Jensen estaba despierto. Tenía a Kylie durmiendo pegada a él y se sentía tranquilo y contento. Era consciente de la importancia de lo que había pasado esta noche y casi no podía contenerse de la alegría. Kylie era suya. Sabía que esto no era la panacea y que aún les quedaban obstáculos que sortear, pero, por primera vez, estaba en paz consigo mismo y la llama de la esperanza ardía en su mente y en su corazón.
Le acarició todo el cuerpo, simplemente para disfrutar del tacto de su piel: desnuda, hermosa, cálida y saciada.
—Gracias —susurró ella— por lo que me has dado esta noche. Sé que no habrá sido fácil para ti, para un hombre como tú, quiero decir. Pero nunca lo olvidaré, Jensen. Las palabras se quedan cortas para decirte lo que esto ha significado para mí.
Él se notó una presión en el pecho y un nudo en la garganta que le impedían hablar.
—Es lo más fácil que he hecho nunca —dijo. Era la pura verdad. Dar el control a esta mujer era muy sencillo y valía todos los sacrificios—. Cederte el control ha valido la pena. No quiero que te preocupes ni pienses que me arrepentiré o te culparé por ello a la larga. Estoy dispuesto a dártelo todo el tiempo que necesites. Siempre, incluso, si es lo que hace falta para que estemos juntos. Si el resultado final es tenerte entre mis brazos como ahora, haré lo que esté en mi mano para conseguirlo.
—Te quiero —susurró y su declaración lo dejo estupefacto—. Sé que es demasiado pronto. He tenido muchas peleas conmigo misma tratando de averiguar si lo que sentía era amor. Todo esto me ha vuelto loca, pero ya no quiero preocuparme más. Quiero sentir. Me he pasado la vida sin sentir nada, sin arriesgarme a que me hagan daño solo por sentir. Pero lo que siento al estar contigo es amor. Estoy segura, no puede ser otra cosa. Nada puede hacerme sentir así. Nunca he amado a nadie, no así. Solo a Carson, Chessy y Joss, claro, pero lo que siento por ti no puede compararse de ningún modo con lo que siento por ellos. Me asusta, pero, al mismo tiempo, me parece lo correcto.
Él la estrechó con más fuerza y cerró los ojos al notar cómo le embargaba una emoción que le oprimía el pecho. Le impresionaba lo valiente que había sido al contárselo, sobre todo después de dar ese gran paso confiando en él para intimar.
Le asombraba el precioso regalo que tenía entre los brazos; le maravillaba que esta mujer tan valiente y valerosa lo quisiera. No se sentía digno ni de su amor ni de su confianza y, a pesar de todo, quería ambas cosas. La quería con todo su ser. Era el aire que respiraba, se había convertido muy rápidamente en su razón de ser y sabía que sin ella no volvería a sentirse completo. Sabía que la amaba sin reservas, que lo que sentía por ella no se parecía ni remotamente a lo que había sentido por nadie.
Le acarició el pelo, tratando de recobrar la compostura. No quería fastidiarlo: era demasiado importante. Había depositado su confianza en él, su fe y su bienestar y no quería fallarle.
—Yo también te quiero, cielo. Muchísimo. Aunque no me creas en otra cosa, créeme en esto al menos. Creo que te quiero desde la primera vez que te vi.
Ella levantó la cabeza de su pecho y lo miró con los ojos brillantes.
—¿Y qué vamos a hacer, Jensen? Sé que hoy ha sido un gran paso, pero tenemos otros problemas que superar. No quiero que haya ningún problema entre los dos. Quiero tu amor, lo necesito. Nunca creí que necesitaría esta conexión con un hombre y me ha pillado desprevenida. Me has deslumbrado. Apareciste cuando no te esperaba y de repente estabas allí… aquí —corrigió, y se puso la mano en el corazón—. No quiero que esto se estropee.
Él la besó en la frente fruncida para aliviar la tensión que tan evidente era en su rostro. Tanto su expresión como sus palabras eran sinceras. Se le antojaba vulnerable. No quería que sintiera miedo estando con él, pero algunas cosas se escapaban de su control. Él, que solía controlarlo todo en su vida, tenía que resignarse a ceder el control por esta mujer.
—No será fácil —dijo francamente—, pero las cosas buenas que valen la pena nunca lo son. Juntos lograremos que lo nuestro funcione; podemos conseguir lo que sea. Quiero que confíes. Y lo otro que quiero que sepas es que no voy a irme a ningún lado. Por mucho que se tuerzan las cosas, por muchas dificultades que haya, no pienso marcharme ni darme por vencido.
Las lágrimas se asomaban a los ojos de Kylie y, al final, acabaron por resbalarle por las mejillas. Él le secó una con el pulgar; tenía el corazón encogido al reparar en la incertidumbre en sus ojos y sus palabras.
—Yo tampoco voy a darme por vencida —le prometió en voz baja—. No me dejes huir, Jensen. No permitas que me esconda de ti… de nosotros. Es lo que mejor se me da. Cuando las cosas se complican, huyo y escondo la cabeza para estar a salvo. No tires la toalla conmigo. Yo también intentaré no hacerte daño. Necesito que me creas cuando te digo que quiero esto. Te quiero a ti y quiero que haya un nosotros.
Él sonrió; la alegría invadía toda su alma.
—Si huyes, iré a por ti y te arrastraré hacia aquí. No dejaré que te me escapes, cielo. No a menos que eso sea lo que tú quieras. Quiero que seas mía, pero más aún que seas feliz y que te sientas segura. Siempre.
Ella cerró los ojos —estaba claro que intentaba serenarse— y cuando los abrió lo miró con sinceridad.
—Te quiero.
Eran solo dos palabras, pero la emoción con que las dijo era pasmosa. Se sentía honrado por su amor y su confianza. Nunca se había sentido más indigno de nada como en este momento, pero no pensaba rechazar este magnífico regalo.
Le apretó el muslo cariñosamente, deleitándose en la suavidad de su piel en contraste con la firmeza de su cuerpo.
—Yo también te quiero, Kylie. Lo conseguiremos, ya verás. Lo lograremos. Solo es cuestión de tiempo.
Ella bajó la mirada, pero le dio tiempo a ver un destello de dolor.
—Soy un fracaso —reconoció—. Sé que puedo confiar en ti y a pesar de todo no he podido tener relaciones íntimas contigo sin atarte. Suena tan ridículo todo. Estoy aquí diciéndote que te quiero y que confío en ti y ni siquiera hemos llegado a la penetración. ¿Decir una cosa y hacer otra distinta no me convierte en una hipócrita?
Le dio un vuelco al corazón al notar la consternación en su voz. Le levantó la cabeza por la barbilla para obligarla a mirarlo.
—Cielo, esto ya es un gran paso para nosotros… para ti. No hay prisa y no quiero que te martirices por esto. Yo soy feliz y tú también lo eres; lo demás no importa. Con el tiempo, confiarás en mí hasta el punto de dejar que te haga el amor. Y confiarás en ti. Hasta entonces, me atarás a la cama hasta que te sientas con el valor suficiente para dar el salto.
Ella hizo un mohín.
—Ojalá fuera tan segura de mí misma como tú.
—Tranquila, ya lo soy yo por los dos —repuso él con amabilidad—. Ya llegaremos a eso. Roma no se construyó en un día. Esto tardará un tiempo, es normal. No es algo que debamos tomarnos a la ligera. Tienes que sentirte segura conmigo, porque si aceleramos las cosas se puede ir al garete. A mí me gusta que dejemos las cosas como están hasta que te sientas preparada para dar ese último paso. Conmigo no tienes que disculparte ni justificar tus miedos. Nunca. Te quiero, y querer supone hacer lo que haga falta para cuidar a aquella persona que amas.
Ella se incorporó un poco y lo besó.
—Te quiero tanto —susurró en sus labios—. No te merezco ni a ti ni tu paciencia, pero le doy gracias a Dios por ambas cosas. Nunca imaginé que me sentiría así por nadie. Me asusta, pero es precioso al mismo tiempo.
Entonces él la besó poco a poco y con dulzura; la saboreaba con la lengua, con la que a la vez le acariciaba los labios. Se echó hacia atrás para deleitarse con la conexión entre ambos, con ese momento de confesiones. No quería que esto terminara. No quería que el mundo exterior se entrometiera en algo tan nuevo y hermoso. Frágil y vulnerable.
—No es por cambiar de tema, pero no hemos hablado de la conversación que he mantenido con Dash. Te prometí que te lo contaría todo y no se me ocurre mejor momento que ahora, en mis brazos y tan cariñosa.
Ella sonrió.
—A saber cómo debo de estar, que Dash y mi puesto de trabajo eran lo último en lo que pensaba.
—Eso es porque estabas muy centrada en mí y aunque eso me convierta en un cabrón egoísta, me gusta que no pienses en nada más cuando estás conmigo.
Ella volvió a besarlo antes de recostarse para verlo bien. El pelo cubría la almohada como si fuera satén. Estaba tumbada de lado con las piernas entrelazadas con las de Jensen. Él volvía a tener una erección, pero no intentaba esconderla ya. Quería que supiera lo mucho que la quería y la deseaba, lo hermosa que la encontraba.
—Bueno, ¿qué te dijo Dash? ¿Y qué le dijiste tú exactamente?
Él le acarició el cuerpo entero, incapaz de contenerse mientras hablaban. Se le antojaba algo muy íntimo hablar sobre cosas banales en la cama, abrazados, como si el mundo exterior no existiera.
—Le dije que empezara a buscar a alguien para tu puesto de trabajo, porque estábamos malgastando tu talento. Le dije que quería que te tomaras el resto de la semana libre. Necesitas descansar, pero reconozco que es algo egoísta por mi parte porque me gusta tenerte para mí y no estoy preparado para dejar que te vayas o compartirte con los demás.
A Kylie le gustó el comentario, no parecía que le molestara que tomara decisiones por ella respecto a su trabajo. Tenía que trazar una delicada línea porque, aunque le había dado el control sobre la relación y hacer el amor, era normal que su naturaleza dominante se reivindicara en otras áreas.
—También le dije que nos habías conseguido el contrato de S&G y que debíamos permitirte que trabajaras codo a codo con nosotros, y que en el futuro serías una socia excelente.
Frunció el ceño a pesar de que en su mirada se adivinaba un destello de emoción.
—¿Y cómo se lo tomó? —preguntó, vacilante.
—Pues se lo tomó bien. Accedió a empezar a buscar a alguien. Le dije que tenías que poder concentrarte en otros aspectos del negocio y que no tendrías tiempo para estar por todo lo que te encargamos. Necesitarás a alguien que te ayude, así que, técnicamente, la persona que entre trabajará para los tres y no solo para Dash y para mí.
—Tu confianza significa muchísimo para mí, Jensen —le dijo muy sinceramente—. Con el tiempo, espero verme a mí misma como me ves tú. Estoy tratando de mejorar, pero como bien has dicho antes, Roma no se construyó en un día.
Él soltó una carcajada al ver cómo le devolvía sus palabras.
—Muy cierto, cielo.
Entonces ella se quedó callada; seguramente no sabía cómo enfocar la pregunta que le haría a continuación.
—¿Y sabe… lo nuestro?
Él asintió.
—Le conté la verdad. Le dije que eras mía.
Kylie parpadeó deprisa, como si sopesara esa respuesta tan tajante. Una sonrisa se asomó a su bello rostro. Le brillaban los ojos.
—Me gusta —comentó en voz baja—. Me gusta cómo suena cuando lo dices. Nunca he pertenecido a nadie. Si alguien me hubiera dicho que me alegraría de que un hombre fuera tan… posesivo, lo hubiera negado de inmediato. Nunca hubiera creído que me gustara o que lo permitiera.
—Es que eres mía —añadió él con una voz igualmente baja—. No lo dudes. Y yo protejo lo que es mío. Te lo advierto ya. Te cedí mi control en cuanto al sexo y lo hice con mucho gusto, pero mi… dominación, a falta de una palabra mejor, se manifestará de otras maneras. Tal vez, algunas no te gusten o te puedan asustar o sorprender. No te lo digo para asustarte. Solo te soy sincero porque no quiero pillarte desprevenida o que te dé miedo.
Ella se mordió el labio inferior y se le quedó mirando un rato en silencio.
—Sé lo grande que es que me hayas cedido el control. Sé que va contra todo lo que eres. No quiero que creas que no aprecio lo que me estás dando. Lo valoro muchísimo. Como has dicho, lo conseguiremos. No dudo de que podremos solucionar cualquier impedimento que aparezca en la relación siempre y cuando entiendas que habrá momentos en los que discreparemos. Puedo ser muy cabezota y estoy acostumbrada a hacer las cosas a mi manera, ya lo sabes. Pero quiero que esto funcione y no me importa lo de la dominación. Al menos, en teoría.
Él le acarició la mejilla y la mandíbula al tiempo que le apartaba el pelo de la cara. Ella se le acercó hasta que casi se rozaban con la nariz. Los ojos de Kylie transmitían sinceridad.
—No quiero que cambies tu forma de ser por mí. No entendía cuando Joss decía que quería a Carson demasiado para pedirle algo que no podía darle, pero ya sí. Lo entiendo porque no quiero que cambies quien eres por mí. Me gusta como eres.
A él se le deshizo el corazón allí mismo, en la cama. Volvió a besarla con intensidad hasta que ambos se quedaron sin aliento y con el pulso acelerado.
—Lo mismo digo, Kylie. No quiero que cambies quien eres por mí porque me encanta cómo eres.
—Entonces tendremos que encontrar la forma de coexistir a pesar de las diferencias —dijo ella con descaro.
—Ya te digo —masculló él.
Ella bostezó; tenía la mirada contenta, pero soñolienta.
Él la atrajo hacia sí y ella apoyó la cabeza en su hombro.
—Ven aquí, duérmete, cielo. Iré a trabajar más tarde mañana para que tengamos tiempo de desayunar juntos.
—Suena maravilloso —murmuró ella—. Y yo tendré la cena lista cuando llegues.
La besó en la frente; la alegría le corría por las venas y le llegaba al corazón.
Jensen sabía que les esperaba un camino complicado, pero la llama del optimismo ardía en su corazón. Kylie era suya y no pensaba dejarla. Superarían juntos todos los obstáculos que aparecieran.