ENTRE LOS tributos característicos de los patanes se encuentra la facultad de mantener la serenidad ante las emergencias imprevistas. Khushdil no irrumpió sin tino en la habitación para que lo mataran, como hubiera hecho un inglés, ni salió dando voces a la calle en busca de la policía.
Los pathanes y la policía son incompatibles por naturaleza.
… Khushdil no hizo nada que pudiera atraer la atención sobre él ni sobre su presencia en el escenario del «crimen». Por el contrario, se retiró de la puerta de la biblioteca silenciosamente, pasó en puntas de pie por entre las peceras luminosas del hall y sin hacer el menor ruido salió por la puerta de calle. Apuró el paso procurando no llamar la atención, y unas dos cuadras después tomó un taxi y dio al chofer la dirección del piso de Mark Street.
Mi prima Barbary, que estaba aguardando mi regreso con ansiedad, casi se desvanece cuando lo vió aparecer en la puerta. La conversación debió resultar digna de oírse.
Barbary había aprendido durante su permanencia conmigo en la India algo del dialecto urdu, pero se lo había olvidado. Khushdil sabía además de su lengua, algo de urdu. Usando el urdu para entenderse los dos, se arreglaron y él le dio noticias de mi muerte.
Barbary resistió la sensación de desmayo, tomó el teléfono y discó el número de New Scotland Yard.
Desafortunadamente, Thrupp había salido, y Barbary tardó algo en poder comunicarse con el superintendente Boex, cuyo nombre recordó después de no pocos esfuerzos. Boex, un buen detective pero rutinario, le echó en cara que no hubiera tratado de ponerse en contacto con la seccional que le correspondía, pero pronto entró en actividad y se dirigió al lugar del crimen con su séquito de favoritos. No bien Barbary hubo colgado el receptor, el teléfono llamó nuevamente.
Resultó ser Thrupp, ansioso por verificar los hechos. Ello lo interrumpió, le comunicó las nuevas sin tomar aliento y le hizo prometer que se trasladaría a Shepherd Market como una exhalación.
Después comenzó a sentirse muy indispuesta, pero en medio de su malestar alcanzó a persuadir a Khushdil de que permaneciera allí hasta nuevas órdenes. Por alguna razón difícil de entender, Khushdil accedió. Es curioso ver cómo la gente hace siempre lo que Barbary le dice. Después de considerar todos los acontecimientos, Thrupp y Boex se dirigieron a Market pero llegaron tarde.
Boex arribó primero, mas se encontraba aún apretando el timbre cuando llegó el taxi de Thrupp.
Llamaron y golpearon hasta que el joven África abrió la puerta y les informó en forma más bien truculenta que el ama había, salido a comer poco antes. Se introdujeron a empujones y uno de ellos quedó vigilando al muchacho, mientras el otro revisaba la casa. Descubrieron mi débil y sangrante cuerpo detrás de un biombo de la biblioteca (cuya puerta estaba cerrada con llave y ésta había desaparecido) pero de Xantippe o de algún otro ser humano, ni rastros.
El médico de la policía no acudió con tanta celeridad como ocurre en las mejores novelas de detectives, pero como mi asesinato no había llegado a posse ad esse no importaba mucho. El resultado de su demora fue que en vez de llevarme a un hospital, me internaron en un sanatorio próximo. Parece que al principio no quisieron admitirme, pero cuando Thrupp les explicó que se trataba de un «autor distinguido», pensaron en la publicidad y cambiaron de opinión. ¡Pobre gente!
Al verme sin barba creyeron que se trataba de un tal Priestley. Craso error.
Mientras tanto, los hombres de la Yard no perdían tiempo. Obligaron a confesar al joven África, que les contó un cuento sencillo e inocente. No sabía nada de lo que había sucedido, salvo que me había llevado a presencia de Miss Gnox esa tarde temprano. Mientras estaba conmigo, su ama le había confiado una misión de la que acababa de volver, cuando llegó la policía. «¿Qué misión?». ¡Simplemente llevar un mensaje! «¿A quién?». El joven África alzó los hombros y dijo que lo sentía, pero que no sabía leer inglés como para poder descifrar el nombre y la dirección de la persona a quien iba dirigida. Sencillamente le habían dado orden de entregar la misiva en una casa de Bun Street; no, sentía mucho no recordar el número, pero conocía la casa bastante bien; había llevado allí otros mensajes con anterioridad. Cuando abandonó Shepherd Market, Miss Gnox y el caballero que la visitaba estaban en las habitaciones superiores y el sirviente Khushdil Khan, también estaba en la casa.
A continuación, el joven África confesó que había entregado la misiva en la dirección indicada y que después había regresado a Shepherd Market sin prisa alguna. Su, ama no se la había exigido, y había encontrado en el camino a un primo segundo, un tal G. Washington Prejudice, que era tambor mayor en la banda de negros de los Follies. Había charlado un cuarto de hora con Mr. Prejudice y emprendido el regreso. Cuando llegó al Market alcanzó a ver a su ama que salía de la casa en compañía de un caballero. Aparentemente no lo habían visto, subieron a un auto y emprendieron la marcha. No le pareció raro, pues sabía que su ama pensaba comer fuera. Tanto ella como su acompañante vestían ropas de fiesta. Reconoció al caballero pero no sabía su nombre.
Entró con su llave y estaba buscando a Khushdil cuando llegó la policía. Agregó que no había podido dar con el pathan y que tenía la impresión de que si se había cometido un crimen, la policía no necesitaba buscar al criminal…
Debe tenerse en cuenta que la policía desconocía la existencia de Khushdil Khan hasta que Barbary habló de él por teléfono, y aunque parecía poco probable que un asesino se apresurara a comunicar el crimen a los parientes de la víctima, era evidente que debía ser entrevistado a la brevedad posible. De acuerdo a lo que él mismo manifestara había sido testigo presencial del crimen y su declaración resultaba sumamente importante. Thrupp propuso ir personalmente a Mark Street a escuchar la historia del pathan y comunicar al mismo tiempo a Barbary las últimas noticias, mi estado y demás.
Boex y su séquito continuarían examinando el teatro del crimen, mientras la policía local, cuyos representantes habían llegado, buscaba a Xantippe y a su compañero y allanaba la casa en la que el joven África había entregado el mensaje.
Boex se manifestó de acuerdo y, por consiguiente, Thrupp trepó al auto y se dirigió a Market Street. Cuando llegó, encontró el piso cerrado y aparentemente desierto. Llamó y golpeó sin resultado mientras comenzaba a incubar la idea de que tal vez fuera Khushdil el asesino y que después de asesinar a Barbary hubiese escapado. Thrupp quiere a Barbary como si fuera su hermana y el escándalo que armó hizo aparecer al encargado que estaba en el sótano. Trajo un duplicado de la llave y entraron al piso. No había señales de seres humanos, ni muertos ni vivos.
Había dos posibilidades: primero, que Khushdil Khan hubiera asesinado a Barbary y la hubiese llevado a algún lado; y segundo, que hubiera abandonado el piso por voluntad propia, obedeciendo al muy natural impulso de trasladarse a mi lado, mientras hubiera la menor esperanza de que yo estuviera vivo.
En verdad, esta última solución era la correcta.
Mi prima no sabía de mi traslado al sanatorio y por lo que le había dicho Khushdil imaginaba que mi cuerpo sangrante debía estar todavía chez Xantippe. Después de interrogarlo llegó a la conclusión de que el pathan no había examinado mi cuerpo, así que alentaba todavía la esperanza de que pudiera estar vivo. De cualquier manera, había que llegar a mí, y como una especie de instinto le indicaba que no convenía perder de vista a Khushdil, lo llevó consigo.
Su decisión fue natural, pero resultó trágicamente desafortunada.
Éste es un mundo desgraciado y, como ocurre siempre en ocasiones semejantes, no pudieron encontrar taxi para trasladarse hasta Mark Street. Antes de perder tiempo esperando uno, Barbary prefirió ir caminando. Podrían tardar diez o doce minutos cuando mucho.
El conocimiento que de los atajos y cortadas del West End tiene mi prima es, como el de Sam Weller, extenso y peculiar, y aprovecharon bien el tiempo mientras corrían o caminaban hacia su meta.
Por fin desembocaron en el Market, y Barbary vió los autos de la policía parados frente a la puerta azul y amarilla del 99.
En ese momento, cuando faltaban doce metros para llegar, se oyó un inesperado plop y Khushdil cayó en el pavimento, a su lado.