A Kylie le dolía la cabeza como si alguien se la hubiera golpeado con un martillo neumático. Tenía la boca seca y solo pensar en alcohol le daba ganas de vomitar.
En su momento le había parecido una buena idea, pero ya no se lo parecía tanto.
Dash las había dejado dormir, y cuando se levantaron y entraron dando tumbos en la cocina, ya les había servido el desayuno y un brebaje asqueroso que les juró que curaba la resaca.
Mentía como un bellaco.
Salió del coche lentamente y volvió a echar un vistazo para asegurarse de que Jensen estaba en casa porque su coche estaba aparcado. Por suerte para ella, todavía tenía la llave, así que no tenía que preocuparse por si hacía como ella y no le abría la puerta.
Era sábado. No trabajaba. Y era bastante temprano para encontrar a Jensen todavía en la cama.
Esa posibilidad la animaba considerablemente. Sin duda, haría que sus planes de seducción fuesen más fáciles de llevar a cabo.
Sacudió la cabeza al pensar en la idea. ¿Ella una seductora? En el cielo, alguien debía de estar partiéndose de risa.
Se detuvo un momento ante la puerta principal y reflexionó si debía usar la llave o llamar.
Como el factor sorpresa era importante, se decantó por la llave.
La metió en la cerradura intentando hacer el menor ruido posible. Abrió la puerta y echó un vistazo al interior.
De momento no había moros en la costa.
Al llegar a la entrada del salón, se quedó helada contemplando la escena frente a ella.
Jensen estaba espatarrado en el sofá, con la cabeza echada hacia atrás, profundamente dormido o grogui por el alcohol. A juzgar por las botellas tiradas por todas partes, la segunda opción era la más probable.
Si no fuese una estampa tan familiar, Kylie podría haberse enfurecido.
Ambos daban lástima. Eran claramente infelices separados. Era toda una suerte que uno de los dos tuviera dos dedos de frente. Esa mierda se iba a acabar de inmediato.
—Jensen. ¡Jensen! —dijo más fuerte—. Ponte las pilas. —Se acercó más a él y se inclinó para hablarle directamente a la cara—. ¡Despierta, Jensen!
Jensen parpadeó perezosamente y de pronto pareció darse cuenta de quién estaba sobre él en su salón.
—Otro sueño —murmuró—. He bebido demasiado. Me cago en…
—No soy un sueño. Más bien soy una pesadilla, pero lo solucionaremos —lo corrigió Kylie, divertida.
Jensen volvió a parpadear y se frotó los ojos con el brazo. Finalmente, frunció el ceño.
—¿Qué narices haces aquí?
—Genial. Yo también me alegro de verte, Jensen. ¿Qué tal te ha ido todo? Espera, no contestes. Creo que es bastante obvio a juzgar por las botellas de licor vacías.
Se inclinó más, hasta quedar justo sobre su cara, y le hizo una mueca.
—Te juro por Dios que si no se te levanta porque tienes demasiada resaca te mataré.
Jensen estaba boquiabierto y le olió el aliento. Aceptable, podía superarlo. No apestaba demasiado, así que supuso que hacía horas que había bebido. Posiblemente había sido la noche anterior y había estado durmiendo la mona hasta ahora.
—¿Qué cojones dices? —preguntó Jensen—. No deberías estar aquí. Hemos terminado, Kylie.
—Tú sigue hablando y a lo mejor hasta te convences —le espetó Kylie con una sonrisa burlona—. Yo sé que es mentira, y tú también lo sabes perfectamente.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó Jensen, desconcertado.
Kylie le tocó la mejilla y le miró directamente a los ojos para que viera que hablaba completamente en serio.
—Jensen, ¿confías en mí?
—Claro que sí —replicó bruscamente—. No desconfío de ti, sino de mí. Maldita sea, ¿por qué lo haces tan difícil, joder? ¿Querías ver lo mal que me siento? Pues echa un vistazo a tu alrededor. Así soy yo sin ti.
A Kylie se le derritió el corazón de inmediato. La vulnerabilidad dolorida de su voz la deshizo.
—Demuéstramelo —lo retó.
—¿Qué quieres que te demuestre?
Parecía cada vez más irritado, y tenía que actuar rápido antes de que la echara de su casa. Otra vez.
—Que confías en mí —dijo con suavidad.
—No hay nada que demostrar. Confío más en ti que en nadie en el mundo.
—Entonces ven al dormitorio conmigo —le pidió.
Jensen cerró los ojos.
—No puedo hacerlo, Kylie. Por favor, no me lo pidas.
—Te pido que confíes en mí. Has dicho que confiabas en mí, pues ahora demuéstramelo. Por favor —añadió, y las dos palabras sonaron ahogadas.
—Perfecto. Iremos al dormitorio. ¿Después me dejarás en paz de una puta vez?
—¿Tanta prisa tienes por librarte de mí, Jensen? ¿Tu idea del amor significa olvidar tan rápido a alguien a quien quieres, o a quien teóricamente quieres?
Se levantó del sofá impetuosamente y con un brillo peligroso en los ojos. Antes, un movimiento así la habría aterrorizado y la habría sumido en un ataque de pánico. En ese momento, no obstante, se sentía muy aliviada por haber recuperado como mínimo una parte del viejo Jensen en lugar de tener que aguantar a aquel hombre patético y destrozado que había bebido hasta olvidar quién era.
Ella había hecho lo mismo. Si no hubiera hundido la cabeza tan profundamente en la tierra, podría haber tenido aquella iluminación mucho antes y ninguno de los dos habría tenido que pasar una semana entera de desesperación.
—No te atrevas a poner en duda que te quiero —espetó Jensen furiosamente—. Precisamente por eso quiero que estés tan lejos como puedas de mí.
Kylie pasó por alto el comentario brusco y, aliviada por haber logrado que se pusiera de pie y no tener que intentar levantarlo ella, le tomó la mano y lo llevó hacia el dormitorio.
Al llegar, se dio la vuelta, le puso las manos sobre el pecho y lo miró directamente a los ojos.
—Recuerda lo que has dicho. Lo de la confianza.
—Lo recuerdo —confirmó Jensen en un tono tenso.
Asintió, se volvió hacia la cama y comenzó a desnudarse. Rezó brevemente para que aquello saliese como esperaba.
—¿Qué demonios haces, Kylie? Tú…
Dejó la frase a medias y se quedó boquiabierto cuando ella se volvió hacia él, completamente desnuda.
Cerró los ojos y soltó un gruñido.
—¿Por qué me torturas de esta manera?
Bajó los dedos por su torso y los llevó hasta la cremallera de los tejanos. Entonces, alzó la boca y posó los labios en los de él.
Al principio, Jensen no respondió. Se contuvo, tenso, mientras ella exploraba su boca. Luego, separó los labios y se le escapó una bocanada de aire. Lentamente, la rodeó con los brazos y la sujetó con firmeza.
Kylie apartó la boca para tomar aire. Le besó el lóbulo de la oreja y susurró suavemente:
—Hagamos el amor, Jensen. De verdad, hagamos el amor. Sin cuerda. Solo tú y yo.
A Jensen se le escapó un gemido. El sonido parecía surgir de su misma alma. Era un sonido de agonía… Y necesidad.
—Has dicho que confiabas en mí —insistió Kylie con dulzura—. Hazlo por mí, Jensen. Confía en mí. Hazme el amor.
La llevó caminando de espaldas hacia la cama, quitándose la ropa por el camino hasta quedar desnudo como ella. La deseaba, no cabía duda. Su cuerpo no podía mentir al respecto. Daba igual lo que dijera o pensase, la deseaba tan desesperadamente como ella a él.
Tocó el borde de la cama con la parte trasera de los muslos y se dejó caer. Aterrizó sobre el colchón con Jensen encima de ella.
—Quiero que estés segura de que es lo que quieres, cielo —dijo él sin aliento—. Si quieres parar en cualquier momento, dilo. Pararé por mucho que me cueste.
Le acarició la cara, recorriendo las duras facciones de su mandíbula.
—No quiero que pares, Jensen.
Jensen gimió y agachó la cabeza para besarla. La besó con prisa, dejando brotar toda su necesidad como un río ardiente. Sentía el cuerpo de Jensen duro y pesado sobre ella, y se regodeó en la sensación.
Acomodaba la erección de Jensen entre sus piernas y podía sentirla, dura y palpitante, sobre el clítoris. Se retorcía, inquieta, quería, necesitaba. No quería esperar. Quería notarlo dentro. Quería sentirse completa por primera vez en una semana.
—Jensen —susurró—. Hazme el amor. Ahora mismo, por favor.
Jensen pasó por alto su petición y trazó una línea de besos por el cuerpo de Kylie. Le lamió los pezones y los acarició con la lengua hasta forzarlos a convertirse en dos picos dolorosos y tensos. Se tomó su tiempo, saboreándola y sorbiéndola hasta que creyó que se volvía loca de ansiedad.
Continuó bajando por su cuerpo y se detuvo en el ombligo para juguetear y torturarla con la lengua. Ella le clavó los dedos en los hombros y lo empujó hacia abajo con la esperanza de que captara el mensaje.
Jensen se rio por lo bajo, pero obedeció la petición silenciosa. Besó los rizos de la cima de las piernas de Kylie. Los muslos de ella se relajaron y se separaron de inmediato, lo estaba invitando a explorar su zona más sensible.
La rozó y la acarició con los dedos antes de separar al fin los pliegues suaves de su piel. Kylie sintió el resoplido de su respiración y se retorció. Todo su cuerpo se tensó, expectante, esperaba el momento en que le diera lo que ella deseaba.
Entonces, la lengua de Jensen vibró sobre el clítoris y ella arqueó la espalda al tiempo que un gemido se escapaba de sus labios. Volvió a agitar la lengua antes de sorber la protuberancia y metérsela en la boca.
Kylie gimió sin control. Su garganta comenzó a sollozar. Eran sollozos desesperados de necesidad. Tanta necesidad. Lo había echado de menos. Nunca había sentido ese tipo de conexión con otro ser humano. Estaba perdida sin él. Sentía un dolor en el alma que solo él podía aliviar.
Él puso la boca en su entrada e introdujo la lengua, se la folló con la lengua. La besó y la lamió hasta hacerle perder la cabeza. Repitió el nombre de él una y otra vez, una plegaria rota para que le hiciera el amor, una letanía que repetía su lengua.
Y por fin, por fin, se levantó sobre ella, ajustando el cuerpo al de ella mientras la miraba con sus intensos ojos oscuros. Ella buscó en la mirada de Jensen lo que sentía él, si estaba tan desesperado como ella, si la había echado de menos aunque solo fuese la mitad que ella a él.
Lo que vio arder en la profundidad de esos ojos la dejó sin aliento y la llenó de esperanza.
Vio amor. Todavía amor. No se había ido. Todavía la amaba. Podían superarlo. Él la quería y ella le quería. Se negó a contemplar cualquier otra posibilidad.
Debían estar juntos.
—¿Estás bien? —preguntó Jensen, todavía situado en el borde de su entrada.
—Esto es lo que quiero —susurró—. Te deseo, Jensen. Sin ti me sentía sola y vacía.
—Dios mío, cariño, a mí me pasaba lo mismo. Ni te imaginas lo mal que lo he pasado.
—Pues haz algo al respecto —propuso con suavidad—. Haz que volvamos a ser uno.
La tomó entre sus brazos y se la acercó en el preciso momento en que se hundía en ella. Ella gimió de placer mientras Jensen presionaba para penetrarla más profundamente. Kylie levantó las caderas tanto como pudo, lo estaba invitando a llegar más adentro.
Todo el cuerpo de Jensen estaba tenso. Sus músculos vibraban y se retorcían por el esfuerzo agónico de mantener el control.
Kylie le hundió las uñas en los hombros, levantó la cabeza y le susurró al oído:
—No me harás daño, Jensen. Confío en ti. Te quiero. No te contengas. Conmigo no. Enséñame quién eres, porque esa es la persona a la que quiero.
Esas palabras hicieron añicos el resto del control que Jensen conservaba. Un gemido agónico salió de sus labios justo en el instante en que empujó con fuerza para hundirse en ella tan profundamente como podía.
Su cuerpo se arqueó sobre el de ella y a su alrededor, protegiéndola. La sujetó con firmeza y sus cuerpos se ondularon en una sincronía perfecta. Kylie levantó las piernas para envolverlo, y tiró de su cuerpo hacia ella para que no hubiese distancia entre ellos.
Jensen se alzaba y se volvía a hundir en ella, una y otra vez, y el cuerpo de ella se elevaba con avaricia hacia él cada vez que él salía. Se aferraba a él, no había duda alguna de que lo deseaba tanto como él a ella.
Su pasión se volvió febril. Iba muy rápido. Sin embargo, llevaban demasiado tiempo separados. Tenían el cuerpo y el alma en llamas. Dos mitades que formaban una sola unidad se habían reunido al fin. No pensaba permitir que se fuera. Le daba igual lo que dijese o lo que intentara hacer, ella nunca permitiría que se fuese. Aunque tuviese que seguirlo al fin del mundo, era suyo y no lo pensaba dejar marchar. Nunca.
Lo besó desesperadamente, su orgasmo inminente la enloquecía de deseo. Las bocas de ambos se abrasaban y las lenguas se hundían profundamente, acariciando y saboreando. El sonido de sus cuerpos y sus bocas al chocar era lo único que se escuchaba en la habitación. Se movían como una sola persona en perfecta sincronía.
Eran uno.
Mejor juntos que solos.
—¿Estás llegando, nena? —preguntó Jensen bruscamente—. Quiero que lleguemos juntos.
—Sí —respondió Kylie con un largo suspiro—. Estoy llegando. Llévanos al otro lado, Jensen.
Jensen pasó la mano entre ambos y acarició el clítoris con el pulgar mientras la penetraba firme y profundamente. Un caleidoscopio de color y sensaciones se apoderó de la visión y de todo el cuerpo de Kylie.
Clavó la mirada en la de él porque no se quería perder ni un detalle de sus ojos cuando Jensen tuviera el orgasmo. Los ojos no mentían. Eran una ventana abierta a su alma.
Lo que vio en esas oscuras cavernas la llenó de alegría y alivio.
La quería. La deseaba. La echaba de menos cada vez que respiraba.
Jensen la envolvió con su cuerpo y los hizo llegar a ambos, llevando a Kylie consigo. Se sintió como una hoja en otoño, arrancada por el viento y que vuela sin control. Llevada por el viento.
Sintió como si cayera lentamente, mareada y satisfecha, hasta volver a posarse en la cama con el cuerpo cálido de Jensen sobre el de ella, protector.
Jensen apoyó la cabeza en su cuello y ella sintió que él se debatía por alcanzarla. Respiraba entrecortadamente y su pecho oscilaba con violencia.
Le pasó los dedos por la espalda, hacia arriba y hacia abajo, mientras él palpitaba profundamente en su interior. Al fin se sintió completa. Después de tantos días de sentirse perdida, había vuelto a casa. Justo al lugar al que pertenecía.
Pero todavía le quedaba una cosa por hacer.
Se volvió, tratando de sacudirse de encima el peso de Jensen y moverse a un lado. Cuando se dio cuenta de lo que intentaba, Jensen rodó hasta que ambos quedaron de lado.
—Perdona, cielo, ¿te hacía daño? —preguntó preocupado.
Kylie le puso un dedo en los labios para hacerlo callar.
—Vuelvo enseguida —murmuró—. No te muevas.
Se levantó de la cama sin hacer caso a la mirada inquisitiva de Jensen. El corazón le palpitaba violentamente. Era el momento de la verdad. Si él la rechazaba, no sabría qué hacer. Tenía que funcionar. Tenía que convencerlo de que creía en él.
Sacó la cuerda del cajón, regresó a la cama e ignoró su expresión confundida. Antes de poder echarse atrás, y antes de que él se diera cuenta de lo que estaba haciendo, formó un lazo alrededor de la muñeca izquierda de Jensen y la ató a la cama.
Tras asegurar el nudo, se volvió a acomodar en la cama y se acurrucó junto a él, plenamente satisfecha y llena. Entonces, esperó a que llegase la pregunta inevitable.
—¿Qué haces, Kylie? —preguntó Jensen con una expresión perpleja grabada en la frente.
Kylie respiró hondo y lo miró directamente a los ojos.
—Nadie confía en ti más que yo —comenzó—, pero tú tienes que confiar en ti mismo tanto como yo. No necesito que estés atado a la cama para hacer el amor contigo. Te lo acabo de demostrar, y también me lo he demostrado a mí misma. Sin embargo, al menos hasta que estés tan seguro como yo de que nunca me harás daño, te propongo que te atemos a la cama para dormir. Así, aunque tengas una pesadilla, será imposible que me hagas daño.
Jensen parecía totalmente superado. Las lágrimas brillaban en sus ojos; unos ojos llenos de amor y… alivio.
—Ven aquí —la invitó Jensen con la voz entrecortada.
Kylie se acurrucó entre sus brazos y él la rodeó con el brazo derecho y la sostuvo con tanta firmeza como pudo. Hundió la cabeza en su pelo y se puso a temblar. Las lágrimas también quemaban los ojos de Kylie cuando se abrazó a él con fuerza. El alivio era tan profundo que la debilitaba. Todo saldría bien.
—Te quiero —dijo Jensen crudamente—. Te quiero mucho, Kylie. Nunca querré a nadie como te quiero a ti.
—Yo también te quiero —susurró Kylie.
Jensen aflojó el abrazo lo justo para poder verle la cara. Kylie le secó las lágrimas de la cara y él hizo lo mismo con las de ella.
—¿De veras crees que esto puede funcionar? —preguntó Jensen, dubitativo—. Tienes que entenderlo, Kylie. Esa noche… Dios mío, esa noche fue la mejor y la peor de mi vida. Fue la mejor porque confiaste lo suficiente en mí para hablar abiertamente de tu pasado. Y después fue la peor… Ni te imaginas cómo me sentí cuando me desperté y vi mi mano alrededor de tu cuello, al saber que te estaba haciendo daño, algo que había jurado no hacer jamás. Me puse enfermo. Solo podía pensar en alejarte de mí tanto como fuera posible para no volver a hacerte daño. Moriría antes de hacer algo así, cielo.
Kylie le acarició la cara con ternura.
—Sí, funcionará. Haremos que funcione. Haremos lo que sea necesario. —Inspiró hondo y reunió valor—. Una vez me dijiste que debería buscar ayuda, y tenías razón. Pero creo… —Respiró profundamente de nuevo—. Creo que ambos deberíamos buscar ayuda, buscar una terapia juntos. Lo superaremos juntos. Vayamos paso a paso y ya veremos cómo van las cosas. Lo que no pienso hacer es alejarme de ti por un miedo ridículo a que me hagas daño. Solo me siento segura cuando estoy contigo. Ya sé que nunca me harías daño a propósito, Jensen. Ahora tienes que creerlo tú también.
Jensen le tomó la mano, se la llevó a los labios y le besó la palma. Kylie sintió en la mano los resoplidos erráticos de la respiración de Jensen, que intentaba recomponerse para contestar.
—Nadie ha tenido nunca tanta fe en ti como yo —dijo con la voz rota por la emoción.
—Y nadie ha creído en mí tanto como tú —añadió ella—. Como por separado somos dos personas jodidas de la cabeza, parece bastante lógico que nos llevemos bien y podamos estar jodidos de la cabeza juntos. ¿Quién nos iba a entender y a querer como nosotros?
Jensen rio suavemente. Oleadas de alivio recorrían su cuerpo.
—Me gusta la idea. Jodidos de la cabeza juntos.
—¿Entonces volvemos a estar juntos? —tanteó Kylie.
Jensen la abrazó con fuerza y la besó en la boca.
—Volvemos a estar juntos, ya lo creo. Supongo que bastará con que me azotes cuando sea necesario. Y estoy de acuerdo. Creo que a los dos nos vendría bien algo de terapia. No quiero volver a hacerte daño, así que estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para estar seguro de ello.
El alivio inundó el corazón y el alma de Kylie hasta el punto de debilitarla.
—Yo solo estoy mejor cuando estoy contigo —susurró—. Me haces creer, Jensen. Haces que crea que puedo tener una vida normal y una relación normal. Haces que tenga grandes esperanzas para el futuro. Pero solo contigo. No quiero nada de todo eso si no es contigo.
—No me puedo creer que te haya encontrado —dijo Jensen asombrado—. Eres perfecta para mí.
—Has sacrificado mucho por mí, Jensen. La generosidad de tus actos todavía me abruma. Desterraste a una parte esencial de ti mismo por mí. ¿Cómo quieres que no luche por ti, por nosotros, hasta mi último aliento?
Jensen le acarició la cara con suavidad. El amor brillaba con calidez en sus ojos.
—No ha sido ningún sacrificio, Kylie. El motivo por el que nunca había cedido el control antes era que jamás había encontrado a una mujer que me hiciese querer cederlo de verdad. Es un honor y un don, y lo digo desde el fondo del corazón. Siempre te pondré a ti y a tus necesidades por encima de las mías. Siempre.
—Te quiero —repitió Kylie, y el corazón se le hinchó como si le fuera a estallar.
—Yo también te quiero, cariño. Por suerte, tienes suficiente fuerza y decisión por los dos. Afortunadamente, no te has rendido, como iba a hacer yo. Esta última semana ha sido la más triste de toda mi vida. No quiero volver a pasar por el dolor de volver a perderte.
Kylie hizo una mueca triste.
—Tengo que confesarte algo. En casa tengo tantas botellas de vino vacías como las que hay aquí de licor. Además, anoche, Chessy, Joss y yo dejamos bastante huella en el mueble bar de Dash. Tengo tanta resaca como tú, o puede que incluso más.
Los ojos de Jensen se llenaron de dolor.
—Lo siento, cariño. Me esforzaba para no hacerte daño y solo he conseguido hacerte todavía más daño. Lo lamento. Si me das una oportunidad, te demostraré que no voy a hacerte daño a propósito nunca más.
—Eso se acabó —dijo Kylie dulcemente—. Para ambos. Eso es pasado. Ahora hay que mirar hacia delante, hacia un futuro más brillante que el sol. Entregarme a ti es lo mejor que he hecho jamás y nunca lamentaré ni un solo minuto de ello.
—Me alegra que te sientas así, cielo.
La expresión de Jensen se volvió más seria y la miró fijamente.
—¿Podrás soportar mi carácter dominador? Lo digo porque se manifestará, Kylie. En lo que respecta a ti, a protegerte y cuidarte, no sé ser de otra manera. En la cama, siempre te cederé el control tanto como lo necesites, pero fuera de ella, quiero asumir el mando. ¿Podrás soportarlo?
La inseguridad de sus ojos ablandó el corazón de Kylie.
—Sí, puedo aguantarlo —murmuró—. Me gusta tu carácter mandón. Os he cogido cariño a ti y a tu carácter. Un día… —Inspiró hondo antes de continuar—. Espero que un día pueda cederte el control en la cama.
Los ojos de Jensen ardieron. Acarició la mejilla de Kylie con la mano libre.
—Si llega ese día, quiero que sepas que te cuidaré y te trataré con mucho cuidado y mucha ternura. No quiero que tengas que lamentar hacerme un regalo tan valioso.
Sus labios se encontraron, entrelazaron las lenguas y Jensen se tumbó boca arriba llevando a Kylie consigo.
—¿Qué haces? —susurró ella.
Los ojos de Jensen resplandecieron y la volvió a besar.
—Estoy atado e indefenso, así que creo que podrías aprovecharte de tu hombre y hacerle el amor.
Ella se rio, y la risa sonó alegre y despreocupada. El amor que le llenaba el corazón había desintegrado la oscuridad de la semana anterior. Jensen le pertenecía y ella le pertenecía a él. Todavía tenían muchos problemas que solventar, pero sabía de corazón que podían superarlos juntos.
Con el amor de Jensen, podía ser la persona que siempre había querido ser y vivir la vida que siempre había deseado. ¿Había algo mejor?
Entonces, hizo exactamente lo que Jensen le había pedido. Le hizo el amor a su hombre.