18

PERDONADME si me deslizo ligera y rápidamente sobre los hechos siguientes.

La desaparición de Bryony me hizo recuperar mis facultades, y de repente me encontré otra vez, cuerdo, más dominado y espantosamente tranquilo. Tres pasos impetuosos me condujeron junto a la cama, donde precipitadamente me aseguré de que Barbary, aunque inconsciente, estaba viva y aparentemente ilesa. Después me precipité a la ventana del medio, levanté el pestillo (que no había sido tocado) y la abrí de par en par. Ésta es la ventana que mira a los arbustos.

—¡Thrupp! —aullé agudamente—. ¡Thrupp!, ¿dónde diablos estás?

Nadie contestó.

—¡Haste! ¡Sargento Haste! ¡Dios mío!, ¿dónde infiernos se ha metido todo el mundo?

Rápido como el pensamiento, me lancé a través de las habitaciones hacia el corredor. Todavía descalzo me precipité a lo largo de él y comencé a descender la escalera.

En el pequeño descansillo, en lo alto de la escalera, estaba el perro Smith, grotescamente despatarrado, y su fea cabeza reposando en la taza de loza que había contenido la leche. Él también respiraba todavía, pero estaba completamente inconsciente.

Alocadamente salté los escalones de cuatro en cuatro, y gritando el nombre de Thrupp iba bajando, pero sólo me contestaba el eco de mi voz. Al cruzar el hall vi la puerta del frente, que yo había cerrado tan cuidadosamente la noche anterior, ligeramente abierta. La abrí de par en par con violencia y me lancé decidido a la calle.

En diferentes sitios de los arbustos descubrí al Inspector Principal Thrupp y al Sargento detective Haste, ambos durmiendo el mismo sueño aletargado que mi prima y el perro. Además de los cuerpos inertes de los dos, encontré una pistola con su carga completa, un pesado salvavidas y una taza conteniendo restos de café.

Ninguno de los dos se movió cuando grité, aunque aullaba hasta romperme los pulmones, pero eventualmente, a fuerza de duros y penosos puntapiés dados con mis pies descalzos, pude hacer volver a Thrupp a un primer aspecto de conciencia.