Kylie observaba mientras Jensen se vestía para ir a trabajar el lunes por la mañana y la indecisión la consumía. Era un paso enorme en esto de establecer la confianza que tanto esfuerzo le costaba. El resto de la semana y el fin de semana pasados fueron… maravillosos. Los mejores cuatro días de su vida y no lo decía por decir. Sabía que no hacía falta mucho para mejorar su vida hasta ahora. Con eso no le quitaba mérito a Jensen, pero tenía que reconocer que había llevado una existencia bastante anodina hasta la fecha. Se movía, actuaba, pero no asumía riesgos, no vivía de verdad.
No hubo más ataques ni desmayos ni nada parecido a lo que sucedió en su primera cita. Jensen no la había presionado ni se le insinuó de ninguna manera. Sus interacciones se limitaron a besos afectuosos, nada pasionales ni de esos que cortan la respiración. También hubo abrazos y achuchones.
Le encantaban los abrazos. Podía parecer una tontería, pero su vida había carecido siempre de afecto. Sí, sus amigas eran cariñosas con ella, pero eso nunca había pasado con un hombre. Incluso Tate y Dash la trataban con sumo cuidado, nunca cruzaban los límites porque eran conscientes de sus «problemas».
Curiosamente, desde que Jensen la había llevado a su casa y habían dormido juntos todas las noches, las pesadillas habían desaparecido. En sus brazos dormía plácidamente y sin soñar. Eso le decía que estaba bien con él, que era como su amuleto. Aunque la idea de depender de alguien la asustaba antes, ahora ya no le importaba. Había conseguido algo mucho más valioso y que nunca se había permitido desear siquiera: paz.
Esa mañana se había despertado preparada para acompañar a Jensen al trabajo, pero él se negó en redondo y no hubo manera de hacerle cambiar de opinión. Dash volvía hoy a la oficina. Sabía que los dos habían hablado la noche antes y habían convocado una reunión para hablar de varios asuntos, uno de los cuales tenía que ver con ella.
No sabía qué pensar de que se negara a llevarla, que no fuera a trabajar. No estar allí cuando hablaban de ella. Sin embargo, Jensen le pidió que confiara en él, que se quedara en casa y estuviera allí cuando volviera del trabajo. Era importante para él y después de todo lo que había aguantado, le parecía una petición razonable.
Ojalá no estuviera tan nerviosa y preocupada por lo que los dos hombres iban a debatir, pero él le había dicho que se lo contaría todo a la vuelta. Quería salir a cenar con ella hoy, que tuvieran una cita real fuera de casa. Estaba segura de que era una prueba, pero se sentía segura de pasarla sin problemas. Aunque a saber lo que decidiría su cerebro llegado el momento. Había aprendido a confiar en Jensen pero aún no confiaba plenamente en sí misma. Todavía no.
Él terminó de anudarse la corbata y luego se volvió hacia ella, que seguía tumbada en la cama y con el pijama que habían ido a recoger a su casa, junto con otras prendas. Calculaba que se habría llevado ropa para un par de semanas. Le dijo que se llevara lo suficiente para unos días; parecía que no quería perderla de vista a corto plazo. Curiosamente, no se le disparaban las alarmas. Tal vez empezara a cogerle el tranquillo a esto de la confianza.
Él se acercó a la cama y se sentó, le cogió la mano y la atrajo hacia sí para abrazarla. La besó en la cabeza y luego le acarició la cara como tantas otras veces que al final lo interpretaba como una muestra de cariño muy suya, sobre todo cuando estaba serio o muy tierno.
—Sé que pido mucho —le dijo seriamente— y sé que esto requiere mucha confianza por tu parte, pero confía en lo que voy a hablar con Dash hoy. Tengo que ponerlo al corriente de muchas cosas y tú aún tienes que descansar. La semana pasada acabaste exhausta y aún tienes ojeras, aunque tienes mucho mejor aspecto que cuando te desplomaste en el despacho.
—Vaya, gracias —dijo ella secamente—. Al menos ya no parezco una muerta, solo un zombi. Ahora me siento mucho mejor.
—Qué tonta —bromeó él—. Tengo que hablar de muchas cosas con Dash y prefiero hacerlo a solas. Prometí que te protegería y eso es lo que estoy haciendo. Confía en mí, ¿de acuerdo? Esta noche te lo contaré todo, hasta el último detalle. Te lo prometo. Quiero que te pases el día descansando, holgazaneando, que no hagas nada, vaya. Podrías ponerte al día con Joss, seguro que Chessy ya le ha contado todo lo ocurrido mientras estaba de luna de miel. Tendrán ganas de saber las últimas novedades, así que vete preparando. No os conozco desde hace mucho tiempo, pero sé que pueden llegar a ser brutales para protegerte, igual que a la inversa. Imagino que mientras estoy ocupado con Dash, se aliarán para interrogarte sobre mí.
Dijo eso último con una sonrisa arrogante, como si estuviera convencido de que todo lo que ella les contara fuera bueno. Y sí, claro que lo sería. En eso tenía razón. Sin embargo, no sabía cuánto más querría contarles por muy amigas íntimas que fueran. Había cosas que era mejor mantener en privado para saborearlas en secreto un poco más.
—¿Y Dash no se enfadará por las decisiones que has tomado en su ausencia? —preguntó nerviosa—. No quiero que tu relación laboral se resienta. Sobre todo por mí.
Le puso un dedo en los labios para callarla. Luego lo hizo con su boca, que besó con dulzura.
—Deja que me ocupe yo de Dash. Es un tipo razonable, si no, no haría negocios con él. Se lo expondré todo, seguro que está de acuerdo con la evaluación que hago yo de tus habilidades. No me cabe duda. Tendrás un ascenso, cielo, te lo garantizo. Y no será porque te lo dé yo: nuestra relación no tiene nada que ver con tus capacidades. Te has ganado a pulso lo que te vendrá, no lo dudes ni un instante. Los negocios son los negocios. Lo que hay entre tú y yo es estrictamente personal y no interfiere con lo profesional. No tomo decisiones laborales basadas en emociones.
Kylie, que se quedó tranquila con su razonamiento, asintió.
—Si al final sales, mándame un mensaje, ¿de acuerdo? No lo digo por controlar lo que haces o dejas de hacer. Solo me gustaría saber si estás bien. Si me necesitas para lo que sea, pero si no me llamas me voy a enfadar, que lo sepas. ¿Queda claro?
Ella sonrió. Le hacía gracia que se preocupara así.
—Queda claro.
Él volvió a besarla y se incorporó con una expresión de pesar en el rostro.
—No quiero dejarte. Los últimos días han sido geniales, pero por desgracia hay que volver al mundo real. Pero volveré a la hora normal. Si veo que me retraso, te llamaré para que sepas a qué hora llegaré. No te pongas muy elegante para cenar, iremos a un sitio cómodo.
—Suena fantástico —dijo en voz baja—. Qué ganas.
Él le acarició la mejilla por última vez y entonces se fue, la dejó sola con su ausencia.
La casa estaba demasiado en silencio, no se oía nada. Se había acostumbrado a su presencia. Habían pasado juntos cada minuto de los últimos cuatro días. Habían dormido juntos en su cama, ella con el pijama y él con camiseta y calzoncillos. Tuvo mucho cuidado para que no pareciera que la presionaba y eso solo la atraía más a él.
Le dijo que se imaginaba enamorándose de él y que temía estar ya a mitad de camino. Aunque tal vez ya lo estuviera del todo. Le costaba mucho separar la idea de independencia y amor verdadero. O tal vez una cosa fuera producto de la otra. ¿Quién sabe? Nunca había estado enamorada y no tenía ni idea de cómo era.
Pero si se trataba de ser feliz con su presencia y preferirla a la de cualquier otra persona, entonces sí, estaba enamorada. Su mente jodida era el único obstáculo que le quedaba por salvar: estaba acostumbrada a interceder y tomar todas las decisiones por ella. Llevaba tantos años viviendo con el instinto de supervivencia activado que no conocía otra forma de ser.
Quizás debiera dar el primer paso y hablar con Chessy y Joss antes de que lo hicieran ellas. Compartir esa parte de su vida que solía reservar, incluso entre amigas, sería un paso positivo en la dirección adecuada.
Ser más abierta podría ser parte de su «nuevo yo». Abrirse y compartir tanto como Chessy y Joss habían hecho con ella.
Le gustaba la idea y, aunque estaba nerviosa por materializarla, se levantó de la cama y buscó el móvil. Podría enviarles un mensaje. ¿Y si les proponía una comida? Qué triste era comprobar la poca experiencia que tenía a la hora de tomar la iniciativa: tardó cinco minutos en redactar el texto y otros cinco en armarse de valor para enviarlo.
Como no quería quedarse pegada al teléfono, optó por darse una ducha por si accedían a salir a comer. Así al menos estaría lista y, si no, podría salir a comprar comida. Hoy saldría a cenar con Jensen, pero él ya le había dejado claro que no volvería a su casa pronto.
Ella tampoco se había puesto una fecha límite para su estancia. Los últimos cuatro días habían sido la mar de cómodos y ahora no quería echarse atrás y destruir los avances que habían hecho. Bueno, que había hecho ella.
Mañana podría hacer la cena. Si no la dejaba ir a trabajar al día siguiente, podría tenerla preparada para cuando llegara. Y si iba a trabajar, podría cocinar cuando saliera de la oficina.
Mientras estaba en la ducha, pensó en lo fácilmente que le había dado el control a Jensen. Lo más sorprendente era que ni le había entrado el pánico ni se había venido abajo. Sí, era evidente que estaba avanzando.
La relación, aún frágil, se había hecho más fuerte en los últimos días. No habían llegado a intimar. Bueno, eso tampoco era verdad. Que no se hubieran acostado no quería decir que su relación no fuera íntima. Tal vez lo era más que si hubieran hecho el amor.
Eso de que ella tendría el control seguía intrigándola. No se le había ocurrido y tenía curiosidad por ver si eso la tranquilizaba o puede que la ayudara a evitar un colapso si llevaba las riendas de la situación.
Aún no estaba segura de cómo irían las cosas, pero quería armarse de valor para sacar el tema a Jensen y pronto, porque quería dar el próximo paso. Lo deseaba muchísimo, pero no quería que se repitiera lo de la última vez. Con un colapso humillante bastaba. Uno más y él se cansaría. Al final se le acabaría la paciencia y lo último que quería era ser una calientabraguetas. No quería calentarlo para luego echarle un jarro de agua fría. O echárselo ella misma, claro.
Tal vez Chessy y Joss pudieran aconsejarla. Eso sí sería una novedad, que ella les pidiera consejo acerca de hombres y sexo. ¡Nunca se recuperarían de la impresión!
Cuando salió de la ducha las dos habían contestado. Lux Café, al mediodía. Sonrió al comprobar lo rápido que lo habían dejado todo por ella. No es que lo dudara, nunca dudaría de algo semejante, pero no solía ser ella la que daba la voz de alarma. Debían de estar muriéndose de curiosidad ahora mismo. Seguro que Chessy había llamado a Joss en cuanto esta aterrizó.
No había mejor manera de aclarar las cosas que contarlas ella misma.
Después de entretenerse en casa de Jensen, explorando y aprendiendo más sobre su personalidad, se puso unos vaqueros y una camiseta. Luego recordó que Jensen le había pedido que lo mantuviera informado de sus planes y le envió un mensaje.
COMERÉ CON LAS CHICAS. TE AVISARÉ CUANDO VUELVA A CASA.
Dudó un poco al darle a «enviar» y se mordió el labio, afligida. Quizás no tendría que haber escrito eso de «casa», pero ahora ya era tarde.
Su respuesta le llegó al momento.
PÁSATELO BIEN Y LLEVA CUIDADO. LLÁMAME SI ME NECESITAS.
Esbozó una sonrisa un poco —mejor dicho, muy— ridícula al saberlo preocupado, que quisiera que lo llamara si lo necesitaba. La idea de que acudiría en cuanto lo necesitara le daba una seguridad que no había experimentado nunca.
Se subió al coche y sintió una punzada de tristeza, como le pasaba cada vez que entraba en el coche que su hermano le había regalado al cumplir los veintiuno. Lo echaba de menos. Había sido su pilar de muchas maneras. Vivir sin él le había supuesto un cambio radical. Él siempre había estado ahí para ella, firme e inquebrantable. Era la única persona que no solo conocía, sino que también había vivido el horror de su infancia.
Cuando llegó al Café, Chessy ya estaba allí y Joss llegaba tarde, como siempre. Solían chincharla por llegar tarde, pero al final habían aprendido a no esperarla.
Joss era como un rayo de sol que traía alegría consigo dondequiera que iba. No había persona más amable y simpática. Dash tenía mucha suerte de que, además, fuera tan indulgente, porque estuvo a punto de perderla por sus tonterías.
—¿Cómo estás? —preguntó Chessy preocupada y mirándola con los ojos entrecerrados mientras la escudriñaba—. Pareces… mejor.
Sonrió.
—Lo estoy. Sentémonos y esperemos a Joss, luego os lo contaré todo.
Su amiga arqueó las cejas, sorprendida. Normalmente tenían que sonsacarle la información porque siempre se mostraba reacia. Esta vez, no. Kylie estaba empezando a pasar página. Puede que comenzara cuando apareció Jensen.
A los cinco minutos, Joss llegó corriendo a su mesa de siempre y se sentó al lado de Chessy.
—¡Perdón! ¡Perdón! Se me ha ido el santo al cielo. Aún voy con el chip de la luna de miel. Me he acostumbrado a no hacer nada y en un par de semanas me he vuelto muy vaga.
Ellas sonrieron. Irradiaba felicidad y los ojos le brillaban como diamantes.
—Entonces no hace falta que te preguntemos cómo ha ido —dijo Kylie.
Joss se puso colorada como un tomate y sonrió con picardía.
—Ha ido… bien.
Chessy puso los ojos en blanco.
—Me parece que te estás quedando muy corta.
Joss miró a Kylie, preocupada.
—¿Cómo estás tú, cariño? Chessy me contó lo que te pasó. ¿Estás bien?
Ella asintió, avergonzada por saberse tema de conversación.
—Quería pediros… consejo —contestó ella, incómoda.
Sus amigas se miraron con curiosidad, pero era evidente que estaban encantadas.
—Es sobre Jensen —soltó antes de arrepentirse.
Joss puso los ojos como platos, pero no podía estar tan sorprendida si Chessy ya le había contado lo de su colapso y que Jensen la había llamado. También cabía la posibilidad de que se lo hubiera contado por encima, esperando que Kylie decidiera explicarle su versión. Miró a su amiga, agradecida, y ella sonrió como diciéndole «Te apoyo».
—Nos hemos… liado —añadió, cortada—. Pero en el buen sentido, ¡eh!
—¡Eso es fantástico! Tienes que ponerme al día con los detalles. ¿Estás contenta? ¿Te gusta?
Kylie suspiró.
—Es complicado, muy complicado, pero supuse que ambas tenéis suficiente experiencia para aconsejarme teniendo en cuenta vuestro estilo de vida.
—Entonces ya sabes que Jensen es dominante —murmuró Joss.
Ella asintió.
—Pero aquí es donde se complica la cosa. Me jura y perjura que por mí cederá todo el control, que se negará esa parte de sí mismo. Que cuando esté preparada, si lo estoy, tendré el control absoluto porque no quiere que le tenga miedo.
—Vaya —dijo Chessy, impresionada—. Eso es muy fuerte. Joder. Es muy fuerte Kylie. Es algo muy grande.
Joss asintió con la misma convicción.
—Tienes que ser consciente de lo grande que es eso. Los hombres como él no le dan el control a nadie. Eso dice muchísimo de lo que siente por ti.
Le encantó oírlo y que se lo confirmaran. Algo así sospechaba, pero no entendía del todo la enormidad de su promesa. Ellas, sí. Ambas estaban casadas con hombres dominantes; hombres con los que eran sumisas.
—Me asusté muchísimo en la primera cita —les contó, aunque Chessy ya lo sabía—. Lo único que hicimos fue besarnos en el sofá, pero me cerré en banda y me cagué. Jensen se quedó muy preocupado. Quería que se fuera y al final se fue porque no quería hacerme más daño si se quedaba, pero llamó a Chessy para que viniera. No quería que me quedara sola.
—Qué tesoro de hombre —dijo Joss—. Parece que le importas mucho, cariño.
—Eso espero —murmuró ella—. A mí también me importa. Puede que hasta lo quiera, aún no estoy segura. Todo es muy confuso. Tuvo que irse de viaje de negocios justo después de la cita y no dormí nada mientras estuvo fuera. No me siento segura si no está y me jode ser tan dependiente. Volvió un día antes y me dio un ataque en la oficina. Me llevó a su casa y ha insistido en que me quede desde entonces. No he ido a trabajar desde el miércoles pasado.
—Parece que solo está dispuesto a dejar de ser macho alfa en parte —observó Chessy con una mirada divertida.
—Nunca creí que diría esto, pero me gusta. Es arrogante y mandón, pero también muy amable conmigo. Hace que me derrita. Hace que quiera cosas que nunca antes he querido —añadió Kylie con toda la sinceridad de que era capaz.
Joss le apretó la mano.
—Pues lucha por eso. Dale una oportunidad. Y si es cierto que está dispuesto a cederte el control, cariño, es una señal buenísima. No es algo que un hombre como él haga a la ligera y dudo mucho de que se lo haya ofrecido a otra mujer, lo que te convierte en alguien muy especial.
—Esperaba que dijeras eso —dijo ella algo apesadumbrada—. No tengo ninguna experiencia con esto de la dominación y la sumisión. Él ha reconocido ser dominante y que todas sus relaciones han sido con mujeres sumisas, aunque también me ha dicho que no quiere una entrega física, que nunca llevaría los componentes físicos de la dominación y la sumisión a nuestra relación. Quiere mi entrega emocional y creo que eso da más miedo aún que los aspectos físicos de ese tipo de relación.
—Eso puede hacerte más vulnerable —convino Chessy—, pero tienes que fijarte en la recompensa y valorar si vale la pena. Si él vale la pena. Evidentemente él ya ha barajado sus opciones y ha decidido que le compensa el sacrificio que tendrá que hacer.
—Entiendo el sacrificio de Jensen mejor que la mayoría —dijo Joss en voz baja—. Me negué esa parte de mí misma por Carson porque sabía que nunca me daría la dominación. Lo quería y no me arrepiento de nada, pero siempre había una parte de mí insatisfecha porque necesitaba, o mejor dicho ansiaba, sumisión.
Kylie se quedó callada pensando en las palabras y las reacciones de sus amigas. Si creía en lo que decían, lo que él le había ofrecido era enorme. Tal vez ya se había dado cuenta de la magnitud de lo que le daba, pero necesitaba que se lo confirmaran personas que conocieran el tema.
—Quiero probarlo —reconoció ella—. Por primera vez, tengo muchas ganas de probarlo. Quiero lo que tienen las demás mujeres: una vida normal, alguien que me quiera y se preocupe por mí, alguien que no huya de mi pasado como he hecho yo y que me proteja. Y él cumple todos los requisitos.
—¿Entonces a qué esperas? —preguntó Chessy en un tono desafiante—. Y no, no te digo que te lances a una relación física con él, pero me parece que estáis construyendo algo sólido. Me alegro mucho por ti. Me gusta Jensen. Sí, es un macho alfa, pero es evidente que es cariñoso y que satisface tus necesidades. No se puede pedir más.
Joss asintió.
—Tengo muchísimo miedo —admitió—. Más del que he sentido nunca, pero es un miedo distinto. No le tengo miedo a él o de tener una relación de verdad. Me aterra meter la pata igual que he fastidiado todo lo demás en mi vida.
Las dos amigas fruncieron el ceño.
—Deja ya de pensar en eso —la reprendió Joss—. Cariño, tienes razones de peso para tenerle miedo a una relación íntima. Jensen lo sabe. Dale una oportunidad y, lo más importante, dátela a ti. Cree en ti y en tus instintos. Si no lo pruebas nunca lo sabrás.
Ella asintió despacio.
—Ya lo sé. Supongo que necesitaba oírlo de vosotras. Gracias. Hoy os necesitaba mucho.
—Como si tú no hicieras lo mismo por nosotras —le espetó Chessy—. Entre las tres hemos tratado más crisis emocionales que en un pabellón psiquiátrico.
Joss y Kylie se echaron a reír y el ambiente se relajó de repente mientras disfrutaban de la comida. Kylie se recostó en la silla, deleitándose en esa nueva sensación, en la esperanza de tener algo auténtico y permanente.
Lo único que tenía que hacer era ir a por él. Jensen la había puesto al mando. Le tocaba a ella dar el siguiente paso.