DUDÉ ENTRE llamar a Miss Gnox por teléfono y pedirle una entrevista o visitarla por sorpresa e intentar, que me recibiera. En resumen, el segundo plan me pareció el que ofrecía más probabilidades de sorprenderla con las manos en la masa. Me puse un traje más adecuado y salí al fresco de la noche en dirección a Shepherd Market.
Fui a pie, para decidir cuál sería el mejor plan de ataque. Thrupp y yo habíamos ya discutido la actitud que debía asumir, pero la situación era engorrosa, y no quería cometer errores. Que esta rara poetisa soidisant estaba complicada en el asesinato de Bryony, era casi seguro. Tal vez la hipótesis fuera equivocada, pero no lo parecía. La cadena de conclusiones era demasiado sugestiva.
In primis, existía el terror casi histérico de Bryony en la galería del órgano, cuando descubrió a la Bestia Rubia en la iglesia.
Item, existía la admisión de Bryony de que la Bestia Rubia no sólo pertenecía a la banda que la perseguía, sino que participaba en las «fiestas» que ésta organizaba, «era el jefe, el más peligroso del grupo».
Item, existía el testimonio de Ann Yorke de que la Bestia Rubia y Xantippe Gnox habían compartido una mesa en Bird in the Bush una noche y la conjetura de la misma testigo de que las mesas no eran lo único que compartían.
Item, poseía pruebas documentadas, además de la declaración verbal de Ann Yorke, de que Bryony había sido íntima amiga de Xantippe y de que participaba de las «fiestas» que ésta organizaba.
El círculo se completaba, y si Luke, la Bestia Rubia, era responsable del asesinato de Bryony (y para mí no había dudas), estaba justificado suponer a Xantippe Gnox su cómplice antes y después del crimen.
Siendo así, me quedaba proceder con suma cautela. Era evidente que debía mentir algo. Pero mis mentiras tenían que ser tan sutiles, tan parecidas a la verdad, que aunque no consiguieran engañar a Xantippe, lograran por lo menos intrigarla. Es un axioma tenido en cuenta por los buenos mentirosos (o si no es cierto, debiera serlo) que de todas las formas de mentira que puede propagar el intelecto humano, las más eficaces son las que son verdad a medias, o mejor aún, las que tienen tres cuartas o siete octavas partes de verdad. Sólo los neófitos más ingenuos usan la mentira al ciento por ciento, arma muy peligrosa que puede resultar de doble filo y destruir también a su dueño. No, una mentira de efecto verdadero debe tener por base una verdad valedera y concreta. En resumen y dentro de lo razonable, cuanto mayor sea la proporción de verdad, tanto más insidiosa y dañina ha de resultar la mentira.
Yo, Roger Poynings, autor de libros, que miento para ganarme la vida cuando escribo para vuestro solaz estos libros excelentes, os aconsejo y os pido a todos, que tengáis en cuenta mis sabias palabras. La próxima vez que os veáis obligados a mentir, decid la verdad, si es posible sólo la verdad, pero claro, no toda la verdad. Recordad también que es más seguro suppressio veri que suggestio falsi aunque la última sea digna de tenerse en cuenta.
Algún día escribiré un libro acerca de la mentira, y las cosas que diré van a acercarse tanto a la verdad, que sólo los mejores mentirosos de la tierra (por ejemplo los diplomáticos y los dignatarios de la Iglesia) podrán percibir que todo el libro no es más que un embuste del principio al fin. Estará falsamente dedicado al Deán de Ditchester y tendrá un prólogo fraguado del Profesor Yosh.
Pero eso ocurrirá en el futuro. En realidad, estos últimos párrafos los escribí para que no os impacientarais mientras llegaba a Shepherd Market. Ahora, hemos llegado…