11

LAS VI entrar en el cuarto de baño, y entonces bajé para reunirme con Thrupp. Barbary ya le había comunicado que nuestra protegida estaba bien. Y lo encontré en el porche fumando su pipa y meditando.

Eran ahora casi las nueve y media, y el crepúsculo del verano ya había descendido. Por el este, sin embargo, una gran luna anaranjada ascendía claramente sobre el horizonte y lanzaba grandes y suaves sombras sobre el perfumado jardín.

—Respecto al sargento Haste —dije, después de haber dado sucinta cuenta de mí conversación con Bryony—, ¿no es hora de que cualquiera de nosotros se acerque a la taberna y lo traiga?

Yo iré, si prefieres estar de guardia aquí.

—No necesitas molestarte —dijo Thrupp—. Gracias a la premeditación de nuestro amigo cockney de abandonar su carrito, ahora he reparado la línea, toscamente, pero bastante bien. Ya me he comunicado con la Green Maiden y he dicho a Haste que se presente aquí a las diez. Siéntate un minuto, Roger, y consideremos el significado de estas últimas novedades. Sé lo peligroso que resulta hacer conjeturas precipitadas, pero en estas circunstancias supongo que no hay duda que el visitante de ahora era el mismo caballero que se metió en la biblioteca del abuelo de Bryony anteanoche. Y, a propósito, ¿tienes alguna idea del objeto de esta visita? Me refiero a la del viernes pasado.

Yo había estado pensando en ello.

—Tengo lo que mis colegas se complacen en llamar una teoría —contesté—. Una teoría característica de las novelas policiales: el papel secante. Ello explica, a mi ver, cómo esta gente siguió la huella de Bryony y la relacionó conmigo, asunto que hasta ahora ha estado en cierto modo rodeado de misterio, en lo referente a mí.

Thrupp me lanzó una ojeada en la que la diversión no estaba desprovista de respeto.

—No está mal, Roger —observó—. Tu teoría es perfecta y en realidad te llevará más lejos de lo que te aventuraste.

Rebuscó en su bolsillo interior del saco y extrajo una hoja plegada de papel secante color verde, que me alargó, sonriendo burlonamente.

—Cuando entres, colócalo contra un espejo y recogerás la justa recompensa de una cuidadosa deducción. Por fortuna, o acaso por desgracia, Miss Hurst usa una pluma muy gruesa, y es generosa con la tinta.

Extrañado, eché una ojeada sobre el papel. Aun sin espejo pude discernir las reveladoras palabras.

—Pero, mi querido Thrupp, cómo…

—Sucede que esta mañana fui a ver a Miss Hurst a la casa de su abuelo —fue la contestación—.

Me hicieron pasar a la biblioteca mientras fueron a buscar a Duke, el mayordomo, para que explicara la ausencia de Miss Hurst.

Fue más bien por accidente que por premeditación que se me ocurrió mirar el secante, y la vista de las mágicas palabras «Poynings y Merrington», escritas al revés, me inspiraron apoderarme de la hoja, sin vacilación. Así se explica mi presencia aquí en estos momentos, de otra forma no hubiera tenido la menor idea de dónde estaba Miss Hurst. Jugué a que ella vendría aquí (aunque no tenía la menor idea de la hora en que lo haría), y gané, como habrás visto. Pero, naturalmente, mi llegada a la taberna The King of Sussex, en cambio, fue una simple coincidencia. Solamente quería tomar un trago. No sabía que ibas a verte con la joven, hasta que llegué aquí y encontré su nota.

—¡Hay que ver! —fue todo lo que se me ocurrió decir.

—Hasta hace algunos minutos, cuando me contaste lo del falso operario —continuó Thrupp— yo había estado trabajando en la suposición de que uno de los sirvientes debía de haber estado complicado con los otros, y había leído tu dirección en este mismo secante. Pero ahora me doy cuenta de que evidentemente fue el operario. Por eso vino.

Medité un instante y después hice una objeción.

—¿No crees que es un poco demasiado bien hecho para ser verdad? Quiero decir, cómo diablos se las arregló el operario para coordinar tan bien su visita. ¿Cómo sabía que Bryony había escrito un sobre esa noche?

—Olvidas —replicó— que Bryony salió y puso la carta en el buzón justamente antes de comer; y también que las bellezas de Mayfair no ponen sus cartas en el correo personalmente, si no hay un motivo especial para mantener en secreto el nombre de sus corresponsales. Ya te ha dicho Bryony que la casa estaba vigilada, y el poner la carta en el correo, ella misma, reveló su propiahistoria. Se informó lo sucedido y el resultado fue la visita del operario; un resultado fructífero, a juzgar por las consecuencias.

—Pero ellos no podían saber que había escrito el sobre en la biblioteca, donde está el teléfono —insistí—. En resumidas cuentas, como te dije, ella escribió la carta en su propia habitación, y de haber sabido mi dirección también hubiera escrito el sobre allí. Y entonces, ¿qué habría hecho el infeliz petirrojo?

—Olvidas —agregó Thrupp— que hay también arriba una conexión del teléfono, y que era una cosa extraordinaria que Bryony se retirara tan pronto a descansar. Concedo que hay un elemento de suerte en ello, Roger, pero esto no afecta el resultado. De cualquier forma, ¿qué importa? Tenemos que hacer frente a los hechos, y los hechos son en este caso que ellos han relacionado a Bryony contigo, y que aparentemente la han seguido hasta aquí.

Rezongué.

—Toma un trago —dije.

—Beber —entonóse Thrupp— es una diversión cristiana, desconocida por los persas o los turcos. Gracias, beberé un poco. Incidentalmente —prosiguió, asestándome una mirada reflexiva podría también aclarar otro pequeño punto que parece haber causado alguna perturbación mental: el misterio de la carta amenazadora que nuestra joven amiga, extrañamente, no pudo enseñarte esta mañana.

Rebuscó en otro bolsillo y sacó una hoja doblada de papel blanco que me alcanzó con una débil sonrisa.

La desdoblé rápidamente con franca sorpresa. La descripción de Bryony había sido tan exacta como específica. Desde la curiosa fraseología de la amenaza hasta la S mayúscula torcida, todo estaba allí. No era la primera vez en la historia de nuestra áspera tarea que encontré la casual brujería de Thrupp algo exasperante.

—¿Cómo llegó? —pregunté tranquilamente. Simple orgullo espiritual me retuvo dar expresión a un más obvio «watsonismo».

—Otro recuerdo de mi infructuosa visita a Miss Hurst esta mañana, Roger. Estuve solo escasamente dos minutos, en la biblioteca, y después de sustraer el papel secante mis ojos vagaron alrededor de los estantes, y mi bien conocido sentido de lo incongruente hizo que me intrigara quién diablos había estado leyendo el volumen III de este soporífero Hovis Brown en The Pythagorean Comma, que medio sobresalía del estante. Con imperdonable curiosidad investigué y encontré este billet doux entre las páginas.

—Pero Bryony me dijo…

—Que lo había sacado y llevado consigo. Ya sé. Pensaba hacerlo, indudablemente, pero no pasó de ahí. Algo debió haber distraído su atención o se acordó que tenía alguna otra cosa que hacer o algo por el estilo. No se puede decir lo que sucedió, pero sí cómo estaban los nervios de la infeliz.

—Pero ella juró…

—Ya sé… y no fue tampoco un perjurio deliberado. ¿Por qué habría de serlo? Creyó sinceramente que se había llevado la carta y que la había puesto en el bolso, pero no lo hizo. Eso es todo.

Veredicto de amnesia temporaria, un momentáneo obscurecimiento mental. No es raro, especialmente si hay excitación nerviosa.

Un tanto disgustado asentí con la cabeza.

—Y ahora —dijo Thrupp, levantándose—, debemos ponernos a trabajar realmente, y a establecer nuestra táctica. Vamos a sentarnos afuera, y así podemos estar atentos a la llegada de Haste.

Hay un antiguo banco de roble en el porch de Gentlemen’s Rest y allí nos sentamos para discutir nuestros planes.

—No es que haya que aclarar nada complicado —advirtió Thrupp fumando su pipa—. Todo, lo que tenemos que hacer es proteger a esa joven, y ya está convenido que pase la noche en tu dormitorio que es completamente un callejón sin salida o un cul de sac. Tiene solamente una puerta, y ésta se comunica con la habitación más pequeña donde Barbary acostumbra dormir. Esta noche, Barbary va a compartir tu cama con Bryony mientras tú estarás de guardia en la habitación contigua. Mi primera idea era que las dos mujeres quedaran encerradas bajo llave, pero después me pareció que no era conveniente. Su habitación tiene tres ventanas y yo siempre desconfié de las ventanas.

Yo creo que lo mejor es mandar al diablo los convencionalismos y dejar la puerta abierta de par en par, cerrando, con llave, en todo caso, la que comunica con la habitación pequeña. ¿Qué te parece?

—Yo mismo —le contesté— me atormento entre dos alternativas. Yo tenía una buena razón para querer que Barbary y Bryony durmieran juntas, completamente aisladas y con las puertas cerradas con llave. Por otra parte, alcanzo a comprender tu punto de vista sobre esas ventanas, que ciertamente debieran estar bajo continua observación.

Se me ocurrió otra idea.

—Cada ventana tiene dos caras —observé acertadamente— y puede ser vigilada lo mismo desde fuera que desde dentro. Desde allí —señalé un pequeño grupo de florecientes arbustos y matorrales, situados a corta distancia de la casa— se podrían vigilar las tres ventanas simultáneamente, entre tú y Haste, quiero decir, y estar en mutuo contacto al mismo tiempo.

—¡Hum!… y dejarte solo en la casa con las jóvenes…

—Olvidas —dije— al perro Smith. Fuera de la casa sería un estorbo, pero si lo hacemos dormir dentro, por ejemplo, en lo alto de la escalera, y cerramos todas las puertas y ventanas, incluyendo las del frente y los costados, tendría que ser muy inteligente el criminal que pudiera apoderarse de Bryony desde este sitio.

Thrupp, me vio sumergido en sus pensamientos, no hizo comentario durante cerca de tres minutos. Después, preguntó de súbito:

—Y ¿qué me dices de ese calamitoso túnel?

—No hay que preocuparse de eso —dije encendiendo un cigarrillo—. En primer lugar, cualquiera que quiera entrar en él desde el otro extremo, o bien necesita las llaves de Abbots Lodging o tiene que forzar dos llaves Yale superiores, una de la puerta exterior y otra de la del reservado.

Después tiene que violentar otra cerradura Yale que comunica el pasaje con el sótano, además de un par de fuertes cerrojos. En lo alto de la escalera del sótano hay todavía otra puerta que puede ser cerrada con llave y cerrojo, y hasta atrancada, si es necesario.

—Ya veo. Supongo que no habrá otros pasajes o habitaciones secretas en la casa.

—Absolutamente nada. Pensé que podría haberlos cuando la arrendé. Le pedí a un arquitecto amigo mío que viniera a comprobarlo. Revisó paredes, techos, puertas, y no encontró absolutamente nada. Ni resortes en las chimeneas ni manecillas giratorias en los paneles, ni trampas, ni pasadizos, ni calabozos secretos. A pesar de su antigüedad no es un edificio peligroso.

Thrupp asintió, sin hacer comentarios. Me surgió otro pensamiento:

—Bryony —añadí— me dijo esta mañana que el grupo con quien tiene que enfrentarse se compone de unos veinte o treinta, pero que entre éstos probablemente sólo habría siete u ocho interesados en matarla. Aunque no aparezcan todos, debemos estar preparados para enfrentamos, por lo menos, con media docena, y hasta ahora solamente somos tres hombres y un perro. Teniendo en cuenta que está en juego la vida de una mujer, ¿no crees tú que hay una desproporción muy grande?

—Si creyera que el asunto pudiera desarrollarse en un auténtico tiroteo tipo Chicago o Sidney Street, ciertamente estaría de acuerdo contigo, pero, en cierta forma (puede ser que me equivoque), mi opinión reflexionada es que no creo que suceda eso. Francamente, quedaría sorprendido si hubiera algo tan crudo como un tiroteo, aunque Haste y yo tenemos automáticas, en el peor de los casos. Y a propósito, supongo que tienes provisión de armas, ¿no?

—Tengo mi revólver de servicio y un pequeño 32 —admití—, con las municiones correspondientes. Las tenía cuando estuve en la India y nunca me preocupé por desprenderme de ellas.

—Ni para sacar permiso, supongo —refunfuñó, tomando pose de Inspector Principal.

—¡Válgame Dios! No —repliqué alegremente—. Vuestras reglamentaciones nunca fueron establecidas para ciudadanos respetables como yo. Continuez, mon enfant. Si ellos no tiran, ¿qué harán?

—¡Quién sabe! Estoy inclinado a creer que un cuchillo estaría más de acuerdo con sus características generales. Sin embargo, no se puede asegurar.

—Pero cualquiera que intente acuchillar a Bryony, protegida como está actualmente, se va a divertir. Y lo mismo puede decirse de cualquier otro método de asesinar, que requiera real contacto entre el matador y la víctima, como el de estrangular, colgar y otros por el estilo. En las presentes circunstancias, yo creo que también podemos agregar la posibilidad de sutiles venenos Borgia, de electrocución, y de las formas más extrañas de homicidio, favorecidas por Mes dames Christie y Sayers. ¿Qué queda, entonces? Thrupp gruñó.

—Te sorprendería —murmuró—. Queda una larga y penosa serie de posibilidades, amigo Roger.

¿Sabes que me agrada tu idea de vigilar la casa desde afuera? Me gusta el elemento «sorpresa» que hay en ella. Nos permitiría volver a tomar la iniciativa tan pronto como se iniciara un ataque, contando siempre, naturalmente, con que Haste y yo podamos ocultamos en estos matorrales sin que nos vean.

—Esto es fácil —dije—. Mira, Thrupp: estos matorrales corren hasta un cerco con setos, y este cerco corre suavemente por los terrenos de la Parroquia hasta algunas yardas dentro de Abbots Lodging. En otras palabras, si tú y Haste fueran desde aquí a Abbots Lodging a través del túnel, podrían dar la vuelta, ocultos durante todo el trayecto, hasta los matorrales. Yo podría ir con ustedes hasta Lodging, señalar el camino, y después echar la llave y volver a casa por el sótano. Sí, estoy seguro que esto es lo que conviene, Thrupp. Como dices bien, te da la ventaja de la sorpresa, pues para nosotros es una inesperada disposición la que tomamos. La contestación desde el jardín a una amenaza de esta clase significaría atrincheramos en la casa, y permitir que nos asediaran, confiando a la suerte el rechazo de los ataques. Pero que dos tercios de la guarnición salgan antes de que comience el asedio y tomen posición en la retaguardia de los atacantes, es un golpe táctico maestro. ¿No te parece?

—En todo caso, es lo mejor que podemos hacer, y creo que nos decidiremos a ello. Naturalmente, es siempre posible que no pase absolutamente nada esta noche. Pueden demorar el ataque por algún tiempo. Le anunciaron a Bryony que la matarían dentro de una semana, ¿no es cierto?

—Sí, pero habrían cortado la línea del teléfono. Lo sé. Mira, estoy empezando a tener mis dudas.

¿Cortaron el cable con el premeditado propósito de aislarnos del mundo, como lógicamente hemos pensado al principio? ¿O fue simplemente para dar al operario una oportunidad de venir?

Recuerda que esto es muy posible. Ahora creo que no estuvimos acertados en recibir su visita como lo hicimos. Habría sido mejor que no me hubiera dejado ver, y que tú hubieras simulado creer el cuento. Sin embargo, es inútil lamentarse cuando se ha derramado la cerveza. El individuo a estas horas ya habrá dicho que estoy aquí contigo y que tenemos sospechas. Por otra parte, y por fortuna, nada dijimos que pudiera sugerir que lo imaginábamos mezclado en el asunto de Bryony. Podíamos haber creído, simplemente, que venía por tu platería. Otra pregunta: ¿me reconocieron o no? Parece que no. Pero entonces, si esperaba encontrarme aquí, hubiera estado preparado para recibirme, sin dar señas de sobresalto o reconocimiento.

—Yo pensaba preguntarte esto —interrumpí—: ¿Saben esos individuos que tienes el asunto en tus manos? ¿Te conocen de vista?

Thrupp pareció dudoso.

—La contestación a esas preguntas podría ser no —dijo—. Confiemos en que sea así, de todas maneras. Hasta ahora, Roger, hemos sido extraordinariamente cuidadosos y sutiles en este asunto. Oficialmente, yo no me ocupo de él. Está en manos del Superintendente Boex, ayudado por un Inspector llamado Browning y por nuestro amigo, el Sargento Haste. Browning y Haste están en él, naturalmente, pero Boex es poco menos que un mascarón, para distraerlos. Hasta ahora no ha aparecido en el asunto, aunque he hecho la mayor parte del trabajo entre bastidores. Por lo tanto, a menos que haya una filtración en alguna parte, para ellos yo no debo estar relacionado con el asunto. En cuanto a la segunda pregunta, no tengo la menor idea si puedo ser reconocido o no.

Como sabes, no soy exactamente una figura pública y a la inversa de alguno de mis colegas —Dios los bendiga— desde que entré en Yard me he separado de mi camino para evitar la publicidad. No obstante, me gano allí el pan de cada día, y apenas si puedo llevar una nariz postiza siempre que estoy de servicio. Cualquiera que haya estado interesado en mis movimientos me habrá visto entrar y salir de sopetón de Yard con bastante frecuencia.

—Con todo, hay una buena probabilidad de que nuestro amigo el operario te haya tomado por un simple amigo mío.

—¡Oh, sí!, aunque sería estúpido confiar demasiado. Y además está Haste. Se sabe que se ocupa del asunto, y por, eso he evitado estar con él todo el día, y no quise que viniera aquí hasta que anocheciera. Entre paréntesis, debe estar al caer. ¿Qué hora es?

Pero en este momento su pregunta fue contestada por el reloj de la Parroquia que empezaba a dar las diez. Simultáneamente sentimos pasos apagados que cruzaban el hall y que se detenían justamente junto a la puerta. Creí que sería Barbary que venía a reunirse con nosotros. En vez de la de ella fue una voz ronca masculina la que llegó apagada a nuestros oídos.

—Sargento Haste, presente, según instrucciones recibidas por teléfono, señor. ¿Debo salir o quiere usted entrar?