SOLO CONTRA TODOS
EL asombro de Colman ante aquella agresión que no esperaba, le dejó paralizado unos instantes. El único gesto que hizo fue doblarse a causa del dolor, pues parte de la ceniza ardiente arrojada por Larry había penetrado en uno de sus ojos.
—¡Maldito…! —jadeó.
Sus cuatro pistoleros también quedaron paralizados por unos instantes, sin saber qué actitud adoptar.
El deseo de ayudar a su jefe estaba frenado por el respeto que infundían los revólveres de Larry.
—No he intervenido mientras maltratabas a Halloran —dijo aburridamente éste— porque yo tengo una cuenta pendiente con él y todas las cosas malas que puedan ocurrirle no me importan. Pero lo de la chica es distinto. Me fastidia que una hiena le ponga las zarpas encima.
Colman, con un violento esfuerzo, logró serenarse. Comprendía que era hombre muerto si llegaba a perder los nervios ante un pistolero como Larry.
—¿De modo que te interesa la muchacha? —silabeó.
—No he dicho tanto.
—Por lo que veo, te gustaría que te enterrase junto a ella.
—Hay compañías peores.
—¿Y si antes te obligo a presenciar cómo mis hombres la matan?
Larry lanzó una carcajada.
—Es curioso. ¿Desde cuándo cinco cadáveres pueden matar a una mujer?
Hablaba con tal seguridad, con tanto aplomo, que los cinco pistoleros sintieron a la vez que un escalofrío les recorría la espalda. Larry hablaba incluso con tono aburrido, como si matar a aquellos hombres fuera algo por lo que no valiera la pena de tomarse trabajo.
—¿Es que crees que puedes vencernos? —bramó Colman, fuera de sí.
—¿Por qué no lo probamos?
Uno de los forajidos, intentando hacer méritos delante de su jefe, movió la mano derecha con demasiada rapidez. Hubo un parpadeo veloz en los ojos Larry y un fruncimiento casi imperceptible de sus labios. Cuando aquello cesó, en su mano derecha ya había aparecido un «Colt» y ese «Colt» estaba vomitando fuego.
El pistolero lanzó un gemido de horror y se llevó instantáneamente las manos a los ojos, atravesados por dos balazos.
La terrible exhibición dejó mudos de estupor a todos. Incluso el mismo Colman, que creía estar acostumbrado a todo, sintió que se le secaba la garganta. Bruscamente se dio cuenta de que nunca podría vencer a aquel hombre y de que estaba perdido sin remedio.
Pero Larry, respondiendo a la primera agresión, había perdido unos segundos preciosos. Viendo caer a su primer enemigo no se pudo dar cuenta de que otro de los pistoleros había movido hábilmente la mano izquierda, que tenía apoyada en una roca alta como su cabeza.
Sobre esa roca había un poco de arena depositada allí por el viento. Y esa arena fue a parar bruscamente a los ojos de Larry, quien por un movimiento instintivo los tuvo que cerrar mientras se encogía sobre sí mismo.
Cegado por completo disparó haciendo un movimiento de abanico, para cazar a todos sus enemigos. Pero ninguno de éstos era tonto. Colman y los tres hombres que quedaban vivos ya se habían arrojado al suelo.
Les bastaron unos segundos para saltar todos a la vez sobre Larry, con velocidad de gamos. Lorna lanzó un grito de aviso, pero ese grito ya llegó tarde.
Tres hombres aplastaron materialmente a Larry, arrancándole las armas y golpeándole salvajemente con las culatas.
No pudo defenderse. Con el rostro bañado en sangre, perdió inmediatamente el sentido.
Colman se levantó jadeando. En sus ojos brillaba el odio más atroz. La pasión de la venganza le dominaba.
Uno de sus hombres le puso un cuchillo en la derecha.
—Ábrele en canal tú mismo, Colman. Será hermoso verlo.
Pero Colman había logrado sonreír otra vez, con una cruel sonrisa cuadrada.
—Ya no hay sorpresa posible para el ataque a rancho. Han tenido que oír los disparos y necesitamos obrar con rapidez. Tengo pensada una muerte mejor para nuestro buen amigo Larry Percival. Una muerte que nos será útil y, además, resultará mucho más sonada. Él nos ayudará a vencer toda la resistencia que nos puedan hacer en el rancho. ¡Pronto! ¡Traed el caballo más veloz y todas las botellas de nitroglicerina! ¡La noticia de la muerte de Larry Percival pronto se va a «oír» en todo el desierto de Nevada!