A DECIR verdad, yo no sabía si escandalizarme o no.
Por una parte, me enorgullecía, más bien, de no ser ni pedante ni gazmoño. Y puesto que odio especialmente a los que predican una cosa y hacen otra, y mis años juveniles no se han destacado por estas virtudes simbolizadas por el blanco lirio, no creía tener derecho a criticar o a calificar la conducta de los demás. Por otra parte, algo, acaso la edad madura que se acercaba, me inducía a protestar contra esta chica atractiva, la hija, de Lulú, que seguía tan asiduamente los pasos de su madre o más bien aventajaba a quien, después de todo, nunca había sido una profesional. Lulú fue una criatura apasionada, y sus pecados fueron cometidos quia multum amavit. Yo dudaba que pudiera decirse lo mismo de su hija.
Sin embargo, conforme Bill Thrush preparaba nuestras bebidas, decidí que esto no era asunto mío. Ni literalmente, ni metafóricamente me consideraba in loco parentis con Bryony, y desde hace tiempo me he disciplinado en abstenerme de abrir juicio sobre asuntos que no me conciernen directamente. En tanto que Lulú, en virtud de nuestra intimidad, me había halagado mucho al decir a su hija que acudiera a mí para ayudarla en caso apremiante, yo no tenía responsabilidad alguna del bienestar moral o físico de esta joven. No era cosa mía cómo pasaba su tiempo o cómo conseguía sus autos y sus joyas. Ni había la más mínima razón para suponer que ella prestaría la menor atención, excepto para reírse, a cualquier consejo paternal o muy fraternal que yo me atreviera a darle.
Era, claramente, una joven de conceptos propios muy decididos, indisciplinada y nada dispuesta a lecturas reformativas. Por principio, acaso, yo debería aliviar mi conciencia reprendiéndola, aunque no ignoraba que se limitaría a hacer una mueca de misericordia y a tildarme de viejo loco y beato.
Y el mal estaba en que yo no era lo suficientemente viejo para ser completamente indiferente al concepto que yo le mereciera. Yo tenía solamente treinta y cinco años, y todavía me atraían las jóvenes. Y no se podía negar el hecho de que Bryony era una de las jóvenes más fascinantes que hubiera encontrado últimamente.