fundamental para el Tercer Reich! ¡Esté usted tranquilo, Streicher! ¡Le puedo asegurar que de una vez por todas nos libraremos de esa plaga!