65. LA CRISIS AUSTRÍACA
(VIENA-FINALES DE JULIO DE 1934)
Stefan Gessner había sido felicitado por el propio Führer por su actuación. También Goering le dijo en su despacho que no olvidaría aquella entrega. El 20 de julio volvieron a llamarlo para enviarlo a Viena, pues conocía bien el terreno. Viajó con pasaporte diplomático, ya que Goering no deseaba que surgiera un problema inesperado, y uno de sus encargos era entrevistarse con los rebeldes. Una confusa misión. En Austria estaban prohibidos los partidos políticos, lo que afectaba también a los seguidores del NSDAP. Los nazis austríacos que pretendían dar un golpe de estado, en lo que Berlín no estaba de acuerdo, ni por la inoportunidad del momento, ni por la manifiesta indisciplina de sus seguidores en Austria.
Stefan habló con Theo Habicht, máximo dirigente del partido nazi austríaco, quien le aseguró que el ejército los apoyaba, lo que Stefan sabía que no era cierto. La idea que tenían era secuestrar al presidente Miklas, al canciller Dollfuss y a todo su gabinete, para hacerse con el poder. Cuando más tarde se lo explicó a Goering por teléfono desde la embajada, este le replicó muy nervioso que le transmitiera a Habicht que no contaban con el visto bueno del Führer para llevar a cabo algo semejante, y que si lo intentaban sería por su cuenta y riesgo.
No consiguió convencer al líder nazi austríaco, que estaba decidido a no perder más tiempo. Al día siguiente, 25 de julio, miembros de las SS austríacas, disfrazados de policías y militares, tomaron la cancillería, al tiempo que algunos correligionarios ocupaban la emisora estatal anunciando la creación del nuevo gobierno, pero el gobierno austríaco, informado del golpe por los servicios de inteligencia italianos, logró escapar, y sólo lograron apresar al canciller y al vicecanciller.
Mientras, Kurt Schuschnigg, con el apoyo del presidente de la República, se hacía con el control del país y se preparaba para sofocar el golpe. Stefan volvió a hablar con Habicht para mostrarle su malestar. Poco más tarde encontró a su hermano Joachim, que acababa de llegar de Berlín para mantener una reunión con Schuschnigg. Joachim le dijo que iba a proponer al nuevo canciller un acercamiento a Alemania, así como la colaboración en la disolución de todas las formaciones paramilitares, incluyendo la Heimwehr.
A pesar de lo expresado a Habicht, el Führer tenía su idea sobre el asunto. En ningún caso Dollfuss debería salir vivo. Cuando supo que lo habían apresado, ordenó a Habicht que hicieran como que lo dejaban escapar para entonces disparar sobre él. Así se hizo y el canciller cayó mortalmente herido falleciendo horas más tarde. Estaban informados de que Mussolini había ordenado la movilización de cuatro divisiones para que se dirigieran a la frontera austríaca. Joachim Gessner se dirigió a la embajada de Italia para garantizar al embajador que Hitler no estaba detrás del golpe, que por otra parte no iba a prosperar ya que no se les había proporcionado ninguna ayuda.
Los nazis austríacos fallaron en su propósito de desestabilizar al Gobierno, y en las siguientes horas fueron rodeados y capturados. El Führer miró para otro lado. Tenía su propia estrategia para Austria y no le convenían unos aliados indisciplinados. No hubo piedad, y la mayoría fueron ejecutados. Aquel mismo día Schuschnigg asumió el cargo de canciller.
Stefan no intentó hablar con Eva ni con María. Tras lo sucedido sería difícil, por no decir imposible, una reconciliación. Dada la situación, tanto él como Joachim decidieron dormir en la embajada del Reich. Las cosas estaban sucediendo como habían previsto, se despejaba el horizonte.
Cenaron en la embajada acompañados de von Papen, a quien se le había ordenado que se desplazase a Viena tras la «noche de los cuchillos largos», pues el vicecanciller del Reich iba a ser propuesto como nuevo embajador en Viena, lo que era muy satisfactorio para Joachim. Von Papen aún tenía el miedo en el cuerpo, sabiendo que se había librado de milagro. Durante aquellos tensos días había sido detenido por las SS y puesto bajo arresto domiciliario. Von Papen prefería no hurgar en lo sucedido, a pesar de que su secretario particular, Herbert von Bose, y Edgar Julius Jung, el hombre que le escribía sus discursos, fueron asesinados. Se sentía muy satisfecho con haber salvado la vida. Además conocía la posición de ambos hermanos Gessner dentro del partido, y quería demostrar su fidelidad al Führer. Franz von Papen alzó su copa.
—Bien, ya no tenemos nazis en Austria, supuestamente nuestros aliados naturales, y sin embargo aquí estamos brindando con champagne por su fracaso. ¡Qué extraños caminos los de la política! ¡Pobre Dollfuss! ¡Me encontré con él en varias ocasiones! ¡Era un tipo curioso, siento que haya acabado así!
Joachim movió la cabeza negando.
—¡Hablemos con realismo! ¡Dollfuss está mejor muerto! No nos convenía un fascista aliado de Mussolini en Viena. Nosotros pretendemos otra cosa, y usted von Papen, querido amigo, lo sabe bien. ¡El anschluss! ¡La unión total! ¡Schuschnigg nos servirá mejor para ese asunto! ¡Los que se llamaban nazis austríacos eran estúpidos, desorganizados e indisciplinados que solo nos hubieran complicado las cosas! ¡Así pues, brindemos por su desaparición! ¡Pronto traeremos aquí nazis de verdad!
En aquel momento un secretario entró en el comedor y se dirigió a Joachim mientras descolgaba el teléfono y se lo pasaba.
—Primer secretario, tiene una llamada de Berlín, de la cancillería. Creo que es el canciller.
Joachim Gessner se puso en pie. La característica voz del Führer se escuchaba perfectamente. Joachim asintió en varias ocasiones. Luego se despidió. Mientras colgaba sonrió a von Papen.
—¡Ahora tenemos que brindar por usted, querido Franz! ¡Embajador del Reich en Austria! ¡Mi más cordial enhorabuena! ¡Este es el primer paso! ¡Por nuestro Führer, el hombre que conducirá el Reich a la gloria!