Introducción

En 1760, el año del nacimiento de Hegel, Kant dictaba su disertación inaugural en la Universidad de Königsberg. El mismo año nacían los poetas Hölderlin y Wordsworth. Se sembraban las semillas de un lirismo exaltado y de una sistematización profunda y desapasionada: los dos extremos de subjetividad y objetividad. Europa se encontraba al borde de su mayor transformación desde el Renacimiento. La Revolución Francesa fue la manifestación política de este cambio y el Romanticismo su expresión cultural.

Entretanto, la Revolución Industrial comenzaba a modificar la faz de todo el continente. Y, a pocos años de la muerte de Hegel, Marx iniciaba otra transformación que habría de cambiar la fisonomía del siglo XX.

Hegel se vio profundamente involucrado en estas dos transformaciones. En un giro de ciento ochenta grados que sólo podía ser descrito por su célebre método dialéctico, el Hegel estudiante dio la bienvenida a la Revolución Francesa, y el Hegel maduro cantó las alabanzas del conservador estado prusiano.

En manos de Hegel, el método dialéctico produjo el más elefantiásico sistema filosófico que ha conocido el hombre, un monolito en loor de un estado monolítico. Y en las manos de su ambicioso seguidor Marx, el método de Hegel había de dar origen a la revolución más importante desde la Revolución Francesa que, a su vez, produciría el más elefantiásico sistema político que ha conocido el hombre (de un extraño parecido, en muchos aspectos, con el Estado prusiano). Así es, en gran medida, como el sistema filosófico de Hegel estaba destinado a funcionar aunque él, probablemente, no lo habría visto así.