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«¡OH!», murmuró Thrupp y se guardó el documento para considerarlo con mayor detenimiento cuando tuviera la mente más despejada. Después reanudó la búsqueda y descubrió otro objeto que le llamó la atención. Se trataba de un cofre de seguridad, más sagazmente oculto que de costumbre, detrás de una pintura mural seudoclásica, en el dormitorio de Xantippe; un hallazgo casi inútil y desconcertante, pero dio sus frutos después de someterlo a una serie de combinaciones que sugería una tarjeta de visita, oculta debajo de una pila de medias en un cajón.

Cuando logró abrir la cerradura encontró, además de una cantidad de alhajas bastante pasables, drogas ilícitas por valor de 250 libras, cinco estuches acolchados con su correspondiente argolla de platino y una llave Yale de un diseño muy elaborado. Thrupp notó que en uno de sus lados la llave tenía grabada una estrella de seis puntas.

Después me dijo Thrupp que lo que más le satisfizo fue el hallazgo de drogas, porque daban al Comisario Auxiliar un cargo serio que hacer a Xantippe, y podía, por lo tanto, detenerla en espera de acontecimientos ulteriores.

Comunicó telefónicamente sus nuevas a la Yard, y continuó con su búsqueda sistemática. Tal vez, no sin motivos, Thrupp se sentía sobre la pista del Saxon Club. El hecho de que Xantippe tuviera un pequeño stock de anillos en su alhajero, grabados con los mismos signos que el de Bryony, parecía señalada como la secretaria o tesorera o alguna otra cosa del Club, y cuando examinó la habitación que daba al extremo del corredor, Thrupp creyó encontrar su lugar de reunión. Era un apartamiento largo y angosto, que se extendía a todo lo ancho del edificio, completamente blanco. Todas las paredes tenían colgaduras de seda blanco-marfil; un paño blanco-marfil ondeaba graciosamente en el cielo raso. Una alfombra blanco-marfil sedosa y tupida cubría por entero el piso. En uno de los extremos de la habitación había una plataforma o tablado con un dosel o baldaquín blanco-marfil sostenido por cuatro pilares afinados.

Aparte de estos elementos, la habitación estaba desprovista de muebles y de toda otra ornamentación. No había sillas, mesas, cuadros ni ninguna otra cosa. Thrupp me dijo después que era precisamente esa desnudez lo que daba a la habitación un aire de misterio. No podía adivinarse para qué se usaba. El dosel, en especial, burlaba la imaginación. Si la habitación hubiese tenido una silla, podría haber parecido una sala de trono; con un altar, podía haber sido un templo; con algunos muebles pudo ser un teatro.

Pero estaba vacía, desnuda, desprovista, tan falta de mensaje como de muebles. No obstante, aunque muchos detalles estaban todavía oscuros, Thrupp se mostró satisfecho con lo que llegaba a comprender. Tiene una mente metódica y los detalles no le interesaban por el momento.

Permaneció allí unos minutos tratando de retratar el peculiar aposento en su cerebro y de pronto notó cómo se asemejaban al mármol las colgaduras estáticas de seda.

Luego verificó el vacío absoluto de la habitación Y pasó a examinar el resto de la casa.

Halló cosas que uno generalmente no encuentra en las mejores casas, pero nada más que pudiera tener relación con el caso que investigábamos.