21.- Fetiche de bacalao

Ven ingiere su menú de vuelo: refresco bajo en calorías y cacahuetes tostados. De postre, un whisky. Lucy, nada. Dice que se reserva para la cena. Él pide otro whisky.

El avión aterriza en Madrid como la seda. Toman un taxi y van a la casa de Ven en el barrio obrero. Su apartamento es como un santuario. Nadie viene nunca a visitarlo y tampoco invita nunca a nadie. Lucy ha tomado la tercera vía que nunca falla, se ha invitado sola y a Ven le parece que puede ser la oportunidad que lleva buscando desde que se quedó prendado de su escote pecoso.

Llegan al edificio de ladrillo rojo, una construcción estándar de este barrio y de otras tantas zonas de expansión de Madrid. Ven vive allí porque era donde vivía Lupe. En cuanto se reencontraron se fue con ella. No obstante, recuerda que lo primero que pensó cuando llegó con su única maleta fue que para levantar edificios como esos no hace falta ningún arquitecto. Son todos iguales, rectangulares, con un balcón al que nadie se asoma y que en muchos casos termina tapado con cristaleras para ganar unos metros más de apartamento techado.

Abre despacio la puerta y Ken maúlla tirándose al suelo. Lucy se agacha para acariciarlo.

—¡No me habías dicho que tenías gato! ¡Ven, eres una caja de sorpresas!

Él mueve el bigote y no saluda a Ken como suele hacer. Echa una mirada al interior de la casa. Sólo hay algunas latas tiradas y unos vasos sobre la mesa.

—¿Cómo se llama? —pregunta Lucy que todavía está acariciando al gato.

—Ken.

—¡Anda, como el novio de la Barbie!

Ven se queda callado. Lucy se percata del fanatismo por la fabada en lata y suelta la pregunta que Ven temía:

—¿Qué comemos?

—Fabada.

Ella hace una mueca.

—¿No tienes otra cosa?

—Pues no.

—Espera. Me bajo al chino y traigo cualquier otra cosa, mientras tú enfrías un poco el vino.

Lucy desaparece por las escaleras y Ven se queda con la botella de vino en el pasillo. Habla con Ken. No sabe qué hacer. Anda con la botella de un lado al otro del pasillo. Media vuelta. El gato gira la cabeza. Ven vuelve al otro lado del pasillo. Le sigue haciendo la misma pregunta al gato: ¿Qué hago? Ken abre más los ojos. Nunca había visto así a su amo.

Ven por fin toma conciencia y mete la botella en el frigorífico. Saca tres latas de fabada. El portero automático se dispara. Casi no reconoce el sonido. Es Lucy que está abajo, en la calle. Presiona el botón del telefonillo con una lata en la mano. Pone el agua para el baño maría en la cacerola. Abre una lata, luego la otra y la otra más deprisa. Al retirar el abre fácil se hace un pequeño corte en el dedo meñique de su mano derecha. Empieza a sangrar. Coge lo primero que encuentra. Un rollo de papel higiénico. Suena el timbre de la puerta. Abre con el rollo en la mano.

—¿Pero qué ha pasado? —dice Lucy con la mirada en la sangre que empapa la celulosa.

—Un pequeño corte —dice Ven con la cara asustada.

—Anda, siéntate. Ya arreglo yo todo.

Ven se sirve un whisky apretando el dedo con más papel higiénico. Intenta relajarse. Ella empieza a silbar en la cocina. Se escuchan ruidos de ollas.

A los veinte minutos Lucy sale a la mesa con dos platos.

Ven come en silencio. Lucy abre la botella de vino y no para de hablar. De recordar lo ocurrido. Él empieza a animarse.

—¿Te gusta? —pregunta Lucy.

—Es bonito.

—No, es bacalao. Es mi ingrediente fetiche —le corrige y al momento recuerda que Ven no tiene paladar, así que a lo máximo que llega a distinguir es si es bonito o feo, o si es blando o duro.

—Anda que si se la llegas a romper a Sofriti en la cabeza…, ¿llegaste a verlo?

Ven baja el bigote.

—Ya te dije que no.

—Apareciste como un héroe por la puerta —Lucy impulsivamente acerca su cara a Ven, quien la gira en ese momento, en el que irremediablemente terminan uniéndose los labios de ella y los de él bajo el bigote.

Lucy se retira rápido, algo nerviosa.

—Voy al baño.

Ven no es capaz de reaccionar. Al rato vuelve, callada.

—Me equivoqué de puerta.

—Ah.

—¿Por qué tienes tantas Barbies?

—Son de Lupe.

—Tu mujer.

—La que era mi mujer.

—Pero hay una que compraste hace poco. He visto el ticket,

—Las sigo coleccionando por ella.

—Ven, no puedo con esto. Siempre soy la tercera. Con Linda, contigo. Y encima a ti te da por las muñecas.

Lucy se levanta con fuerza y toma la puerta.

Ven la da por perdida y no hace el gesto ni de seguirla.

Cambia el vino por su White Horse.

Ken relame lo que queda en el plato del fetiche de bacalao.