Veintitrés

Kylie se sentía con ganas de comerse el mundo ese lunes por la mañana de camino al trabajo con Jensen. Se sentía muy optimista, un sentimiento que le había sido ajeno hasta entonces.

Bueno, no había podido hacer el amor con él sin atarlo a la cama. Todavía. Pero habían hecho el amor y eso era un paso enorme para ella.

Estaba… feliz. ¿Cuándo fue la última vez que pudo decirlo y además de verdad? La versión antigua de la felicidad era como una concha; para ella equivalía al mero hecho de existir. Hasta que empezó con Jensen, no se dio cuenta de lo mucho que estaba dejando pasar la vida mientras escondía la cabeza bajo el ala.

El fin de semana había sido un oasis. No habían vuelto a hacer el amor desde el viernes por la noche y ambos parecían reacios a presionar demasiado pronto, pero la intimidad se había vuelto cada vez más intensa, de modo que Kylie suponía que no pasaría mucho tiempo.

Y tal vez ella reuniría el valor suficiente para no atarlo a la cama.

Le preocupaba Jensen desde que este le contara su infancia, pero aparte de encontrarlo algo más callado de lo habitual el sábado por la mañana, no parecía estar mal.

Había intentado que el humor y el ambiente fueran ligeros entre ambos; no quería verlo retroceder a la oscuridad de su pasado. Le dijo que lo quería unas mil veces y se había mostrado muy afectuosa.

No quiso contarle nada acerca de su infancia, no porque no confiara en él, sino porque la confidencia, a Jensen, le había dejado emocionalmente desgastado y no quería añadir más presión. Con el tiempo, lo haría, pero cuando fuera el momento más propicio. No tenía muchas ganas, pero tampoco lo evitaría.

Enfrentarse a las cosas. Eso es lo que trataba de hacer y lo que haría con ayuda de Jensen. Con su amor y su apoyo. ¿Qué más podía pedir?

Alrededor del mediodía, Dash sacó la cabeza por la puerta de su despacho.

—¿Se puede? —preguntó desde el umbral.

Ella le hizo un gesto para que entrara.

—Claro. Dime.

Se sentó en la silla en la que se había sentado Jensen hacía media vida —o eso le parecía ahora—, en ese momento en el que quería sacárselo de encima. Pero ¿ahora? Ahora agradecía que entraran tanto él como Dash. Sobre todo Jensen, claro.

—Tienes buena cara, Kylie. Pareces feliz.

Ella parpadeó, incrédula, y empezó a sentir cierta incomodidad ante el cariz personal que estaba tomando la conversación. Sin embargo, la expresión de Dash era de pura sinceridad, así que se le pasaron las ganas de cerrarse en banda. Era lo que hubiera hecho en el pasado, seguro, pero ahora se estaba probando la nueva Kylie. Alguien que podía abrirse a sus amigos. Y a la gente en general.

Nunca sería el aire fresco, burbujeante y cordial que era Chessy. Tampoco sería la dulce y cariñosa Joss. Pero se le estaban pegando algunas cualidades, así como las de Jensen, y se sentía más relajada en su círculo de amigos. Se veía más dispuesta a bajar la guardia o, al menos, a perder ese aspecto malhumorado de su personalidad. Cosas que antes había usado como mecanismo de defensa.

—Soy feliz —contestó.

—Joss quería que os invitara a ti y a Jensen este viernes. Chessy y Tate también vienen. Nada ostentoso, no te creas. Le apetece cocinar algo y que vengan sus amigos.

A Kylie se le encendieron las mejillas y bajó la vista, avergonzada por cómo había terminado la última visita a casa de Dash.

—Pues me apetecería mucho —dijo en voz baja—. Y seguro que a Jensen también. Y Dash, ya le pedí perdón a Joss, pero nunca te lo pedí a ti por cómo reaccioné cuando me contaste que Jensen sería el nuevo socio.

—Eso es agua pasada —dijo Dash en un tono cálido—. Sé que no querías hacer daño a Joss. Yo me cabreé bastante en aquel momento, pero sé que no había maldad. Sé que quieres a Joss y que nunca le harías daño a propósito.

—Intento mejorar como amiga. Ser mejor persona —añadió—. Sé que no soy fácil de querer.

Dijo esto último con una sonrisa, sorprendida por poder bromear con una cuestión tan sensible como esa.

Dash soltó una carcajada.

—Ya, ni yo. Creo que todos lo sabemos ahora. Yo también quiero disculparme.

Ella levantó la mirada y arqueó las cejas con un aire confundido.

—¿Y por qué?

—Por aprovecharme de ti.

—¿Cómo?

—Trabajas mucho. Muchísimo. Y Jensen tiene razón, eres muy capaz de contribuir más en esta empresa y no limitarte solo a realizar las gestiones como asistente administrativa. Leí la propuesta que preparaste para el contrato S&G y me quedé muy impresionado.

Kylie se ruborizó, incómoda por ese halago tan sincero a la par que muy contenta, evidentemente.

—También son ideas de Jensen. El mérito no es solo mío.

—Pero es que ese es el trabajo de Jensen —añadió Dash secamente—. De él ya me lo espero. Me sabe mal haber tenido que esperar a este toque de atención para darme cuenta de que podrías ser un activo indispensable como socia.

Ella sonrió.

—No pasa nada, Dash. Antes tampoco hubiera estado preparada. No tenía suficiente confianza en mí misma, pero la tendré. Estoy trabajando en ello. Y no pienso rechazar ni oportunidades ni retos. Tampoco quiero que se me den cosas que no me haya ganado. Quiero ganarme vuestra aprobación, tuya y de Jensen, y tal vez con el tiempo, la calidad de asociada.

—Mi aprobación ya la tienes. Siempre la has tenido. Tanto Jensen como yo depositamos nuestra confianza en ti. Reconozco que él supo ver tu valía de inmediato, cosa que yo no, y me avergüenza.

—Es así de bueno —dijo ella esbozando una sonrisa al tiempo que recordaba lo mucho que creía en ella cuando ni ella creía en sí misma.

—Me alegro mucho por ti —añadió Dash en voz baja—. Sé que no te ha sido fácil desde que Carson murió. Yo también lo echo de menos. Era mi mejor amigo. Él, y tú, sois casi mi familia.

Ella tragó saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta, orgullosa de la forma en que podía mantener la compostura cuando hablaban de su hermano. Estaba progresando. Había avanzado mucho en tan solo unas semanas. Gracias a Jensen.

No era cosa suya solamente, claro. Ella también se lo había trabajado mucho. Era lo que tenía que hacer. Nadie más podía salvo ella. Tenía que estar dispuesta a progresar, cosa que hasta entonces no había estado, pero Jensen le había dado el empujoncito que necesitaba. Sin él, seguiría escondiéndose del mundo, pasando de un día a otro mecánicamente y sin vivir de verdad.

—Lo echo mucho de menos —dijo con un nudo de dolor en el corazón—. Pero al igual que hizo Joss, tengo que dejarlo marchar. No puedo dejar de vivir mi vida solo porque se apagara la suya.

—Me alegro de oírtelo decir, cariño. Carson hubiera querido que fueras feliz por encima de todas las cosas.

—Lo sé —respondió bajito—, y es lo que intento. Al final lo conseguiré.

Jensen sacó la cabeza por la puerta y frunció el ceño al ver a Dash.

—¿Me he perdido algo? ¿Qué haces en el despacho de Kylie?

Dash puso los ojos en blanco.

—Estábamos hablando. Ya sabes, manteníamos una conversación. Algo que suelen hacer los compañeros de trabajo.

Jensen lo miró con recelo y Kylie sonrió; le hacía gracia el brillo de posesión que captaba en sus ojos. Era absurdo que se sintiera así porque lo hubiera visto en su despacho; Dash estaba felizmente casado con su mejor amiga. Aun así, no le importó que marcara territorio.

—Le decía a Kylie que Joss quiere que vengáis a cenar el viernes —dijo Dash cuando Jensen entró.

Este se apoyó en el escritorio de Kylie y le tomó la mano. Notó su calidez de inmediato allí donde descansaban sus dedos. Había mejorado muchísimo. Antes, si Jensen hubiera entrado en su despacho y hubiera traspasado los límites de su relación profesional, tal como lo hacía ahora, le hubiera dado una patada en los huevos.

Joder, se estaba volviendo una niña total. Como si no pudiera existir sin un hombre que la salvara. Hizo una mueca al pensarlo. Solo porque Jensen fuera tan comprensivo y servicial no significaba que ella tuviera que volverse una boba que no podía hacer nada ni existir sin él.

Claro que tampoco quería existir sin él y esa era la verdad. Quererlo y apoyarse en él no implicaba que fuera indefensa o dependiente. Solo quería decir que era mejor con él.

¿Acaso todas las parejas no son mejores gracias a sus novios o cónyuges? Si uno era bueno, dos unidos contra el mundo eran aún mejor. Así lo entendía ella, al menos, pero no era ninguna experta en relaciones vistas las cosas que hacía para evitarlas siempre.

—Vendrán Chessy y Tate —prosiguió Dash—. Joss quiere agasajaros con una cena. Buena comida, buen vino y buenos amigos.

Jensen sonrió contento con la invitación de Dash, pero con lo que hizo a continuación se ganó aún más su cariño. No solo aceptó su invitación sin pensárselo dos veces, sino que se volvió hacia ella y le preguntó:

—¿Qué te parece? ¿Te apetece el plan?

Ella tomó la iniciativa y entrelazó los dedos con los suyos. Lo amaba por controlar su tendencia dominante con ella. Por no precipitarse, tomar el mando y decidir por ella. Le preocupaba mucho que se negara esa parte intrínseca, una parte que le hacía ser quien era, por ella. Seguía sin comprender la magnitud de querer a alguien lo suficiente para comprometerse hasta ese extremo.

—Suena fantástico —dijo ella, sonriéndole.

Jensen le dijo a Dash:

—Pues allí nos vemos. ¿A qué hora? ¿Quiere Joss que llevemos algo?

Dash se incorporó para dejar claro que se iba a su despacho para dejarlos a solas.

Debería ser incómodo que uno de los jefes se marchara de su despacho para que pudiera estar sola con otro de los jefes. Por suerte, ella había dejado de ser tan susceptible y picajosa. ¿Quién hubiera dicho que podía ser tan agradable y tolerante?

—Con que vengáis bastará —respondió Dash—. Sé que Joss tirará la casa por la ventana en cuanto a comida. Ya tiene el menú pensado. Yo de vosotros vendría con hambre.

Dicho eso, se dio la vuelta y se marchó. Jensen se giró y apoyó el trasero en la mesa para verla cara a cara.

—Ven aquí —le dijo bruscamente. La ayudó a levantarse de la silla y la colocó entre sus muslos.

La atrajo hacia sí y la abrazó con fuerza. Luego, se apartó un poquito y la besó con ganas, poco a poco y con dulzura. Cuando terminó, la había dejado sin aliento. Kylie estaba sonrojada y tenía las hormonas por las nubes.

—Te he echado de menos —murmuró.

Ella se echó a reír.

—¡Si me has visto hace media hora cuando me has invitado a comer contigo!

Su expresión era de lo más sombría.

—Han sido los treinta minutos más largos de mi vida.

Ella puso los ojos en blanco, pero se dejó querer entre sus brazos, apoyándose en su pecho. Suspiró, maravillada al reparar en lo ligera que se sentía. Como si fuera mucho más libre. El pasado ya no le pesaba como antes con esa presión insoportable con la que había vivido durante tanto tiempo.

Las pesadillas ya no poblaban sus sueños. Cada noche se iba a la cama con Jensen, que era una barrera sólida al mundo exterior y a su pasado.

Y la amaba.

Con cada día que pasaba era más consciente de que lo suyo iba para largo. No quería gafarlo todo con una confianza y un optimismo desaforados, pero por primera vez podía mirar hacia delante y contemplar un futuro nuevo para ella, distinto a lo que siempre había imaginado.

Un hombre que la quería a pesar de sus problemas. Unos buenos amigos. Un ascenso muy prometedor.

Por fin recuperaba las riendas de su vida.